Seguro que habrás escuchado hablar de la responsabilidad afectiva, un concepto que se usa cada vez más porque hace que nuestras relaciones sean mucho más sinceras y enriquecedoras. ¿De qué se trata? Le preguntamos Luis Angel Luis Guillén, psicólogo, sexólogo y director Psicopartner y nos explica que la responsabilidad afectiva es, simplemente, ser conscientes de cómo nuestras palabras y acciones afectan a los demás. Es ser empáticos, pero no solo de palabra, sino de verdad. Es ser sinceros, hablar claro, estar atentos, evitar malentendidos... todo ello es fundamental en las relaciones y, sobre todo, en las de pareja. Guillén también nos recuerda que la responsabilidad afectiva también es hacernos cargo de nosotros mismos, no esperar que los otros nos den la felicidad, sino buscarla.
Para ti que te gusta
Este contenido es exclusivo para la comunidad de lectores de ¡HOLA!
Para disfrutar de 8 contenidos gratis cada mes debes navegar registrado.
Para tener más claro cuáles son las claves de la responsabilidad afectiva, Guillén ha elaborado 10 aspectos imprescindibles para desarrollarla:
Empatía. Ser empático puede parecer sencillo, pero no siempre lo es. Y es que la empatía no consiste solo en 'captar' aquello lo que la otra persona está sintiendo, sino de realmente ponerte en el lugar de la otra persona, en sus zapatos. Y esto no siempre resulta fácil. Una persona que es emocionalmente responsable no se queda con un simple "te entiendo". Se interesa de verdad, pregunta con sinceridad y se preocupa por el bienestar del otro. No es solo hablar por hablar, sino lograr una conexión real con lo que el otro está viviendo.
Comunicación transparente. Hablar claro es clave. Si algo te molesta o preocupa, lo mejor es decirlo sin vueltas. Las personas responsables no usan palabras confusas que puedan hacer que el otro se quede pensando "¿qué quiso decir?". Lo ideal es ser directo, aunque a veces pueda doler un poco. A la larga, la claridad siempre evita malentendidos y problemas más grandes.
Escucha. Escuchar no es solo oír. Es estar presente, prestando atención a lo que la otra persona está diciendo. No es esperar tu turno para hablar, sino de verdad intentar entender lo que el otro comparte, sin interrumpir ni juzgar. Es hacer que el otro sienta que lo que dice es importante, que sus sentimientos cuentan, aunque no siempre estemos de acuerdo.
Respeto. Quien es responsable entiende bien cuáles son sus propios límites y también los de la otra persona, y los respeta. No es solo cuestión de no pasar ciertos límites, sino de definirlos y comunicarlos con claridad, para que ambas partes sepan cómo manejarse.
Te recomendamos
Autoconciencia. Alguien que es emocionalmente responsable dedica tiempo a pensar en sus propias emociones y en cómo estas pueden impactar en sus relaciones. No actúa por impulso sin antes considerar las consecuencias. Cada día se cuestiona "¿cómo estoy hoy?" y "¿de qué manera podría esto afectar a los demás?", y actúa de acuerdo a eso.
Reconocimiento. No hay manera de escaparse: si la has fastidiado, toca reconocerlo. La persona responsable no se esconde cuando mete la pata; asume sus errores, se disculpa cuando hace falta y, lo más importante, está dispuesta a hacer lo necesario para arreglar lo que rompió. Es fácil decir "lo siento", pero la verdadera responsabilidad se muestra en lo que haces después de esa disculpa.
Apoyo y Compromiso. Estar ahí para el otro, no solo en los buenos momentos, sino también en los malos, es esencial. La persona responsable afectivamente cumple con lo que promete y está disponible cuando se la necesita. No es de esas personas que solo están cuando todo va bien; se queda cuando las cosas se ponen difíciles, ofreciendo un hombro donde apoyarse.
Sensibilidad. Ser sensible es más que evitar herir los sentimientos del otro. Es reconocer las necesidades emocionales, incluso cuando no las expresan con palabras. Es ajustar tu comportamiento para ser más comprensivo y considerado, sin que te lo pidan.
La persona responsable afectivamente no espera a que le digan "necesito esto", lo percibe y actúa en consecuencia.
Tolerancia. Los desacuerdos son inevitables, pero cómo los manejamos dice mucho de nosotros. La persona responsable no se pone a la defensiva ni busca ganar siempre; en su lugar, escucha, entiende, y trata de encontrar un terreno común. Es alguien que sabe que a veces, ceder un poco no es perder, sino construir una relación más fuerte y saludable.
Crecimiento. Nadie es perfecto, y la persona responsable lo sabe. Siempre está buscando maneras de mejorar, de aprender de sus errores y de crecer en su capacidad para relacionarse de manera sana y afectiva. No se conforma con "así soy yo", sino que está dispuesta a cambiar, a evolucionar, y a trabajar constantemente en ser una mejor versión de sí misma.