¿Te suena esta situación? Estás hablando con tu mejor amiga, con el médico o con un compañero de trabajo. Y de repente te das cuenta de que te has perdido en la mitad de la conversación, que se te ha ido el santo al cielo, como se suele decir. Has perdido el hilo. Incluso puede pasarte que tú misma estás explicando algo y, de repente, tienes que preguntarle a la otra persona: ¿qué te estaba diciendo? ¿de qué estábamos hablando? Son situaciones muy comunes que ocurren con la edad.
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A medida que pasa el tiempo, quizás sientes que cada vez te cuesta más concentrarte en lo que alguien te está diciendo o te distraes fácilmente con cualquier cosa.
Es natural que te alarmes y te preguntes si algo está pasando 'allí arriba'. Lo normal es que no y que, simplemente, prestar atención te es más difícil y, por lo tanto, retener la información. Por ello, lo importante es que sepas si hay algo que hacer para mejorar la capacidad de mantener el hilo de una conversación. Pero antes, veamos qué hace que nos quedemos en blanco.
La falta de atención y concentración: ¿cómo afecta a la memoria?
Uno de los principales responsables de estos lapsus en las conversaciones es la falta de atención y concentración. No prestar atención completamente a lo que se nos dice puede ser el primer paso para olvidar detalles importantes o incluso perder el hilo de la conversación. Según la psicóloga Pilar Guerra Escudero, “cuando nuestra mente está dividida entre varias tareas o estamos pensando en nuestras preocupaciones, es más fácil que la información que recibimos no se procese de manera efectiva, lo que a su vez influye en nuestra memoria a corto plazo”. Esto puede ocurrir a cualquier edad, pero es cierto que con el paso del tiempo, el cerebro experimenta ciertos cambios que pueden hacer más difícil esta tarea.
El procesamiento cognitivo tiende a ralentizarse con la edad, lo que significa que podemos tardar más en entender y reaccionar a lo que se nos dice. Esto no quiere decir que nuestra capacidad esté disminuyendo de manera drástica, sino que la información se procesa de forma diferente. Este fenómeno puede tener efectos en la vida cotidiana, especialmente cuando estamos expuestos a entornos ruidosos o con múltiples distracciones.
En personas más jóvenes, por ejemplo, el cerebro es más ágil en la multitarea y puede cambiar de un tema a otro con mayor rapidez. Esto facilita seguir conversaciones complejas o rápidas, mientras que en personas mayores, se necesita un mayor esfuerzo para procesar esa información. Sin embargo, como señala Guerra, “la experiencia y la sabiduría de los adultos mayores a menudo les permite conectar ideas de manera más profunda, aunque tarden más en responder”. Por otro lado, continúa, “es natural que las personas mayores, por ejemplo, experimenten una mayor necesidad de concentración en entornos con muchos estímulos”, aclara Guerra.
Efectos del estrés y la ansiedad en la concentración
El estrés y la ansiedad también pueden jugar un papel fundamental en la dificultad para mantener la concentración durante una conversación. Y es que cuando estamos estresados o ansiosos, nuestra mente entra en un estado de alerta que consume recursos mentales que deberían estar enfocados en la conversación. “El cerebro está más pendiente de posibles amenazas o problemas que de lo que está ocurriendo en ese momento”, explica la psicóloga. "Esto provoca que nos cueste más concentrarnos en lo que la otra persona está diciendo y que, como resultado, se nos escape el hilo de la conversación", añade.
Este tipo de desconexiones son comunes cuando estamos preocupados por algo en particular o cuando estamos viviendo situaciones de alta presión. Los pensamientos intrusivos y las preocupaciones personales pueden desviar nuestra atención, lo que nos lleva a perder el foco. Guerra señala que es importante reconocer cuándo estamos entrando en estos ciclos de estrés y buscar maneras de reducir la ansiedad, como técnicas de respiración o mindfulness.
El impacto del uso de dispositivos electrónicos
Por otro lado, recuerda la experta, no hay que olvidar que el constante uso de dispositivos electrónicos, como teléfonos inteligentes o tabletas, puede tener un impacto negativo en nuestra capacidad de mantener una conversación fluida. “Los dispositivos nos condicionan a la multitarea, lo que fragmenta nuestra atención y dificulta la capacidad de concentrarse en una sola actividad, como una conversación cara a cara”, aclara Guerra.
Además, pueden reducir nuestra paciencia para las conversaciones prolongadas o más profundas, ya que estamos acostumbrados a estímulos rápidos y constantes.
Memoria, atención y envejecimiento
El envejecimiento afecta tanto la memoria como la capacidad de seguir una conversación de diversas maneras. Como explicaba anteriormente Pilar Guerra, es natural que, con el paso de los años, experimentemos una disminución en la memoria a corto plazo. Esto significa que es posible que olvidemos lo que acabamos de escuchar o lo que queríamos decir en una conversación. También es más probable que nos distraigamos con facilidad o que necesitemos más tiempo para procesar la información que estamos recibiendo.
Sin embargo, "es importante destacar que no todas las personas experimentan estos cambios de la misma forma ni en la misma medida", recueda. Algunas personas mayores, de hecho, desarrollan estrategias para compensar estas dificultades, como hacer pausas más largas antes de responder o utilizar recordatorios visuales y verbales para no perder el hilo de la conversación. "No se trata de una pérdida total de capacidad", asegura la coach, "sino de una adaptación a una nueva forma de procesar la información".
Pero hay casos que sí tienen que llamar nuestra atención, ya que podría tratarse de un síntoma de algún proceso neurodegenerativo.
Enfermedades que pueden afectar a nuestra capacidad de atención, concentración y memoria
Existen diversos trastornos y enfermedades que pueden interferir en la capacidad de una persona para mantener el hilo de una conversación. "Los trastornos de déficit de atención, por ejemplo, pueden hacer que las personas se distraigan con facilidad y les resulte difícil seguir una conversación larga o compleja", indica.
Además, condiciones como la depresión, la ansiedad o el trastorno de estrés postraumático pueden provocar pensamientos intrusivos que desvían la atención de lo que se está hablando. Las enfermedades neurológicas, como el alzhéimer o la demencia, también afectan la memoria y la capacidad de concentrarse en una conversación. "Incluso trastornos del sueño, como el insomnio crónico o la apnea del sueño, pueden tener un impacto significativo en la concentración", aclara Guerra.
Por ello, es importante estar atentos a los signos tempranos de problemas cognitivos que pueden estar relacionados con la dificultad para seguir una conversación. Estos pueden incluir la pérdida frecuente del hilo de la conversación, dificultades para encontrar palabras o nombres, olvidar detalles importantes de lo que se acaba de decir, o necesitar que se repitan las cosas con frecuencia.
Si estos síntomas son persistentes o empeoran con el tiempo, puede ser una señal de alarma y es recomendable pedir cita al médico para que lo valore.
Estrategias para evitar perder el hilo durante una conversación
Existen algunas estrategias que pueden ayudar a mejorar la capacidad de mantener una conversación fluida. Una de las más efectivas es la 'escucha activa', que consiste en concentrarse completamente en lo que la otra persona está diciendo y evitar distracciones. "La escucha activa no solo mejora nuestra capacidad para entender y recordar lo que se dice, sino que también nos ayuda a conectar más mejor con la otra persona", señala la experta.
Otra técnica útil es parafrasear lo que acabas de escuchar, repitiendo la idea con tus propias palabras. Esto no solo ayuda a reforzar la comprensión, sino que también demuestra que estás prestando atención. Además, la práctica de la atención plena o mindfulness puede entrenar la mente para estar más presente en el momento y reducir la tendencia a distraerse.
También es bueno practicar la atención plena, como a través de la, meditación o ejercicios de respiración ya que puede ayudar a entrenar la mente para estar más presente y reducir las distracciones.
Realizar actividades que estimulen la mente, como juegos de memoria, lectura o aprender cosas nuevas, también es muy beneficioso. Además, llevar un estilo de vida saludable, con una dieta equilibrada, ejercicio regular y un buen descanso, es fundamental para mantener la salud cognitiva. "La memoria es como un músculo", señala la coach, "cuanto más la ejercitamos, más fuerte se mantiene".