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resiliencia exito© Adobe Stock

Psicología

Cómo ser resiliente: pasos para el éxito cuando la vida se pone difícil

Hay personas que tienen un estilo de afrontamiento activo, que suelen mirar de frente los problemas y tienden a buscar soluciones. Sin embargo, hay un gran porcentaje de la población que tiende a salir corriendo o a ocultar estas situaciones.


Actualizado 7 de abril de 2024 - 11:54 CEST

Vivimos en un mundo donde los cambios son cada vez más profundos y se producen cada día a mayor velocidad. Esta constante en nuestras vidas pone a prueba permanentemente nuestra capacidad de adaptación y nuestra capacidad para levantarnos después de un golpe. Quizá por ello desde hace unas décadas, el concepto de resiliencia pasó del mundo de la ciencia, como la capacidad de los materiales para absorber un esfuerzo sin deformarse, al mundo de la psicología para definir esa capacidad humana.

La resiliencia es lo que nos permite volver a la normalidad después de un golpe duro de la vida, nuestra capacidad para recuperarnos y salir fortalecidos de una experiencia dolorosa. Nuestra ventaja, a diferencia de lo que les ocurre a los materiales, es que podemos entrenar esa capacidad, podemos enseñarle a nuestro sistema nervioso a afrontar los episodios negativos, a gestionarlos, a plantear soluciones a la adversidad para fortalecernos ante los episodios negativos.

Mujer en actitud serena mirando el horizonte© Getty Images

Una gran parte de la actividad que desarrollamos los psicólogos en consulta tiene que ver con ese entrenamiento. Nuestra misión es identificar las causas del malestar que dificultan la vida de nuestros pacientes, analizar su capacidad de respuesta ante esas situaciones y acompañar en el proceso de gestión de sus emociones y reacciones a través de nuestra propuesta terapéutica, para que puedan volver a recuperar las riendas de su vida.

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Cómo potenciar la resiliencia

Hay personas con un estilo de afrontamiento activo, que suelen mirar de frente los problemas y tienden a buscar soluciones. Este grupo va a generar más músculo emocional, social y creativo a la hora de gestionar una situación complicada. Han entrenado a su cerebro a estar en la situación, a pararse, a analizar, a gestionar. Pero un gran porcentaje de la población tiende a salir corriendo o a ocultar estas situaciones.

Precisamente pensar en posibles soluciones, actuar en varias direcciones y generar recursos para aguantar el malestar son partes fundamentales para potenciar la resiliencia. Toda situación complicada trae asociado malestar emocional. Las personas que toleran ese cúmulo de sensaciones incómodas y aprenden a regularlas, van a ser capaces de gestionar cada vez mejor ese tipo de adversidades. Y viceversa. Esta es la base de la resiliencia y es tan amplia y tiene tantas aristas como personas hay en la tierra.

La resiliencia no es una cualidad que tenga una persona ante todas las situaciones complicadas. Salir bien parado de un evento depende de múltiples variables, empezando por el nivel de gravedad de la situación y el estilo de afrontamiento. Para unos puede ser más fácil gestionar una situación del ámbito laboral, para otros puede ser más sencillo gestionar situaciones personales o sociales. También hay que tener en cuenta las circunstancias del momento y los recursos con los que cuenta cada persona, su edad, vivencias, apoyo social, capacidad económica o personalidad, entre otros. Todo esto conforma nuestra fortaleza ante situaciones complicadas, que todos pasamos. Todos reaccionamos con estrés, dolor, ansiedad y malestar ante situaciones duras o traumáticas. La gran diferencia es que las personas resilientes se dan cuenta y son capaces de identificar lo que están viviendo, son capaces de mantenerse en la ventana de tolerancia y no sucumbir, son capaces de pedir ayuda.

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Cualquier situación traumática deja una herida, que después habrá que curar, y esto también forma parte de la resiliencia. Es ahí donde entramos los psicólogos. Parte de nuestra misión tiene que ver con la tarea de limpiar y curar esa herida, para que la persona recupere su integridad y su fuerza.

Amigas charlando y tomando un café© Getty Images

Para desarrollar la resiliencia los psicólogos recomendamos, en primer lugar, ayudar a construir una visión objetiva de la situación, que la persona se dé cuenta de lo está pasando y cómo le afecta. Después, ayudar a que pueda identificar sus puntos fuertes y sus puntos flojos. Puede parecer una obviedad, pero esto es igual de importante que tener paciencia con uno mismo. Tolerar nuestras debilidades es tan vital como aprovechar nuestras fortalezas. Es importante apoyarnos en nuestro entorno, crear y cuidar las buenas relaciones, esas personas que en un momento determinado nos pueden ayudar o acompañar.

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Para ser resiliente hay que dedicar tiempo a uno mismo, pero también a los demás

Ante cualquier situación de la vida, y más en las complicadas, hay que parar y dedicar tiempo a pensar. Esto nos va a traer posibles soluciones a la situación. Tenemos que hablar, comunicar, escucharnos a nosotros mismos y hablar con todo nuestro entorno, compartir y aprender a contrastar ideas. A veces es necesario, sacar el altavoz y hacer pública una situación y nuestro malestar porque en ese proceso va implícito un análisis propio y simplemente hacer esto ya genera recursos.

Y aunque parezca mentira, muchas veces descuidamos factores que favorecen nuestra resiliencia, cuando más la necesitamos, al descuidar la salud física y emocional. En este sentido, dormir y alimentarse bien son factores básicos para resistir situaciones complejas, que se alargan en el tiempo. Pero recuerda, si tu resiliencia está bajo mínimos, o la situación te sobrepasa, siempre puedes pedir ayuda a un profesional que te acompañará en el proceso de poner orden mental y afrontar esas situaciones difíciles.

Es lo que hacemos los psicólogos todos los días. Ayudar a las personas a resolver esas situaciones complicadas, a identificar qué les bloquea, a entender sus miedos, sus dificultades. Ayudamos a poner el orden mental que necesitas para afrontar la situación con una perspectiva más objetiva. Enseñamos a desarrollar las fortalezas, a lidiar con emociones tan complejas como la culpa y la vergüenza y, sobre todo, enseñamos a nuestros pacientes que no están solos, que pueden pedir ayuda y que eso, siempre, compensa.