Tener una relación estable y saludable es una tarea complicadísima. Sumergidos en un contexto en el que Internet se impone como una ventana de toxicidad absoluta en materia amor, y donde cada vez hay más categorías de relaciones aceptadas socialmente, somos más exigentes, y encontrar una pareja a la que querer bien, y compartir intereses parece casi imposible. Nos encontramos en un momento donde el romanticismo parece denostado, y los alegatos a favor de la soltería proliferan cada vez más en pos de la búsqueda del amor propio. Sin embargo, resulta innegable afirmar que casi siempre hay alguien rondando por nuestra cabeza, al igual que es imposible desacreditar la magia que se produce cuando conocemos a una persona que nos hace sentir conectados de una manera especial.
- Esta es la diferencia entre querer a alguien y quererlo de forma saludable
Al principio de las relaciones casi cualquier otro aspecto de nuestra vida parece mejorar. El trabajo no se hace tan pesado, los días nublados ya no nos hacen sentirnos tristes, tenemos ganas de continuar nuestra rutina de gimnasio, y el ambiente parece envolverse en un halo singular que nos facilita el día a día mucho más. Pero a veces, ocurre que llega un momento en que entra un juego un factor determinante que puede cambiar el rumbo de esta conexión: uno de los miembros de la pareja tiene más poder en la relación que el otro. Puede suceder al principio, o incluso también pasados unos meses: es frecuente que uno sea el subordinado, y otro el que domine cualquier toma de decisiones.
Puede que hayas sido testigo de ello en tu entorno, e incluso hayas experimentado esta dinámica personalmente; pero seguro que te has dado cuenta de que esto es algo común. La subordinación viene dada por esa 'ceguera del amor' que se produce cuando estamos enamorados (e incluso solo obsesionados o encaprichados), y en ocasiones también tiene algo que ver con la dependencia emocional y nuestra falta de confianza en nosotros mismos. Para quién la sufre, no resulta fácil identificarla, pero suele provocar diversos efectos negativos, tales como la frustración, resentimiento y una sensación de falta de autonomía. Pero más complicado es detectar el caso contrario: cuando somos los que se aprovechan de ese encandilamiento que nuestras parejas sienten por nosotros para sacar beneficio de ello y gestionar, no solo la toma de decisiones, sino también las emociones del otro.
- Relaciones tóxicas con uno mismo: claves para identificarlas
¿Cómo saber si eres el privilegiado en una relación?
La psicóloga de la plataforma de Psicología Online Buencoco, Jenny Yaima Rodríguez, cuenta que para identificar si nos encontramos en esta posición, "debemos pensar en si, constantemente o la mayoría de veces, sentimos o somos conscientes de que tenemos ventaja sobre nuestra pareja en diferentes situaciones". Es decir, tal y como ella detalla, para hacerlo nos podemos visualizar en ciertos patrones: "Por ejemplo, si siempre se hace lo que decimos y nunca hacemos un esfuerzo por hacer el plan que nuestra pareja diga, si no damos espacio a que exprese sus opiniones, si por tener un peor horario laboral dejamos caer toda la responsabilidad de las tareas de casa en el otro, así como también la responsabilidad en temas de crianza y cuidados de los hijos si los hubiese".
Sucede que, cada vez que hay un problema o algún desacuerdo, el que tiene este privilegio en una relación, a menudo tiende a culpar al otro, de manera consciente o no. A sabiendas de que la otra persona se encuentra bajo ese "hechizo del amor", se tiende a sacar provecho del mismo y a tirar balones fuera. Y, el resultado a menudo sale bien para el que ejerce ese poder, pues suele salir intacto y victorioso del conflicto. No obstante, si pensamos que podemos estar siendo esa persona, la que toma las riendas de todo en la relación lucrándose de ello, debemos tratar de seguir ciertas dinámicas para dejar a un lado esa actitud y comenzar a crear una relación sana. Si queremos a alguien, queremos verle bien, por lo que jamás debemos ejercer sobre él ninguna presión ni influencia extrema. En lugar de buscar la victoria personal, es más constructivo buscar soluciones que beneficien a ambos y fortalezcan la conexión emocional.
- Qué hacer cuando no soportas a la pareja de tu amiga
Pasos a seguir para construir una relación sana
El primer paso a seguir para comenzar a restaurar esta asimetría en la relación consiste en tomar distancia, y tratar de verse como si fuésemos una tercera persona. Debemos observarnos en la lejanía y analizar nuestros comportamientos para saber si somos o no los que están ejerciendo esa dominación. En el caso de darnos cuenta de que sí que lo somos, podemos fijarnos también en cómo reacciona nuestra pareja, y tratar de averiguar cómo se siente ante ello. A veces la situación se ha normalizado tanto y su identidad se ha quedado tan mermada que podría pasar desapercibida, pero en muchos casos hay pistas que nos ayudan a detectarlo mejor, como explica la experta en salud mental. "Hay señales que nos indican que somos nosotros los que nos encontramos en esa posición privilegiada. Podemos detectar este fenómeno cuando nuestra pareja comienza a mostrar o comunicar disconformidad, empieza a tener olvidos de cosas importantes o cuando las tareas que habitualmente asume nuestra pareja se dejan de hacer. También si le observamos más irritado o malhumorado de lo normal".
Si notamos alguno de estos comportamientos, o incluso si simplemente dudamos de los nuestros, debemos pasar al siguiente paso: "Mejorar la comunicación asertiva y la escucha activa para tener en cuenta las necesidades de nuestra pareja, así como ser responsable afectivamente para entender que a veces tendremos que hacer cosas que no nos gustan o requiere un mayor esfuerzo de nuestra parte, para complacer, ayudar y corresponderle. Así ambos estaremos en equilibrio, y ninguno se sentirá en desventaja respecto al otro", concluye la psicóloga.