Tal vez en algún momento has tenido esa sensación: estás ‘obligada’ (permítanse las comillas) a estar feliz. Hay quien habla incluso de tiranía del positivismo o de dictadura de la felicidad. Parece que no se puede permitir que la tristeza llame a nuestra puerta. “Vivimos en una sociedad que refuerza el positivismo tóxico y la falsa idea de felicidad. Sin embargo, es fundamental ser coherentes con las situaciones que nos ocurren en la vida y cómo nos hacen sentir. Si estamos tristes, hemos de permitírnoslo”, nos recomienda Rebeca Cáceres Alfonso, doctora en Psicología y psicóloga sanitaria, directora de Tribeca Psicólogos. En su opinión, reprimir emociones se acaba convirtiendo en un problema. “Tratar de ocultar el dolor puede llevar a una acumulación de emociones negativas que, a largo plazo, puede ser perjudicial para la salud mental. Permitirnos sentir la tristeza nos ayuda a procesar eventos difíciles y a crecer emocionalmente”, nos cuenta.
¿Y si no me apetece sonreír?
Y es que tal vez te has planteado en algún momento qué pasa si hay veces que no quieres sonreír, si sientes que no puedes con todo. “Hay veces que sonreír no apetece y que no puedes con todo. Forma parte de la vida. A todos nos ocurren cosas que son tristes o hay días que simplemente no estás de humor. Quizás el desafío más importante es encontrar un equilibrio entre manejar nuestras obligaciones sobre todo si están relacionadas con lo social y, a la vez, permitirnos sentir nuestras emociones”, nos explica la psicóloga, que añade que podemos hacerlo siguiendo estos pasos:
- Cumple con lo esencial: Prioriza y cumple con las tareas y responsabilidades más importantes.
- Pide ayuda: No dudes en buscar apoyo de amigos, familiares o colegas si te sientes abrumado.
- Crea tiempo y espacio para ti mismo: Una vez que hayas cumplido con tus obligaciones, date un espacio para procesar y sentir tu tristeza. Este tiempo personal es esencial para tu bienestar emocional.
“Reconocer y aceptar nuestros sentimientos mientras seguimos adelante con nuestras responsabilidades puede ayudarnos a manejar mejor nuestras emociones y a mantener un equilibrio saludable en nuestra vida”, nos comenta.
La tristeza, una emoción necesaria
La clave es que no podemos perder de vista que, además, la vida es una montaña rusa, con sus altibajos, y la tristeza se convierte en una emoción necesaria. “Nos ayuda a procesar pérdidas, fracasos y otras experiencias dolorosas. Además, sentir tristeza nos ayuda a reflexionar sobre nuestra vida, aprender de nuestras experiencias y encontrar un sentido más profundo. Además, la tristeza puede ser un motor para el cambio, motivándonos a mejorar nuestras propias vidas”, nos detalla. ¿Por qué entonces tendemos a ocultarla, a tratar de esconderla o evitarla? En opinión de Rebeca Cáceres, nuestra sociedad a menudo percibe las emociones negativas como una debilidad. Hay una presión cultural para mantener una imagen de felicidad y éxito constante. Ejemplo de ello son las redes sociales.
“Además, la tristeza puede hacer que las personas a nuestro alrededor se sientan incómodas, lo que nos lleva a evitar mostrarla para no afectar a los demás. Lo cierto es que no nos manejamos bien con la tristeza ni para nosotros mismos ni para los demás. Es una emoción que nos hace sentir incómodos, en general”, indica.
Sentir tristeza ¿puede ser beneficioso?
Nos hemos planteado qué nos aporta, desde el punto de vista psicológico, el hecho de permitirnos esos momentos de tristeza. La psicóloga nos cuenta que nos puede aportar varios beneficios:
- Procesamiento emocional: Nos ayuda a procesar y comprender por qué nos estamos sintiendo así.
- Autoconocimiento: Estos momentos permiten que nos conozcamos más y generemos mayor autocomprensión hacia nosotros mismos.
- Liberación de tensiones: Expresar la tristeza puede liberar tensiones emocionales acumuladas, lo que contribuye a que nos calmemos.
- Sanación emocional: Reconocer y permitirnos sentir la tristeza nos ayuda a ir superando acontecimientos.
- Equilibrio emocional: integrar la tristeza en nuestra vida nos permite mantener una perspectiva más equilibrada y saludable.
Cuando la tristeza se convierte en un problema
Por último, es importante distinguir en qué momento la tristeza puede llegar a convertirse en un problema. “La tristeza puede convertirse en un problema cuando es persistente y comienza a interferir significativamente con las actividades de la vida diaria. Si una persona siente tristeza intensa durante un período prolongado y tiene dificultades para realizar sus actividades habituales, debería buscar ayuda profesional para que, al menos, valore el caso”, concluye Rebeca Cáceres.