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Psicología

Así es como la risa puede ayudarte a vencer el miedo

Hablamos con el sociólogo Sergio de la Calle sobre la importancia de reivindicar el poder y el valor de la sonrisa y el sentido del humor


Actualizado 6 de mayo de 2024 - 15:29 CEST

“En medio del caos, el humor es la brújula para orientarse". Así lo afirma Sergio de la Calle, quien acaba de publicar su libro La risa asusta al miedo, publicado por Plataforma Editorial, en el que reivindica el poder y el valor de la sonrisa y el sentido del humor. Eso sí, no cree que sea cuestión de reírse mucho ni por todo, sino aprender a percibir la vida desde ópticas más alegres y felices. Hemos tenido la ocasión de hablar con el sociólogo y escritor sobre este manifiesto para quienes han decidido llevar la risa como estandarte.

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¿Piensa que estamos necesitados de más humor?

Así es. De hecho, el subtítulo del libro apunta justamente eso “El mundo necesita reír más. Y no va a hacerlo solo”. Antes de La risa asusta al miedo, yo me había enfocado en el valor del humor en ámbito profesional que suscita más debate. No pensaba que nadie discutiera sus beneficios en el día a día… Pero el final de la pandemia nos trajo sentimientos ambivalente. Por un lado, quisimos pensar que el mundo cambiaría para mejor, pero rápidamente nos dimos cuenta de que habíamos aprendido muy poco o nada: crisis energética y económica, conflictos bélicos, más diferencias sociales… Todo junto supuso una bajona generalizada en un momento que debíamos estar exultantes por haber superado un hecho tan traumático como fue la COVID. Fue entonces cuando pensé que era el momento de reivindicar la risa.

¿Por qué motivos puede el humor ser un buen aliado en tiempos de crisis?

El humor tiene una capacidad alquímica. Tiene la capacidad de transformar dolor en disfrute. Un ejemplo es Charlie Chaplin nació en una roulotte de Black Patch Park, un pobrísimo campamento gitano, cerca de Birmingham. Sus padres se separaron antes de que Charles cumpliera tres años. Charles Chaplin padre era alcohólico, murió en 1901 de cirrosis y fue enterrado en una fosa común sin nombre. Su madre fue internada en un asilo en Coulsdon a causa de sus serios problemas psiquiátricos y depresión nerviosa por lo que sus hijos fueron ingresados en un asilo al sur de Londres, con un cuadro de desnutrición. Chaplin utilizó estos sombríos recuerdos en películas para exorcizar sus demonios y hacer reír a los demás como en La quimera del oro y en la famosa escena en la que se come la suela de un zapato.

No hace falta ser un humorista famoso para utilizar el recurso del humor para darle a nuestros recuerdos y a nuestros miedos un giro.

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El propio titular del libro ya es una declaración de intenciones: ¿Por qué la risa puede asustar al miedo?

Cuando dos personas juntas ríen juntas ante un problema, están diciendo “Si podemos reír, es que, en alguna parte, hay una solución”. Cuando eres capaz de hacer una broma sobre un miedo que te acecha, ya sea un posible divorcio, el diagnóstico de una enfermedad o un problema profesional, empiezas a tomar dominio sobre el problema. Sientes que estás al control del mismo. Y cuando mires atrás, recordarás también que no te arrugaste sino que lo afrontaste con la cabeza alta

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¿Cómo nos puede beneficiar el hecho de cultivar más el sentido del humor?

Hay muchísima literatura que asocia salud y buen humor. La risa es altamente beneficiosa para el organismo: refuerza el sistema inmunológico, regula la presión sanguínea y es un excelente inflamatorio, además de ser un poderoso ejercicio anaeróbico que activa muchos músculos de nuestro cuerpo y que mejora la respiración al ampliar los pulmones, facilita la digestión, etcétera. Ahora tenemos evidencias de todo ello, pero antes de tenerla, la certeza de que hacía bien era clara, razón por la que los griegos ya incluían una visita a la casa de los cómicos como parte del proceso de curación. En la Edad Media, tras los pantagruélicos banquetes de la nobleza, hacían su aparición los bufones, con sus juegos para disfrute de los asistentes, pero también porque, según ellos, la risa facilitaba la digestión. Thomas Sydenham dijo en el siglo VII: «Es más beneficioso para el pueblo la llegada de un clown que la caravana de pócimas medicinales».

En cualquier caso, en La risa asusta al miedo yo me centro más en los beneficios no fisiológicos. Más anímicos, por así decirlo.

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Sin embargo, no siempre estamos 'de humor', ¿tenemos que permitirnos también esos momentos?

Por supuesto. De hecho, es una de las reflexiones de partida del libro. Aborrezco escuchar eso de que hay que sonreír siempre. Diría que una sonrisa permanente pierde su valor. Al igual que reír por cualquier cosa. Ambas cosas, de hecho, pueden producir rechazo.

En un libro que trata sobre el valor del humor en la vida hay que resaltar que tenemos derecho a sentirnos tristes de tanto en cuando, y si ese sentimiento, por lo que sea, nos embarga de forma sostenida, no hay que enmascararlo con una sonrisa falsa. Es una pésima estrategia. Si de forma persistente te sientes triste y vacío, desanimado, derrotista... no lo ignores. No cometas el error de esconderlo tras tu mejor sonrisa. Háblalo y la sonrisa ya volverá cuando le toque o le apetezca.

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¿Se puede entrenar el sentido del humor?

Todo se puede entrenar. La amabilidad se puede entrenar. El carisma se puede entrenar. Basta con granular esos conceptos abstractos en comportamientos. ¿Qué es la amabilidad salvo escuchar activamente cuando te hablan, conectar visualmente con la persona, mostrar interés en la conversación, tener una palabra agradable o de apoyo o ayudar proactivamente a alguien sin necesidad de que te lo pidan? Con el humor ocurre lo mismo.

¿Qué piensa que influye en que unas personas tengan más sentido del humor que otras, e incluso que haya personas sin sentido del humor?

No creo que exista gente sin sentido del humor. Sí creo que algunos, a falta de usarlo, se les ha atrofiado. De hecho, en el libro dedico un capítulo a los distintos tipos de humorodeprimidos y me dedico a desmontar los falsos mitos asociados al humor; que es señal de infantilismo, de simplicidad o ignorancia, que es una arma arrojadiza o que puedes quedar como un tonto si no se entiende. El primer paso para desarrollar es identificar tu propio estilo, dejar de lado el manido “Es que yo no tengo gracia” y no imitar a otros. Después, quizá lo más difícil, es practicar para ahuyentar el miedo al ridículo. Y siempre disfrutar haciéndolo. Nada que se haga sufriendo puede salir bien.