El dolor, sobre todo, el dolor crónico, no siempre está ligado a daños físicos evidentes. Es importante evitar considerar cualquier tipo de dolor como imaginario y adoptar un enfoque educativo centrado en el paciente. Entrevistamos al Dr. Arturo Goicoechea, neurólogo y autor del libro 'El dolor crónico no es para siempre: Las claves para entender y librarse del dolor' (Vergara) para hablar sobre esta experiencia que todos hemos sentido una o varias veces en nuestra vida, cómo abordarlo y mejorar la calidad de vida de quienes lo sufren de forma permanente.
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¿Se puede definir el dolor?
Todos hemos sentido dolor alguna vez. Sabemos qué es. No tiene sentido definirlo. Basta con creerlo cuando es ajeno.
¿Y el dolor crónico?
Es un dolor que persiste en el tiempo, asociado a un daño en los tejidos de la zona en la que se siente o sin que exista ningún daño aparente. En general, los expertos se refieren al dolor crónico como un dolor que aparece y se mantiene en una zona en la que no se encuentra ninguna patología que lo explique y justifique.
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¿Cuáles son las posibles razones por las que aparece el dolor crónico en una persona?
El dolor es un sentimiento complejo que integra diversos componentes: datos sensoriales de una zona dañada (cuando existe), cogniciones, memorias, emociones, expectativas, imaginación, miedo, incertidumbre y otros más. En ausencia de daño objetivo, los profesionales tienden a atribuirlo a causas “psicológicas” y los pacientes a algo “físico” que los profesionales no aciertan a diagnosticar ni resolver. Consideran al paciente responsable, cuando no es más que una víctima.
¿Es el dolor crónico para siempre o existen tratamientos efectivos para su manejo a largo plazo?
Las terapias que alivian el dolor cuando existe una patología en la zona doliente son ineficaces cuando no existe daño y solo sirven para consolidar la idea de algo oculto y misterioso y generar efectos secundarios. Los factores que generan y mantienen el dolor crónico son distintos y el abordaje también debe serlo. Lo fundamental es explicar al paciente por qué aparece el dolor, si es “todo normal”. Ese conocimiento le ayudará a afrontar el problema de otro modo. Hay que eliminar el miedo a recuperar una actividad normal, pero ese miedo está en los circuitos neuronales, apoyado en creencias y expectativas erróneas, que pueden y deben corregirse.
¿Existen dolores que no tienen una explicación clara, pero que no deben considerarse imaginarios?
El dolor nunca es imaginario, pero puede serlo el daño. El organismo está continuamente imaginando (anticipando) las consecuencias positivas o negativas de su interacción con el entorno. En el caso del dolor crónico actúa como si existiera una amenaza, aunque no la haya. Sucede lo mismo con el sistema inmune. Nos defiende del polen, de la penicilina o del látex como si fueran algo peligroso. La reacción alérgica no es imaginaria, pero sí la amenaza. No es el paciente quien imagina el peligro, sino su sistema inmune.
¿Qué son las neuropatías y cómo pueden estar relacionadas con los dolores crónicos sin explicación aparente?
Los expertos clasifican el dolor en nociceptivo-inflamatorio, neuropático y nociplástico. Los dos primeros corresponden a un dolor que aparece en el contexto de un daño a los tejidos. Si el afectado es un tejido neuronal el dolor se considera “neuropático”. Si es otro tejido, estaríamos ante un dolor “nociceptivo-inflamatorio”. El término “nociplástico” se aplicaría a un dolor que no se asocia a un daño de ningún tejido, sino a una disfunción de la red de neuronas. Las neuronas son normales, pero generan dolor, en ausencia de daño. Procesan mal la información sensorial; están hipersensibles. No comparto esa propuesta. Puede que procesen bien la información que han adquirido a lo largo del aprendizaje. Puede que trabajen desde una información errónea, recibida fundamentalmente de la cultura.
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¿Por qué es importante no sugerir que una persona se imagina su dolor, incluso cuando no hay una causa evidente?
Porque no es cierto. Es inmoral sostener esa hipótesis.
¿Cómo se explica el fenómeno del dolor en una parte del cuerpo que ha sido amputada?
El organismo ha construido una representación de ese miembro, su historia. No necesita la presencia física para construir dolor. Los nervios de la zona de la cicatriz pueden generar señales como si siguiera existiendo el miembro, pero lo fundamental es la fuerza de la memoria. El paciente ya sabe que su dolor no es imaginario, pero en este caso, también sabe que ha perdido el miembro, y que su organismo lo imagina, como si siguiera ahí.
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¿Cuáles son los tratamientos actuales para el dolor crónico y cuáles son los avances médicos en este campo?
Estamos ante un cambio de paradigma. El dolor no surge de los tejidos de la zona en la que se siente, en ningún caso, sino de la actividad de la red neuronal. Hay dolores explicados y justificados por una lesión o estrés de los tejidos. En ese caso debe actuarse sobre esos tejidos optimizando su curación y su recuperación funcional. En ausencia de daño debe trabajarse la atribución errónea que el organismo ha construido sobre el estado de los tejidos de la zona doliente. Hay que educar al paciente en el nuevo paradigma y hay que acompañarle en la recuperación de la actividad perdida. Los fisioterapeutas han asumido el cambio y trabajan los dos aspectos: el educativo (“educación terapéutica en neurociencia del dolor”) y el de la actividad (“ejercicio terapéutico”), con buenos resultados.
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¿Qué se necesita para proporcionar apoyo y ayuda efectiva a las personas que sufren de dolor crónico?
Asumir que lo que se ha explicado y recomendado hasta ahora a los pacientes en las consultas y los medios de comunicación y a los profesionales en la universidad, puede que no sea lo correcto, desde la perspectiva de las neurociencias y de la biología.
Hay situaciones en las que el dolor crónico no se puede resolver médicamente ¿qué opciones existen en esos casos?
En el caso del dolor no explicado ni justificado por daño o estrés de los tejidos y no resuelto por las terapias habituales, hay que aplicar el cambio de paradigma y actuar en consecuencia. Hay amplia evidencia de los buenos resultados obtenidos, educando a los pacientes en los nuevos conceptos y facilitando programas de actividad física. Es urgente promover un programa educativo institucional en ese sentido y eliminar el peregrinaje infructuoso previo.