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Entrevista

Por qué la memoria nos juega (a veces) malas pasadas, según la neurociencia

Hablamos con el Neuropsicólogo Saul Martínez-Horta, que acaba de publicar su libro '¿Dónde están las llaves'?', sobre las curiosidades de nuestro cerebro


Actualizado 11 de enero de 2024 - 11:38 CET

Tal vez nunca te habías planteado que muchas situaciones de nuestra vida cotidiana pueden tener una explicación neurológica. Y es que piensa por un momento: seguro que en alguna ocasión te has preguntado dónde has dejado tus llaves, si has apagado el gas antes de salir de casa o tienes la sensación de que estás viviendo una situación que ya has vivido antes. Se pueden producir olvidos involuntarios, lapsus, pasiones desbordadas, fobias y manías o incluso experiencias que se podrían calificar como 'extrañas' (apariciones y alucinaciones). Pues bien, de todo ello nos habla el doctor en Medicina y especialista en Neuropsicología clínica Saul Martínez-Horta en su libro ¿Dónde están las llaves?, publicado por GeoPlaneta, en el que el lector podrá aprender a reconocer cuándo hay que ponerse en alerta y cuándo no es necesario preocuparse.

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Si nos ponemos a pensar en el número de veces que nos hemos preguntado dónde hemos dejado nuestras llaves seguro que nos sorprenderíamos, ¿no cree?

Rotundamente sí. Pero aun nos sorprenderíamos más si fuésemos capaces de recordar todas esas situaciones en las que nuestro cerebro, este órgano tan complejo, fascinante, como frágil, ha cometido pequeños errores que han pasado desapercibidos. Y es que, en realidad, los procesos que dependen del cerebro y que definen el modo en como interactuamos con el mundo, son terriblemente susceptibles a fallar ocasionalmente dando lugar a esta “neuropsicología de la vida cotidiana”, que en ocasiones nos puede preocupar, pero que en muchos casos, no tienen nada que ver con que se esté desarrollando algún tipo de enfermedad.

Tener algo en la punta de la lengua, la sensación de haber vivido algo... ¿hay siempre una explicación neurológica a fenómenos de nuestro día a día, de nuestra vida cotidiana?

Posiblemente mucha gente se sorprendería si supiese hasta qué punto llegamos a entender el cerebro humano. Es cierto que sigue habiendo preguntas que no podemos responder en su totalidad, pero a día de hoy, conocemos lo suficientemente bien este órgano como para entenderlo en contexto de enfermedad y de absoluta normalidad. En este sentido, partiendo de la idea de que todo aquello que somos y hacemos requiere un cerebro en funcionamiento, podemos explicar perfectamente los mecanismos neurológicos y neurocognitivos que dan lugar a todo lo que hacemos a lo largo de nuestra vida.

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Le voy a plantear un caso concreto, cuando nos preguntamos mil y una veces en el trabajo, '¿Y yo qué estaba haciendo?'. Lo achacamos al estrés, ¿puede llegar a influir?

Este tipo de “quejas subjetivas” donde uno tiene la sensación de haber olvidado lo que iba a hacer porque en efecto se encuentra formulándose esta pregunta, define un escenario muy habitual. En realidad, no somos conscientes de la cantidad de procesos que de un modo totalmente automático va realizando nuestro cerebro ni tampoco somos conscientes de la cantidad de conductas que hacemos sin prestar atención. Por ejemplo, tareas rutinarias como todas esas que vamos haciendo tras despertarnos y preparar el desayuno, asearnos, salir al trabajo, etc.

Precisamente porque automatizamos muchos procesos y no desplegamos atención sobre aquello que hacemos, suceden muchos de estos fenómenos de aparentes olvidos cotidianos. En realidad, cuando no encontramos las llaves donde las dejamos o cuando descubrimos que no sabíamos que fuimos a buscar a la cocina, no hemos olvidado, simplemente no llegamos a aprender. Esto significa que, en efecto, cuando no se despliega suficiente atención sobre, por ejemplo, la conducta que realizamos o aquello que pensamos, ni esa conducta ni esa idea se va a almacenar como un recuerdo. En consecuencia, descubriremos en algún momento que “no recordamos”, cuando lo más preciso sería hablar de que “no llegamos a aprender”.

La capacidad atencional del ser humano es muy limitada y en efecto, variables como el malestar, la fatiga o el estrés son grandes enemigos de la atención en tanto que contribuyen a su saturación. Es por ello, que la ansiedad o la fatiga, dan lugar a una mayor recurrencia de olvidos o de fallos similares como consecuencia del efecto negativo que ejercen sobre la atención.

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La memoria, en no pocas ocasiones, nos juega malas pasadas, ¿en qué momento deberíamos comenzar a preocuparnos?

La memoria nos juega malas pasadas en muchas ocasiones e incluso podríamos añadir, que, en muchas otras, no nos damos cuenta de hasta que punto lo que recordamos no se parece demasiado a lo que realmente sucedió. Existen muchos condicionantes que, añadidos a como el cerebro despliega sus funciones, pueden explicar fallos de la memoria “benignos”. En cualquier caso, cuando estas malas pasadas de la memoria o de cualquier otro cambio cognitivo, por ejemplo, a nivel de lenguaje o de orientación, deja de ser algo esporádico y pasa a ser algo cotidiano, que no desaparece, que poco a poco va a más y que incluso llega a interferir en cierta medida en nuestra forma de vivir, es entonces que merece la pena estudiar desde la perspectiva de la evaluación neuropsicológica que hay detrás de estos fallos.

En alguna ocasión ha afirmado que "normalizar que envejecer implica perder la memoria es un error". ¿No es, entonces, algo inherente a la edad?

No. Envejecer no es una enfermedad. Incuestionablemente, el envejecimiento conlleva toda una serie de cambios biológicos y psicológicos que incluyen una menor agilidad, cierto enlentecimiento, cierta pérdida de la agudeza visual e incluso cierto empeoramiento de la memoria. Pero estos cambios nunca cruzan el umbral que separa lo normal de lo patológico. El envejecimiento se asocia con un mayor riesgo de poder desarrollar alguna de las muchas enfermedades del cerebro que conocemos. Por ello, cuando una persona mayor empieza a presentar cambios cognitivos evidentes, nunca deberíamos atribuirlos a la edad. En contraposición, siempre se debería explorar que mecanismos están detrás de estos cambios, pensando con que, además, más allá de la enfermedad de Alzheimer o de otros procesos incurables, existen otras patologías, algunas de ellas tratables, que pueden estar detrás de estos problemas de memoria.

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¿Por qué piensa que todo lo relacionado con el estudio y la comprensión del cerebro está en auge? ¿Nos hemos dado cuenta de su gran importancia en nuestro día a día?

A día de hoy disponemos de herramientas que nos permiten estudiar el cerebro y sus funciones como nunca antes habíamos podido. Esto nos ha ayudado a comprender cada vez mejor de que modo el cerebro participa en la construcción de todo aquello que somos. Esta aproximación a un nuevo y cada vez mayor conocimiento del cerebro creo que convierte este mundo en algo apasionante para cualquiera, puesto que, a fin de cuentas, todos somos un cerebro funcionando.

¿Ha sido, hasta ahora, el gran olvidado?

No creo que haya sido el gran olvidado, pero sí el gran incomprendido. Paralelamente, no tanto el cerebro como sí las enfermedades que derivan de su mal funcionamiento, posiblemente hayan sido menos comprendidas. En cierta medida, creo que precisamente por el aspecto y por el impacto que tienen las enfermedades del cerebro, son condiciones que generan miedo e incluso cierto rechazo. Como sociedad, no hemos hablado ni educado de la misma manera a la población en lo relativo a las enfermedades del corazón o a ciertas enfermedades oncológicas, que en lo relativo a los problemas de salud mental y las enfermedades del cerebro.

La prevención parte del conocimiento y de la sensibilización y es por ello, que partiendo de todo lo que sabemos a día de hoy, es el momento de dejar de considerar las enfermedades del cerebro como esas enfermedades extrañas, incomprendidas e incurables.

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¿Piensa que es importante sacar a nuestro cerebro de su zona de confort?

Las funciones cerebrales se han desarrollado a lo largo de la evolución humana como consecuencia de la compleja y continua interacción que el ser humano ha mantenido con un entorno complejo, rico en estímulos y desafíos. Las funciones cerebrales nunca se desarrollarían si, por ejemplo, aislásemos del mundo externo a un recién nacido. Con ello quiero decir que, para que se desarrollen y se desplieguen de la mejor manera posible todos esos procesos que dependen del cerebro, lo mejor que podemos hacer es usar el cerebro para aquello que realmente sirve y eso no es otra cosa que exponerlo a todo aquello que nos ha llevado ser lo que somos: Estímulos externos, retos, aprendizajes, interacción social, etc. Debemos estimular el cerebro y los procesos cerebrales pero sin caer en la sobresaturación.

¿El cerebro también hay que entrenarlo?

Más que entrenarlo, hay que mantenerlo activo o estimulado. El cerebro no es como un músculo que se atrofia o se hace fuerte en función del entrenamiento, pero sí que es un órgano muy sensible a la estimulación. De hecho, sabemos que las personas que han enriquecido sus funciones cerebrales manteniendo una vida mental activa, presentan una mayor resistencia a los cambios que se asocian algunas enfermedades del cerebro. De este modo, a pesar de que no dispongamos de una cura para muchas enfermedades del cerebro, sí que debemos pensar en la prevención y en como ralentizar el curso de estas enfermedades si aparecen. Para ambas cosas, mantener un cerebro en forma es esencial.

 

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¿Cómo podemos mantenerlo en forma?

Por un lado, evitando exponer al cerebro a agentes que resultan tóxicos como el alcohol, tabaco y por supuesto otras drogas. Por otro lado, manteniendo a raya los factores de riesgo cardiovascular que tan frecuentemente nos acompañan, como lo son la hipertensión, el colesterol o la diabetes. Posiblemente muchas personas se sorprenderían si viesen los efectos que tiene sobre el cerebro, la memoria y el comportamiento, el no mantener a raya estos factores de riesgo. Paralelamente, los aspectos relacionados con el estilo de vida también son esenciales. Esto incluye la práctica de ejercicio regular y una dieta saludable.

Finalmente, para mantener en forma al cerebro, no es necesario realizar sudokus o ejercicios limitados a determinadas tareas. El mejor ejercicio de estimulación cerebral y cognitiva que existe es la interacción social, la participación en nuevas actividades y el escapar de la rutina.

Con todo ello, resulta evidente que en ciertos casos no conseguiremos evitar que puedan aparecer ciertas enfermedades del cerebro, pero es importante recalcar que incluso llegado el caso, haber contribuido a mantener en forma el cerebro, jugará un papel muy relevante en cómo serán estas enfermedades.

Para finalizar, ¿qué se va a encontrar el lector en las páginas de '¿Dónde están las llaves?'

A diferencia de mi libro anterior, Cerebros rotos, donde a través de casos clínicos expuse toda una serie de situaciones y de explicaciones en relación a distintas enfermedades del cerebro, en Dónde están las llaves he intentado que el lector aprenda y entienda toda una serie de procesos relacionados con el funcionamiento normal del cerebro humano, que nos ayudan a explicar y a entender que hay detrás de todos esos fallos cotidianos e incluso experiencias difíciles de entender que todos experimentaremos en algún momento de nuestras vidas. De este modo, el lector una explicación científica fácil de entender para sucesos tan cotidianos como cuando no nos sale una palabra, cuando llegamos a la cocina sin recordar que íbamos a hacer, porque la gente se pone agresiva al volante o que hay en torno a ciertos mitos que tienen que ver con la mente humana.