Nuestro aparato digestivo cada vez cobra mayor protagonismo. Por un lado, se sabe más sobre la vinculación de este con nuestro cerebro y cómo las enfermedades digestivas pueden afectar a nuestra salud mental y viceversa. Por otro, con el tiempo también se conocen más las patologías que lo aquejan y cómo muchas de ellas están influenciadas por nuestros hábitos de vida, como, por ejemplo, como ya nos podemos imaginar, por los alimentos que consumimos.
En este sentido, la enfermedad de Crohn y la colitis ulcerosa ocupan un lugar destacado. Estas condiciones, aunque distintas en su manifestación, comparten similitudes. Ambas se caracterizan por la inflamación crónica del intestino, que puede afectar a distintos tramos del tracto gastrointestinal, desde la boca hasta el ano. Ambas entran dentro de lo que se conoce como enfermedad inflamatoria intestinal (EII). Las dos son trastornos autoinmunes, lo que significa que el sistema inmunológico del cuerpo ataca por error al revestimiento del intestino, desencadenando la inflamación persistente.
Aunque estas enfermedades han existido durante siglos, su incidencia parece estar en aumento en los últimos años. Unas 300.000 personas en España y más de 3 millones en toda Europa padecen enfermedad inflamatoria intestinal. Estas cifras no son estáticas. La incidencia no para de aumentar y afecta tanto a adultos como a niños y adolescentes. De hecho, actualmente, se diagnostican en nuestro país 4.000 nuevos casos, es decir, un 0,8% de la población está afectada por algún tipo de estas enfermedades. Es esperable que, de cara a los próximos 5 o 10 años, el 1% de la población española esté afectada por estas patologías alcanzando a casi medio millón de personas en España. Así lo ha indicado Ana Gutiérrez Casbas, presidenta del Grupo Español de Trabajo en Enfermedad de Crohn y Colitis Ulcerosa (GETECCU), durante la rueda de prensa de presentación de la 34 Reunión Anual GETECCU, la cita científica anual más importante de España en EII.
Aliviar el impacto en la vida de los pacientes
Lo que hace que estas patologías sean especialmente complicadas es su impacto en la vida de quienes las padecen. Además de los síntomas (diarrea crónica, dolor abdominal, sangrado rectal, fatiga y dolores articulares), por lo general, se manifiestan en personas que tienen entre 30 y 40 años, lo que puede afectar a la vida cotidiana e, incluso, a los planes futuros. Todo ello, no solo causa un impacto físico en los pacientes, también emocional.
Además, las terapias farmacológicas actuales no son curativas. De hecho, los pacientes pueden requerir tratamientos a largo plazo, lo que resulta en numerosas visitas al hospital, ingresos y, en muchos casos, cirugías.
De ahí que para mejorar la calidad de vida de estos pacientes, no solo basta con controlar los síntomas físicos, sino también proporcionarles profesionales que puedan ayudarles en la gestión del estrés, a mantener una alimentación saludable y un cuidado de la microbiota intestinal. Y es que todos ellos son factores que influyen en el manejo de la enfermedad, pero también posibles desencadenantes de ella. "No sabemos exactamente qué produce la enfermedad inflamatoria intestinal, pero sí sospechamos que son varios factores los que inciden, entre ellos, el estrés o la dieta", Iago Rodríguez, gastroenterólogo del Servicio de Aparato Digestivo del Hospital de Galdakao y miembro de la Junta Directiva de GETECCU.
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Cómo afecta el estrés
Una de las realidades que enfrentan muchas personas que viven con la enfermedad de Crohn y colitis ulcerosa es la relación entre el estrés y los brotes de la enfermedad. Como seres humanos, todos experimentamos situaciones estresantes en la vida, ya sea en el trabajo, en la universidad o en nuestras relaciones personales. Sin embargo, para quienes padecen estas enfermedades, el estrés puede tener un impacto particularmente perjudicial.
El estrés libera cortisol y ello puede desencadenar una inflamación intestinal más intensa. Esto significa que los momentos de alta presión en el trabajo, conflictos familiares o preocupaciones personales pueden desencadenar brotes de la enfermedad, lo que resulta en síntomas más graves y una disminución de la calidad de vida.
A su vez, "el estrés tiene una implicación importante en el debut de estas enfermedades", asegura el Dr. Rodríguez. De ahí que este experto insiste en la importancia de individualizar los tratamientos y dar al paciente todo el apoyo necesario para poder manejar su enfermedad y sus síntomas.
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El papel de la alimentación
La relación entre la alimentación y las enfermedades inflamatorias intestinales es un tema de gran interés y debate. Muchos pacientes se preguntan si pueden controlar sus síntomas a través de la dieta. La respuesta, como señala el Dr. Yago en nuestras conversaciones anteriores, no es simple.
Si bien no existe una dieta específica que cure la enfermedad de Crohn y la colitis ulcerosa, existe evidencia de que ciertos hábitos alimenticios pueden influir en la frecuencia y la gravedad de los brotes. Por ejemplo, se ha observado que las personas que consumen una gran cantidad de alimentos procesados y con alto contenido de grasas saturadas tienen un mayor riesgo de experimentar síntomas graves. Asimismo, hay algunas sustancias presentes en estos alimentos, como por ejemplo, los emulsionantes, que adelgazan la pared protectora del intestino, permitiendo el paso, no solo de nutrientes, sino de otras sustancias tóxicas, así como bacterias, que acaban alterando la microbiota y favoreciendo la aparición de enfermedades.
El gastroenterólogo Iago Rodríguez concluye recordando que una dieta rica en alimentos frescos, fibra y nutrientes esenciales puede ayudar a mantener el intestino en mejor estado y, en algunos casos, reducir la inflamación.