¿Tú también sientes que vas casi siempre corriendo? No estás sola. Es un hecho que vivimos en un mundo que va demasiado deprisa, acelerado. El trabajo, la casa, la pareja, el gimnasio, incluso el ocio... no llegamos a todo. Por eso, en ocasiones, hay que permitirse parar. Así lo transmite en su nuevo libro el doctor Javier García Campayo. El psiquiatra recopila en Parar para vivir mejor, las principales causas del malestar que experimentamos los seres humanos en nuestro día a día. Pero, sobre todo, nos da las herramientas que nos permitirán afrontar esos problemas, como la meditación o el mindfulness. Hemos tenido ocasión de hablar con el autor sobre esa ansiada calma a la que todos deberíamos aspirar.
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El propio título del libro es una declaración de intenciones: ¿por qué piensa que deberíamos parar para vivir mejor?
Vivimos en la sociedad más estresada de la historia de la humanidad. Nos hemos acostumbrado a ir corriendo a todas partes, a tener múltiples actividades cada día a las que apenas llegamos, a autoexigirnos estar continuamente haciendo algo “productivo”. Un test sencillo para confirmar hasta qué punto estamos estresados es preguntarnos si podemos estar una tarde sin hacer nada y no sentirnos culpables. La mayoría de las personas contestan que ellos no pueden permitirse el lujo de “perder el tiempo”, porque siempre están muy ocupados. La felicidad y el bienestar requieren tener tiempo para desconectar, para realizar actividades que nos gusten o, simplemente, poder no hacer nada, y disfrutar de ello.
¿Es uno de los problemas de los tiempos actuales que vivimos demasiado rápido, que vamos corriendo a todo?
Sin duda. Somos incapaces de disfrutar de las pequeñas cosas de la vida, que es donde está la felicidad estable y duradera. Tenemos demasiadas cosas que hacer, porque pensamos que la felicidad está en realizar actividades, y no podemos contemplar la belleza de esta vida. Todo nos aburre porque necesitamos hiperestimulación. La felicidad está dentro de nosotros, en la estabilidad de la mente y el agradecimiento por estar vivo. Aunque consigas a nivel externo lo que se supone que nos va a hacer feliz, por ejemplo, que nos toque la lotería, los estudios psicológicos confirman que a los 12 meses la gente es igual de feliz o desgraciada que antes de que le tocase la lotería, porque nos hemos “acostumbrado” a ese éxito. Por eso buscamos nuevos estímulos fuera continuamente. Es un proceso sin fin del que tendríamos que darnos cuenta.
¿Qué implica el hecho de parar, qué consecuencias positivas tiene?
Parar es tomarse un respiro para tener perspectiva y darse cuenta de por qué hacemos todo lo que hacemos. Muchas personas afirman que no pueden parar por sus responsabilidades. Creen que, debido al trabajo, las circunstancias, la familia o lo que sea, no pueden dejar de hacer lo que hacen. Pero no es cierto. Siempre podemos elegir, pero hace falta darse cuenta y después, se necesita valor para llevar a cabo esa decisión. Parar nos confronta con el hecho de si la vida que llevamos tiene sentido o queremos romper con ella y cambiar.
La pandemia nos obligó a todos a parar. En Estados Unidos, la mitad de la población cambio de trabajo en lo que se llamó “La Gran Renuncia”. Muchos fueron a trabajos peor remunerados, pero que les daban más tiempo libre y sentían que, de esa forma, su vida tenía más sentido. Es verdad que en Europa el mercado laboral no es tan flexible, pero mucha gente también cambió de trabajo, se mudó de casa trasladándose de la ciudad al campo. Y ocurrió porque tuvo tiempo para reflexionar sobre si esa era la vida que querían llevar.
Y si tiene consecuencias positivas ¿por qué, entonces, nos cuesta tanto hacerlo?
Porque nos da miedo. Mucha gente no para, está siempre activo, para no sentir, para no darse cuenta de que está mal, del vacío de su vida. Si uno para, ante el silencio, tiene que mirarse a la cara y confrontar su vida. Y a muchas personas les aterra. Hay que tener el valor de querer conocerse a sí mismo y de valorar si esta es la vida que queremos. Lo más cómodo es seguir, no pensar, continuar la rutina y dejarnos llevar. Pero el coste es elevado.
¿Piensa que las generaciones anteriores vivían mejor porque no vivían tan rápido, porque sabían de la importancia de parar?
Si, se piensa que las generaciones anteriores, aunque sus circunstancias materiales fueron más adversas, eran más felices que nosotros. ¿Por qué? Porque no tenían tantas expectativas sobre lo que debían tener, se contentaban con la vida que llevaban, disfrutaban de los buenos momentos de la vida y tenían aceptación cuando las cosas iban mal. La cohesión social era mayor, y también tenían creencias religiosas que ayudaban a dar sentido al sufrimiento.
Se cree que cada nueva generación tiene más sufrimiento psicológico que las anteriores, aunque materialmente viva mejor. ¿Cómo se entiende esta paradoja? Porque el desarrollo tecnológico nos ha llevado a la idea de que el sufrimiento debería desaparecer, que tendríamos que ser capaces de controlarlo. Pero no es así: siempre va a haber sufrimiento por la vejez, la enfermedad y la muerte, nuestra y de nuestros seres queridos. Y el afrontamiento de eso, sólo puede hacerse mediante una maduración personal, a menudo acompañado de creencias espirituales.
La mayoría de las veces nos cuesta darle al 'stand by' a nuestra mente, que sigue rumiando, pese a que intentamos frenarla. Es un problema, ¿no es así?
El estrés se produce porque la mente está continuamente pensando. Invito a los que nos leen a que observen que, cuando están bien, la mente tiende a estar calmada; pero, cuando sufren, su mente está continuamente generando pensamientos, a menudo desagradables. Yo soy psiquiatra, y uno de los principales motivos de consulta es: “Doctor, deme algo para dejar de pensar, porque no puedo soportarlo”. Muchas veces esos pensamientos no son desagradables o depresivos, pero no los pueden acallar. Llega la noche y los rumian continuamente y no pueden dormir, por lo que padecen insomnio crónico. Parar la mente cuando queramos, no quedarnos enganchados a los pensamientos, está demostrado que es la principal fuente de bienestar.
¿Deberíamos priorizar la calma? ¿De qué forma deberíamos hacerlo?
Sin duda. Actualmente, en medicina, se acepta que el estrés crónico es causa de una gran cantidad de enfermedades físicas y psicológicas. Es lo que se llama Teoría de la Neuroinflamación. El estrés crónico produciría niveles de cortisol elevados en sangre de forma crónica y esto alteraría los mecanismos de neuroinflamación, es decir, citokinas e interleucinas. Se activarían las citokinas e interleucinas inflamatorias y esta inflamación crónica de baja intensidad lesionaría múltiples órganos a largo plazo. Facilitaría la aparición de enfermedades cardiovasculares, como infarto de miocardio y coronariopatías, aumentaría el riesgo de cáncer porque altera el sistema inmune, incrementaría el riesgo de diabetes por lesión del páncreas, etc. El estrés sería también un factor de riesgo grave de ansiedad y depresión.
La forma de desarrollar la calma sería llevar una vida saludable con dieta sana, ejercicio regular, sueño suficiente, buenas relaciones interpersonales y la práctica de actividades como relajación o, aún mejor, mindfulness o técnicas mente-cuerpo (yoga, taichi, chikung).
Uno de los objetivos debería ser liberarnos de la ansiedad y de ese ruido mental que nos invade casi en todo momento. ¿No es tarea fácil, no cree?
Es cuestión de entrenamiento. Siempre comparo la práctica de mindfulness o meditación con la del ejercicio físico. Correr una media maratón seguramente es imposible para la mayor parte de la población. Pero ¿es realmente imposible? Claramente no, es cuestión de entrenamiento. Tener una mente tranquila y más feliz es difícil para muchas personas en este momento. ¿Es imposible? No, sólo requiere dedicar un cierto tiempo a ello cada semana. Igual que muchas personas van al gimnasio periódicamente, algunas personas practican mindfulness casi cada día y notan sus beneficios a las pocas semanas.
¿De qué forma puede ayudarnos el 'mindfulness' a conseguir este objetivo?
El entrenamiento periódico en mindfulness, por ejemplo 10 minutos al día, unas 4-5 veces por semana, permite que en 2-3 meses la mente vaya estabilizándose. Cada vez habrá menos ruido mental, menos rumiación. Seremos capaces de estar en el momento presente disfrutando de los pequeños buenos momentos de la vida, como estar con un amigo, la sonrisa de un hijo o un paseo por la naturaleza. Todo eso supone una nueva visión del mundo, con mayor bienestar de base y con mayor capacidad de afrontar los sufrimientos que, inevitablemente, vamos a tener que experimentar. Esa mayor perspectiva que da mindfulness hace que todo sea más llevadero y gratificante. También las relaciones interpersonales se hacen más satisfactorias, como los demás aspectos de la vida.
Surgen, en paralelo, movimientos que reivindican una vida más lenta, la llamada 'slow life'. ¿Nos vamos dando cuenta de que es necesario cambiar el chip?
Estos movimientos tan interesantes reivindican lo que se está descubriendo como necesario en nuestro mundo actual: tener paz, calma mental, tiempo libre… y disfrutarlo. Y se produce tanto en la comida (slow food), como en las vacaciones y en nuestro estilo de vida en general. Se asocia a una vuelta a la Naturaleza, algo también imprescindible y complementario a este movimiento slow y mindful.
¿A quién puede serle especialmente útil su libro?
El libro resultará útil a cualquier persona que quiera vivir mejor, disfrutar más de la vida, tener mayor bienestar, apreciar las relaciones interpersonales y, en suma, ser más feliz. Será más eficaz para aquellos que están estresados y sufren, porque el margen de mejoría en ellos es grande; pero puede ayudar a cualquiera, por bien que se sienta, ya que siempre hay aspectos en los que uno puede sentir aún mayor bienestar, conexión con el mundo y agradecimiento hacia esta vida única y preciosa que disfrutamos los seres humanos.