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¿Ha llegado el momento de decirle adiós definitivamente a las dietas?

Hablamos con una experta sobre la importancia de valorar el hecho de sentirnos bien con nuestro propio cuerpo


Actualizado 24 de abril de 2024 - 13:36 CEST

Tirar las dietas a la basura. Una premisa, sin duda, contundente. Eso es lo que propone la psicóloga Ana Morales, que acaba de publicar su primer libro ¡Qué Buena Estoy! Tira las dietas a la basura y vive con salud emocional, publicado por La Esfera de los Libros. A lo largo de sus páginas pretende difundir el mensaje, entre las mujeres, de que es posible sentirse bien con sus cuerpos, tengan la forma que tengan y a que la vida es más bonita cuando se aprende a quererse. El autocuidado se convierte en fundamental y se anima a las mujeres a que acaben con la obsesión por la báscula. Sobre todo ello hemos hablado con la experta.

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Tira las dietas a la basura: toda una declaración de intenciones ya desde la portada del libro, ¿no crees?

¡Desde luego! La portada de mi libro es una declaración de guerra contra las dietas. Si piensas que vas a encontrar otro manual sobre cómo contar calorías o privarte de lo que te gusta, mejor no lo abras. De verdad, no malgastes ni tu tiempo ni tu dinero. Te lo digo sin rodeos: las dietas son un cuento chino que no nos lleva a ninguna parte. Y no lo digo solo yo, es una realidad que vemos cada lunes cuando, como un reloj, el 20% de las españolas empiezan una nueva dieta. Es una locura. Si realmente funcionaran, una sola dieta nos bastaría para toda la vida. Pero no, en cuanto dejamos el pollo a la plancha y la lechuga, no solo recuperamos los kilos perdidos, sino que ganamos algunos extras como regalo no deseado. Esto nos demuestra que es hora de tirar esas dietas a la basura y buscar una solución más sensata y sostenible que desde luego no ponga el foco, exclusivamente, en el peso o en los kilos.

Y lanza, además, un grito de guerra que también es muy significativo, '¡Qué buena estoy!'. ¿A quién va dirigido especialmente?

“¡Qué buena estoy!” es un grito de guerra dirigido a todas las mujeres, de cualquier edad. Suelo usar el femenino porque son mayormente mujeres las que llegan a mi consulta, y a lo largo de la historia, las mujeres hemos estado más sometidas a cánones de belleza más brutales que los hombres. Además, esto afecta a mujeres de todas las edades. Cuando las pacientes me cuentan su historia de vida, un gran número de ellas se dan cuenta de que nunca se sintieron satisfechas con sus cuerpos. No importa si en aquel entonces tenían lo que se considera un cuerpo 'ideal'; siempre encontraban algo que criticar. Una frase común que escucho es: “Con lo bien que estaba yo a los 20 o a los 30, ¡cómo no me di cuenta!”. Y mi respuesta siempre es la misma, y no porque sea pitonisa ni vea el futuro. Si no cambiamos nuestra manera de vernos ahora, es muy probable que dentro de diez años suspires por el cuerpo que tienes hoy, incluso si estás más delgada.

Esto se debe a que nuestro descontento no tiene que ver con los kilos que pesemos, sino con cómo nos percibimos a nosotras mismas. Ese es el cambio que necesitamos hacer. Este libro está pensado para todas: para que las jóvenes no condicionen sus vidas y decisiones al aspecto físico y disfruten cada día; y para las más experimentadas, porque ya nos toca dejar de sufrir y de vivir en un constante “entre dieta y dieta”. Es hora de disfrutar de la vida que ocurre mientras tanto, aprendiendo a valorar lo que realmente importa más allá de la apariencia física.

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¿Piensa que hemos estado durante mucho tiempo condicionados por unos cánones de belleza muy concretos y encorsetados?

Por supuesto que sí, vivimos atrapadas en cánones de belleza rígidos y a menudo inalcanzables desde que el mundo es mundo. Una de mis pacientes lo resumió perfectamente: “Ana, no es que esté gorda, es que nací en la época equivocada”. Y es que, si miramos atrás, tener el “cuerpo ideal” depende completamente de la moda del momento. En la era de las cavernas, las estrellas eran mujeres con caderas anchas y pechos grandes, iconos de fertilidad y salud. Avanzamos al siglo XX y tenemos a las supermodelos de los 90 como Claudia Schiffer y Cindy Crawford, con sus cinturas de avispa y curvas suaves, pasando rápidamente, y antes de que pudiéramos parpadear, a la adoración por la delgadez extrema de Kate Moss. Y no nos detuvimos ahí, porque el siglo XXI nos trajo primero el culto al cuerpo tonificado y después, el boom de las curvas Kardashian, donde más es más.

¿Y qué nos enseña todo esto? Que los cánones de belleza siempre van un paso por delante, dejándonos a todas con el pie cambiado. La moda corporal cambia con tal velocidad que, a menos que pudiéramos remodelar nuestros cuerpos como si fueran de plastilina, simplemente no hay manera de mantener el ritmo. Por eso, en lugar de correr tras un ideal que cambia con cada década, deberíamos aprender a vivir con y amar el cuerpo que tenemos. Al final, la belleza es tan fugaz como la moda, pero la aceptación de una misma tiene un estilo eterno.

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¿Qué recomienda para dejarlas atrás de una vez por todas?

Para decirle adiós a las dietas de una vez por todas es importante entender por qué no son la solución. Me gusta usar una metáfora que ilustra esto perfectamente: imagina que tienes fiebre debido a una infección urinaria. Si tomas paracetamol, la fiebre puede desaparecer temporalmente, pero sin un antibiótico que ataque la infección, la fiebre volverá y seguirás enferma, pudiendo llegar a sufrir una septicemia que te lleve a la muerte. De igual forma, las dietas son como el paracetamol: pueden ofrecer una solución temporal al 'síntoma' del peso, pero no tratan la causa subyacente.

El verdadero problema no son los kilos de más, sino las razones por las que recurrimos a la comida como consuelo. ¿Por qué comemos cuando estamos tristes, enfadadas, aburridas o solas? A lo largo de nuestra vida, nos han podido suceder hechos dolorosos, como bullying, críticas a nuestro cuerpo, abusos, duelos no resueltos o relaciones tóxicas con familia o parejas, que pueden llevarnos a usar la comida como una forma de anestesia emocional. A menudo, ni siquiera somos conscientes de ese dolor tan profundo, y mucho menos que pueda estar relacionado con nuestro comportamiento alimentario, pero la realidad es que nos resulta más sencillo enfocarnos en el peso en lugar de enfrentar esos traumas. Y la comida se ha convertido en esa amiga que nos consuela en momentos de dolor, que no nos juzga pero que tampoco nos ofrece una solución a largo plazo.

Entonces, ¿qué podemos hacer? Para realmente dejar atrás las dietas, necesitamos enfrentar esos traumas y dolores que nos llevan a refugiarnos en la comida a modo de anestesia. En lugar de demonizar la comida o idolatrar las dietas, deberíamos aprender a gestionar nuestras emociones de una manera que no involucre comer compulsivamente y dejar de asignarle a la comida un rol tan central en nuestras vidas.

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¿Se trata más de una cuestión de cambio de hábitos?

¿Cambiar de hábitos? Sí, claro, pero eso es solo el aperitivo. Todas sabemos que deberíamos comer más verduras, hacer más ejercicio y dormir como bebés. Pero, seamos sinceros, si fuera tan sencillo, todas estaríamos rebosantes de salud, ¿verdad? El meollo del asunto va más allá de seguir reglas de “comer esto, no aquello” o “hacer cardio o pesas”. Necesitamos cavar más profundo y entender por qué, en un mal día, la pizza se convierte en nuestro paño de lágrimas. No es solo el hambre lo que nos lleva a la nevera, sino un festín de emociones que no siempre sabemos gestionar.

Y eso nos lleva a la conexión cuerpo-mente. Tenemos que aprender a escuchar realmente a nuestros cuerpos. ¿Tienes hambre o solo es aburrimiento? ¿Estás comiendo porque tu cuerpo lo necesita o porque tu mente está buscando una distracción? Reconocer la diferencia es crucial. Y por supuesto, necesitamos revisar nuestro sistema de creencias. Dejemos de dejar que la báscula dicte nuestro humor. ¿Un número te arruina el día? ¡Vamos, que somos más que eso! También es hora de establecer límites saludables con los demás. ¿Comentarios no solicitados sobre tu peso? No, gracias. Y limpiar nuestras redes sociales de todas esas cuentas que promueven una belleza irreal e inalcanzable.

Al final, cambiar de hábitos es importante, pero es solo una pieza del rompecabezas. El resto incluye trabajar en nuestro bienestar emocional y mental para realmente vivir bien y dejar de lado las dietas y la obsesión con el peso. Es un viaje complejo, pero sin duda, vale la pena cada paso.

El objetivo debería ser sentirnos bien con nuestro cuerpo, ¿no es así?

Claro que sí, sentirnos bien con nuestro cuerpo debería ser el gran objetivo. Imagínate preguntarle a alguien al final de sus días sobre sus mayores arrepentimientos. Dudo mucho que alguien diga: “Ojalá hubiera pasado más tiempo en el gimnasio o comiendo brócoli”. Lo que realmente lamentan es no haber reído más, no haber disfrutado de los pequeños placeres de la vida o no haber pasado suficiente tiempo con sus seres queridos. Y nosotros aquí, perdiendo el tiempo preocupándonos si cabemos en los jeans del año pasado o si alguien notará ese tiramisú que nos comimos ayer.

Nos pasamos la vida escondiendo nuestros cuerpos, como si pudiéramos ganar un premio al mejor disfraz de “persona invisible”. Gastamos horas frente al espejo, criticando nuestras “imperfecciones”, como si fuéramos jueces en un concurso de belleza muy estricto. Nos privamos de ir a la playa o a fiestas con amigos por miedo a que alguien nos vea y juzgue por haber ganado un par de kilos. ¿Y todo para qué? Para terminar soñando con cómo seríamos felices “si fuéramos delgadas”.

No se trata de mirarnos en el espejo cada día esperando ver a una supermodelo reflejada. Habrá días en los que no nos sentiremos como estrellas de cine, y eso está bien. Esos días de cara hinchada o de “me comí toda la pizza porque sí”, también necesitamos ser amables con nosotras mismas. A veces, esos ojos inflamados por la falta de sueño son simplemente el precio que pagamos por preocuparnos de un ser querido, y eso vale más que cualquier número en la báscula.

No podemos vivir en una eterna batalla con nuestro cuerpo. No hay cuerpo ni mente que pueda soportar ese estrés continuo. En vez de obsesionarnos con la última dieta de moda, deberíamos concentrarnos en vivir más y preocuparnos menos. Dejar de lado las dietas y la obsesión por el peso es liberador porque nos permite disfrutar de la vida real, esa que se mide en momentos felices y no en kilos o centímetros. ¿No sería fantástico vivir así?

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¿Puede ayudarnos el autocuidado en este cometido?

¡Por supuesto que sí! El autocuidado es una pieza fundamental en el rompecabezas del bienestar. A menudo, nos perdemos en nuestros roles de madres, esposas, amigas y trabajadoras, hasta el punto que podríamos ganar un Oscar al mejor papel secundario en nuestras propias vidas. ¿El resultado? Llegamos a desconectarnos tanto de nuestro cuerpo y nuestra mente que casi necesitamos permiso para pasar tiempo con nosotras mismas.

Entonces, ¿cómo reconectamos con esa mujer del espejo? No menospreciemos el poder de dedicarnos tiempo de calidad. Imagina una tarde solo para ti, sumergiéndote en un baño de burbujas con tu música favorita de fondo (nada de canciones de cumpleaños para niños, por favor) y una mascarilla facial que promete hacerte lucir como si hubieras dormido ocho horas completas. Esto no es solo un capricho, es una forma de reconectar y recordarnos que merecemos ser cuidadas.

El autocuidado nos dice a gritos que somos valiosas, en especial en esos días cuando parece que el mundo no se da por enterado. No se trata de solo darle un poco de brillo a la superficie; es mimarnos profundamente, darnos amorcito “del bueno”, ese que nutre tanto el cuerpo como el alma. Esa manicura, ese rato de lectura o esos momentos de yoga no son caprichos o pasatiempos, son afirmaciones de que estamos aquí, somos importantes, y de vez en cuando, necesitamos regalarnos un poco de cariño para seguir siendo las estrellas de nuestro propio show, y no solo espectadoras desde la fila de atrás.

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Sin embargo, no es una tarea fácil, ¿no cree?

No, definitivamente no es sencillo. Desde pequeñas, nos han inculcado que para ser felices y sentirnos bien debemos caber en una talla 36, mantener nuestras canas bajo control y asegurarnos de que nuestras cejas y uñas estén siempre perfectas. Cambiar este bombardeo constante de expectativas, que a menudo viene de las personas más cercanas y bienintencionadas, es tan difícil como enseñar a un gato a bailar salsa. Ellas, buscando lo mejor para nosotras, nos preparan para “encajar” en lo que la sociedad espera, sin darse cuenta de que esto puede ser más limitante que liberador.

Luchar contra estas presiones, especialmente cuando vienen de nuestro círculo íntimo, es como intentar escalar una montaña sin cuerdas. Además, cuando desarrollas la consciencia de que el mantra 'más zapato y menos plato' no funciona y que hay muchos más factores implicados en este proceso, a menudo te encuentras perdida, sin saber qué hacer o cómo actuar.

Aceptar tu cuerpo no significa tirar la toalla y decir “esto es lo que hay”. Por ejemplo, puedo aceptar mis brazos flácidos y habrá días que los miro con cariño y otros en los que preferiría que fueran firmes como el granito. Pero entiendo que estos brazos son más que solo estética: son los que uso para abrazar a mis seres queridos o para aplaudir en la obra del cole de mi hijo. Y sí, tal vez vaya al gimnasio o me aplique cremas, pero lo hago desde un lugar de cariño, no de rechazo.

Aquí es donde entramos los profesionales de la salud. Trabajamos para cambiar la perspectiva, lo cual no es pan comido, pero para eso estamos aquí los expertos, para ampliar la consciencia sobre estos problemas, proporcionar esperanzas de que no todo está perdido y ofrecer una mano cuando el camino se hace cuesta arriba.

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¿Qué es lo que denomina nutrición emocional?

La nutrición emocional consiste en comer en respuesta a nuestras emociones y no tanto a nuestra hambre física. Es como cuando decides devorar una tableta de chocolate no porque realmente necesites combustible, sino porque tu jefe te ha dado más tarea justo cinco minutos antes de salir del trabajo. Nuestras emociones tienen un gran impacto en nuestras decisiones alimenticias. De hecho, estudios sugieren, por ejemplo, que el 60% de las personas comen más cuando están estresadas. Esto convierte la comida en una especie de superhéroe emocional, aunque a veces actúe más bien como un villano.

De todas formas, no estoy de acuerdo con demonizar a la nutrición emocional. Al fin y al cabo, la comida ha sido nuestro primer amor desde que llegamos al mundo. Nada más nacer, nos acercan al pecho no solo para alimentarnos, sino también para generar un vínculo de amor eterno entre mamá y bebé. Desde bebés, la comida ha sido nuestro consuelo predilecto; lloramos y “¡pum!”, a la teta, no solo por hambre, sino también en busca de cariñitos y mimos. Y esto no se detiene en la infancia. ¿Lloras? No te preocupes, aquí viene la galleta de la paz. Aprendemos que la comida es casi una manta de seguridad emocional.

El dilema surge cuando la comida se convierte en nuestro único consuelo. Vamos, que si un adulto solo puede encontrar paz en una galleta, algo no está del todo bien. Este patrón de comportamiento suele ser porque no conocemos otras alternativas para manejar nuestros sentimientos.

Para romper este ciclo, es vital encontrar métodos alternativos para lidiar con nuestras emociones. Hablar con una amiga, darse un baño relajante, o salir a caminar son opciones fabulosas. Es importante reconocer que nuestras emociones y la comida están tan entrelazadas bilateralmente. No solo comemos de cierta manera porque nos sentimos de cierta forma, sino que lo que comemos también puede alterar cómo nos sentimos.

Curiosamente, no es la emoción en sí misma la que nos hace asaltar la nevera, sino cómo gestionamos esa emoción. Si no sabemos cómo manejar nuestras emociones de manera efectiva, es más probable que nos encontremos abrazando el bote de galletas como si fuera una vieja amiga. Así que cualquier plan para manejar el peso debe considerar también nuestro estado emocional si queremos resultados duraderos y que puedas disfrutar de la comida sin que se convierta en tu única fuente de consuelo.

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¿Por qué siguen las dietas milagro teniendo su hueco y convenciendo a muchas personas a probarlas?

Las dietas milagro, también conocidas como dietas BBC (Bodas, Bautizos y Comuniones), siguen atrayendo legiones de seguidoras dispuestas a creer que pueden deshacerse de esos kilos de más casi por arte de magia. Prometen una transformación rápida para que puedas entrar en ese vestido y luzcas estupenda en las fotos de familia. Pero, ¿por qué seguimos cayendo en estas trampas? Parte de la culpa la tiene la constante presión social para lucir como salidas de una revista de moda, alimentada por una avalancha de imágenes de “cuerpos perfectos” en nuestro feed de Instagram. Es casi como si cada selfie perfecto viniera con un subtítulo que dijera: “Si no te ves así, estás fuera”.

Las dietas milagro atraen porque nos venden la fantástica idea de resultados instantáneos, “pierde 10 kilos en 10 días”, “consigue una cintura de avispa mientras te relajas y ves Netflix” o “Adelgaza comiendo pizza”. Es una fantasía poder adelgazar sin ningún esfuerzo. Son como los concursos de la tele que prometen hacerte rico en cinco minutos, pero en realidad, lo único que adelgazas es tu cartera.

Sin embargo, las dietas milagro pueden ser muy peligrosas. Nos las creemos porque vienen promocionadas por personajes famosos y llenas de promesas como “depurativas” y “milagrosas”, pero en realidad carecen de fundamento científico y pueden llevar a complicaciones serias de salud, sin mencionar el temido efecto yoyó. Es fundamental entender que las soluciones reales y duraderas implican cambios de hábitos a largo plazo, no soluciones exprés.

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¿Qué opina de la frase tan frecuente en la actualidad que afirma que tenemos que mejorar nuestra relación con la comida?

Mejorar nuestra relación con la comida es fundamental, pero no tiene por qué convertirse en una obsesión. Claro, nadie quiere que su día gire alrededor de donuts y pizzas, aunque suene tentador, pero tampoco es plan de convertir cada comida en una conferencia sobre nutrición. Por supuesto, aspiramos a una dieta equilibrada, pero si cuentas las calorías hasta en el agua del grifo, quizás te estás pasando.

Si evitas ir a un cumpleaños porque la tarta no está hecha con harina integral y endulzada con pasta de dátil, puede que haya un problema. Y no, no es más saludable solo porque te pasas el día rechazando pasteles que no cumplen con tu “protocolo de pureza alimenticia”. Toda obsesión, ya sea con la comida chatarra o con el brócoli, tiene el mismo potencial de amargarte la vida.

En consulta se puede ver de todo: desde personas que no pueden resistirse a un buffet libre hasta aquellas que no pueden ver un carbohidrato sin tener un pequeño ataque. Están las que viven para comer y las que comen tan “saludable” que se olvidan de vivir. Lo ideal es encontrar un punto medio donde la comida no sea ni un enemigo a vencer ni un examen a pasar.

Deberíamos comer saludable, pero sin olvidar que la comida es solo comida, es decir, un montón de nutrientes cuyo trabajo es nutrirnos, no gobernarnos. Y un consejo, ni las zanahorias van a cielo, ni los donuts al infierno, los dos van al mismo sitio, a la tripita.

Dice, eso sí, que no se trata de hacer una oda a los kilos de más. ¿La salud debería estar por encima de todo, no cree?

Por supuesto, la salud debe ser nuestra prioridad, pero eso no significa que debamos convertir cada kilo de más en un drama. No estamos promoviendo un festival de donuts ni diciendo que puedas engullir diez cajas de pizza sin pestañear. Pero, es fundamental entender que la salud integral combina tanto el bienestar físico, alimentación equilibrada, ejercicio regular, descanso adecuado, como el bienestar mental. No podemos elegir entre uno y otro, como si decidiéramos entre querer más a papá o a mamá; ambos son esenciales y deben ir de la mano.

Cuando se recomienda perder peso por motivos de salud, es fundamental preguntar sobre qué aspecto de la salud se está priorizando: ¿el físico o el mental? No tener diabetes es importante, pero no a costa de dañar nuestra autoestima por no encajar en ciertas medidas o expectativas externas. Encontrar este equilibrio es clave para el verdadero bienestar.

La verdadera salud es más que un número en la báscula; va más allá de la cintura de tus vaqueros. Aunque ciertos problemas de salud están ligados al peso, abordar estos temas no debería generar estigma. La sociedad tiene un pequeño (gran) problema de obsesionarse con el peso ideal, lo que lleva a juicios y presiones que nadie pidió, afectando especialmente a aquellas cuyos cuerpos no encajan en los moldes de las revistas de moda. En lugar de glorificar la delgadez o demonizar los kilos de más, necesitamos fomentar un enfoque más inclusivo y compasivo hacia la salud que realmente promueva el autocuidado y la aceptación personal. No se trata de celebrar problemas de salud relacionados con el exceso de peso, sino de apoyar a cada persona en su camino hacia un estilo de vida saludable, sea cual sea su peso actual.

¿Qué le diría a una persona que está en estos momentos mirándose ante el espejo y no está nada contenta con lo que ve reflejado en él?

Le diría que el espejo tiene la mala costumbre de no mostrar la verdad completa. Solo refleja un poquito de lo que somos, y olvida incluir nuestros sueños, nuestras risas y todo lo que hemos logrado. Además, si los espejos fueran realmente honestos, ¡seguro que todos los días nos dirían lo fabulosas que somos! También es importante recordar que la belleza es como la moda: cambia con cada temporada y depende mucho de quién mira. Lo que ves en el espejo no define tu valor ni tu capacidad de ser increíble. Vale la pena aprender a mirarte con los mismos ojos con los que mirarías a tu mejor amiga: con amor, paciencia y un montón de halagos.

Así que la próxima vez que te mires al espejo y no estés contenta con lo que ves, dite a ti misma: "Espejito, espejito, hoy no estás viendo bien. ¡Yo sé que soy mucho más que esto!" Y recuerda, cambiar ese diálogo interno de crítico a fan número uno puede hacer maravillas en cómo sientes y vives la vida. ¡Eres única en el universo y eso ya es motivo suficiente para celebrar!

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¿A quién va dirigido especialmente su libro?

Mi libro está pensado especialmente para aquellas mujeres que se han convertido en prisioneras del mundo implacable de las dietas, luchando sin cesar para alcanzar ese ideal de belleza, difícil de alcanzar, que la sociedad parece haber sacado de una revista de moda muy optimista. ¿Te suena estar harta de dietas que te prohíben más cosas de las que permiten y de lidiar con expectativas culturales que parecen sacadas de una película de ciencia ficción? Si es así, este libro es para ti.

El enfoque de mi libro es tanto compasivo como empoderador. Te invita a mirarte al espejo y decir: "Así como estás, estás fantástica". Exploramos formas de autocuidado que promueven un bienestar integral, que no solo considera el número en la báscula, sino también cómo te sientes en tu piel, tu mente y tu corazón. Porque, seamos honestas, perder peso no debería ser el único punto en la agenda de nuestra vida.

Además, te proporcionará herramientas prácticas para despedirte del ciclo tóxico de dietas y la autocrítica. Es una invitación a cuidar de ti en todos los aspectos de tu ser, y a recordar que, más allá de las presiones externas, lo importante es lo bien que te sientes contigo misma. Piénsalo: ¿no sería más divertido usar esa energía en disfrutar de la vida en lugar de contar calorías obsesivamente? ¡Claro que sí!