De pequeña tenía algunas musas: las Spice Girls, Christina Aguilera y Britney Spears. De todas ellas, a la que más admiraba era a la cantante de Baby One More Time, que con sus coletas y su sonrisa de oreja a oreja parecía llevar la vida idílica a la que todas las niñas pretendíamos aspirar. Sin embargo, de repente sucedió algo que a menudo pasa también con todas las chicas Disney (recordemos que su trayectoria comenzó en The Mickey Mouse Club, con tan solo 6 años), así como recientemente pasó también con Aitana: de ser una estrella que despertaba simpatía allá por donde pasaba, su evolución personal comenzó a generar cierto rechazo en un público que no aceptaba su cambio de casilla. Porque Britney, como todas, creció. Y fue madre, salió de fiesta hasta altas horas de la madrugada con Paris Hilton en varias ocasiones, tuvo varios novios, perdió la custodia de sus hijos, y hasta se dio un beso en la boca en público con Madonna en la gala de los MTV Video Music Awards de 2003, en un momento en que aquello no estaba tan bien visto. Por supuesto, para todos los que rechazábamos descartar la imagen angelical de Britney en la cabeza, la hecatombe llegó en 2007, cuando apareció enfurecida tratando de dañar un coche con paraguas y sin su característica melena rubia, sino con la cabeza completamente rapada (tal y como vimos en imágenes de los paparazzi, afeitada por ella misma en una peluquería).
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Titulares de aquel momento de la cantante con su nuevo look hubo tantos como memes llegaron después, cuando las redes sociales colapsaron nuestras horas, y el merchandising se pudo viralizar y comprar a golpe de clic, siendo las prendas estampadas con la frase “if Britney survived 2007 you can handle today” (“si Britney sobrevivió a 2007 tu puedes sobrevivir hoy”) algunas de las favoritas de las compras online del momento. Todavía lo siguen siendo hoy. Pero lo que nadie por entonces imaginaba era el calvario que, más allá de las adicciones que podíamos intuir, Britney Spears estaba viviendo. La información la hemos ido recogiendo a cuentagotas, pero ahora, el libro que acaba de publicar la propia cantante no deja dudas al respecto. En The Woman in me, Britney no nos exige un perdón, pero podría hacerlo. Basta conocer tan solo algunos de sus capítulos para darse cuenta de que, tal y como su título recoge, la mujer que ahora mismo es, no es más que una dañada, pero valiente, empoderada y fuerte construcción de todo lo que fue en el pasado.
Cuando Britney se afeitó la cabeza
En este libro Britney aprovecha que por fin tiene voz más allá de en sus canciones, y destapa hasta la información que por la que jamás ningún fan se había preguntado. Pero también empieza por lo básico. Sabe que alrededor del aquel polémico episodio en 2007 se han construido infinidad de narrativas falsas, por lo que decide abrirse en banda, y cuenta en el relato que fue un acto de rebeldía con el que pretendía romper todas las normas que se le imponían. Britney quería dejar de ser solo guapa y sumisa, pretendía romper con las informaciones que circulaban sobre ella en un momento en el que, además, trataba de separarse del que había sido su pareja hasta entonces, Kevin Federline. Hastiada de haber sido siempre un referente dulce e inocente, y después casi lapidada y tachada de mostrar una imagen sexualizada difícil de digerir para los que preferían que permaneciera en su faceta más tierna, puntualizó en el libro: “Desde que nací me habían mirado de arriba a abajo, desde que era adolescente la gente me había dicho lo que pensaban de mi cuerpo. Afeitarme la cabeza y actuar eran mis formas de retroceder".
¿Acaso ninguna de nosotras se ha cortado el pelo a sí misma alguna vez queriendo cambiar de etapa? Puede que si Britney Spears lo hubiera hecho en 2023, ese acto apenas hubiera causado revuelo. Entenderle podría no ser difícil, tal y como Unai Aso, psicólogo de la plataforma Buencoco nos cuenta: “Siempre desde la cautela y entendiendo que no se puede diagnosticar ni evaluar la conducta de nadie, por muy famoso que sea, desde la distancia y sin un análisis concienzudo previo, un acto de ese tipo podría verse como un intento de redefinir, resignificar o reclamar la propia identidaden un contexto en el que ella siente que otros han tratado de moldearla a su antojo”. Cambiar de look siempre ha sido una forma de pasar de página, de resetear de cero… o como nos explica el experto en salud mental, de querer tomar el control: “Afeitarse la cabeza, en una etapa convulsa, siendo adolescente y con los problemas que Britney tenía en esa época, también pudo ser una forma de ejercer control, en un acto de rebeldía, sobre el propio cuerpo en un momento en que se siente que se ha perdido el control en otras áreas de la vida”.
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Pérdida de la tutela sobre su vida y críticas a su físico
Este control, precisamente, fue el que no pudo recuperar hasta 2021, cuando conocimos que hasta entonces, y desde hacía 13 años, su padre, Jamie Spears, manejaba sus finanzas y decisiones personales. Es decir, en 2008, cuando la joven pasaba un mal momento por haber perdido la custodia de sus niños, su padre se alzó con la tutela de Britney Spears alegando que tomaba esta decisión ante la preocupación por la salud mental de su hija. O lo que es lo mismo, manejó los movimientos de la cantante. Mientras él amansó una fortuna de la joven valorada en 50 millones de euros (ganando 13.432 euros al mes), limitaba a su hija a gastar 1600 mensuales. El movimiento #FreeBritney nos lo dejó claro: la cantante estaba siendo un exitoso producto comercial del que no se llevaba ganancias. Y ahora, lo leemos en sus palabras: "Si me molestaba y me afirmaba en mi idea, estaba fuera de control y loca".
Sobre esa etapa bajo el mandato paterno, Britney tampoco se libró de las críticas por su imagen de puertas adentro. En The Women in me nos cuenta haber estado enjuiciada por su físico desde el propio seno familiar, ya que su padre le llamaba gorda con frecuencia, y le obligaba a dejarse el pelo largo: “Tuve que dejarme crecer el pelo y volver a estar en forma. Tenía que irme a la cama temprano y tomar cualquier medicamento que me decían que tomara”. Por lo visto, unas exigencias que no eran nuevas para ella, sino que venían ya de mucho antes, de su infancia: “Sentir que nunca eres lo suficientemente bueno es un estado de ser que aplasta el alma para un niño".
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Víctima de 'haters' y rumores falsos
Después, cuando comenzó a sentirse más libre para publicar en sus perfiles sociales todo lo que quería, y empezamos a verle bailar en su casa con looks que bien podrían estar sacados de su armario de principios de los años 2000, le llovieron las críticas y comenzaron, más que nunca, los juicios. Aún a pesar del gran esfuerzo y las ventajas que estamos alcanzando al dar voz y visibilizar los temas sobre salud mental, enseguida se le tildó de “loca”, “desquiciada” o “ridícula”. Sin embargo, ¿qué podríamos esperar tanto ella como cualquiera que pasara por una situación similar (aunque fuera difícil igualarla)? Estuviera bien, bailando en el salón de su casa, o publicara algún mensaje más triste, siempre se le juzgaba.
“El hecho de estar bajo una constante supervisión y control de otra persona puede generar sentimientos de impotencia y frustración, así como erosionar, en cierto modo, la autoestima y la autopercepción de valía, ya que la persona tutelada puede pensar que lo está porque no es suficientemente competente”, dice Unai Aso al respecto, y apuntala: “También puede surgir un conflicto interno entre el deseo de independencia y la percepción de ser tratado como alguien incapaz (como un niño). A largo plazo, esto puede derivar en síntomas de ansiedad, depresión y otros trastornos relacionados con el estrés”.
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Un aborto no deseado
De todas las parejas que han formado parte de nuestro star system, Britney Spears y Justin Timberlake protagonizaron una de las que más carpetas llenaron (incluida la mía). Eran mejor que Barbie y Ken, y muchos los tachan de “una de las parejas más sexies de Hollywood”. En sus memorias ella nos hace cómplices de ese romance, sentimos querer vivirla... hasta que sabemos que a los 19 años se quedó embarazada del artista, y como él no quería ser padre tan joven (ella sí, pues recibió una educación familiar muy religiosa) la convenció para abortar. Un relato que cuenta afirmando que fue un momento muy difícil, y que se suma al otro aborto natural que tuvo también junto a Sam Asghari. Todavía más falta de potestad en la toma de decisiones sobre su vida.
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The Women in me es uno de esos libros reveladores que prometen hacernos cambiar, si es que todavía no lo hemos hecho, la mirada que teníamos sobre Britney. Una niña que cuando estaba en octavo grado se iba a beber daiquiris con su madre, una adolescente que confiesa haberse drogado para intentar “estar menos depresiva”, una mujer pasó meses en rehabilitación porque a su familia le apetecía, un verdadero icono que, a fin de cuentas, está empezando a vivir ahora.
Soy yo, ¿o Britney Spears parece estar bastante bien para haber llevado la vida que dice haber pasado? Puede que, ahora que ha hecho público su pasado, por fin sea capaz de empezar de cero. “El libro puede haberle ayudado a resignificar sus experiencias tempranas y a poder expresar lo que sentía con mayor claridad. También ha podido ser una forma de reclamar su voz y de tomar el control, ya que escribir un libro es un comportamiento autónomo y para el que se dedica un tiempo prolongado. Incluso para los lectores, estas memorias pueden significar también muchas cosas; desde ofrecer consuelo, inspiración e incluso una sensación de no estar solos en sus luchas particulares. Es una buena forma de conectar con otros”. Subrayamos las palabras del psicólogo de Buencoco. Ojalá el libro de Britney Spears le ayude a pasar página, y a muchos de nosotros nos muestre una guía de cómo no caer en las red flags de la explotación, el patriarcado y el sensacionalismo.