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mujer espejo© Adobe Stock

¿Cómo afecta a nuestro rostro que adelgacemos?

La pérdida significativa de peso suele tener un impacto directo en la apariencia facial


Actualizado 17 de abril de 2024 - 10:26 CEST

Cuando perdemos peso, también se ven afectados nuestra piel y nuestro óvalo facial. Por ese motivo, nos hemos preguntado de qué forma le afecta a nuestro rostro que adelgacemos. “La pérdida significativa de peso suele tener un impacto directo en la apariencia facial. Nuestra cara va desde la piel hasta el hueso y tiene muchas almohadillas grasas, que sirven tanto para modelar nuestra apariencia como para que el movimiento de los músculos sea suave (por encima y por debajo de ellos)”, nos anticipa la doctora Mar Gonzálvez, experta en medicina estética y cirugía maxilofacial, que nos explica que con el propio envejecimiento ya perdemos grasa, sobre todo la profunda, y también nuestro hueso se hace más pequeño. “En el caso de la piel y la faja que contiene todo lo anterior ocurre lo contrario: se hace grande y ese es el motivo de que la cara se descuelgue y la flacidez sea más evidente”, detalla.

¿Qué sucede entonces? Que si, además, perdemos mucho peso y mucha grasa, la perdemos igualmente del cuerpo y de la cara también. “La consecuencia de todo ello es que nuestro óvalo facial puede presentar un aspecto más 'caído' o flácido. El típico efecto de 'cara chupada' donde encontramos la presencia de surcos y arrugas más marcadas”, nos explica la doctora.

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Consecuencias de la pérdida de peso en el rostro

De lo que no hay duda es de que hay consecuencias bastante visibles de esa pérdida de peso en nuestro rostro. “Entre ellas encontramos que es, literalmente, como un río que se seca (y la grasa representa el agua). En el río seríamos capaces de entrever más el fondo. En este caso, los huesos quedan más marcados y los surcos más pronunciados, como los nasogenianos y las líneas de marioneta; y la piel también se ve más flácida, especialmente en la zona de las mejillas y el cuello”, nos detalla la especialista.

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mujer joven mirándose al espejo© Adobe Stock

Cómo prevenir este problema

Le planteamos a la doctora qué cuidados o tratamientos necesitaríamos para tratar de mantener en buen estado nuestro rostro si hemos perdido mucho peso. “Es fundamental, como en todo, seguir una rutina de cuidado de la piel que incluya hidratación y protección solar; además de una dieta rica en nutrientes que promueva nuestra salud. Y, si nos apetece, podemos considerar tratamientos estéticos no invasivos como el relleno de ácido hialurónico para restaurar volúmenes perdidos, especialmente los profundos, que no nos van a generar peso y facilitarán que nuestros músculos estén adecuadamente almohadillados garantizándonos un resultado natural (si se respeta la anatomía de las personas es posible la mejora garantizando la no transformación ni a corto, medio ni largo plazo). Para mejorar la piel, también podemos bioestimularla con tratamientos con fuentes de luz o láser, en invierno, o redensificarla con vitaminas o bioestimulares incluso”, nos recomienda la doctora, que detalla el plan de acción que debemos seguir para tratar de mantener un rostro bien cuidado.

“Es importante abordar estos cambios con un enfoque holístico y personalizado que respete la armonía y las proporciones únicas de cada rostro, sin buscar una transformación radical, sino más bien realzar la belleza natural y nuestro bienestar. Nosotras llevamos ventaja en el territorio facial, aunque ellos, aparentemente más preocupados por su cuerpo, actualmente han comenzado a mostrar mayor atención por la estética facial. Hay que tener en cuenta que, antes, la gente salía de casa y no se miraba; hoy en día, convivimos con nuestra imagen muchísimo más a raíz de selfies(redes sociales), móviles y videollamadas”, indica

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Rostro redondeado y persona saludable

Lo cierto es que siempre hemos tendido a relacionar un rostro más redondito, con más volumen, con estar sanos, ¿por qué seguimos teniendo esa percepción? “La asociación de un rostro más redondeado con la salud proviene de señales evolutivas ancestrales donde interpretamos, inconscientemente todavía, que una persona con más volumen tiene reservas de energía y, por lo tanto, una mayor capacidad para soportar enfermedades. Sin embargo, esta percepción está cambiando gradualmente a medida que evoluciona la comprensión de la salud y la estética”, nos explica.

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