Seguro que has oído o leído en algún momento frases como 'Sé tu mejor versión' o 'Consigue tus objetivos y serás feliz'. Pues el psicólogo y psicoterapeuta Buenaventura del Charco Olea se ha propuesto desmontarlas en su último libro Te estás jodiendo la vida, publicado por Ediciones Martínez Roca. En el libro, un manual de anti-autoayuda, transmite ideas como que debemos reivindicar nuestra humanidad y nuestros valores personales, empezar a ser nosotros mismos y sentirnos satisfechos con lo que realmente somos para tratarnos con decencia y respeto. Esto es lo que nos ha contado sobre su última obra.
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'Olvídate de tu mejor versión'. Sin duda toda una declaración de intenciones que rompe con una tendencia muy actual que nos anima precisamente a lo contrario. ¿Por qué nos invita desde el principio a dejar atrás esa mejor versión de nosotros mismos?
Realmente lo que hago es replantear el concepto: ¿por qué la mejor versión es la más delgada, la más productiva o la que tiene más “me gusta” en redes? El valor de un ser humano no debería basarse en lo que rinde ni en sus atributos, sino en su propia humanidad: sus sentimientos, sus valores, su autenticidad… ¿Ser mejor es tener más o es aceptarnos incondicionalmente con lo que somos? ¿Por qué ser mejor no es estar más descansado, más satisfecho, más en paz con uno mismo o amarse sin ponerse condiciones?
Esta continua carrera por “ser mejores” sólo nos lleva a una insatisfacción crónica (pues siempre podríamos mejorar en algo), a la comparativa con otros para ver si somos mejores, al perfeccionismo inalcanzable, a la autocrítica (nos damos mucha caña para esforzarnos más y llegar más lejos), al cansancio extremo… Y todo esto, sabemos, son factores clave a la hora de generar ansiedad, depresión, vacío existencial, obsesión…
Le han calificado en alguna ocasión como el psicólogo 'anti-Mr Wonderful', ¿cree que encaja?
Sí, es una etiqueta que me cuelgan frecuentemente, y la verdad es que ni me encanta ni me desagrada, entiendo que esa marca asumió una estética y un mensaje que va en la línea de lo que critico porque lo considero ajeno al mundo real (la vida es dura y no el país de la gominola) y excesivamente naif y buenista, algo que a pesar de su estética agradable, puede llegar a ser realmente opresor y que incita a reprimir continuamente las emociones “desagradables” pero necesarias como la tristeza, la rabia, la culpa (proporcional) o la ansiedad.
¿Puede ese afán por ser perfectos, por mostrar nuestra mejor cara, por ejemplo, en redes sociales, generarnos problemas de salud mental?
Desde luego, el postureo nos está achicharrando el cerebro. En primer lugar, porque cuando te metes en redes, en unos minutos ves la vida “escaparate” del postureo (muy manipulada para que sea ideal) de decenas de personas, y claro, es imposible ser mejor que todos ellos, lo cual te crea una sensación de no ser suficientemente bueno, de no estar llegando donde otros sí.
Antes, además, cuando tú veías las fotos de los famosos en ¡HOLA! no te comparabas, porque era gente “de otro nivel” casi de otra dimensión, veías la vida ideal de Ana Obregón o Julio Iglesias, pero es que esa gente era ajena a ti, ahora en cambio, todo el mundo hace su propio “posado” en redes, todo el mundo edita sus fotos y eso hace que tú también sientas que deberías tener las mismas cosas que ellos. Las redes sociales han democratizado “el posado y la fama” aunque sea a nivel marca blanca.
También dificulta la autenticidad, el poder ser nosotros mismos, sin estar pendientes de la aprobación de los demás. Para obtener esa validación, acabamos fingiendo y exagerando, mostrando algo que no somos realmente, y eso tiene un problema, que al hacerlo nos comunicamos a nosotros mismos que sólo esa “imagen de éxito” que proyectamos, es la que es digna de gustar y de amor, que nuestra parte más disfuncional, triste, menos guapa o incompetente no merece amor ni atención, cuando es, precisamente, la que más nos necesita.
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¿Qué se va a encontrar el lector en 'Te estás jodiendo la vida'? Un libro que, seguramente, estará colocado en las estanterías junto a los libros de autoayuda, cuando lo define como un manual de anti-autoayuda. Una paradoja, ¿no cree?
¡Jajajaja! Realmente lo es, aunque para ser del todo justo, es un libro de autoayuda, lo que pasa es yo no creo que las cosas sean buenas o malas por sí mismas, sino desde dónde las hacemos. Hay libros buenísimos de autoayuda como El Hombre en busca de Sentido de Viktor Frankl, pero por desgracia, ha calado una supuesta autoayuda que lo único que hace es culpabilizar a la gente por cosas normales como sentirse mal cuando le pasan putadas o crearles una sensación continua de “no estar haciéndolo bien” porque hay unos supuestos expertos que nos dicen todo el rato cómo vivir nuestra vida y cómo debemos ser, con unas recetas genéricas, iguales para todos y de copiar y pegar en lugar de ayudarnos a encontrar nuestro propio camino, ya que somos personas únicas e irrepetibles, desde la congruencia con nuestras emociones y valores personales.
Una de las lecciones es que debemos aceptarnos, con nuestras cosas buenas y malas, ¿no es así?
Totalmente, ese es el amor propio real. Desde la psicología de panfleto y superficial, desde la industria del desarrollo humano nos dicen que, como en las mercancías, nuestro valor depende de nuestro rendimiento y, por tanto, la única forma de poder querernos es tener puntos fuertes y conseguir objetivos.
Yo no creo que eso sea amor, yo no amo más a mi hermano si gana dinero o si pierde dos tallas de pantalón, yo le quiero porque me importa, porque estoy con él a las duras y a las maduras y porque siempre le ofreceré un hombro sobre el que llorar, porque decido no ser indiferente a lo que le pasa, sino porque me involucro con él. Amar nuestra parte que funciona, la capaz, la competente y exitosa es fácil, el reto está en poder amarnos a pesar de que haya una parte que no nos gusta de nosotros e incluso, normalmente, con motivo.
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¿Y por qué piensa que nos cuesta tanto conseguirlo?
Como explico en el libro, los seres humanos tenemos un miedo biológico, como especie, al rechazo. Hay que entender que nuestra supervivencia depende de pertenecer a un grupo humano que me acepte y me ayude, por lo que en nuestro instinto más primario hay siempre una vocecita que nos dice que gustar es igual a la vida misma. Por otro lado, la sociedad actual, desde el surgimiento del marketing emocional y el consumismo, así como el posmodernismo y otras tendencias como las redes comentadas antes, fomentan eso: continuamente te ponen referentes ideales en la publicidad, en el canon de belleza, en la vida que te hacen sentir que no estás a la altura, que no eres tan bueno y para cubrir esa angustia corremos a hacer ese curso, apuntarnos al gimnasio, o comprar esa crema antiestrías.
Finalmente, hay variables individuales, de la vida de cada uno, de cómo nos han criado, de si nos han exigido en exceso, de si nos han rechazado a lo largo de nuestra vida, de si nos han hecho sentir valorados, atendidos y dignos de amor.
Todas esas variables interactúan entre sí y acaban creando una voz crítica interna muy dura, que a la vez es juez y verdugo de nosotros mismos, siempre atacándonos para intentar obligarnos a esforzarnos más, a ser mejores, a llegar al próximo objetivo, sin darnos cuenta de que es insaciable porque intenta tapar con éxitos un déficit una parte disfuncional, una herida de valía que sólo se sana si abrazamos y aprendemos a tratar bien y con respeto a esa parte.
¿Por qué cree que vivimos en una sociedad que usted califica que tiene insatisfacción crónica?
Porque continuamente nos crean necesidades, porque nos hacen compararnos con unos referentes manipulados e imposibles de alcanzar. Antes la obligación sólo existía en lo moral o en lo laboral, en “cumplir con el deber” que decía mi padre, pero ahora, tenemos que estar a la altura como amantes, como padres, en la alimentación sana, en ver las series, en conocer las modas y tendencias, en estar informados, incluso, en el ocio, ya no vale cualquier cosa, hay que tener planes variados, probar restaurantes nuevos, ir a los sitios de moda, viajar…
Ya nada nos vale, y ya no nos sentimos cómodos con lo que somos en casi nada, siempre podríamos hacerlo mejor.
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En su libro nos hace una buena radiografía de la sociedad que nos ha tocado vivir, ¿por qué cree que hemos llegado a este punto?
Creo que sobre todo se debe a una serie de factores: El consumismo emocional, haber convertido al ser humano en un nuevo producto que siempre tiene que mejorar y cuyo valor depende de su rendimiento, cómo nos hemos aislado socialmente y somos más individualistas (estamos hiperconectados pero poco vinculados), la inestabilidad económico-laboral, las redes sociales y el postureo y el cambio constante (ya nada es para todo la vida, ni el amor ni el trabajo ni la vivienda).
La psicología y el mundo del “desarrollo personal” que deberían haber contrarrestado el efecto negativo de todo esto, lo que han hecho ha sido sumarse al carro, asumir el discurso de la mejora continua, del rendimiento, de las herramientas, y eso sólo ha ayudado a deshumanizarnos aún más.
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¿En qué aspectos diría que encaja eso de 'cualquier tiempo pasado fue mejor'?
No creo que sea así en términos absolutos, los tiempos actuales tienen cosas muy buenas: la justicia social, la libertad en la orientación sexual, política o religiosa, el desarrollo tecnológico, la democratización del ocio y un sinfín de cosas más, sin embargo, por decirlo de alguna manera, nos han dado lo accesorio en lo económico (ocio, móvil, compras) y nos han quitado lo básico, lo que da estabilidad, como el precio de la vivienda.
También estamos más solos, cada vez cuesta más sacar tiempo para tomar un café con un amigo, perder el rato charlando con la vecina de toda la vida o cruzarte con conocidos en la calle. No hay tiempo, vamos con prisa. Cambiamos más de todo: casa, trabajo, vivienda, pareja y demás y eso hace que nuestros vínculos sean más débiles.
Por otro lado, se ha fomentado la autoexigencia y el perfeccionismo a niveles nunca vistos, y en términos de salud mental, la inestabilidad, el individualismo y la autoexigencia es lo peor que podríamos tener, por mucho que estemos mejor que nunca en cuanto vida material o salud física, por así decirlo.
Habla de la importancia de empezar a ser nosotros mismos, ¿una tarea compleja, no es así?
Creo que no, que lo difícil es dejar de ser nosotros. Si te paras a pensarlo, tú sabes siempre lo que sientes, de hecho, por mucho que no quieras sentir, eso siempre está ahí. Esa tristeza, esa rabia o ese emocionarte de amor o ternura, te marca lo que es realmente importante para ti, coincida o no con la cultura y sus exigencias o sea instagrameable o no. Sin embargo, a pesar de tener una voz interna que nos deja tan claro qué es realmente importante para nosotros y qué necesitamos, la silenciamos para oír lo que nos exige la sociedad y para aparentar ser lo que no somos para conseguir el “me gusta” que en el fondo, no necesitamos por muy dulce y agradable que sea.
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¿Qué estrategias tenemos a nuestro alcance para conseguirlo?
Pues en el libro expongo algunas ideas, pero también preguntas. Creo poco en la psicología que da recetas de felicidad, iguales para todos, cuando cada uno es de, como decimos en Granada, “de su pae y de su mae”. Pero la práctica clínica y la investigación han demostrado algunas variables importantes y comunes, aunque luego se expresen de forma distinta en cada persona:
- La autocompasión (aprender a conmovernos por nuestro sufrimiento en vez de darnos caña y enfadarnos cuando cometemos un error).
- La aceptación incondicional de nosotros mismos, es decir, aprender a permitirnos ser quienes somos, y a tratarnos bien a pesar de las cosas de nosotros que no nos gustan o de ser conscientes de nuestros errores.
- La autenticidad, entendida como ser más espontáneos y tener el coraje de mostrarnos de forma honesta, tal como somos y lo sentimos, sin intentar proyectar una imagen o reprimir emociones o conseguir cosas que en el fondo no queremos sólo para conseguir la aprobación de otros.
- La congruencia, dejar de centrarnos tanto en si sale bien o mal, sino en si estamos siendo reales y honestos con nosotros mismos, lo importante no es tener éxito, sino librar las batallas que para nosotros son importantes, desde la lealtad y el compromiso con nuestros valores y lo que elegimos en la vida.
Todo esto suena genial, pero tiene un precio: rechazo, conflicto, desaprobación… Es duro, pero ser realmente libres y estar en paz con nosotros mismos, para mí, merece la pena.
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Y, para concluir, ¿qué podemos hacer para dejar de jodernos la vida?
Aparte de lo dicho anteriormente, volver a valorar cosas que ya no parecen importar porque no lucen, no posturean o no son productivas: descansar y no hacer nada, pasar tiempo con la gente a la que quieres, involucrarnos en un grupo humano, tener una rutina agradable (aunque no sea muy lucida ni espectacular), hacer cosas sin pensar en el resultado sino por el placer de hacerla... Me llama mucho la atención como los gurús de la autoayuda hablan siempre de objetivos, hábitos, herramientas y habilidades, cuando la investigación demuestra sobradamente que los vínculos humanos afectivos son el factor clave para el bienestar emocional.