“Hay solamente una cosa en el mundo peor que que hablen de ti, y es que no hablen de ti”. La frase que en su día hizo popular Oscar Wilde parece ser uno de los imperativos a seguir en los últimos tiempos. Lejos quedaron aquellas definiciones en las que la discreción parecía ser una máxima a seguir (por mucho que el lujo silencioso se empeñe), y cerca están, en cambio, esas en las que lo más relevante parece ser dar de qué hablar, aunque, como Dalí decía, “que hablen mal”.
- ¿Sabes aceptar las críticas o hacerlas constructivas?
En una era donde empoderar nuestra individualidad es necesario, y hacer caso omiso a los juicios externos es fundamental para cuidarnos en salud mental, todo parece indicar que, puede, quizás nos estemos pasando de la raya. El afán por reinventarse constantemente coincide con un momento en el que la productividad parece ser la única opción válida, un estado vital bañado por la competitividad que nos brinda la tecnología, permitiéndonos a cada cual tratar de ser, siempre, más original que otros. Y, hagamos lo que hagamos, nunca nos parece suficiente. Lo vemos claro en numerosos ejemplos que bañan el horizonte actual: las últimas MET Galas están siendo criticadas por no ser demasiado excéntricas, muchos famosos conceden entrevistas pensando ya en el clickbait sin medir sus palabras, y otros están aprovechando las premieres de sus películas o lanzamientos musicales para reforzar el method dressing, es decir, vestirse acorde con lo que promocionan. Ejemplos hay de sobra: Margot Robbie posando para Barbie, Zendaya para presentar Dune o Rivales, Beyoncé instalando la estética country a propósito de su último álbum, Cowboy Carter, y, celebrities como Kim Kardashian o Tyla, luciendo modelitos con los que, literal, no pueden moverse.
Si la estrategia de marketing consiste en dar de qué hablar, podemos afirmar que, a nivel empresarial, da beneficios. Pero este fenómeno tiene lugar sobre todo entre mujeres, y tiene sentido si pensamos que, como hemos estado silenciadas durante años y la desigualdad de género todavía continúa latente en muchos ámbitos de nuestra vida, el esfuerzo que debemos hacer para romper techos de cristal requiere el doble de empeño que el de los hombres. Ya lo decía America Ferreira, precisamente, en su discurso viral de la película de Barbie: “Vive una narrativa que nos parezca lo suficientemente interesante como para entretenernos, pero no tan loca como para que nos haga sentir incómodos” (o sí, añadimos).
¿Es malo tratar de ser siempre el centro de atención?
Pero puede que nuestro afán por diferenciarnos se nos esté yendo de las manos. Está muy bien explorar facetas nuestras que desconocíamos; situarnos, a veces, en decisiones límite y ver qué pasaría si escogiéramos la opción que menos imaginamos, perder los nervios en público, dar nuestra opinión sin pensar en "el que dirán", saltarse el código de vestimenta, o emborracharse alguna noche y perder un poco los estribos. Pero todo tiene un límite. Resulta fundamental diferenciar cuándo actuamos acorde a nuestra forma de ser e identidad, y cuándo interpretamos un papel que no se alinea en absoluto con lo que de verdad nos gustaría transmitir o recordar siempre. Probablemente a Margot Robbie le dolieron las mejillas de tanto sonreír durante meses en cada una de las presentaciones de Barbie y que estuviera cansadísima haciendo un esfuerzo sobre humano para promocionar la película, es probable que Dakota Johnson hubiera rechazado su papel en Madame web de haber sabido cómo sería el rodaje, y, casi seguro, la mayoría de las chicas Disney hubieran rebobinado en el tiempo para no haber sido tan explotadas por familias y productoras en una edad en la que resultaba fundamental disfrutar.
Renovarse o morir: identidad vs. éxito
"Cuando nuestra conducta se desvía de nuestros valores, puede surgir lo que en Psicología se conoce como disonancia cognitiva, una 'incomodidad psicológica' que ocurre cuando hay una incoherencia entre nuestras creencias o valores, y nuestro comportamiento", nos explica Unai Aso, psicólogo de la plataforma de Psicología online Buencoco. Para identificar cuándo ponemos en juego nuestros valores por llevar a cabo esas estrategias buscando acaparar atención, el experto en salud mental nos da unas claves a las que debemos prestar atención para no pecar en ello: "Este malestar psicológico es un indicador de que hay una desalineación entre lo que valoramos y cómo actuamos. Generalmente, cuando ocurre la disonancia, tendemos a ajustar nuestras creencias para justificar comportamientos inconsistentes con nuestros valores, reduciendo así la incomodidad. Sin embargo, este ajuste puede significar que estamos sacrificando nuestros valores por 'ser relevantes' de puertas para afuera".
Cualquier desequilibrio que se produzca entre nuestra forma de ser y actuar lleva implícitas consecuencias. No reconocernos a nosotros mismos por actuar de esta manera es una de ellas, pero también hay otras que pueden aparecer a raíz de ello: "Puede generar un aumento del estrés y ansiedad, lo que indica que estamos actuando bajo presión externa en lugar de alinearnos con nuestros valores. Por ejemplo, alguien que se siente obligado a trabajar en un entorno muy competitivo y poco honesto para lograr éxito profesional puede experimentar altos niveles de estrés y ansiedad debido a la disonancia entre sus valores –la honestidad, en este caso– y su comportamiento en el trabajo".
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Usar todas las herramientas que disponemos para reinventarnos y evolucionar está bien, pero el reto consiste en saber cuáles emplear y cuáles no. No todas las reinvenciones o cambios de estilo son efectivos o bien recibidos. La presión constante por innovar puede llevar a decisiones que no siempre son las mejores o más auténticas, y debemos tratar de equilibrar calidad y autenticidad. Esta noción refuerza la idea de que en la búsqueda de la originalidad y el cambio, "no todo vale"; es decir, no cualquier cambio será aceptado o exitoso si no mantiene una coherencia y calidad subyacentes. "A diferencia de los reforzadores inmediatos y tangibles –como el dinero o la comida–, los valores son principios globales que guían y motivan nuestro comportamiento a largo plazo. Actuar de acuerdo a unos valores puede proporcionarnos cierto sentido de coherencia y satisfacción", concluye Unai Aso. Ante cualuquier duda: ser nosotros mismos siempre es la opción ganadora.