Hay personas que tienen cierta tendencia o, incluso, necesitad de complacer a los demás. Personas que dicen que sí, aunque en realidad tendrían ganas de decir que no. Personas que siempre están disponibles, puedan o no estarlo, con las que siempre se cuenta porque siempre responden… aunque eso les genere inestabilidad emocional.
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¿Por qué hay, como decimos, quien tiene esa excesiva complacencia? “Puede ser por inercia porque seamos personas más serviciales que esto tiene que ver con la personalidad o/y puede ser porque hemos aprendido que, complacer a los demás, tiene beneficios sociales. Alguien que es complaciente no genera conflicto, tiene el beneplácito de los demás, se le ve amigable, se acude a esa persona con frecuencia, hace que las personas quieran estar cerca…”, nos comenta Rebeca Cáceres, doctora en Psicología y psicóloga sanitaria, directora de Tribeca Psicólogos @tribeca_psicologos.
La experta nos habla tanto de los pros como de los contras de esta situación. “Complacer a los demás, hacer actos de servicios por ellos, es una parte bonita de la vida en la que experimentamos el cuidado y el amor hacia los demás. Sin embargo, también puede ser que ser demasiado complaciente esté relacionado con no sentirse merecedores de amor, con estar altamente preocupados por cumplir las expectativas de los demás, por haber vivido experiencias en la infancia relacionadas con el amor condicional o de que no se nos haya querido por lo que somos sino por lo que hacemos. En esta línea, también podría hablarse de un desarrollo en el que haya habido situaciones traumáticas como malos tratos, bullying o negligencia o que haya habido experiencias traumáticas en la edad adulta”, nos cuenta.
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¿De qué forma nos afecta a nivel psicológico?
En opinión de la psicóloga, complacer a los demás a la vez que nos tenemos en cuenta a nosotros mismos, es decir hacerlo de modo equilibrado, puede generar beneficios. “Puede favorecer la cercanía, la confianza, la seguridad, que nuestra autoestima se vea reforzada y sensación de bienestar. A la vez, puede fortalecer vínculos”, nos explica.
Pero, sin embargo, complacer a los demás por miedo al rechazo, por cumplir expectativas sobre lo que los demás esperan de nosotros o porque nuestra manera de vernos a nosotros mismos depende de la mirada de los demás, puede tener consecuencias negativas. “Cuando complacemos a los demás por esto, suele caerse en un círculo patológico que consiste fundamentalmente en creer que nuestra valía depende de lo que hagamos o no por otros y no de cómo somos. Esto hace que nos alejemos de nosotros mismos e incluso podamos llegar a perdernos. La consecuencia de esto es reforzar niveles bajos de autoestima, ansiedad, estrés, sobrecarga, desconexión de uno mismo y de nuestros deseos, problemas para poner límites e identificar qué queremos e ir a por ello”, nos detalla Rebeca Cáceres.
Así son las personas muy complacientes
¿Cuáles son los rasgos de las personas extremadamente complacientes? Rebeca Cáceres nos cuenta que algunas de las características que podemos observar en las personas demasiado complacientes son:
- Muy agradables, cuidadosas y preocupadas por generar bienestar en los demás.
- Autoestima condicionada por lo que piensen los demás de ellos.
- Miedo al rechazo.
- Más miedo a dañar al otro que a ser dañado.
- Les cuesta poner límites.
- Evitan los conflictos.
- Cuando dicen que no a los otros o no se muestran complacientes, sienten culpa y miedo al abandono.
- Baja capacidad para identificar sus necesidades o deseos.
- Sensación de egoísmo cuando piensan en ellos.
- Son sumisos ante las necesidades o deseos de los otros.
- Priorizan las necesidades de los otros por encima de las de ellos mismos.
- Autoexigencia y rigidez con ellos mismos y flexibilidad y adaptación a otros.
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Llega el momento de liberarse
Una de las dudas que nos surge es si puede llegar un momento en el que esta situación nos canse y decidamos liberarnos de esa presión. ¿Hay un momento en el que nos damos cuenta de que también necesitamos complacernos a nosotros mismos? En opinión de la experta, así es. “Esto puede ser porque haya una situación vital estresante que te haga aprender que no puedes seguir en esa línea porque no está siendo bueno para ti o puede ser porque tengas conciencia de que no puedes seguir más por este camino. También puede ser que te des cuenta que así no te sientes bien y decidas pedir ayuda profesional para poner límites, liberarte del miedo al abandono, encontrar tu propio sitio, etc.”, apunta.
Aprender a decir no
Si no lo has hecho nunca, claro está que no es un paso sencillo. Pero en ocasiones toca aprender a decir que no cuando somos demasiado complacientes. Rebeca Cáceres nos da algunas ideas que pueden sernos de utilidad:
- Para empezar, si ya eres consciente de que algo no está funcionando, de que no te sientes bien por ser demasiado complaciente, entonces lo primero que debes hacer es observarte. “Como he mencionado anteriormente, hay personas muy complacientes que suelen desconectarse de sí mismas. Por ello, lo primero que deberías hacer es observar tu cuerpo ante una situación en la que estás siendo demasiado simpático o pidiendo disculpas o que no te sientes bien por algo. Observa qué sientes, cómo se llama esa emoción, dónde la sientes en el cuerpo, etc. Y eso hazlo como una práctica habitual. Así podrás tener más claro lo que está pasando, cómo te sientes y podrás ir verbalizándolo y siendo consciente de cómo te sientes ante esas situaciones”, nos explica.
- También es útil encontrar un tiempo al día en el que hacer algo que nos conecte con nosotros mismos, hacer algo que signifique cuidarnos, reservar un espacio para nosotros al día. Muchas de estas personas excesivamente complacientes no tienen ni siquiera la idea de tener tiempo para ellas, no saben qué es eso y creen que no pueden permitírselo. Cuando hagas esta práctica, fíjate en tu cuerpo y cómo te sientes. Instala esa práctica como rutina de tu día a día.
- También resulta útil hacer yoga o/y mindfulness que son prácticas que ayudan a que nos conectemos con nosotros mismos. Si queremos ir más allá para el manejo de esto, otra recomendación útil puede ser la de buscar ayuda en un psicólogo.