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mujer espejo© Getty Images

Piel con rojeces, ¿es cuperosis o rosácea?

Son dos afecciones de la piel diferentes, pero relacionadas entre sí, que se manifiestan en la cara, por lo que tienen un impacto emocional importante


Actualizado 13 de octubre de 2023 - 15:02 CEST

Irritación, enrojecimiento… quien padece problemas relacionados con su piel, como la rosácea o la cuperosis, sin duda sabe hasta qué punto pueden llegar a condicionar su día a día. “Los síntomas de la cuperosis y la rosácea se manifiestan en la cara, por lo que tienen un impacto emocional importante. En momentos de brotes activos, las personas afectadas pueden reducir su vida social y ver condicionadas sus relaciones laborales y afectivas. La presencia de capilares en el rostro se ha asociado tradicionalmente con personas que son bebedores habituales, por lo que el impacto emocional, puede ser aún mayor”, nos comenta la doctora Isabel del Campo, dermatóloga del Instituto de Dermatología Integral de Madrid.

Pero, ¿son problemas diferentes? ¿Qué tienen en común ambas patologías dermatológicas? “Son dos afecciones de la piel diferentes, pero relacionadas entre sí”, nos anticipa la experta, que nos detalla cómo se manifiestan, así como las características que comparten y en qué se diferencian.

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Rasgos comunes y diferenciales

La experta nos explica que la cuperosis se manifiesta como una piel sensible y reactiva que se enrojece con facilidad sobre todo en la cara (normalmente en la zona de las mejillas, aletas de la nariz y mentón) y, en ocasiones, en la zona del escote. “Aparecen rojeces y pequeñas dilataciones capilares de diferentes tamaños denominadas telangiectasias. La cuperosis puede ser en ocasiones una condición de pre-rosácea, aunque no todos los pacientes con cuperosis acaban desarrollando rosácea”, nos explica.

Mientras, por su parte, la rosácea es una patología crónica de la piel de carácter inflamatorio. “Además del enrojecimiento, (que a veces aparece de modo súbito) aparecen lesiones inflamatorias (pápulas y pústulas), acompañados de sensación de tirantez y quemazón. En los casos más graves, puede llegar a producir deformidades por hipertrofia de las glándulas sebáceas, sobre todo en la zona de la nariz, lo que se denomina rinofima, que, en la gran mayoría de los casos, se presenta en hombres. La rosácea cursa en forma de brotes que se alternan con periodos de remisión”, detalla.

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mujer tocando su piel© Getty Images

Factores desencadenantes

Otra de las dudas que nos planteamos es si desencadenan estos problemas de la piel los mismos factores. “En ambos casos, existe un fuerte componente genético, además hay que tener en cuenta el sexo, ya que es mucho más frecuente en mujeres que en hombres”, comenta la dermatóloga, que nos explica que existen otros factores que también hacen que ambas empeoren o se desencadene un brote:

  • Cambios bruscos de temperatura (especialmente el frío).
  • Tabaco y alcohol.
  • Comidas picantes y difíciles de digerir.
  • Estrés.
  • Menopausia.
  • Exposición solar.
  • Medicamentos con corticoides.

“En ambos casos, el diagnóstico se basa en una exhaustiva historia clínica, así como en una exploración física realizada por un especialista en dermatología”, nos explica.

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¿Cómo se deben tratar?

El tratamiento, nos explica la dermatóloga de IDEI, tanto para la cuperosis como para la rosácea, depende de la gravedad de las mismas.

  • En el caso de la cuperosis, el tratamiento inicial se basa en el uso de cremas vasoconstrictoras para disminuir tanto el riego sanguíneo como el color rojizo de las zonas afectadas. También se pueden emplear láseres vasculares para actuar directamente sobre las dilataciones vasculares haciendo que éstas desaparezcan. Por supuesto, también es fundamental el uso de fotoprotectores solares con SPF 50 durante todo el año, ya que la radiación solar es un factor que agrava los síntomas de la cuperosis.
  • Por su parte, el tratamiento de la rosácea es sintomático, ya que no existe una cura definitiva. En casos leves, se suelen prescribir cremas vasoconstrictoras y antibióticas, así como emolientes e hidratantes (para tratar la tirantez, la sequedad y la quemazón). También pueden precisarse antibióticos vía oral para para tratar brotes agudos (por ejemplo, cuando existen granos, pústulas o pápulas).

“En cuanto al tratamiento con láseres médicos se han producido importantes avances que consiguen espaciar los brotes, que estos tengan una duración menor, así como evitar recurrencias. Hablamos de láseres de colorante pulsado y de neodimio Yag, además de los KTP. Por otra parte, el tratamiento biofotónico de la rosácea es una tecnología no invasiva que actúa por la fluorescencia que emite un gel, aplicado sobre las zonas afectadas, al ser expuesto a una luz azul. Éste consigue una renovación celular (con lo que disminuye posibles cicatrices que se tengan en el rostro), tiene un efecto antiinflamatorio y mejora la vascularización de la piel de las zonas afectadas”, nos comenta.

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