La denominan la 'secuela que nadie espera' y se trata de un efecto secundario que aparece en una persona que sufre un ictus y que, de primeras, piensa que ha superado esta enfermedad en la que, como siempre recordamos, cada minuto cuenta. La espasticidad es de hecho un problema al que se debe prestar mucha atención, ya que se da, en muchos casos, en personas jóvenes, por debajo de los 65 años. Así nos lo recuerda Sonia González, una mujer joven que tras superar un ictus vive con esta secuela.
Para ti que te gusta
Lee 8 contenidos al mes solo con registrarte
Navega de forma ilimitada con nuestra oferta
1 año por 49€ 9,80€
Este contenido es solo para suscriptores.
CelebramosSuscríbete 1 año por 49€ 9,80€
Este contenido es solo para suscriptores.
CelebramosSuscríbete 1 año por 49€ 9,80€
TIENES ACCESO A 8 CONTENIDOS DE
Recuerda navegar siempre con tu sesión iniciada.
“El ictus no es una enfermedad de personas mayores, sino de gente muy joven”, afirma Sonia González, afectada por un ictus y miembro de la Fundación freno al ictus. “En abril de 2019 tuve un ictus hemorrágico por un aneurisma. Me operaron al día siguiente y tuve dos paradas cardiacas que me provocaron dos ictus isquémicos”, explica Sonia González. “Al principio, lo afronté con esperanza. Pensaba que a los dos o tres meses iba a estar danzando, pero, a medida que iban pasando los meses, comprobé que el ictus es una enfermedad en la que avanzas mucho pero muy lentamente”.
- Leer: Qué es un ictus como el que ha padecido Kiko Rivera
¿Qué es y por qué aparece la espasticidad?
El ictus es la primera causa de discapacidad adquirida en adultos y la segunda de demencia después de la enfermedad de Alzheimer. Se estima que al menos uno de cada tres supervivientes a un ictus experimentan espasticidad durante el primer año. La espasticidad consiste en una serie de contracciones permanentes de ciertos músculos que se manifiesta como rigidez y resistencia al estiramiento muscular.
"La aparición de la espasticidad en el ictus viene condicionada por la lesión de las vías motoras centrales. Las vías motoras vehiculizan la información entre el cerebro y los músculos. De manera simplificada nos podemos hacer la idea de que, si estas vías se lesionan, los músculos pierden la información, sobre cómo y cuándo contraerse y relajarse de manera apropiada", nos explica el Dr. Alejandro J. Ponz, coordinador de la Unidad de Ictus del Hospital Clínico Universitario de Valencia.
Se han diferenciado hasta cinco fases en esta secuela. Inicialmente, va a haber una reducción del tono muscular o flacidez del miembro afectado (brazo o pierna), que irá siendo progresivamente sustituida por una fase más característica de incremento del tono muscular. Aunque hay diferencias marcadas entre unos pacientes a otros, el pico de espasticidad se suele producir hacia el 1º-3º mes tras el ictus.
Intervención temprana en la espasticidad
Como añade el especialista, “si no se interviene sobre estas primeras fases de la espasticidad, se seguirán cambios locales en la propia extremidad con la consecuente pérdida de elasticidad muscular, acortamiento musculo-tendinoso y rigidez articular, altamente limitantes en la recuperación funcional del paciente. Así, la detección y el tratamiento precoz de la espasticidad es fundamental para su no progresión y para la reducción de sus consecuencias. El abordaje fisioterápico especializado y el uso de tratamientos eficaces como las infiltraciones de medicamentos son de gran ayuda para el control sintomático y para limitar su progresión”, añade el Dr. Ponz. Por ello es tan importante el diagnóstico y tratamiento precoz de la espasticidad.
Para poder avanzar, como explica Sonia González, es fundamental iniciar la aplicación de tratamientos específicos, la rehabilitación y la atención socio sanitaria de la manera más temprana posible. Detectar y tratar a tiempo tanto un ictus como la espasticidad es determinante para evitar las limitaciones funcionales que comportan y que impactan significativamente en la calidad de vida de las personas afectadas, afirma la afectada Sonia González, en el marco de la campaña Espasticidad: la secuela que nadie espera (www.lasecuelaquenadieespera.com), aupiciada por la biofarmacéutica Ipsen, y con el apoyo de la Asociación Trace Cataluña, la Fundación freno al ictus y la Fundació Ictus y el aval de la Sociedad Española de Rehabilitación y Medicina Física (SERMEF) y la Sociedad Española de Neurología (SEN).
- Leer: Los síntomas del ictus menos conocidos
Una secuela que cualquier persona puede padecer
La espasticidad no es estrictamente más frecuente en un grupo de edad u otro; depende de las condiciones médicas subyacentes y de circunstancias individuales. En niños es particularmente frecuente en caso de parálisis cerebral, siendo un síntoma común de esta afección en poblaciones pediátricas. En adultos es especialmente prevalente en enfermedades como la esclerosis múltiple, en lesiones traumáticas del cerebro y médula y muy especialmente en el ictus.
- Leer: ¿Cómo saber si es solo dolor de cabeza o algo más grave?
¿Cómo afecta a la recuperación?
La espasticidad puede tener una influencia muy significativa en el éxito de la recuperación después de un ictus. Como decíamos, "da lugar a un aumento del tono muscular y rigidez, lo que hace que al paciente le resulte más difícil mover las extremidades afectadas obstaculizando su capacidad para participar en los ejercicios de rehabilitación, ralentizando y limitando el progreso. Se ha planteado que esta rigidez muscular involuntaria afecta además a la capacidad del cerebro para adaptarse a nuevos patrones de movimiento inhibiendo la recuperación de la función perdida", nos explica el Dr. Ponz.
Además, a menudo dolor y malestar lo que, además de conllevar un impacto psicológico evidente, supone una barrera para la participación activa en los ejercicios de rehabilitación. Si no se trata, la espasticidad se agravará, pudiendo provocar pérdida de fibras musculares, retracciones tendinosas y articulares que reducen el rango de movimiento y hacen más difícil recuperar un movimiento funcional.
Tratamientos y ejercicios de rehabilitación para la espasticidad
Esta secuela no siempre es reversible, pero se puede controlar y mejorar eficazmente mediante diversas técnicas de rehabilitación e intervenciones médicas. Una rehabilitación dirigida desempeña un papel crucial en su tratamiento; ejercicios de estiramiento, ejercicios de rango de movimiento y otras técnicas de fisioterapia ayudan a aliviar la rigidez muscular y a mantener la flexibilidad de las articulaciones.
Además de la fisioterapia, con frecuencia se deben utilizar medicamentos para ayudar a controlar la espasticidad. Medicamentos con efecto relajante muscular, pero muy especialmente las inyecciones de toxina botulínica aplicadas en los músculos afectos ayudan a reducir muy significativamente su impacto, mejorar la movilidad, el dolor, su progresión, su impacto a nivel articular y, en definitiva, a mejorar la calidad de vida de los pacientes que han sufrido un ictus.
- Leer: ¿Cuándo hay que ir a urgencias por un dolor de cabeza?
El desafío de la prevención de la espasticidad
"Prevenir la espasticidad posterior a un ictus es actualmente un desafío, porque ocurre como resultado de un daño ya establecido en el cerebro o la médula espinal. Por tanto, la mejor estrategia preventiva es sin duda ir su origen y prevenir el ictus, lo que se consigue mediante el control adecuado de los diferentes factores de riesgo vascular", afirma el especialista de Hospital Clínic de Valencia.
Una vez presente, existen también estrategias que ayudan a reducir el riesgo o la gravedad de la espasticidad tras el ictus. La rehabilitación temprana y continua, el uso de medicamentos relajantes musculares o las inyecciones de toxina botulínica en músculos específicos ayudan a reducir la espasticidad y su progresión.