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Priorizar nuestro bienestar sin sentir culpa ¿misión imposible?

¿Puede el bienestar ser egoísta? La coach Silvia Escribano reflexiona sobre ello en su último libro


Actualizado 23 de mayo de 2024 - 13:11 CEST

¿Alguna vez te has sentido culpable por dedicarte un rato para ti? ¿Por priorizar, aunque haya sido por un momento, tu bienestar? No estás sola. Y lo más importante: no has hecho nada malo. Eso es lo que quiere transmitir la coach Silvia Escribano en su libro El bienestar egoísta, editado por Pinolia, una obra colaborativa en la que varias autoras especializadas en psicología y coaching comparten valiosas experiencias personales con el objetivo de guiar a los lectores hacia una vida más plena y feliz. Así, en este libro, se abordan temas como la ansiedad, el duelo y otros trastornos emocionales comunes, ofreciendo herramientas prácticas basadas en la psicología positiva y el coaching para superar estos obstáculos.

Toda una invitación a priorizar nuestro propio bienestar sin sentir culpa, entendiendo que cuidarse a uno mismo es el primer paso hacia una vida plena y satisfactoria.

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¿Por qué piensa que el bienestar puede ser egoísta? Parece una contradicción ya desde el comienzo...

Cierto, a primera vista puede parecer contradictorio, resulta extraño vincular una palabra tan cargada negativamente como ‘egoísta’ con otra tan positiva como ‘bienestar’. Es verdad que tendemos a asociar esto último con acciones altruistas que consiguen que nos sintamos bien con nosotros mismos, o con mostrar empatía y preocupación por quienes nos rodean. Pero pensemos un poco más allá: ¿realmente podemos hacer felices a los demás si no lo somos nosotros primero? A eso me refiero con bienestar egoísta.

El bienestar debe empezar por nosotros mismos, por priorizarnos, por ponernos en el centro. Nadie puede cuidar de ti mejor que tú mismo, porque tú conoces profundamente tus necesidades, tus deseos y tus límites. Imaginemos la vida como un camino que se va creando con las experiencias que vivimos. Solo si nos colocamos en el centro de ese camino podemos reconocer que somos los auténticos responsables de nuestra felicidad. Por eso debemos empezar por autocuidarnos antes que nada.

Lo que hace el bienestar egoísta es tratar de establecer límites saludables, priorizar nuestras necesidades y cuidar de nuestra salud mental y emocional para poder ser mejores personas y contribuir positivamente al bienestar de los demás.

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mujer mirando al horizonte© Adobe Stock

 

En muchas ocasiones, priorizamos el cuidado de las personas de nuestro entorno por encima de nosotros mismos, ¿piensa que ha llegado el momento de priorizar nuestro propio bienestar sin sentir culpa?

Sin duda. Priorizar nuestro propio bienestar es fundamental para tener una vida equilibrada y saludable. Y es complicado tomar la decisión de ponernos en el centro y querernos, porque, culturalmente, nos han enseñado a culpabilizarnos si lo hacíamos así y a asociarlo a comportamientos poco empáticos y nada solidarios. Desde pequeños, nos enseñan a cuidar de los demás y a poner sus necesidades por delante de las nuestras. En el fondo, nos educan para descuidar nuestro propio bienestar y priorizar el satisfacer a los demás. Y es un error.

Cuidar de nosotros mismos no es ni egoísta ni está mal. Es lo que hay que hacer. Si no estamos en buen estado físico, mental y emocional, nos resultará difícil brindar apoyo genuino y efectivo a quienes nos rodean. Esto puede implicar establecer límites saludables, aprender a decir no cuando sea necesario y dedicar tiempo y energía a actividades que nos generen alegría y satisfacción personal.

Así que sí, ha llegado el momento de priorizar nuestro propio bienestar sin sentir culpa. Es un paso crucial hacia una vida más equilibrada, feliz y saludable.

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Sin embargo, a lo largo de la vida, vamos cargando con muchas mochilas que nos impiden conseguirlo, ¿no es así?

Sí, efectivamente. Volvamos un momento a la metáfora del camino que te comentaba antes. A medida que avanzamos, vamos acumulando experiencias que nos van construyendo como personas. Eso que vivimos, las responsabilidades que asumimos, las relaciones, las expectativas que no siempre se ven satisfechas, las preocupaciones… son como piedras que cargamos en nuestro equipaje y se van convirtiendo en una pesada carga emocional y mental si no sabemos librarnos de ellas.

Estas mochilas que nos empeñamos en llevar a la espalda nos impiden priorizar nuestro propio bienestar porque sentimos la presión de cumplir con las demandas externas o nos preocupamos demasiado por los demás, dejándonos de lado. Por eso es muy importante tomar conciencia de esas cargas innecesarias y encontrar formas de manejarlas para poder priorizar nuestro propio bienestar.

Así que tenemos que aprender a reconocer esas piedras y sacarlas de nuestra mochila, empezar a practicar el autocuidado. No se trata de olvidarnos de los demás y comportarnos como si no existiese nadie más en el mundo excepto nosotros. Debemos buscar apoyo emocional cuando sea necesario y tomar decisiones conscientes que nos permitan mantener un equilibrio entre nuestras responsabilidades y nuestras necesidades personales.

¿Piensa que es un problema que puede afectar más a la mujer?

En mi opinión, tiene mucho que ver con el concepto de éxito y las normas sociales. Históricamente, a las mujeres se nos ha asignado el papel de cuidadoras y se nos ha educado para poner las necesidades de los demás por delante de las nuestras. De ahí que, cuando hemos querido recuperar el centro, es posible que hayamos encontrado algún obstáculo extra.

Por otro lado, las expectativas de éxito también pueden variar entre hombres y mujeres. Nosotras, a menudo, enfrentamos presiones para cumplir con estándares de belleza, ser exitosas profesionalmente y equilibrar roles múltiples, lo que puede generar un sentido enfermizo de autoexigencia y dificultar el enfoque de nuestro propio bienestar.

Sin embargo, es importante tener en cuenta que estas son generalizaciones y que las experiencias individuales pueden variar significativamente. Cada persona, independientemente de su género, enfrenta desafíos únicos en la búsqueda de su bienestar personal y profesional.

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¿Podemos llegar a obsesionarnos por conseguir una vida en la que prioricemos la felicidad?

Sí, pero eso ocurre cuando se confunde la felicidad con el placer. De hecho, mucha gente piensa que la felicidad es estar bien todo el tiempo y eso para el cerebro no es posible. Ser feliz no es estar siempre contento.

La neurobiología del placer y la felicidad están relacionadas, pero no son lo mismo. Ambos sentimientos están vinculados a funciones cerebrales y experiencias emocionales, pero utilizan diferentes circuitos cerebrales. Los circuitos del placer en el cerebro están asociados principalmente con la percepción y la búsqueda de gratificación o recompensa. La dopamina es el principal neurotransmisor en este circuito. Es un componente clave de la respuesta al disfrute de actividades placenteras.

La felicidad, sin embargo, va más allá de la simple sensación de placer. Es un estado más amplio, complejo y duradero de bienestar, de satisfacción con la vida en su conjunto, que puede estar influenciado por múltiples factores, como las relaciones interpersonales, el sentido de propósito, los logros personales y una serie de conexiones sociales significativas. Además, se caracteriza por la presencia de varias emociones positivas. En el caso de la felicidad, el principal neurotransmisor involucrado es la serotonina. Así que no, la felicidad no es lo mismo que el placer, y la ciencia, como hemos visto, nos ayuda a entenderlo.

¿Es una buena idea recurrir a la psicología positiva?

Si ha ocurrido algo fantástico para la salud mental en estos tiempos, ha sido el nacimiento de esta nueva rama de la psicología, que estudia científicamente el funcionamiento óptimo de las personas, grupos e instituciones buscando dar respuesta a preguntas del tipo: ¿Cómo pueden las personas llevar vidas más plenas, significativas y felices?, ¿qué hace que la vida valga la pena ser vivida? o ¿qué aspectos de la condición humana llevan a la felicidad, plenitud y a prosperar?

El padre de la psicología positiva fue el psicólogo Martin Seligman, quien, en su discurso inaugural como presidente de la Asociación Americana de Psicología (APA) en 1998, planteó la necesidad de llevar a cabo un cambio de enfoque en esta ciencia. En lugar de estar centrada en la enfermedad y en los problemas, Seligman abogó por cambiar el punto de vista y focalizarla en las fortalezas y virtudes humanas, en cómo pueden prosperar las personas y llevar vidas significativas y gratificantes. Es decir, buscó aportar una nueva mirada y dar a la psicología un enfoque centrado en los aspectos positivos de las personas.

¿Puede el sentimiento de culpa hacer que, en no pocas ocasiones, no avancemos?

Sí, así es; de hecho, puede ser un obstáculo significativo para el progreso personal. La culpa es una emoción poderosa que puede surgir cuando percibimos que hemos fallado de alguna manera, ya sea en relación con nuestras propias expectativas o respecto a las expectativas de los demás. Este sentimiento puede ser paralizante y dificultar el avance, porque puede llevar a la rumiación —ese estar dando vueltas continuamente a lo mismo en la cabeza—, a la autocrítica excesiva y a la falta de confianza en uno mismo.

Cuando nos sentimos culpables, tendemos a castigarnos mentalmente y a sentirnos incapaces de seguir adelante. Podemos quedar atrapados en un ciclo negativo de pensamientos y emociones que nos impide tomar medidas positivas hacia nuestros objetivos o hacia el crecimiento personal.

Por eso tenemos que tener una cosa clara: es importante reconocer que todos cometemos errores y experimentar culpa en ciertas situaciones es algo natural. Sin embargo, es crucial no permitir que la culpa nos paralice.

En lugar de eso, podemos hacer algo mucho más positivo: aprender de nuestros errores, hacer las paces con nosotros mismos y tomar medidas concretas para remediar la situación o mejorar en el futuro. ¿Cuáles son esas medidas? Pues pedir perdón, si es necesario, rectificar nuestros errores y comprometernos a tomar decisiones más conscientes en el futuro.

También ayuda mucho a superar y procesar esos sentimientos de culpa buscar apoyo emocional: de tus amigos, de tu familia… pero también de profesionales de la salud mental, llegado el caso. Su punto de vista nos permitirá avanzar hacia nuestros objetivos con mayor claridad y confianza.

Todo esto es muy importante, porque aprender a manejar la culpa de manera saludable es fundamental para nuestro bienestar emocional y nuestro crecimiento personal.

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¿Piensa que poco a poco vamos concienciándonos más sobre la importancia del autocuidado, tanto físico como mental?

Afortunadamente, sí, vamos abriéndonos cada vez más a hablar de salud mental y de bienestar, en general. Y fíjate, creo que se debe a varios factores. Por un lado, tenemos un acceso a la información mucho mayor que hace unos años, gracias a Internet y las redes sociales. Ahora todos tenemos acceso a recursos en línea, podemos leer artículos en webs y medios de comunicación digitales, escuchar o leer las experiencias y consejos de ciertas figuras públicas que hablan sobre bienestar y salud mental, ver vídeos, participar en comunidades online que promueven el autocuidado… y eso es fantástico.

Pero es que también se ha producido un cambio cultural en la sociedad que ha llevado a desestigmatizar los problemas de salud mental, a eliminar poco a poco ese tabú. Ya podemos hablar abiertamente de ello, estamos más dispuestos a compartir nuestras experiencias y nuestros sentimientos, a buscar ayuda cuando notamos que algo no va bien en nuestro interior y a apoyar, igualmente, a quienes puedan necesitarla.

Es decir, hay una mayor conciencia de la importancia del autocuidado, un cambio de enfoque en el concepto de salud mucho más holístico. La salud ya no es solo física, también es mental y su cuidado abarca cuerpo, mente y espíritu. De ahí que haya cada vez más personas que se preocupen por el todo en ese sentido, desde la nutrición y el ejercicio, por ejemplo, hasta la gestión del estrés y la atención plena.

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Habla de transformar nuestros desafíos emocionales en oportunidades de crecimiento, ¿es una tarea complicada?

No es sencillo, ciertamente, pero sí puedo asegurar que es un desafío profundamente gratificante y enriquecedor. Es cierto que se necesita práctica, paciencia y autocompasión para lograrlo. Esa autoconciencia, junto a la aceptación, el aprendizaje, la resiliencia y tener una perspectiva positiva, nos conducen a un mayor bienestar emocional, nos ayudan a encontrar un significado y un sentido para eso tan malo y tan difícil que nos está pasando; en definitiva, a crecer como seres humanos.

¿Qué estrategias tenemos a nuestro alcance para conseguirlo?

El primer paso es la autoconciencia, reconocer lo que estamos sintiendo, incluso cuando son emociones dolorosas. Una vez que las reconocemos, toca aceptarlas, pero sin juzgarlas ni rechazarlas. La aceptación nos permite abordar nuestras experiencias desde un lugar de compasión y apertura, en lugar de resistencia o negación.

El tercer paso es reflexionar sobre esas experiencias que nos han provocado tristeza, dolor, inquietud, ansiedad… lo que sea, y estar dispuestos a aprender de ellas, a identificar qué aprendizaje nos ofrecen de cara al futuro. Esto nos conducirá a la resiliencia emocional. Nos adaptamos a esa adversidad y la superamos, no nos dejamos arrastrar por ella. Para lograrlo, necesitaremos desarrollar una mentalidad flexible y buscar ayuda si lo necesitamos.

Si hemos llegado hasta aquí, seremos capaces de adoptar una perspectiva positiva, no quedarnos enganchados a ese dolor, a ese problema. Con la perspectiva positiva podemos enfocarnos, por fin, en las posibilidades de crecimiento y de transformación.

Con eso es con lo que tenemos que quedarnos: cada desafío, por difícil e insuperable que parezca, ha llegado a nuestra vida para enseñarnos algo, para darnos la oportunidad de hacemos más fuertes, para ayudarnos a crecer. Tengamos, pues, una actitud positiva que nos permita mantenernos motivados y resilientes.