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¿Tienes una relación tóxica con el dinero?

El dinero es uno de los temas tabú por excelencia. Y, la gran mayoría, adolece de una cultura financiera, por lo que sus referentes son los padres o personas más allegadas, que no necesariamente suelen ser un ejemplo en el área económica e inculcan creencias limitantes que nos lastran hasta que somos adultos


Actualizado 16 de octubre de 2023 - 19:43 CEST

¿Te preocupa el dinero? ¿Los pensamientos sobre si tienes suficiente o no ocupan la mayor parte del día? ¿Tu 'compromiso' con el dinero afecta, además, a otras parcelas de tu vida como, por ejemplo, la familia o los amigos? Es posible que hayas desarrollado una relación tóxica y que esto te impida tanto ahorrar, como invertir e, incluso, vivir una vida más satisfactoria. Maïté Issa, coach experta en Manifestación (o atracción), autora del best seller Tu éxito es inevitable (Editorial Grijalbo) nos cuenta por qué aparece y qué podemos hacer para mejorar nuestra relación con el dinero.

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¿Qué es una relación tóxica con el dinero?

El dinero es uno de los temas tabú por excelencia. Y, la gran mayoría, adolece de una cultura financiera, por lo que sus referentes son los padres o personas más allegadas, que no necesariamente suelen ser un ejemplo en el área económica e inculcan creencias limitantes que nos lastran hasta que somos adultos. Prácticamente todo el mundo ha tenido una relación tóxica con el dinero que impide estar en balance con lo que queremos y lo que tenemos. Los vínculos tóxicos se pueden dividir en tres hechos observables: las acciones que tomamos, las palabras que decimos y las emociones que sentimos.

¿Cómo se materializan las acciones? En que nunca donas o ayudas económicamente a nadie porque consideras que puede faltar el dinero en tu cartera; o, al revés, ofreces mucho a los demás pero nunca gastas o inviertes en ti. Cuando existe una relación tóxica con el dinero no estamos en equilibrio a nivel de acción; y así, por ejemplo, podemos encontrar a la persona que ahorra compulsivamente (ahorradora) o a quien gasta compulsivamente (gastadora). En esta breve clasificación, también encontramos a la persona evasiva, que es la que no quiere mirar las cuentas o se desentiende del dinero que tiene. Por último, está la denominada persona monje, que se siente superior porque, desde su percepción, el dinero es algo material y si se quiere ser mínimamente evolucionado no debe interesar más allá de lo necesario.

Todo lo expuesto muestra, en realidad, distintas relaciones tóxicas con el dinero porque o es “el malo de la película” o se pone en un pedestal y, en ambos casos, cuando no estamos en ese balance de una relación sana –al igual que en una relación de pareja–, desemboca en una relación tóxica donde ya no cuentas con un aliado con el que formar equipo y una de las partes está por encima o por debajo, no en equilibrio.

En segundo lugar, están las palabras que nos decimos que, igualmente, reflejan lo que creemos. De ahí esas expresiones de queja en cuento al dinero, como que “Nunca es suficiente”, “Hay que trabajar duro para ganar un euro” o la consabida “El dinero no crece en los árboles”. Hay que pararse a pensar qué (nos) decimos y ser ecológicos con nuestros pensamientos y conversaciones.

Y llegamos a las emociones, donde lo pertinente es preguntarnos qué nos 'despierta' el dinero. ¿Sientes ansiedad o gratitud cuando miras tu cuenta bancaria? ¿Sientes estrés o felicidad cuando sacas la tarjeta para pagar en el supermercado? O, quizás, puedas sentir neutralidad, también.

En cualquier caso, todas estas reflexiones nos permiten liberarnos y hacernos conscientes de que puede que estemos muy apegados al hecho de tener o no tener (toxicidad). Y, cuando te liberas, todo fluye.

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¿Por qué aparece? ¿Y cómo influye en la infancia?

Porque se repiten patrones limitantes de escasez aprendidos, aunque nos cueste trabajo creerlo, para protegernos. Nuestro cerebro se aferra a lo conocido, incluso cuando sabemos que no es beneficioso para nosotros. Es un superviviente y, a lo largo de la historia, ha aprendido a reafirmarse con lo familiar para mantenernos a salvo. Podemos imaginar por un instante a nuestros antepasados; por ejemplo, al Homo Erectus, viviendo en plena naturaleza inhóspita y salvaje. Cada jornada se enfrentaban a lo desconocido: peligros impredecibles en nuevas áreas o grandes depredadores. En ese contexto, tener una tendencia por lo familiar era una habilidad muy eficaz para poder sobrevivir.

Cuando experimentamos relaciones tóxicas en el pasado (sí, también con el dinero), nuestro cerebro se acostumbra a la química que segrega las emociones intensas y las dinámicas negativas que le acompañan. El cerebro, de alguna manera, se enamora de lo tóxico simplemente porque es familiar. Y, aunque los altibajos que provoca el cortisol son agotadores, nos quedamos atrapados buscando esos momentos de euforia que para nosotros son conocidos y, por tanto, son preferibles a “lo desconocido”.

En todo caso, esas creencias limitantes que nos bloquean cuando somos adultos se originan en la infancia, de acuerdo a lo que hemos observado, en base a lo que hemos vivido y debido al propio contexto. Si nuestros padres repetían ideas parecidas a “no se puede” o “no hay dinero”, esas afirmaciones nos serán familiares; y si, además, hemos sufrido que al final de mes no hemos podido ni siquiera hacer la compra para comer o hemos vivido tensión en casa por el tema financiero, lo que entendemos es que el dinero es escaso (como “verdad absoluta”).

En otras palabras, desde la infancia has sido programado en tu cerebro por las experiencias que has experimentado y que son las que han dado luz a creencias y emociones que van a afectar a tus comportamientos, acciones y resultados en relación al dinero. Todas esas creencias activan tu cerebro con el fin de que este cree esa realidad acorde a lo que pensamos y excluya otras posibilidades. Por tanto, lo que has vivido y sentido de pequeño, perseguirá a tu 'yo adulto', salvo que tomes conciencia y modifiques esas creencias perniciosas sobre el dinero.

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¿Cuáles son los síntomas comunes?

Además de los síntomas que hemos mencionado en la primera pregunta, el más clarificador es el del termostato financiero. ¿Qué significa? El termostato hace que una temperatura concreta sea mantenida constantemente en una sala o inmueble. Utilizando ese mismo paralelismo, una parte de nuestra psique está diseñada para crear y mantener el termostato en todas las áreas de nuestra vida, incluido en el ámbito económico. Esto se traduce en que da igual lo que ganes, porque si percibes más, surgirá algún imprevisto o deuda que te llevará a tener la misma cifra en tu cuenta bancaria en todo momento.

El termostato vuelve a ser un mecanismo de protección de nuestro cerebro reptiliano que necesita que estemos a salvo, por lo que evita a toda costa experiencias nuevas. Así pues, nuestra zona de confort estará acostumbrada a tener una cierta cantidad de dinero y nos “defenderá” contra todo nuevo ingreso que podamos tener.

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¿Quiénes suelen verse afectados por esta dinámica?

Hemos sido educados en una sociedad donde el dinero siempre ha estado bipolarizado en el extremo de la 'maldad'. Todos tenemos, en alguna medida, una relación tóxica con el dinero. ¿Quién se ve afectado entonces? Todo el mundo que no haya hecho un trabajo de reprogramación con respecto a lo que ha aprendido en la infancia.

Pero, ojo, no es culpa nuestra sino debido a los numerosos mensajes recibidos tanto de los medios mainstream como de nuestros padres (y tampoco ellos serían culpables). Las generaciones pasadas vivieron hambrunas, guerras, escasez y esas vivencias han tomado la forma de creencias, hábitos, costumbres que se han ido comunicando de generación en generación –lo que se llama trauma transgeneracional–. Los medios de comunicación han contribuido igualmente en fomentar una cultura en la que el dinero ha sido presentado como la fuente del mal y como algo que es muy escaso y únicamente unos pocos pueden tener el privilegio de disfrutarlo.

Pongamos como ejemplo a una de mis alumnas a quien llamaremos “Marisa”, para preservar su identidad. Ella es una mujer que experimentó un entorno familiar disfuncional durante su infancia, donde sus padres tenían una relación tóxica y conflictiva con el dinero. Marisa creció en un ambiente lleno de tensión, conflictos verbales y emocionales debido a la escasez. Como resultado, ella aprendió a asociar el dinero con la discordia y la hostilidad. En su mente, tener dinero (o la falta de él) está ligado a una montaña rusa de emociones negativas.

Al llegar a la edad adulta, estas experiencias le llevan a sentirse más cómoda en trabajos mal pagados y relaciones donde prevalecen dinámicas tóxicas, inestables y manipuladoras (al igual que con sus padres). A pesar de sentirse angustiada por la escasez y todo lo que ello puede conllevar, Marisa continúa atrapada en un ciclo de dependencia emocional donde no tener dinero –o que este se gaste sin opción al ahorro o estabilidad económica– forma parte de su realidad diaria.

Neurológicamente, cuando nos vinculamos emocionalmente con alguien o con una creencia que para nosotros tiene sentido, se activan ciertos circuitos cerebrales que están vinculados con el placer, la recompensa y el bienestar emocional. En estos circuitos se encuentra involucrada la liberación de dopamina, una sustancia química cerebral que nos hace sentir bien y satisfechos.

En una relación tóxica, pueden ocurrir varias interacciones y dinámicas que estimulan estos circuitos cerebrales asociados con el placer y la recompensa. “No he conseguido ese trabajo”, “No tengo dinero”, “Mi proyecto no ha sido el elegido” pero, sin embargo, “Yo sigo siendo una buena persona, humilde y fiel a mi familia”, creencia que replica todos esos resultados que redundan en que eso es lo correcto y, por tanto, es lo que finalmente debe ocurrir. El contraste de emociones extremas (esperanza porque las cosas cambien y constatación de que nada puede cambiar y así debe ser) refuerza esos circuitos de esa creencia que nos mantiene “a salvo” en nuestra realidad impostada.

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¿Cuándo es necesario buscar ayuda para abordar este problema?

Es necesario buscar ayuda cuando ves que la falta de dinero comienza a afectar a todas las áreas de tu vida. Por ejemplo, si no tienes suficiente, dejarás de tener vida social o cultivar las relaciones de amistad, porque nunca podrás salir o estar con tus amigos; también puede repercutir en el área familiar porque te sientes tan angustiado por la carencia que te comportas de manera hosca y desagradable con tu familia y, en consecuencia, dejas de disfrutar y crear bonitos momentos juntos. Cuando ves que has llegado a ese punto, puedes trabajar tu relación con el dinero, sí; pero mi consejo es no llegar a ese extremo y actuar mucho antes.

El problema, como seres humanos, es que esperamos a que la situación quiebre para actuar. Esperamos el punto de no retorno porque nuestro cerebro, por las razones mencionadas antes, está más programado para huir del dolor que para buscar el placer. Así que lo esperable es que llegue la crisis y que esa relación tóxica haya impactado en todas las áreas de nuestra vida para actuar. Y, lo deseable, es hacerlo al revés, antes de que tenga un impacto negativo.

Es más sano actuar cuando estás bien porque es posible estar bien y querer más; y ahí tendremos que luchar contra otra de las creencias que la sociedad nos ha inculcado, esto es, que si ya tienes suficiente, eres una persona avariciosa por querer más cuando –y aquí está la clave– tienes todo el derecho del mundo a querer más sin que nadie opine sobre tus objetivos, sueños, nivel de lujo o libertad con la que quieras llevar tu vida. El dinero, en este caso, también permite comprar tiempo porque si trabajas mucho y no llegas a fin de mes, ¿es eso realmente libertad? Es como si estuviéramos corriendo detrás del dinero y no tiene por qué ser así.

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¿Qué consejos hay para prevenir la aparición de esta relación problemática?

La manera de prevenir la relación tóxica con el dinero es en la infancia. En el caso de los adultos, no va a ser tanto prevenir sino tratarlo. El guion de tu vida se escribe, sobre todo, hasta los 8 años de edad y, en menor medida, hasta los 16, en la adolescencia, cuando hay una nueva reprogramación del cerebro y se vuelve a estar más propenso a la programación exterior.

¿Cómo se puede prevenir? Pues me dirijo a los padres para que cuiden los mensajes que emiten acerca del dinero cuando están sus hijos delante, sobre todo cuando piensan que no están escuchando (que es justo cuando lo hacen). Que tengan cuidado no solo cuando les hablan sino que observen cómo se comportan ellos, como padres, con el dinero. Por ejemplo, cómo reaccionan cuando llega una factura, cuando la pagan, cuando hablan de ellas; qué razones les dan a sus hijos cuando no les quieren comprar algo. ¿Les dicen que “no hay dinero”? Una buena respuesta es: “Si quieres ese peluche te voy a enseñar cómo ganar el dinero y lo vamos a hacer juntos”. Como padre o madre, le ayudas, le formas, le hablas del dinero, no dejas que sea un tema tabú ni lo conviertes en un 'monstruo'; le hablas de una manera neutra y le haces entender que el dinero es clave, es una herramienta –ni positiva ni negativa–; es como un cuchillo, puedes matar a alguien o puedes cortar los ingredientes de una deliciosa comida. En cualquier caso, la 'culpa' no es del cuchillo, ¿verdad?

Además, el dinero es una herramienta que no te cambia sino que potencia los rasgos de tu carácter. Si eres generoso lo serás mucho más e igualmente si eres avaricioso. Es lo que necesitamos implantar en los niños porque a nosotros, los adultos, ya solo nos queda tratarnos.

Y, precisamente ¿cómo se puede tratar eficazmente una relación tóxica con el dinero?

Tomar consciencia

Aceptar que la relación es tóxica (aunque sea con el dinero) y que es necesario ponerle fin para proteger tu bienestar emocional. Si no lo ves, no es posible solucionar el problema.

Todo comienza en el cerebro, donde podemos reprogramar y cambiar esas creencias y emociones. Lo que pretendemos es reescribir el pasado redefiniendo la relación con el dinero. En primer lugar, debes hacerte consciente de qué tipo de relación tienes con el dinero, cómo lo defines. Te propongo un ejercicio muy práctico: si tuvieras que explicar a alguien qué es el dinero, ¿qué dices primero? Hay respuestas como que “El dinero es la raíz del mal” o “La razón de todos los problemas” o los de tu familia. Ese tipo de respuestas ya te están planteado un origen o una percepción distorcionada.

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Observa tu relación con el dinero

Debes observar cómo te portas tú con el dinero. A la hora de pagar una factura, una cuenta... ¿Te quejas? ¿Das las gracias? Observa, además, si eres generoso con tu dinero, si eres responsable (que no tacaño) en tus gastos, cuánto te quedas para ti, etc. Es recomendable ser consciente de las frases que vas repitiendo acerca del dinero. Y algo muy interesante: notar las emociones que tienes al ver tu cuenta bancaria te ayudará a ver cómo es esa relación que mantienes. Una vez que avancemos con todo lo expuesto, hay que llevar ese trabajo al subconsciente, cambiando esos comportamientos con actos muy sencillos: dar las gracias cada vez que puedes pagar algo (lo que sea) en vez de quejarte o concebir el pagar la cuenta como un acto de empoderamiento y no torturarte por ello.

Busca ayuda

Habla con familiares, amigos o busca la ayuda de un terapeuta para recibir el apoyo necesario que te haga ver que tu realidad no tiene por qué ser tal y como te has autoconvencido de que debe ser. Es aconsejable que te distancies de tu percepción errónea y proceses tu pasado (si es con ayuda profesional, mejor).

De hecho, si crees que cambiando tu situación (a mejor) tu familia o allegados ya no te verán igual o te dejarán de lado o pensarán que ya no formas parte del clan, todo eso te llevará a no pasar a la acción y a quedarte siempre estática. Apuesta por ti y por los cambios que harán la diferencia para que tu yo presente viva lo que tu yo del pasado no te permite.

Fórmate

Aprende sobre el dinero, infórmate para saber cuál es la forma de gestionarlo o manifestarlo. Con un buen acompañamiento y disciplina se pueden revertir patrones de escasez y sanar la relación con el dinero.

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