‘No es amor, lo que tú sientes se llama obsesión’. Tal vez te suena la letra de esta melodía de una conocida bachata. Puede ser, no hay duda, un reflejo de la realidad en algunas ocasiones. Y es hay veces en las que el sentimiento puede acabar teniendo un tinte obsesivo. “Antes de detenernos en sus manifestaciones, voy a introducir brevemente lo que Dorothy Tennov definió –a finales de los 70– como amor obsesivo o limerencia. Se trata de una vivencia próxima en algunos aspectos al enamoramiento, pero que se diferencia de este en una necesidad incontrolable de recibir señales de reciprocidad por parte del ser que nos atrae y los consiguientes temores al rechazo y celos de otras personas. La potencia de esa aspiración a ser amado resulta tal que acaba controlando todas las esferas de la vida”, nos anticipa Ana Isabel Sanz, directora del Instituto Psiquiátrico Ipsias, es psiquiatra y psicoterapeuta especializada en trastornos afectivos y ansiedad.
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Cómo se manifiesta
Teniendo todo esto en cuenta, hemos de saber, según nos apunta la doctora, que la persona arrastrada por esta obsesión tiene pensamientos continuos que giran en torno a la persona que le atrae y cuyo fin es demostrarse que es correspondida por ella. “A los pensamientos les acompañan conductas compulsivas no controladas (preguntas, mensajes…) dirigidas igualmente a confirmar ese amor del otro que se necesita desesperadamente”, nos explica. El trasfondo de pensamientos y conductas se acompaña de una tormenta emocional continua que oscila entre la euforia y la desesperanza en función de si se siente confirmada o no la existencia de ese amor por parte de nuestro objeto de deseo que se ha convertido en el eje de la vida.
“Semejantes emociones se concretan en síntomas físicos como sudores, palpitaciones, temblores, tartamudeo, mareos, respiración agitada, insomnio… y cambios bruscos de la euforia al hundimiento anímico y la irritabilidad”, nos dice.
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Fases del amor obsesivo
Tal y como nos detalla la experta, establecer fases en un proceso ayuda a comprenderlo mejor, pero no debe entenderse como una pauta inflexible aplicable en todas las historias. “Entre los investigadores de las dinámicas obsesivas en las relaciones amorosas, John Moore ha identificado varios momentos en la gestación de un amor con características obsesivas”, cuenta la especialista.
- En un primer momento de atracción, surge en la persona un intenso y urgente deseo de establecer una relación, más allá de cualquier análisis racional sobre la posible compatibilidad personal o la idoneidad de ese vínculo. La atracción física provocada por los fenómenos químicos comunes al enamoramiento se asimila sin crítica alguna a la existencia de una complementariedad perfecta que convierte a esa persona en el ser ideal con el que ha de existir una reciprocidad sobre la que no se tiene duda alguna.
- Pasada esa fase idílica alimentada por la dopamina, la oxitocina y la serotonina principalmente, empiezan a surgir momentos de dudas que se traducen en ansiedad, celos y temores a la infidelidad más allá de cualquier lógica. Para conjurar esa angustia se trata de forzar el contacto continuo, bien presencial, bien mediante comunicaciones escritas, telefónicas… El estado anímico se convierte en una montaña rusa que oscila entre la euforia, la tristeza, la irritabilidad y la desesperanza. La inseguridad supera a cualquier prueba y la necesidad de control absoluto de la vida del otro se dispara. Esa fase ansiosa sigue expandiéndose sin que la racionalidad sea capaz de detenerla o cuestionarla. La obsesión, la inseguridad y la necesidad de control se adueñan de la vida de la persona supuestamente “enamorada” y escapan de su control. En este punto existe un riesgo innegable de pérdidas de control y existencia de conductas de maltrato y de violencia (física o no).
- La fase obsesiva descrita acaba deteriorando la relación y confirmando los temores de desamor iniciales. El estado de ánimo de la persona se altera profundamente, mezclando tristeza, culpa, agresividad, ira y deseos de venganza. En esta situación no es inhabitual que se recurra a drogas como alivio temporal (aunque consigan lo contrario), a la práctica compulsiva de relaciones sexuales y que puedan aparecer pensamientos o incluso tentativas de lesionar al otro o de quitarse la propia vida o ambas cosas.
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Reconocer el amor obsesivo
Le preguntamos a la doctora en qué momento un amor sano puede llegar a transformarse en un amor obsesivo, y nos explica que en realidad, más que una evolución de una determinada relación, consiste en un trastorno que puede afectar a la vida amorosa en general. “El carácter obsesivo de una relación puede tardar en ponerse de manifiesto con claridad, dado que, durante los primeros meses, la pasión amorosa tiene características cercanas a la netamente obsesiva. El patrón patológico del interés en la pareja se hace evidente cuando lo esperable es que la relación entre en una dinámica más tranquila y confiada, algo imposible para el que está dominado por un amor obsesivo”, nos explica. ¿Nos puede llegar a costar reconocerlo? "El amor obsesivo constituye un trastorno, una variante de los trastornos del espectro obsesivo focalizados en el sentirse amado. Como la mayoría de estos trastornos, el que los experimenta no es capaz de percibir que algo no está funcionando de forma sana. Su miedo nuclear al desamor y al vacío le impide plantearse el carácter anómalo de sus pensamientos, conductas y reacciones anímicas. En muchas ocasiones, tampoco le sirven las observaciones de las personas próximas, a las que en lugar de escuchar, aleja, desautoriza o agrede verbalmente.
Normalmente, es la repetición de problemas en relaciones sucesivas lo que puede hacer que el afectado se plantee que puede tener un problema que le supera. Es ese el momento en el que puede ser receptivo a una ayuda especializada que muchas veces será solo psicoterapéutica, pero que en ocasiones precisará de la ayuda temporal de fármacos que reduzcan el poder de los fenómenos obsesivos, ya que estos pueden bloquear la receptividad a cualquier replanteamiento sugerido por un psicoterapeuta, pues distorsionan severamente la capacidad de percibir y criticar las ideas erróneas estimuladas por la inseguridad.
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¿Qué consecuencias puede tener para la pareja un amor obsesivo?
Nos detalla que a medida que la relación pasa los momentos de pasión, la actitud obsesiva de la pareja supone una fuente de tensión, de ocultamiento de lo que puede ser no comprendido, a veces de culpa, en ocasiones de agresividad y, finalmente, de desesperanza y deseos de alejarse de una manera más o menos sutil.
¿Qué puede haber detrás de una persona con un comportamiento obsesivo en el amor?
"Principalmente falta de seguridad en uno mismo y un bajo autoconcepto, así como una idealización de lo que es y lo que puede aportar el amor romántico, conceptos que denotan cierta inmadurez psicológica. Examinando con más detenimiento el tipo de desarrollo de las personas que se 'enganchan' a este tipo de amor, solemos encontrar problemas en los vínculos precoces en la infancia que han derivado en una inseguridad crónica en las propias capacidades", nos comenta.
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Evitar caer en la obsesión
Una de las preguntas claves es cómo se puede evitar caer en la obsesión en las relaciones de pareja. "Tanto la persona que experimenta un amor obsesivo como aquella que es objeto de ese sentimiento, sufren mucho por diferentes motivos. La primera vive con una sensación permanente de amenaza al amor que ha idealizado y focaliza ese temor en pensamientos
recurrentes que le impiden centrarse en nada más, en conductas controladoras, agobiantes para los demás y en estallidos anímicos difícilmente comprensibles y encauzables por ella o por los que la rodean. Su malestar y desconfianza puede llegar a
tales extremos que pierda el control sobre su conducta y se agreda a sí misma o a quien cree que la está traicionando", nos explica.
La persona que convive con un sujeto víctima de un amor obsesivo lucha inicialmente por demostrar que no hay motivos para la desconfianza, pero acaba fracasando y desistiendo, frecuentemente tras haber pasado por sentimientos de culpa, furia y conductas que también pueden ser agresivas y que luego devienen en sentimientos de arrepentimiento y vergüenza.
"A veces, a pesar de los intentos por equilibrar esa balanza de desconfianza y de necesidad constante de pruebas de interés, la solución más sana puede llegar a ser la de una separación en los términos más cordiales posibles, entendiendo que es una forma de evitar daños profundos que ninguna de las dos partes desea", concluye.