Todos queremos ser felices. Es, no hay duda, uno de los objetivos que solemos marcarnos. Tanto es así, que en ocasiones puede parecer que llega a convertirse en una obligación. “Desgraciadamente esta posibilidad que se plantea es cada vez más habitual. Esta pregunta suscita una interesante paradoja ya que, en el momento que la felicidad se convierta en una obligación, es muy difícil, sino imposible, que la alcancemos”, comienza explicándonos Sofía Rademaker, directora del Centro Psicológico SMC, psicóloga general sanitaria, especializada en psicología clínica y de la salud, además de terapeuta Gestalt.
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“Quiero empezar con una pregunta simple para el lector y es que intente identificar cuántas veces a lo largo del día comienza frases con ‘tengo que/debo de/hay que...’ para referirse a aspectos que en teoría son de placer, de disfrute, de felicidad. Ahí está la obligación”, detalla la especialista, que apunta que es muy fácil que esta dinámica se cuele en nuestras vidas por diversos motivos. “Para empezar, existe una presión social de ser felices, de la cual cada vez se habla más; y cada vez más, también, se lucha contra ella; por lo que creo que sí, que está habiendo un movimiento diferente que nos aleja de esa presión. Está surgiendo con más ímpetu la ‘moda’ de lo natural, de lo real, del ‘sin filtro’, de lo auténtico, de la libertad en la expresión de las emociones; todo esto permite que podamos dejar nuestras máscaras atrás. Además, a menudo tenemos una tendencia a ‘motivarnos con el látigo’ y parece como que si las cosas no nos las planteamos como una obligación no las hacemos”, comenta.
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Ese momento en el que ser feliz se convierte en obligación
Así, en opinión de la experta, de lo que no nos damos cuenta es de que, en el momento que se convierte en una obligación, dejamos de contactar con aquello que sí realmente nos ilusiona o motiva de hacer de esa conducta. “Por ejemplo, cuando un paciente me dice ‘tengo que ir al gimnasio’, ahora que encima están muchas personas con los propósitos del 2024, yo le digo ‘no tienes que ir, no vayas’; y entonces empiezan a decirme las razones por las cuales quieren ir; y ahí suelo pararles y hacerles conectar con el sentimiento que les genera repasar aquellas razones importantes para ellos por las cuales ese objetivo es importante. Y, en esa lógica, es cuando encuentran la ilusión, la motivación, la esencia de su objetivo. Tenemos que 'reprogramar' nuestra mente para dejar el látigo y funcionar desde la motivación, no desde la obligación”, sugiere.
¿Se trata de una felicidad impostada?
Le planteamos a la psicóloga si considera que, en ocasiones, se trata más de una felicidad impostada. “A menudo me gusta buscar la definición exacta de ciertas palabras y, en este caso, si atendemos a la definición de ‘impostado’ vemos que la RAE la define como ‘artificial, falto de naturalidad, fingido’. Esto va directamente en contra de lo que es la felicidad. Es imposible llegar a ser felices por ese camino, imposible”, argumenta.
Sin embargo, muchas veces las personas sienten que "tienen que mostrarse felices" por las consecuencias que pueda haber al no hacerlo. “A menudo he oído en terapia frases como ‘no puedo estar siempre quejándome’, ‘la gente se va a cansar si cuento mis penas’, ‘no quiero ser el corta rollos en el trabajo’... Y es que existen evidencias científicas que avalan estos comentarios, y muestran que las personas felices tienen mayor éxito laboral, mejores relaciones sociales, menos niveles de estrés y gozan de mejor salud, entre otros beneficios. Por eso yo siempre aplaudo a mis pacientes de lo inteligentes que son, porque sus pensamientos ¡son ciertos!”, nos dice.
Ahora bien, también considera que tenemos que añadir matices a esa reflexión porque tendemos a generalizar y ser muy catastrofistas. Asimismo, estos pensamientos a menudo esconden detrás miedos profundos a que otros no les quieran por ser como son, escondiendo problemas de apego y de autoestima. “Sí, ser feliz aporta grandes beneficios, pero no puedes llegar a ello fingiendo ser feliz, porque eso provoca completamente el sentimiento opuesto. Y más importante aún, ser feliz no significa estar feliz siempre. Solo hay un cambio verbal en la frase, pero simbolizan cosas completamente diferentes”, explica Sofía Rademaker.
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¿Debemos permitirnos estar tristes en algunos momentos?
Tenemos una tendencia innata a atender nuestros estados de malestar, porque estos nos protegen y nos ayudan a sobrevivir. “El tema del ‘permiso’ es curioso porque parece que tenemos la libertad de elegir si sentimos tristeza o no; y no nos damos cuenta de que realmente no tenemos ningún control sobre ello. El hecho de que te ‘permitas’ sentir la emoción o no, lo único que va a determinar es el grado de lucha que tengas con esa emoción. Es decir, sentir vas a sentir lo que tu organismo necesite en respuesta a situaciones externas e internas, eso no lo puedes controlar. Si te las permites no lucharás en contra de esas emociones y, por lo tanto, podrás gestionarlas de forma más adecuada buscando cómo calmarlas y utilizarlas a tu favor”, afirma.
Si, por el contrario, no te las permites porque piensas "que es una tontería", "que no tendrías que estar así", " que no te sirve de nada", "que la tristeza es de flojos" o cualquier otro pensamiento crítico y dañino contra la emoción, la psicóloga nos explica que no va a desaparecer. Al contrario, se va a hacer más grande, va a gritar más, hasta que le hagas caso, a menudo generando reacciones incapacitantes y muy duraderas en el tiempo. “Por lo tanto, mi recomendación suele ser que seamos más humildes ante la capacidad de nuestro organismo, más respetuosos hacía nuestra experiencia vital y más compasivos con nuestras dificultades. Vas a estar triste en ocasiones, puedes pelearte más o menos con ello, eso ya es tu decisión”, nos detalla.
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La influencia del entorno que nos rodea
¿Podría ser una buena manera de alcanzar la felicidad que el entorno nos dejara ser 'infelices'? Somos seres sociales, estamos en constante relación con otros, por lo que lo que sucede a nuestro al rededor nos afecta muy significativamente. “Por este peso tan grande que tiene nuestro contexto en nosotros, por supuesto, sería mucho más fácil que esa presión externa no estuviera presente y que sintiéramos más libertad de ‘ser’ y de ‘estar’ según nos hiciera falta, para seguir nuestro camino en función de lo que consideráramos bueno para nosotros mismos. Pero también creo que no necesitamos el permiso de nadie para hacer lo que es realmente saludable y bueno para nosotros. Como educadora, tanto en mi papel de psicóloga como en el de docente de jóvenes adultos, siempre les transmito el mismo mensaje. Que, aunque una parte importante de la sociedad reme en una dirección –generando cada vez más productos adictivos, rápidos, realidades paralelas, que nos inculcan el valor del placer inmediato y la desconexión de nosotros mismos–, nosotros como individuos debemos remar en dirección contraria”, recomienda.
La experta considera que debemos, cada uno, defender lo que nos hace sentir bien o es saludable a corto, medio y largo plazo. Debemos ser auténticos, conscientes de qué hacemos, y para qué hacemos las cosas; ya que, al final, los que tenemos la responsabilidad de nuestras vidas somos cada uno de nosotros. Es importante entender los factores socioculturales que nos influyen pero no podemos refugiarnos ahí como excusa para no cambiar nuestra actitud, nuestros pensamientos, y nuestras vidas. “De tu vida eres responsable tú, nadie más, y nadie menos”, asevera.
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Conseguir la perfección
Otro de los aspectos que deberíamos tratar de controlar ese deseo de conseguir la perfección. “Es curioso que asociemos el deseo de perfección a la felicidad porque un estado de felicidad no lo trae la ‘perfección’ entendido como un punto extremo e ideal de bienestar donde todo es bueno, alegre, fácil, con sentido en la vida. A veces me planteo qué es lo que la gente cree que significa ser feliz realmente, e intento preguntárselo siempre a cada persona con la que trabajo o a mis alumnos; porque, en función de la creencia que tengamos sobre la felicidad, condicionamos nuestra conducta para intentar conseguirla. La felicidad de una forma más realista significa estar bien con uno mismo, sentirte libre de ser quien eres, gestionar bien tus emociones, entre otras. No hay luz sin oscuridad, y no hay felicidad sin sufrimiento. La ciencia ha demostrado que las personas más felices no son aquellas a las que les pasan ‘menos cosas malas’ sino las que lo gestionan mejor”, apunta al respecto la psicóloga.
Y añade que el ideal de perfección, en sí, no tiene que ser algo siempre positivo; bien orientado es una potente fuente de motivación que da energía a las personas para conseguir sus objetivos y a trabajar en sí mismas para mejorar su calidad de vida. Todo depende de las creencias que tengamos sobre lo que es la perfección y sobre lo que es la felicidad.
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Cómo actuar si aparecen estrés y ansiedad
Uno de los aspectos que hay que tener en cuenta, además, es que hay personas a las que esa felicidad impostada y ese deseo de perfección les genera estrés y ansiedad. “Sin duda, genera mucho sufrimiento. Es una pena porque son personas que van corriendo detrás de algo y no llegan nunca; y cada vez el objetivo se aleja más y ellas están más cansadas y frustradas”, comenta la psicóloga. ¿Cómo deberían gestionar esta situación?
- Deja de luchar contra ti mismo/a, contra tus emociones. Tus emociones eres tú, no te dañes sin sentido, si están en ti son importantes y relevantes.
- No te conformes con "hacer como" que eres feliz, porque entonces cada vez serás menos feliz. Empieza a sacar trastos de tu armario emocional, haz una limpieza interior y emprende un camino sin máscaras.
- Aprende a escuchar, a escuchar de verdad, dedicando un tiempo cada día a lo que esas emociones te quieren decir; aunque no te guste lo que te dicen o lo que te piden, escucha.
- Atiende a tus emociones negativas y potencia tus emociones positivas, a través de actividades placenteras y pequeños gestos en el día a día.
- Ponle mente a tus emociones y genera un plan. Prueba a ir haciendo caso a tus emociones con la ayuda y la guía de tu mente, que te puede guiar en regular las respuestas que consideras que se adaptan mejor.
- Movilízate en un ensayo y error en el que vayas experimentando qué cosas te hacen sentir bien y repítelas.
- Date las gracias todos los días por tu esfuerzo, por ser como eres, por darte una oportunidad a hacer algo diferente. El amor y la gratitud son las emociones de la felicidad, por goleada.
- Busca apoyo. Los estudios muestran una y otra vez que el factor más asociado a la felicidad son las relaciones sociales.
- Busca el sentido de tu vida, este no es estático, sino que irá cambiando. Permítete ser flexible para que, cuando cambie, puedas adaptarte a un nuevo sentido.
- Si te sientes atascado/a, perdido/a, o al leer estos pasos no sabes ni por dónde empezar o cómo hacer todo esto, pide ayuda. Esto puede leerse de forma fácil, pero es, a menudo, realmente muy complicado de hacer, por lo que la terapia puede ser tu gran aliada.