Los datos son para reflexionar: actualmente, en España, más del 30% de la población sufre algún tipo de dolor, principalmente personas entre los 45 y los 54 años de edad y mayoritariamente mujeres (60%). Pero además, según datos de la Sociedad Española de Neurología (SEN), un 18% de la población española sufre algún tipo de dolor crónico, es decir, lleva sufriendo dolor durante más de 3 meses, y más de un 5% lo manifiestan diariamente. Datos que cobran relevancia en un día como el 17 de octubre, en el que se conmemora el Día Mundial Contra el Dolor.
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Diferentes tipos de dolor
“Existen diferentes tipos de dolor. El dolor nociceptivo, como respuesta a algún tipo de lesión, inflamación, infección o enfermedad; el dolor psicógeno, por alguna una causa psíquica, generalmente depresión o hipocondría; y el dolor neuropático, por una lesión o enfermedad del sistema nervioso central, que hace que se interpreten como dolorosos ciertos estímulos que en realidad no lo son”, explica el Dr. Alan Luis Juárez-Belaúnde, Coordinador del Grupo de Estudio de Dolor Neuropático de la Sociedad Española de Neurología (SEN). “Y aunque el dolor nociceptivo es el más habitual, el dolor neuropático es el que con más frecuencia está presente entre las personas que padecen dolor crónico: más del 60% de las personas que padecen dolor crónico padecen dolor neuropático”. Y es que, aunque el dolor crónico puede tener diversas causas y, además del propio dolor neuropático, es muy frecuente en problemas musculoesqueléticos, enfermedades articulares, cáncer o cefaleas, el dolor neuropático está presente en todos los casos de dolor mixto. El dolor mixto, llamado así porque los pacientes presentan tanto dolor nociceptivo como dolor neuropático es, en realidad, el tipo de dolor crónico más habitual.
Alrededor del 50% de las consultas de atención primaria se deben a consultas por dolor y, de ellas, hasta un 25% pueden ser relacionadas con dolor neuropático, que padecen en España actualmente 3 millones de personas. “El dolor neuropático es considerado como uno de los peores dolores, tanto por la dificultad de tratamiento, como por su enorme complejidad fisiopatológica, como por la intensidad en la que lo experimentan los pacientes”, señala el Dr. Alan Luis Juárez-Belaúnde. “Y si además de su enorme prevalencia -ya que hasta un 10% de la población padecerá dolor neuropático en algún momento de sus vida- tenemos en cuenta que, con los tratamientos actuales, solo un 40-60% de los pacientes logran un adecuado alivio del dolor, estamos hablando de una de las principales causas de pérdida de calidad de vida. En España, el 65% de los pacientes ha tenido que restringir sus actividades diarias y 82% refiere un impacto significativo en su calidad de vida debido al dolor”.
Además, alrededor de un 70% de las personas afectadas por esta condición pueden llegar a presentar algún tipo de trastorno en la esfera psiquiátrica, sobre todo del tipo ansioso-depresivo, alteraciones del sueño, o fatiga crónica. “La multimorbilidad está especialmente relacionada con este tipo de dolor. Además de trastornos del rango anímico como depresión y ansiedad, también es común que los pacientes sufran obesidad, diabetes, trastornos vasculares, pulmonares o cáncer. Y si ya para dolores de difícil manejo se necesita la combinación de dos o más líneas de tratamiento específicos, sufrir varias comorbilidades aún dificulta más la adecuada acción de éstos y se pueden incrementar los efectos adversos”, comenta el Dr. Alan Luis Juárez-Belaúnde.
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El dolor y las emociones
Teniendo todo esto en cuenta, hay un aspecto interesante en relación al abordaje del dolor, y es el componente emocional. Tanto es así, que nos preguntamos si se puede llegar a manejar mejor el dolor, a controlarlo, con una adecuada gestión emocional. “Sabemos de sobra que la cronificación del dolor, es decir su desarrollo como enfermedad implica cambios en el cerebro de gran calado: la evidencia científica nos ha desvelado desde ya hace años que este proceso de cronificación del dolor implica los mismos circuitos y función cerebrales que empleamos los seres humanos para procesar las emociones, el aprendizaje, la evitación y la recompensa”, nos cuenta la doctora María Madariaga, presidenta de la Sociedad Española del Dolor (SED).
La doctora añade que “el dolor crónico se asocia con ansiedad y depresión y los vemos claramente relacionados en la literatura científica, así como en la práctica clínica diaria. Y que hacen falta meses de estímulo doloroso/nociceptivo para que esta emoción quede alterada a largo plazo”
Además, apunta que igualmente, al reducir mediante distintas terapias psicológicas, físicas y farmacológicas el grado de dolor, también mejora la emoción asociada al dolor. “Es decir, el dolor y la emoción negativa van de la mano, crecen y disminuyen juntas y uno influye en el otro. Es posible canalizarlas tratarlas y mejorarlas al igual que el dolor crónico tiene margen de mejora. Además, es importante subrayar que la emoción negativa (ansiedad o depresión) no invalidad ni total ni parcialmente la veracidad de la persona que dice que tiene dolor y debe ser reconocido, evaluado, tratado y seguido por los profesionales de la salud más y mejor capacitados para ello: Psicología y Psiquiatría del Dolor”, añade.
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Una percepción del dolor distinta según cada persona
Nos planteamos si influyen los rasgos de nuestra personalidad en nuestra percepción del dolor, pues está claro que cada persona tiene un umbral de dolor, algo en lo que pueden influir, precisamente, las emociones. “Por supuesto que influyen, tanto la personalidad como las expectativas, el ánimo, el grado de conocimiento de lo que nos está pasando. La manera de vivir el dolor y aceptarlo depende tanto de la intensidad del dolor como de nuestra manera de ser/estar emocionalmente (ansiedad, depresión), de nuestro tipo de personalidad (catastrofización, anticipación negativa, miedo a lo que nos pueda pasar)”, nos cuenta la especialista.
El caso concreto del dolor crónico
En el caso concreto del dolor crónico, ¿está muy relacionado por ejemplo con la tristeza, la ansiedad o incluso la ira? La experta confirma que así es, pero añade que el paciente con dolor crónico no puede enfrentarlas solo. Así, hay muchos estudios en pacientes con dolor crónico (dolor lumbar crónico refractario y síndrome de dolor regional complejo) que son tratados mediante terapia cognitivo conductual. "Tratar nuestros miedos y expectativas negativas mejora nuestra funcionalidad pese al dolor, y en algunos pacientes, reduce el dolor también. Y siempre mejora la calidad de vida además de mejorar su vivencia de autonomía de la persona”, concluye.