Partimos de una realidad que seguro que te suena: te has propuesto, una vez más, comer sano, pero el ritmo de vida diario acaba haciendo que más de una vez, ese objetivo no se cumpla y termines tirando la toalla. Entre el bombardeo de información que cada día vemos en redes, la industria alimentaria engatusándonos con etiquetas ambiguas y eufemismos, y nuestra falta de motivación, no es tarea fácil. Así lo explica Andrea Sorinas, Diplomada en Nutrición Humana y Dietética, especializada en obesidad, nutrición clínica y patologías digestivas, en su libro El libro que la industria alimentaria no quiere que leas, publicado por Libros Cúpula, que nace con el propósito de que hagamos las cosas mejor, en lo que a nuestra alimentación se refiere. ¿Te animas a descubrir cómo?
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La primera pregunta no puede ser otra: ¿por qué la industria alimentaria no quiere que leamos su libro?
La industria alimentaria no quiere que leáis este libro porque no le interesa que os convirtáis en el tipo de consumidores en el que yo os voy a convertir, un consumidor con criterio propio, con herramientas para comprar sano sin que le líen las “medias verdades” de las etiquetas, que sabe cómo comer sano fácil y rápido y mantener la motivación a lo largo del tiempo. Y es que, a la industria alimentaria no le interesa que comamos sano. Gana más dinero si compramos productos ultraprocesados. Lo que a ella le conviene es fabricar productos baratos que estén ricos. El objetivo es que tú cada vez compres más y ellos ganen más dinero.
Para ello, cuentan con ingredientes como azúcares, harinas refinadas, grasas de mala calidad o sal y, en ocasiones, añaden aditivos, potenciadores del sabor, aromas, etcétera, que hacen que el producto sea irresistible y comamos más cantidad.
Además, están por todas partes y encima nos bombardean con publicidad para que los compremos. Muchas veces maquillándolos con reclamos como “alto en proteínas”, light o “rico en fibra”, para que parezcan saludables.
Estos alimentos no solo empeoran nuestra salud, sino que no nos aportan nada bueno, no nos nutren. El ultraprocesado también reduce el poder saciante de los alimentos. Es la pescadilla que se muerde la cola ya que estos productos ni nos nutren ni nos sacian, por lo que comemos más y compramos más.
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Sin embargo, no vamos a hacer mucho caso a la industria alimentaria sino a la autora, ¿por qué razones sí que deberíamos leerlo?
Porque cuando acabéis de leer este libro, tendréis todas las herramientas necesarias para realizar una compra sana. Sabréis elegir las opciones más saludables de las estanterías del súper (que, por cierto, resulta que son las más baratas y las que no te generan “adicción” alimentaria).
Pero no solo eso; sabréis, además, realizar menús sencillos, rápidos y muy nutritivos con los alimentos frescos de vuestra nevera, o con botes de estos de “abrir y listo” (¡también los hay sanos!). Y eso dejará menos sitio en vuestra vida para los ultraprocesados (que son los que la industria quiere venderos).
Y si un día queréis tomaros esa hamburguesa triple de bacon que os encanta, no pasa nada, porque lo haréis con criterio y sin culpa. Porque llevaréis las riendas de vuestra alimentación. Porque este libro no va de dietas ni de restricciones. Y por último, todos estos hábitos saludables seréis capaz de mantenerlos en el tiempo, durante toda la vida.
Comprar bien para comer mejor. ¿Ese debería de ser uno de nuestros principios para comer de forma saludable?
Es uno de ellos, sí. Y uno de los más prácticos. Todo comienza en la compra. Al fin y al cabo, comemos los alimentos que tenemos disponibles en nuestras neveras y despensas. Si gran parte de ellos son alimentos ultraprocesados, al final son lo que más peso va a tener en nuestra alimentación. En cambio, si nuestro carro de la compra está formado en gran parte por materias primas y alimentos poco procesados, será lo que acabemos comiendo en casa.
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¿Piensa que en la era de la sobreinformación no estamos todo lo bien informados que deberíamos estar desde el punto de vista nutricional?
Creo que hay demasiada información sobre nutrición que, sin duda, despista y desespera a la población. Entre el bombardeo en redes sociales, el intrusismo que hay en esta profesión y que cada vez hay más estudios científicos que actualizan (y echan por tierra) las afirmaciones nutricionales que hace dos días entendíamos como válidas, el consumidor se ve abrumado con tanta información contradictoria. Por eso en este libro he querido aportar claridad a tanto lío, con evidencia científica y sentido común.
Nos lo ponen difícil, incluso, para interpretar la información que aparece en las etiquetas de los productos, ¿no cree que debería ser más sencillo?
Por supuesto, debería ser más sencillo. Pero pienso que económicamente interesa mucho que el consumidor se haga un lío con las etiquetas, y acabe comprando productos de baja calidad nutricional pensando que son sanos.
¿Por qué piensa que hay tanta información contradictoria relacionada con la nutrición incluso en las etiquetas, cargadas de términos como 'light', 'sin azúcares añadidos'...?
Porque vende. El consumidor está preocupado por comer mejor, pero se deja llevar por las modas (antes se demonizaba a las grasas, ahora se elogia la proteína). Basándose en esto, la industria se ha dedicado a 'maquillar' productos no saludables para que parezcan más sanos con reclamos como “light”, “sin grasa de palma” o “zero”, por supuesto, para vender más. El consumidor se piensa que son más sanos, pero no tiene por qué ser así.
¿Por qué cuesta tanto renunciar a los caprichos cuando nos encontramos, por ejemplo, en un supermercado haciendo la compra?
¡Porque nos encantan! Lo que nos pasa es normal. Entre la explosión de sabor, la adicción que provocan, las estrategias de la industria para que compremos (colores, empaquetado, colocación estratégica en el supermercado…), es lógico que nos cueste renunciar, se esfuerzan muchísimo para provocar justo ese efecto.
Uno de los trucos que podemos usar, que menciono en el libro, es ir a comprar con lista y sin hambre (muy importante, ya que el hambre nubla el juicio).
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¿Es mejor idea intentar comprar de forma habitual en el mercado, 'abusar' de los productos frescos?
Por supuesto, además apoyar al pequeño comercio, basar nuestra alimentación en alimentos frescos, sin procesar, sería la mejor opción. Pero la realidad es que la falta de tiempo y nuestro ritmo de vida actual hace que compremos más productos en el supermercado que en el mercado. Es decir, más productos ultraprocesados que frescos. Por ello, debemos fomentar una mayor conciencia sobre la calidad de los ingredientes. Que los consumidores sepan identificar qué ingredientes deben evitar en una etiqueta, para reducir la ingesta de sustancias perjudiciales y mejorar su bienestar general.
En el libro apunta que comer sano no va de sufrir, que comer sano no es hacer dieta. ¿Por qué solemos relacionar tanto estos dos conceptos?
Siempre se ha asociado que la única razón para comer sano es el físico. Muchas veces me llegan comentarios como “Yo no necesito comer verdura, ya estoy bien con mi cuerpo”. Muchas, demasiadas. Esto, es un problema grave. Comer sano va mucho más allá del aspecto físico y está directamente relacionado con tener una salud mejor, a corto y largo plazo, siendo clave en la prevención de enfermedades tan comunes como las cardiovasculares, diabetes o algunos tipos de cáncer. También es fundamental para gozar de más energía, mejorar el sistema inmunitario, el estado de ánimo, la productividad o el descanso, entre otros.
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Hay gente que piensa que comer sano es aburrido, ¿qué les diría?
Nos han hecho creer que los alimentos sanos (las verduras, el pescado, las legumbres…) son los alimentos aburridos. Y que los ultraprocesados son los que más placer nos dan. Pero no es así, en absoluto. No me digáis que no está más bueno un rodaballo al horno que una pizza congelada. Y tardamos lo mismo en hacerlo. Si pudiéramos elegir libremente, elegiríamos lo primero. Pero actuamos en piloto automático, cegados por las creencias que nos ha inculcado la publicidad de la industria, sin pensar más allá.
¿Piensa que comemos peor que nuestros abuelos?
Por supuesto. Antes de los años 70 la alimentación se basaba principalmente en materias primas o productos poco procesados. A partir de entonces, entraron en el mercado español productos procesados como las bebidas azucaradas, los cereales azucarados y los alimentos con grasas trans. De hecho, de 1990 a 2010 el consumo de ultraprocesados en España aumentó un 20,7 por ciento.
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