¿Te has planteado alguna vez si estás viviendo realmente la vida que quieres? ¿Si has encontrado tu propósito de vida? Sobre todo ello reflexiona Xuan Lan, referente indiscutible del yoga y del bienestar, en su nuevo libro, La buena hija vietnamita, publicado por Grijalbo, en el que nos anima a preguntarnos por el sentido de la vida y por nuestro verdadero propósito en ella. Y el camino, claro está, viene lleno de preguntas. Hemos tenido la ocasión de plantearle algunas de ellas a la autora.
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¿Por qué en ocasiones nos resulta tan complicado encontrar nuestro propósito de vida?
Un propósito de vida no es un proyecto, no es un deseo, es algo más profundo, una intención con visión a largo plazo que viene del corazón. Para descubrirlo hay que conocerse y saber lo que queremos hacer y conseguir, y a menudo nos dejamos llevar por la inercia de lo cotidiano, las pautas de vida establecidas por nuestros padres o por la sociedad y por el hecho de que no hemos aprendido a escuchar nuestro corazón. Para ello, hay que detenerse, saber conectar con nuestro ser profundo e interpretar sin juicio y con amabilidad lo que nos dice. A partir de ahí puede surgir algo honesto que nos ayude a definir un propósito de vida. No es un proceso ni fácil ni rápido.
Además, la vida moderna acelerada crea mucho ruido interior que no nos da espacio mental ni tiempo de detenernos a reflexionar, a aburrirnos o a estar en silencio, para escuchar nuestro interior. Nos fijamos demasiado en lo que pasa fuera o lo que no tenemos...
En su caso, ¿fue un proceso especialmente complejo?
No fue un proceso complejo, fue un camino lento pero orgánico. Tampoco fue una búsqueda estratégica, sino una necesidad personal terapéutica de autoconocimiento, de despertar espiritual inspirado por maestros, cursos, lecturas, eventos y encuentros que han ocurrido y que me han hecho reflexionar, madurar y crecer para entender el sentido de la vida que quiero tener. Hacer este trabajo de introspección e indagación fue un proceso voluntario y consciente, con el objetivo de ser una mejor versión de mí misma, una versión más completa para seguir la dirección de la brújula de la vida, que es el propósito de vida.
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¿Qué le llevó a plantearse plasmar su experiencia en un libro?
Tengo una gran comunidad digital de más de 3 millones de seguidores que conocen una parte de la historia y me han preguntado a menudo por qué, para qué o cómo dejé un trabajo estable en un banco para dedicarme a la enseñanza del yoga. En este nuevo libro, cuento mi historia personal como hilo conductor para explicar el proceso, para invitar al lector a detenerse a reflexionar. No todo el mundo puede dejar su trabajo para dedicarse a su pasión, pero cada uno puede hacer un trabajo personal e íntimo de reflexión para determinar lo que puede dar sentido a su vida y quizás encontrar un propósito de vida para disfrutarla plenamente.
¿Nos obsesionamos en ocasiones con la búsqueda de la felicidad a toda costa?
En el budismo se distingue claramente la felicidad de la alegría o del placer, y me parece que hay mucha confusión entre estos conceptos porque la sociedad vende felicidad como si fuera fácil de conseguir en tres pasos, tres días o tres consejos prácticos. Todos queremos ser felices, pero es un estado que se consigue por el mismo trabajo que comentaba, de introspección y de indagación, en lugar de pensar que la felicidad viene de fuera y que depende de cosas que queremos acumular o conseguir, como un trabajo, un nuevo coche, la fama o un aspecto físico concreto. La felicidad es un estado mental profundo que se trabaja desde dentro, desde un estado de paz y serenidad, y muchos coches o casas no lo pueden sustituir.
En mi libro hago referencia al monje budista francés Matthieu Ricard considerado “el hombre más feliz del mundo” que considera que el secreto de la felicidad son el altruismo y la compasión. Cualquiera es capaz de ser feliz, pero el camino requiere paciencia, honestidad y trabajo. Y eso solo depende de uno mismo.
¿En qué momento uno se da cuenta de que ha llegado el momento de vivir la vida que realmente queremos, si no lo estamos haciendo?
No llega de repente, no es una revelación. Puede haber un detonante, pero para llegar a esta conclusión hay que haber reflexionado sobre el sentido de la vida, cuáles son sus pasiones, sus necesidades vitales, lo que nos conviene o no, lo que queremos ser y cómo queremos vivir. Solo puedo hablar de mi experiencia personal que cuento en mi libro. Decidí hacer un trabajo de coaching que me llevó a analizar mis decisiones y elecciones profesionales de los 10 últimos años, conocer mejor mis cualidades, fuerzas y debilidades como profesional y como persona, reflexionar sobre lo que realmente me hacía feliz. Este proceso junto a la práctica de yoga, la meditación y el cultivo del desarrollo espiritual fueron claves para saber quién era y lo que no quería ser. En una siguiente etapa descubrí mi propósito de vida que me animó a cambiar ciertos aspectos de mi vida personal y laboral para sentirme llena. Este libro invita al lector a hacer esta pausa para reflexionar sobre el momento de la vida en el que está y reconocer si es esto lo que quiere vivir.
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¿Cuesta conectar y entender nuestras emociones?
Creemos que nos conocemos, pero a menudo interpretamos de manera errónea nuestras emociones porque no hemos aprendido a escucharlas y entenderlas. Las emociones no son pensamientos y sentimientos, no se trata de nada racional, sino que surgen sin que podamos controlarlas.
Se trata de reacciones psicofisiológicas a estímulos externos que ocurren de manera espontánea y automática. El cuerpo percibe esta información antes de que el cerebro lo analice y por eso experimentamos reacciones en nuestro cuerpo antes de que sepamos por qué. Como, por ejemplo, cuando nos sudan las manos, se nos pone la piel de gallina, se acelera el ritmo cardiaco, se altera nuestra respiración o sentimos calor en algunas partes de nuestro cuerpo. Por eso, observar el cuerpo y saber detectar ciertas señales nos permite entender nuestras emociones. Y el yoga y la meditación son, entre otras, técnicas que nos permiten esa conexión corporal y esa observación interior de emociones, sentimientos y pensamientos. Cuando reconoces cierta emoción, eres más capaz de gestionar la respuesta al estímulo, a la situación.
La respiración, parte de la práctica de yoga, es otra herramienta de autoconocimiento emocional, que nos ayuda a regularnos. Por ejemplo, una larga espiración ayuda a calmar la mente estresada, activando el sistema nervioso parasimpático, responsable del descanso y de la recuperación.
¿Qué deberíamos trabajar para conseguir un mayor autoconocimiento?
Existen muchos métodos terapéuticos que ayudan a conseguir un mayor autoconocimiento, pero ante todo hay que querer trabajar la introspección, y ser consciente que lo que vamos a descubrir y comprender puede no coincidir con lo que deseamos ser.
En cualquier caso, lo importante es evitar la autocrítica basada en criterios externos y trabajar la autocompasión con una mirada amable, trascendiendo nuestras creencias limitantes.
El proceso pasa por pasar más tiempo con uno mismo, aprender a conectar con tus emociones, y escucharte con menos ego. Personalmente, lo he trabajado abriéndome a enseñanzas espirituales y filosóficas, lecturas y encuentros, y practicando técnicas como la meditación que me ha dado herramientas para reconectar con mi naturaleza profunda.
¿Piensa que vivimos demasiado deprisa?
Una de las frases que más escuchamos es “el tiempo vuela”, pero esta misma persona sentada en un cojín de meditación en silencio durante 2 minutos tiene la sensación que fueron 10 minutos. El tiempo es el mismo para todos, pero es la percepción que tenemos de él lo que puede cambiar. Si haces diez cosas a la vez y no te da tiempo a acabarlas ni disfrutarlas, tendrás una sensación de poco tiempo, pero si dedicas el mismo tiempo a una tarea y la haces con consciencia, la percepción será muy distinta.
Nuestra sociedad moderna, digitalizada, nos ha convertido en seres impacientes que viven en la inmediatez, para encontrar una pareja, comprar, buscar una información, quitar el dolor, ser feliz, etc. El cerebro quiere procesar mucha información y se convierte en adicto a la dopamina, no quiere parar, aburrirse o no hacer nada y quiere abarcar cada vez más.
Vemos que la falta de atención genera un tipo de información superficial basada en leer titulares, deslizar sin parar vídeos de 15 segundos, o escuchar mensajes con velocidad x1,5 o 2, pero este ritmo nos agota. Yo también vivo deprisa, pero regularmente hago el esfuerzo de ralentizar, meditar, disfrutar del momento presente, y dejar el móvil en casa para volver a la vida real, la que nos reconecta con la naturaleza, y con nuestra naturaleza.
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'Ten paciencia y disfruta del viaje', apunta en el libro. ¿Piensa que es la paciencia una virtud que deberíamos cultivar más?
Como lo comentaba en la pregunta anterior, la vida moderna acelerada no nos deja tiempo de disfrutar y vivir el momento presente, siempre estamos pensando en el futuro, lo que queremos conseguir, lo que va a pasar o lo que no tenemos. La paciencia se puede definir como la capacidad de esperar y perseverar en la consecución de un objetivo, sin desanimarse ante las dificultades o los obstáculos. Las personas pacientes tienen la habilidad de tolerar la incertidumbre y la espera, y están dispuestas a seguir el proceso y a trabajar duro, incluso si los resultados no son inmediatos
La impaciencia es una de las principales causas de estrés y ansiedad. Las personas impacientes están constantemente preocupadas por el tiempo, y esto las hace perder la perspectiva de lo que realmente importa. En lugar de disfrutar el camino, se enfocan en llegar al destino lo más rápido posible, por eso propongo en mi libro la práctica de la meditación caminando, una técnica de meditación en movimiento en la que no importa el destino, sino que se centra en mantener la mente presente en cada paso, cada sensación, cada respiración.
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¿Qué se va a encontrar el lector que se encuentre ante 'La buena hija vietnamita'?
Este libro es una invitación a ralentizar o detenerse para reflexionar desde el corazón sobre tu propósito de vida. Es un relato basado en mi historia personal que propone hacer este camino de autoconocimiento y desarrollo espiritual en tres etapas. Es un libro fácil de leer, una historia personal con información cultural, filosófica y de crecimiento personal ideal para los momentos tranquilos en casa o para llevárselo de vacaciones, no necesita abrir la esterilla ni tener conocimientos de yoga.
Es una historia en tres partes con enseñanzas, que tiene lugar en varios países del mundo donde he vivido o viajado, pero también el lector va a aprender y conocer sobre datos culturales o históricos que quizás no conoce. Como, por ejemplo, la guerra de Vietnam, la filosofía de Confucio o la comunidad Auroville en la India. Menciono a los maestros espirituales, los mantras, los expertos, personas de mi entorno y lecturas que me han inspirado en hacer este camino de autoconocimiento que me ha llevado a descubrir mi propósito de vida. También encontrará unas prácticas meditativas (una en cada parte), una receta de un plato tradicional vietnamita y un cuestionario personal de autoconocimiento.
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Es un libro que no está centrado en el yoga, pero imaginamos que el yoga también ha tenido mucho que ver en este proceso personal que plasma en el libro, ¿no es así?
Después de dos libros didácticos de yoga he querido contar una historia donde el yoga tiene mucha importancia porque es lo que me ha ayudado a encontrar mi propósito de vida, pero no es un libro centrado en el yoga. Iniciarme en el yoga en Nueva York hace 25 años fue el punto de partida de un proceso largo de desarrollo personal. La práctica regular del yoga me ha llevado a la meditación, a estudiar su filosofía y a probar técnicas y métodos distintos para experimentar y abrirme al camino espiritual. Este libro explica cómo descubrí el yoga, mi vocación para enseñarlo y difundir sus beneficios, y cómo se ha convertido en un propósito de vida.