Según un reciente estudio, el cerebro reclama comida basura cuando vivimos momentos estresantes. Tal y como explican desde la Universidad Europea de Madrid, investigadores del estado de Virginia (EEUU) han descubierto una molécula en el hipotálamo que está directamente relacionada con los cambios en el cerebro que provocan, lo que denominan, empachos emocionales. El estudio revela que no siempre comemos por hambre, cuando estamos estresados se desencadena el hambre emocional. Para intentar poner un poco de luz sobre esta relación, hemos hablado con Inés Pérez Martí, especialista en Nutrición y Dietética en su propia consulta privada y en otros centros de Barcelona, como el Centre Ginecològic MBG, Beautyderm, HealthCor o Gynaikos, y miembro de Top Doctors. “Sabemos que cuando estamos estresados, aumenta los niveles de cortisol, ‘la hormona del estrés’. El estrés puede cambiar nuestra conducta hacia cómo nos alimentamos, alterando el hambre y el apetito, en dos sentidos, es decir, nos puede llevar a situaciones de exceso de alimentos, sobre todo hacia alimentos procesados ricos en azucares simples y grasas poco saludables, lo que llamamos ‘comida basura’ o bien a una situación pobre en nutrientes”, nos cuenta.
La experta nos cuenta que parece que tras vivir momentos estresantes, el cerebro busca placer, relax inmediato y nada mejor que un chute de azúcar rápido. “Parece ser que estos cambios emocionales tienen lugar en el hipotálamo (concretamente en la hipófisis, parte más profunda, donde se regulan funciones vitales como el hambre) del cerebro, que nos lleva a saciarnos, empacharnos con una ingesta descontrolada para paliar esa sensación no agradable, con inclinación hacia alimentos ricos en grasas. Parece ser que estos cambios en el cerebro son similares a cuando se consumen drogas, la comida basura puede ser igual de adictiva por ser tan sabrosa. Se activa la dopamina, hormona del placer, que es la misma sustancia que da lugar a la excitación que se produce con la cocaína u otras drogas similares”, nos dice. Pero, eso sí, matiza que el problema es que cuando los niveles de dopamina son muy elevados hay un desequilibrio en sus receptores del cerebro, y surge la necesidad de comer con desmedida para equilibrar de nuevo dicha hormona. “Hay que buscar técnicas o soluciones para controlar esa situación estresante, no buscar el placer inmediato que automáticamente nos llevará al malestar tanto a nivel físico como un empacho, como a nivel emocional con ese descontrol incontrolado”, puntualiza.
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Por qué nos engancha la comida basura
Lo que parece innegable es que la comida basura puede tener la capacidad de engancharnos. “La comida basura rica en grasas trans y azúcares simples, rápidos, es la responsable de estos cambios bioquímicos en el cerebro comentados anteriormente. Esta adicción a la comida basura puede llegar a ser muy preocupante si es muy frecuente, a veces a diario. La comida basura suele ser muy económica por la calidad de sus ingredientes (azúcares, sal, aditivos, grasas) que resultan muy palatables e incitan a comer sin hambre, como respuesta hacia una recompensa inmediata. Está ya pensada y diseñada para provocar esas ansias por comer y repetir, provocar ese exceso ya que resulta muy sabrosa”, comenta la especialista en Nutrición.
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Comer sin tener hambre
Lo que es también un hecho es que no siempre comemos por hambre, eso es algo que está ya muy estudiado. “Ojalá supiéramos escuchar nuestro cuerpo y comer cuando fuese necesario. Pero esa virtud solo la tenemos cuando nacemos, de niños y luego se va perdiendo… Ya hemos visto que comemos por estrés, enfado, tristeza, aburrimiento… para paliar de forma rápida ese estado y buscar el placer inmediato. Otros comen porque toca comer, porque es la hora de comer a pesar de no tener hambre en muchas ocasiones. Otras veces comenos por los ojos, pasamos por delante de una pastelería llena de dulces exquisitos o el hambre olfativa”, nos cuenta la experta en relación a los distintos tipos de abre que desencadenan apetito sin tenerlo realmente (visual, olfativa, oído, de boca, de estómago, de tacto, mental, emocional…).
Por eso, es importante diferenciar el hambre real o bien las ganas de comer algo en particular (suele ser algo específico). “Si comiésemos solo cuando sintiésemos hambre no existirían seguramente muchas de las enfermedades y problemas actuales como la obesidad”, nos explica.
Estrés y hambre emocional
¿Por qué el estrés puede desencadenar momentos de ansiedad que nos llevan a sufrir ese llamado hambre emocional? “El estrés o la ansiedad muchas veces nos llevan a refugiarnos en la comida basura para solventar rápido ese malestar, esos sentimientos negativos. Si lo hacemos de una forma recurrente, estamos ante un problema de hambre emocional. En el hambre emocional, comemos de forma incontrolable, por compulsión, no por sentir hambre de verdad. Al no ser capaz de gestionar esa emoción en el momento lo más fácil es saciarnos y cubrir, llenar ese vacío emocional de una forma inapropiada”, cuenta.
Dieta sana y estrés
Una de las dudas que nos surge es si se puede optar por una dieta sana cuando estamos en medio de un ciclo de estrés. “Es lo que deberíamos intentar hacer, aunque es fácil decirlo, pero no tanto ejecutarlo cuando te encuentras en una situación estresante. Sería ideal que nuestra elección fueran alimentos saludables como fruta, vegetales, frutos secos, pipas, semillas como grasas saludables, proteínas magras o frutas desecadas, que nos aportan nutrientes necesarios y que en realidad son los nutrientes que a la larga nos ayudan a reducir ese estrés o ansiedad y mejorar nuestro estado de ánimo”, comenta.
Consejos para no caer en la comida basura
¿Qué consejos daría para que tratáramos de dejar de comer comida basura cuando estamos estresados? La experta en Nutrición nos dice que está claro que recurrir a la comida basura para tratar de resolver nuestras emociones no es el camino correcto, pues además sabemos que ese placer momentáneo nos desequilibrara nuestro sistema nervioso. “Controlar la ingesta desmesurada sería lo ideal aunque no es tarea fácil. Lo más sencillo es la comida rápida, ya sea procesada o pedirla a domicilio, ya que quizás no tienes ganas de ponerte a cocinar”, nos cuenta. Hay técnicas que nos ayudan a evitar caer en la tentación de recurrir a esa comida basura, en realidad no sentimos hambre, así que debemos actuar y realizar otro tipo de actividades:
- Respiraciones profundas antes de ingerir cualquier alimento.
- Salir a pasear o bien hacer deporte.
- Recurrir a técnicas de relajación, meditación y respiración.
- Escoger hidratos de carbono complejos para así estabilizar el azúcar en sangre: boniato, calabaza, patata, cocinada al horno o al vapor, o arroz integral, plátano, chocolate negro… nos sacian y ayudan a reducir el estrés.
- Una alimentación saludable nos garantiza una buena salud intestinal para secretar neurotransmisores necesarios como la dopamina y serotonina que nos ayudan a equilibrar nuestro estado emocional.
- Si fuese necesario recurrir a algún suplemento, habría que hacerlo siempre bajo prescripción de un profesional. Entre ellos pueden ser útiles las plantas adaptógenas como la ashwagandha, la rodiola o azafrán, al uso de triptófano, cromo o vitaminas del grupo B (regulan el sistema nervioso).
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Consecuencias del consumo de comida basura para nuestra salud
La comida basura, tal y como nos explica la experta, tiene consecuencias muy negativas para nuestra salud, pues no solo altera nuestra microbiota con los consecuentes problemas digestivos (estreñimiento, hinchazón, gases…), sino que nos puede llevar a padecer lo que llamamos síndrome metabólico o resistencia a la insulina (riesgo cardiovascular, diabetes…) con sobrepeso u obesidad, colesterol alto, hipertensión, diabetes tipo II, hígado graso o cáncer.
“Además, el abuso de este tipo de comida nos puede llevar a tener déficit de otros nutrientes como vitaminas, minerales y fibra con la consecuencia que comporta. La conclusión es que la comida basura es perjudicial para nuestra salud y debe consumirse en casos muy puntuales. Necesitamos adquirir unos buenos hábitos de alimentación para el resto de nuestra vida y ser flexibles en algún momento, pero con control”, concluye.