'Yo no tengo estrés, lo tengo todo bajo control'. ¿Lo has escuchado alguna vez, verdad? Pero no siempre está todo controlado, no siempre somos capaces de detectar y mantener a raya ese estrés que nos está afectando. Por este motivo, detectarlo y gestionarlo necesita convertirse en una de nuestras máximas prioridades. Las claves las resume Koro Cantabrana en su nuevo libro Estrés encubierto, donde la periodista, coach, directora del Instituto del Estrés y Co-Founder de Humans First Institute, aborda cómo nos afecta este tipo de estrés, muy vinculado con creencias y patrones limitantes que pueden afectarnos incluso desde el punto de vista físico. En este libro, resume las claves para desenmascarar el estrés encubierto y aprender a convertirlo, incluso, en un aliado.
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¿Todos estamos expuestos a lo que denomina estrés encubierto?
Sí. Cualquier persona puede tener estrés y tenerlo encubierto. Puede ser un estrés encubierto porque no sabe que tiene estrés, al creer que es normal vivir acelerados, con prisas, apagando fuegos constantemente; o bien puede tener estrés encubierto porque la persona, aún sabiendo que tiene estrés, lo encubre voluntariamente por miedo al qué dirán, a cómo se le puede llegar a valorar: de mal profesional, no válido para los tiempos actuales, incapaz de asumir toda la tarea... Lo que a su vez provoca mayor nivel de estrés, por miedo a ser descubierta.
Además, en el siglo XXI, en la era digital, de la cultura de la hiperproducción, la extrema autoexigencia, la conexión constante... el estrés está a flor de piel en todos los ámbitos e incluso no sabemos ni relajarnos cuando no tenemos presión o no necesitamos estar alertas. De hecho, 5 de cada 10 personas (el 53%), no consiguen desconectar de su trabajo durante el fin de semana, según el estudio de Hays What Workers Want, 2020. Esto es tremendo.
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¿Hay distintos tipos de estrés encubierto?
Hay muchos orígenes a ese estrés encubierto y por lo tanto muchos tipos: estrés financiero, tecnoestrés, estrés por conducir, estrés laboral... Además de los clásicos tipos de estrés familiar, por migración, por problemas de salud... Todos ellos se nos acumulan en nuestro sistema físico, emocional y mental y se suman o se multiplican entre ellos. Vamos todo el día, o gran parte de él, como si estuviéramos corriendo un esprint; esto es agotador. En una carrera o entrenamiento, los esprints se realizan de manera puntual y durante un espacio muy corto de tiempo; sin embargo, vamos cada día y cada momento como si fuera un esprint constante; además, parece que realizamos muchas carreras y muchos esprints a la vez, y al final acabamos con gran agotamiento. Y la vida no se trata de una carrera corta, sino de una maratón larga, de muchos años: de toda la vida.
Por eso, si no tenemos alguna forma de válvula de escape o herramientas para evitar que ese estrés se agrave y evitemos vivir en un esprint constante, la repercusión individual y social puede ser muy alta.
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¿Por qué, en ocasiones, sentimos que tenemos todo bajo control cuando no es así?
Sentir que controlamos todo, que sabemos qué hacemos, que nada se escapa de nuestra certeza es un deseo muy común que genera la sensación de confianza, seguridad y confort. Normalmente deseamos alejarnos de la Incertidumbre (lo explico en mi tercer libro Incertidumbre) y queremos acercarnos a la certeza, porque es un lugar conocido, en el que nos sentimos como pez en el agua: nos sentimos en la zona de confort, donde estamos moviéndonos en lo conocido, sin sobresaltos. Sin embargo, el quererlo controlar todo de manera constante nos lleva a tener ansia en planificar, en supervisar y revisar... y eso genera mucho estrés. Además, si tenemos esa necesidad de controlarlo todo, como en realidad no todo es controlable, cualquier cosa nos puede desestabilizar y estresar o angustiar. Aquí se incluyen las personas muy perfeccionistas, autoexigentes, inflexibles excesivamente estructuradas... o las que quieren controlar a las demás lo que hacen, cómo lo hace... Esto lleva a un gran nivel de estrés constante.
¿Cómo se puede manifestar este estrés encubierto?
Una de las 14 entrevistas incluidas en el libro es de un farmacéutico y químico. Él comenta que actualmente, sobre todo después de la pandemia, lo que están encontrando en la farmacia es un aumento exponencial de efectos del estrés. Los más abundantes son los problemas digestivos y los segundos son efectos emocionales y mentales: irritabilidad, tristeza y depresión.
Además, estos se suman a los habituales de eczemas cutáneos, caída de pelo, tensión muscular... Si no sabíamos que teníamos estrés y estamos notando alguno de estos síntomas, puede ser la confirmación de que estamos teniendo un nivel de estrés superior al gestionable y nos está causando daño.
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¿Puede el estrés llegar a ser positivo?
Sí, el estrés es positivo, pero en su justa medida. Es una reacción ante una situación que nos alarma de alguna manera; entonces nuestro cuerpo y nuestra mente se ponen en alerta y ponen toda su capacidad a nuestro servicio para superar la situación. Sin embargo, si estamos en un constante estado de alarma, "apagando fuegos" todo el día, toda la semana, todo el mes, entonces estamos en tensión extrema de manera constante, y nuestro cuerpo y mente comienzan a verse afectados. Si esto se produce de manera recurrente, primero se produce un estado de alarma, pero luego, a medida que pasan los días, se llega a un estado de resistencia, y después pasamos a un estado de agotamiento físico, mental y emocional, que es la situación en la que muchas personas se encuentran actualmente.
¿Cuáles serían, en su opinión, los tres mitos más frecuentes sobre el estrés?
Hay muchos mitos que rodean al estrés y dificultan su identificación y su reconocimiento. Uno de los mayores mitos es que el estrés solo afecta a personas emocionalmente frágiles o débiles, con problemas emocionales o psicológicos. En realidad, puede venirnos en cualquier situación que nos genere una situación de alarma durante un tiempo considerable, sin necesidad de ser frágiles. De ahí que muchas personas no quieran reconocerlo, para no ser tachadas de frágiles.
Otro mito es que el estrés no reduce el rendimiento laboral o académico, cuando en realidad reduce hasta un 60 % la productividad personal, como confirma un estudio sobre bienestar de Cinfasalud.
Otro mito que destacaría es el de "las vacaciones y los medicamentos son suficientes para reducir el estrés". Esto daría a entender que es mayormente el trabajo lo que nos produce estrés y que no hacer nada lo reduce, cuando está demostrado que si no aprendemos a pensar, a hacer y a tomarnos las cosas de otra manera, repetiremos siempre las mismas acciones que lo producen, y tendremos los mismos pensamientos recurrentes que nos llevan a sentirnos de esa manera. Por eso los cursos y programas de gestión del estrés y la terapia son importantes.
Porque los pensamientos llevan a las emociones, las emociones a las acciones, y las acciones a los resultados. Así, si queremos cambiar nuestros resultados, nuestra situación de estrés, tenemos que ir al origen, que son los pensamientos. Pensando que no llego, que no tengo tiempo, que igual algo me sale mal, que no voy a ser capaz, que no va a gustar... nos provoca entrar en alarma y nos hace sentir gran tensión y miedo por lo que pueda provocar, que nos lleva a realizar las acciones con un sesgo negativo.
Habla incluso de que se puede llegar a convertir en un aliado. Para ello, es fundamental reconocer que pasamos por un proceso o un ciclo de estrés, ¿no es así?
Sí. Por un lado, como hemos visto que el pensamiento lleva a las emociones, las emociones a las acciones, y las acciones a los resultados, cuando identificamos qué pensamiento o pensamientos están provocando la sensación de estrés, angustia, ansiedad, podemos desmontarla. E incluso darle la vuelta con pensamientos empoderadores.
Por otro lado, sabiendo que un punto de estrés es positivo porque nos activa, potencia nuestra vitalidad, energía e incluso mejora el sistema inmune, la estrategia es generar esos picos de estrés, con gran adrenalina que nos pone en marcha, y no permitir que sean picos constantes, en los que se acumula el cortisol, que es el que nos causa grandes problemas. Así, descansos continuos, descenso del ritmo frenético, de las autoexigencias altas en cada tarea... junto a válvulas de escape para liberar el estrés y cortisol acumulado, serían de gran ayuda.
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"En el mundo del estrés, la desinformación se convierte en nuestro mayor obstáculo". ¿Cree que existe mucha desinformación al respecto?
Sí. Hay gran desinformación en tres sentidos: primero en la identificación de momentos que nos pueden producir estrés; segundo, en la identificación de los síntomas cuando estamos con estrés; y por último, en cuanto al conocimiento de las herramientas de prevención, gestión y reducción del estrés.
Es decir, por un lado, nos falta identificar qué nos provoca estrés a cada persona: los estresores o detonadores individuales; hacerlo ayudaría a actuar antes de que el estrés se produjera.
Por otro falta consciencia sobre la realidad del estrés; por ejemplo, la falta de reconocimiento de los síntomas hace que no lo reconozcamos aún cuando ya estamos con un nivel importante de estrés. or último, no tenemos herramientas ni tomamos acciones para solucionarlo, porque no sabemos qué acciones tomar o qué herramientas implementar. Y lo mejor es que hay soluciones para cada una de estas tres partes.
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¿Hemos normalizado que tener estrés, que vivir estresados, es normal?
No es lo mismo vivir con estrés que estar puntualmente con estrés. Sin embargo, está empezando a ser habitual, que no normal, vivir estresados. La vida actual, llena de exigencias, de compromisos, de urgencias que nos llevan corriendo a todos los sitios, nos hacen comer de prisa, andar y conducir de prisa, leer deprisa... incluso ver vídeos deprisa (ya es habitual hacerlo a x2). Y aunque esto empiece a ser lo habitual, para nada es lo mejor o debería ser normal.
De hecho, nos está empezando a pasar factura. En las empresas se están incrementando las bajas y el absentismo por estrés; cada vez hay más insomnio debido a una mente que no para de darle vueltas a las cosas o hay más irritabilidad en el ambiente...
Lo peor es que el estrés se contagia (hasta en un 40%, según un estudio de la Uppsala University, Suecia), y los adultos lo estamos expandiendo a los jóvenes y a los niños, que tienen un nivel cada vez mayor de estrés y a edades cada vez más tempranas. Y si a los adultos, que tenemos más herramientas que los jóvenes, la situación nos está desbordando, a ellos muchísimo más. Además, si no les ayudamos y ofrecemos herramientas, ¿qué va a pasar cuando vayan asumiendo mayor responsabilidad? Si no han adquirido la destreza para gestionar su estrés, seguramente su nivel también crecerá con ellos. Y esto es dramático. Nos corresponde a los adultos ofrecer y enseñar fórmulas de gestión del estrés a los jóvenes. Aunque primero las tenemos que aprender los adultos.
Ya en la portada del libro habla de que estamos ante un síndrome invisible que amenaza nuestra vida, ¿tan peligroso puede llegar a ser?
Si. Si no sabemos identificarlo y gestionarlo, puede ir invadiéndonos de manera silenciosa. Solo oímos su grito cuando algo grave nos pasa que no podemos solucionar como lo hemos hecho hasta ahora. El cuerpo nos envía mensajes con información sobre nuestro nivel de estrés frecuentemente: eczemas, caída de pelo, dolores musculares, tics... pero no solemos hacerle mucho caso; a lo sumo ponemos remedio a los síntomas pero nos olvidamos de las causas. He entrevistado a muchas personas y el 99% de ellas afirman que hasta que no hubo algo muy grave, físico o mental, que les hizo parar, no cambiaron su forma de vida o de trabajo. Solo cuando su cuerpo tuvo una paralización, un desmayo o algo peor, o cuando su cabeza dejó de pensar, de decirles qué hacer para conducir o para hablar... fue cuando se dieron cuenta de la situación tan grave a la que habían llegado.
Lo ideal sería darnos cuenta antes de que esta situación se produjera, y aprendiéramos a gestionar los estados de alarma en su medida: ya no vienen leones a comernos, pero funcionamos como si así fuera en muchos momentos del día.
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Sin embargo, refiere que el estrés puede ser usado para aumentar nuestra productividad y bienestar, ¿es una tarea complicada?
No es complicado, pero hay que saber hacerlo y prepararse física, emocional y mentalmente para ello. Los pilotos de Fórmula 1, además de tener un buen coche capaz de ir a más de 300 km por hora, entrenan para ir tan rápido en las carreras: entrenan el físico en el gimnasio, entrenan el emocional y el mental con un o una coach, entrenan la parte mecánica y de reflejos en el simulador... Sin embargo, los que no somos pilotos, trabajamos a ritmo vertiginoso, casi de Fórmula 1, y pretendemos hacerlo sin prepararnos ni física ni emocional ni mentalmente. Y eso no es posible, porque en algún momento eso nos va a hacer tropezar y tener un accidente. Por ejemplo, prepararse mentalmente es algo que no consideramos, pero siempre valoramos a aquellas personas a las que definimos como "con la cabeza bien amueblada" o "emocionalmente equilibrados". Esto es posible aprenderlo. Gestionar nuestros pensamientos para que nos empoderen, nos inspiren, nos apoyen... es posible y sencillo. Y aprender a gestionar nuestras emociones, también es sencillo. Todo necesita práctica, claro, pero es una práctica que nos va a proporcionar enormes beneficios.
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¿Qué estrategias tenemos a nuestro alcance para lidiar con ese estrés encubierto del que nos habla?
Hay muchas, y se suele hablar de yoga, mindfulness, Innergame... pero también está hacer deporte, dar un paseo, bailar, cantar... Son válvulas de escape para soltar tensión y además son estrategias para equilibrarnos. Una de las herramientas más sencillas es utilizar la respiración. Cuando estamos con estrés respiramos de forma rápida y con la parte superior de los pulmones, con el pecho, que es la parte que está en contacto con el sistema nervioso simpático. El sistema simpático es el que nos activa, y es bueno activarlo, por ejemplo, para situaciones de emergencia. Sin embargo, si queremos relajarnos, estar en equilibro y coherencia, necesitamos activar el sistema nervioso parasimpático; esto lo hacemos respirando de forma lenta con la parte inferior de los pulmones, con la respiración diafragmática. En los cursos que imparto, a muchas personas les cuesta muchos minutos comenzar a respirar con esta parte inferior de los pulmones, porque respiran todo el día y todos los días, con la parte superior, la que les lleva a mantenerse activos. Por ejemplo, si respiramos en 5-5, es decir 5 segundo de inspiración y 5 de exhalación en 5 segundos, entramos en "Coherencia Cardiaca". Si lo practicamos un mínimo de 5 minutos, entramos en una "calma activa"; una calma que nos permite pensar, decidir y, al mismo tie
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¿Qué se va a encontrar el lector que decida abrir las páginas de su libro?
Va a encontrar situaciones que nos pasan a todas las personas a diario, con creencias limitantes con las que se va a identificar y que va a poder modificar; va a encontrar 14 entrevistas reveladoras de experiencias muy frecuentes; va a ver 50 infografías que resumen los textos a modo de impacto visual; va a encontrar explicaciones a conceptos como sisifemia, procrastinación y precrastinación, stresslaxing, dismorfia de productividad, tecnoestrés, estrés financiero o por conducir, motivos y soluciones para el estrés laboral... en definitiva es un manual de vida que nos ayuda a dirigirnos hacia el bienestar, a recuperar la ilusión y a aumentar el disfrute por lo que somos y hacemos.