Seguro que has escuchado hablar del pH, dos letras que aparecen en multitud de productos, en ocasiones acompañadas de palabras como neutro, alcalino o ácido. Pero tal vez no tienes muy claro qué es exactamente y a qué hace referencia. Vamos a intentar poner un poco de luz en este asunto. Lo primero que tenemos que tener en cuenta es que el pH es una forma de medir el grado de acidez de una sustancia y es muy importante en la salud. Tal y como explican los expertos de Nutritienda, el pH se mide en una escala del 0 al 14. Así, teniendo esto en cuenta, podemos decir que un valor inferior a 7 indica que la sustancia es ácida, mientras que el 7 es pH neutro, que aparece en muchos productos de belleza y cosmética y es el que tiene el agua, por ejemplo. Y entre el 7 y el 14, se considera que algo es alcalino. Por eso, es importante ser conscientes de los valores de pH de nuestro organismo, pues una desviación de los niveles apropiados es una señal de alerta de que algo no va bien.
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Cómo se regula el pH
Las cifras de pH pueden sufrir ciertas variaciones. Así, hay factores como las enfermedades o cierta medicación pueden alterar el pH del cuerpo. Nuestro cuerpo es una máquina perfecta, que cuenta con varios mecanismos de control que le permiten mantener siempre los niveles de acidez en un rango adecuado. Ellos son los encargados de ir liberando dosis de ácidos siempre que sea necesario reducir el pH, o de contrarrestar la acidez mediante minerales alcalinos, como el calcio, el magnesio, el sodio o el potasio. Por eso, es muy importante que dispongamos de todos esos nutrientes, pues forman parte de la maquinaria que regula el organismo.
Los expertos detallan, además, que la acidez o alcalinidad del cuerpo varía mucho de unas zonas a otras, y nos dan algunos ejemplos concretos de los valores normales en distintas áreas:
- La sangre. Se sitúa entre un 7,35 y un 7,45. Cuando registra un valor fuera de este estrecho margen, suele deberse a una enfermedad (por ejemplo, relacionada con los riñones).
- El estómago. Se necesita un entorno ácido para disolver los alimentos en la digestión. Su pH es de entre un 1,35 y un 3,5.
- La piel. Entre un 4 y un 7.
- La vagina. Entre un 3,5 y un 5.
- La orina. Entre un 4,6 y un 8. Tiende a ser más bien ácida para evitar que los microbios puedan propagarse con facilidad. Nuestra alimentación puede influir en el valor exacto, aunque no tiene por qué implicar ningún riesgo o beneficio para la salud.
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Consejos útiles para regular el pH
Como queda claro, el organismo se encarga por sí solo de regular el pH de la sangre. “Es un indicador que el propio cuerpo regula solo, pero nosotros debemos ayudarle. Para ello, se necesita una dieta equilibrada, rica en vitaminas y minerales, y utilizar productos respetuosos con el pH, que no lo alteren”, comenta Noelia Suarez, directora de comunicación de Nutritienda.com, cuyos expertos resumen estos hábitos y consejos que debemos seguir para ayudarle en esa tarea.
- Dieta sana y equilibrada. “Si el pH de la sangre es demasiado ácido y es necesario añadir minerales alcalinos para compensarlo, el cuerpo los sacará de donde pueda. En caso de que no tengamos una reserva adecuada (porque no tengamos una dieta rica en vitaminas y minerales), los extraerá de zonas donde se encuentren, como los huesos. Eso significa que una dieta rica en proteínas, pero que no contenga frutas y verduras, perjudicará la salud ósea”, comentan.
- Tomar complementos alimenticios. Pueden ser también de gran ayuda para conseguir las dosis de minerales alcalinos necesarias para que el organismo funcione correctamente en los casos en los que se requiera.
- Utilizar productos respetuosos con el pH. Si pensamos en el caso concreto de la piel, es fundamental que los productos que utilicemos en nuestras rutinas de belleza respeten ese equilibrio que el cuerpo tanto se esfuerza por mantener. Un ejemplo: si aplicamos un jabón alcalino para una zona ácida, estaremos alterando su equilibrio y facilitaremos que surja algún problema. En consecuencia, el pH neutro no es siempre el mejor, sino que habría que ajustarse a la zona. Por ello, lo ideal es buscar que sean respetuosos y que no lo modifiquen, no tanto que sean neutros. Fijémonos, por ejemplo, en el caso concreto de la vagina, una zona que es ácida y necesita productos ligeramente ácidos, como aquellos que contienen ácido láctico. Un entorno ácido es el ideal para evitar la proliferación de microorganismos y, por tanto, infecciones. Lo mismo sucede con la piel, que suele ser entre ácida y neutra, lo ideal es tender hacia geles o limpiadores más bien ácidos. Si el pH de la piel se traslada a niveles demasiado alcalinos, tenderá a deshidratarse y resecarse, por lo que perderá la barrera de lípidos que sirve como capa protectora.
- Evitar hábitos que dañen las barreras protectoras. Al igual que debemos vigilar qué productos utilizamos, también hay que desterrar ciertos hábitos de nuestra rutina. Un ejemplo es la higiene de las zonas íntimas, una de las regiones más susceptibles de que se altere su pH. A diferencia de la vagina, que es ácida, el semen es ligeramente alcalino, por lo que es importante tener una buena higiene después de tener relaciones sexuales para evitar que el semen altere el equilibrio de la vagina y puedan proliferar las infecciones. En la misma línea, se recomienda evitar las duchas vaginales, que dañan la barrera protectora.
- Cuidar nuestra rutina facial. Los expertos también hacen hincapié en la importancia del cuidado facial. Animan a comenzar el día con un limpiador facial suave y de pH balanceado, que elimine las impurezas sin alterar la barrera cutánea. Después, lo ideal es aplicar un tónico suave, preferiblemente sin alcohol, para equilibrar el pH de la piel y prepararla para la absorción de los productos posteriores, sérum, crema hidratante y protector solar.
Es muy importante ser constante y ajustar los productos según las necesidades cambiantes de la piel teniendo en cuenta que una rutina equilibrada y respetuosa con el pH garantizará un cutis saludable a largo plazo.