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¿Discutir puede ser sano? Sí, si lo haces siguiendo estos consejos de experto

Hablamos con el psicólogo Juan Muñoz sobre su nuevo libro, en el que profundiza en una idea: discutir no es crear conflictos nuevos, sino solucionar los que ya existen


Actualizado 20 de febrero de 2024 - 14:40 CET

La vida, lo queramos o no, está repleta de pequeños conflictos cotidianos. Un pequeño rifirrafe con un vecino, una amiga que opina sin filtros sobre todo y sobre todos... incluso podemos llegar a tener una confrontación de opiniones con nuestra pareja sobre qué serie ver por la noche... No en pocas ocasiones nos planteamos que es mejor no meterse en líos y a menudo nos esforzamos mucho por evitar discutir. Pero ojo, que esta situación puede 'hacerse bola'. Así nos lo explica Juan Muñoz, psicólogo y creador de la cuenta @psicologeria, que ha publicado el libro Discutir es sano (si sabes cómo hacerlo), donde profundiza en una idea: discutir no es crear conflictos nuevos, sino solucionar los que ya existen.

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La primera pregunta no puede ser otra: convénzanos de que discutir puede ser incluso sano para nosotros.

El conflicto es inherente a las relaciones humanas, no conozco ninguna relación en la que no existan diferencias o desacuerdos. Cuando se plantea un conflicto únicamente tenemos dos opciones: fingir que no existe y no comunicarlo (en este caso el conflicto sigue existiendo, pero solo dentro de nosotras mismas) o hablar con la otra persona sobre nuestro punto de vista, interesarse en saber el suyo e intentar llegar a acuerdos y puntos en común, esto es, discutir. En este sentido, discutir no significa crear conflictos, sino intentar solucionar los que ya nos plantea la vida y por lo tanto, la discusión es la única herramienta responsable que conozco para abordar un conflicto.

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Pero ya desde el titular marca un matiz: si sabes cómo. ¿Se puede y se debe aprender a discutir?

La comunicación es una habilidad, como montar en bicicleta, y por lo tanto se puede aprender, cambiar y perfeccionar. Aprender a discutir significa dejar que la otra persona nos vea de forma genuina, sin dobleces ni engaños (como cuándo nos preguntan si estamos bien y contestamos que sí cuando querríamos decir que no) y en ese sentido, es una herramienta que podemos perfeccionar al lado de las personas que queremos. Si queremos tener relaciones auténticas, en las que nos conozcan y nos reconozcan, debemos aprender a mostrarnos, debemos aprender a discutir.

¿Qué entendemos por discutir bien?

Discutir bien significa no rehuir el conflicto ni la incomodidad que provocan algunas situaciones. Por ejemplo, yo puedo sentir mucho miedo al pedirle un aumento de sueldo a mi jefa, y en ese caso deberé elegir entre no tener esa conversación por miedo o decidir hacerlo con miedo. En este sentido, no evitar algunas emociones y decidir que tenemos la dignidad para comunicarnos asertivamente es discutir con responsabilidad, es discutir bien.

¿Piensa que no siempre es fácil mejorar nuestras habilidades de comunicación?

Partimos de una base educativa bastante baja en cuanto a lo que asertividad se refiere. Desde pequeñas hemos recibido indicaciones tipo “calladita estás más guapa”, “a un adulto no se le contesta”, “come y calla”, etc. que nos han instruido en el silencio, en no comunicarnos para crear conflictos con otras personas. Como he dicho antes, el conflicto no se disuelve por no comunicarse, sigue existiendo, pero solo dentro de ti.

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En no pocas ocasiones evitamos la discusión para evitar el conflicto, ¿piensa que es un error?

Como en casi todo, depende. Existen situaciones en las que probablemente sea más funcional no discutir (con un desconocido por la calle, con un familiar al que ves una vez al año, etc.) pero en líneas generales deberíamos abordar los conflictos que tenemos con las personas que nos importan, a las que queremos tener cerca.

Eso es algo que incluso a veces nos inculcan en familia, desde pequeños. Tarea compleja luchar contra una convicción tan arraigada, ¿no cree?

Hemos sido tan instruidas en el silencio que aún hay personas que se sorprenden cuando descubren que aprender a discutir es profundamente liberador. Discutir no significa pelear, significa comunicar puntos de vista distantes con el objetivo de acercarlos todo lo posible mediante compromisos y acuerdos.

¿Pero cree que es buena idea entrar en todas las batallas o hay que elegirlas bien?

Debemos elegir en qué momentos merece la pena usar nuestras habilidades. Discutir es sano, pero también puede ser cansado y no todo el mundo merece el esfuerzo. A nivel general, hay situaciones en las que puede ser mejor callarse y en otras en las que un estilo más agresivo puede ser totalmente funcional. Esto dependerá del contexto y del resultado de ganancias y pérdidas que quieras asumir en dicho momento.

Hay conversaciones incómodas, pero necesarias, y sin embargo, muchas veces se quedan pendientes, ¿piensa que es un error que deberíamos subsanar?

Pienso que nunca es tarde para hablar de lo que aún nos duele. Todas las personas tenemos conversaciones que se nos quedaron en el tintero o respuestas que no dimos y después deseamos haber dado. Tengo una buena noticia: puedes retomar cualquier conversación si aún sientes que es importante para ti.

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Cuando evitamos la discusión y dejamos pasar las cosas, puede acabar haciéndose una bola de nieve que es complicada de abordar, ¿no cree?

Por supuesto, no hablar del elefante en la habitación no significa que se vaya a ir por sí mismo. Mientras más tardemos en hablar de algo importante, más importante será y, en ese sentido, cuanto antes podamos discutir, mejor.

¿Cree que hay personas a las que se les da realmente bien discutir?

Sí, existen. Hay personas que realmente se han dado cuenta de la importancia de aprender a discutir bien, de poder expresarse y dejarse ver y han desarrollado esta habilidad con esfuerzo y perseverancia. Espero que el libro pueda ayudar a otras muchas a conseguirlo.

¿Cuáles son las claves para discutir bien, de forma respetuosa?

Primero, aprender a discutir contigo misma, a cuidar todo eso que te dices mientras estás comunicándote con otra persona. Segundo, aprender el papel que juegan las emociones en tus discusiones e intentar transitarlas, no huir de ellas. Tercero, aprender a decir que no y a poner límites. Cuarto, ponértelo fácil: si lo necesitas, apunta todo lo que quieres decir para que no se te quede nada en el tintero. Y quinto, empezar a discutir: como cualquier otra habilidad, a discutir se aprende discutiendo y una vez hayas leído “Discutir es sano” (si sabes cómo) tendrás las herramientas para comenzar a practicar.

¿Es la asertividad fundamental a la hora de discutir?

Es una de las principales habilidades para discutir bien. La asertividad es la capacidad para comunicar mis deseos, opiniones y derechos teniendo en cuenta los de la persona con la que me estoy comunicando. En este sentido, la asertividad es la matriz desde la que se extraen todas las técnicas para aprender a discutir de forma responsable.

¿Es importante darles un propósito a las discusiones y buscar soluciones concretas?

Es importante cerrar cada discusión con una lista de acuerdos comunes, de compromisos que ambas personas estén dispuestas a asumir y a poner en práctica después. De lo contrario, si hablamos sobre lo que no nos gusta pero no acordamos lo que sí, el conflicto volverá a repetirse una y otra vez.

¿Cómo evitar discusiones repetitivas, de esas que dejan una sensación constante de deja vú?

Finalizando cada conversación con un acuerdo y comprometerse a mantenerlo en el tiempo. Si nos comprometimos a hacer algo (por ejemplo, a recoger la cocina tras cada comida porque a mi pareja le molesta ver la pila de platos), ese acuerdo debe estar presente en el día a día, en un post-it en la nevera, quizás, para que el tiempo no diluya algo que es importante. Si la otra persona se compromete a no volver a hacer algo que te duele y no lo cumple, no ha discutido contigo, te ha mentido.

¿A quién cree que le vendrá especialmente bien encontrarse ante las páginas de su libro?

A todas las personas que creen que su opinión no es tan importante como para expresarla en un conflicto, a las personas que creen que los conflictos no existen si no se habla de ellos, a las que aún no saben decir “no” o poner límites y, en general, a todas las personas que se sorprendan de que haya escrito un libro que se titule “Discutir es sano (si sabes cómo”.

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