Los datos sobre el consumo de medicamentos sedantes y ansiolíticos como las benzodiacepinas en España son, cuando menos, preocupantes. Según el último informe de la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes, se consumen más de 91 dosis diarias de ansiolíticos, hipnóticos y sedantes como el diazepam o el lorazepam por cada 1.000 habitantes. Y según la encuesta ESTUDES, que elabora el Ministerio de Sanidad sobre las tendencias de consumo de drogas y otras adicciones entre los jóvenes de 14 y 18 años, un 19,6% de los adolescentes (más de medio millón) confesaron haber consumido benzodiacepinas alguna vez en la vida. Además, la encuesta Edades realizada también por el Gobierno, hace mención a que cerca de un 10% de la población española entre 15 y 64 años consume ansiolíticos de forma regular.
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Por qué ha aumentado el consumo de medicamentos como el diazepam
Pero, ¿por qué motivos puede haber aumentado el consumo de medicamentos como el diazepam, entre los más jóvenes? En opinión del doctor Cristian Figueredo Braslavsky, jefe del Servicio de Psicología y Psiquiatría del Hospital Sanitas CIMA, por un lado, vivimos en la época de lo instantáneo y eficiente, que son imperativos de lo contemporáneo. “Esto pone a la medicalización en el ámbito de la salud mental como la vía directa para aliviar el malestar. Esto tiene una consecuencia clara en la forma de afrontar las dificultades de la vida, que no siempre deben ser tratadas como patologías. La patologización de la vida cotidiana es un problema serio que debemos hacer visible y que tiene en la juventud un campo en donde lo inmediato del alivio forma parte de un modo de vivir”, comenta el experto.
Un problema importante en España
De hecho, hay datos que indican que España es el país del mundo donde más diazepam se consume, algo que debería llevarnos a una profunda reflexión, tal y como considera el doctor Braslavsky. “Nos muestra la banalización del uso de fármacos para tratar dificultades de la vida, lo que sugiere la falta de recursos personales para poder abordar cuestiones que no se deben abordar a nivel farmacológico”, indica. Por eso, considera que es esencial fomentar una mayor conciencia sobre los riesgos del uso prolongado de benzodiacepinas y apostar por tratamientos no farmacológicos, como por ejemplo la terapia psicológica, que promueve un espacio para hacerse las buenas preguntas que apunten a un cambio de posición sobre aquello que a cada uno le aqueja.
El papel de la pandemia
La pandemia, sin duda, ha tenido su influencia. “El confinamiento, el aislamiento social, la incertidumbre económica y el miedo al contagio, entre otras cosas, nos enfrentaron a una situación que nos ha excedido y los jóvenes no son la excepción”, explica el jefe del Servicio de Psicología y Psiquiatría del Hospital Sanitas CIMA, que cuenta que bajo aquella perspectiva, muchos recurrieron a medicamentos como el diazepam para aliviar el malestar emocional. “Además, la dificultad del acceso al sistema de salud no facilita los tratamientos psicológicos, lo que favorece el uso de soluciones rápidas como los ansiolíticos”, nos cuenta.
¿Qué son y cómo actúan las benzodiacepinas?
Tenemos claro que su consumo ha aumentado, pero nos interesa saber también qué son y cómo actúan las benzodiacepinas. “Son una clase de medicamentos que actúan como sedantes (hipnóticos) y ansiolíticos. Funcionan potenciando el efecto del neurotransmisor ácido gamma-aminobutírico (GABA) en el cerebro, lo que produce un efecto sedante y ansiolítico sobre el sistema nervioso central. Esto ayuda a reducir la ansiedad, promover el sueño y relajar los músculos”, nos detalla la doctora Ana Luz Erdocia, psiquiatra del Hospital Sanitas CIMA. Le preguntamos a la experta si bien utilizadas y prescritas, son un medicamento seguro y nos lo confirma, siempre y cuando su uso sea cuidadosamente supervisado por un médico para evitar efectos secundarios y riesgos asociados. “Es fundamental seguir las indicaciones del profesional de salud en cuanto a la dosis y la duración del tratamiento. Sin embargo, debido a su potencial de abuso, es crucial que se utilicen solo cuando sea necesario y como parte de un enfoque integral que incluya otras estrategias terapéuticas”, añade.
¿Pueden llegar a generar adicción?
La Dra. Ana Luz Erdocia, confirma, eso sí, que pueden generar adicción. “Su capacidad para producir una sensación de relajación y bienestar, junto con la tolerancia que desarrollan los pacientes con el tiempo, suele llevar a la necesidad de incrementar las dosis para obtener el mismo efecto”, nos dice. Por eso, considera que en este contexto, es fundamental que su uso sea estrictamente controlado y limitado en el tiempo bajo la supervisión médica.
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Problemas de un consumo sin control
Por todo ello, es importante conocer qué problemas puede generar el consumo excesivo y sin un control adecuado de estos medicamentos. Nos los resume la psiquiatra del Hospital Sanitas CIMA:
- Entre los principales riesgos se encuentran la dependencia física y psicológica, lo que hace que el paciente necesite dosis cada vez mayores para obtener el mismo efecto.
- Esto, en ocasiones, trae consigo un síndrome de abstinencia si se interrumpe bruscamente su uso, con síntomas como ansiedad, insomnio, irritabilidad, nerviosismo, agitación e incluso convulsiones.
- Asimismo, el uso prolongado afecta las funciones cognitivas, provocando problemas de memoria, coordinación y concentración.
- Y, especialmente en personas mayores, puede aumentar el riesgo de caídas debido a su efecto sedante.
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¿Un consumo normalizado?
Otro de los problemas relacionados con el consumo de estos medicamentos es que puede haber disminuido la percepción de cierto riesgo de tomar este tipo de medicamentos. Tanto es así que se ha, podríamos decir, normalizado su consumo. Así lo confirma la doctora Erdocia, que nos detalla que “el hecho de que sean medicamentos recetados por médicos puede generar una falsa sensación de seguridad, haciendo que muchas personas los vean como una solución rápida y sin riesgos para problemas comunes como la ansiedad o el insomnio”.
“Por otra parte, la facilidad de acceso y el desconocimiento de los efectos adversos a largo plazo también contribuyen a esa normalización. Igualmente, hay que destacar que al aliviar los síntomas no se abordan las cuestiones subjetivas que están en la base del malestar”, añade. Y remarca que esto es, sin duda, preocupante, ya que minimiza los peligros reales de su uso prolongado, como la dependencia y los efectos de deterioro cognitivo a los que se ha demostrado su asociación.
Opciones para tratar los problemas de salud mental
Conocemos sus usos, sus beneficios y sus riesgos. Y sabemos que el diazepam sigue siendo un medicamento muy utilizado. ¿Por qué piensan los expertos que hay problemas de salud mental que tienden a ser tratados solo recurriendo a los fármacos? Jorge Buenavida, psicólogo de Blua de Sanitas, nos explica que en primer lugar, la falta de acceso a terapias psicológicas ya sea por limitaciones del sistema de salud o por un motivo económico, hace que los medicamentos sean una solución más rápida, accesible y que no requiere un cambio estructural en nuestras instituciones de salud. “Además, en nuestra sociedad prevalece una cultura de la inmediatez, donde se busca un alivio rápido de los síntomas, y los fármacos ofrecen esa respuesta”, indica.
“Ante esta situación, consideramos que los profesionales de salud debemos fomentar una educación adecuada sobre la importancia de enfoques integrales que incluyan terapia cognitivo-conductual u otras intervenciones no farmacológicas”, sugiere el psicólogo.
“Proporcionan un alivio inmediato de los síntomas. No obstante, aunque sean efectivas a corto plazo, no abordan las causas subyacentes de los trastornos mentales y pueden generar dependencia si se usan de manera prolongada. Por ello, es importante combinarlas con terapias más sostenibles y profundas, como la psicoterapia”, concluye Jorge Buenavida.