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Por qué ser asertivo puede ser una buena estrategia para gestionar el enfado

Junto con la empatía, la asertividad nos permite expresar nuestros derechos y necesidades, respetándonos a la vez que respetamos y valoramos otros puntos de vista


Actualizado 29 de agosto de 2023 - 16:07 CEST

Todos, en algún momento de nuestras vidas, nos enfadamos. Estamos ante una emoción habitual, presente en muchas ocasiones en nuestras vidas. “Las emociones básicas son neutras y, cada una desde su propia función, lo que pretende es cuidar de nosotros. El miedo, el enfado, la tristeza, el asco, la alegría y la sorpresa no son ni positivas ni negativas. Lo que pretenden es aportarnos un mensaje neutro, para que lo validemos y lo gestionemos”, nos anticipa Sonia Díaz Rois, experta en Gestión de la Ira y Eneagrama, que añade que igual que ocurre con el miedo y la tristeza, el enfado podría considerarse una emoción negativa, en su caso porque solemos relacionarla directamente con la ira.

Por este motivo, matiza que diferenciar ira y enfado podría ser el primer paso para empezar a gestionar mejor esta emoción, a veces, en su opinión, tan incomprendida y demonizada. “El enfado se activa cuando percibimos una amenaza, ya sea real o imaginaria”, explica la experta, que nos cuenta que para comprender el enfado, es importante saber que “no existen enfados, existen personas que se enfadan” porque, dependiendo de la calidad de nuestros pensamientos, este se alimentará de una manera u otra y se activará en cada uno de nosotros por motivos bien variopintos.

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Aprender a 'escuchar' esta emoción

En su opinión, es básico recordar y comprender que lo que a una persona le enfada, puede no enfadar a otra, y viceversa. “El enfado, como emoción básica, necesita expresarse, pero cuando adopta su forma de cabreo, lo único que suele conseguir es que dejen de escucharnos. Antes de lanzarnos a correr detrás de otra persona para expresar nuestro enfado, es conveniente que nos hagamos responsables de esta emoción y seamos los primeros que aprendamos a escucharla”, sugiere.

Si no escuchamos el mensaje que el enfado nos trae y no nos paramos a observar cuál puede ser su origen, es cuando nuestros pensamientos empiezan a alimentar la emoción, creando un sentimiento de frustración, injusticia, intrusión, ofensa… que irá dando paso al malhumor e, incluso, a la ira. “Si no cazamos estos pensamientos y los gestionamos a tiempo, bien pueden convertirse en auténticas rumiaciones que pasarán a formar parte de nuestro día a día sin darnos cuenta. Convivirán con nosotros y formarán parte de nuestros días. Pasarán tan desapercibidos y estarán tan integrados en nosotros que pueden llegar a normalizarse. Y es ahí cuando ese sentimiento puede llegar a apoderarse de nosotros para conectar con el malhumor. Y no sabremos ni cómo ha ocurrido”, nos explica la coach, que añade que, por este motivo, es crucial escuchar al enfado desde un primer instante y validar esos pensamientos que lo acompañan, para comprenderlos y decidir qué queremos hacer con ellos.

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¿Es el enfado una emoción necesaria?

Una de las cosas en las que insiste la mentora es en que para enfadarse no es necesario conectar con la ira. “El enfado no pretende que gritemos, ni que hagamos aspavientos, ni que soltemos cuatro barbaridades de las que, poco más tarde, seguramente nos arrepentiremos. El enfado, observado como emoción básica y desde su mensaje neutro, puede considerarse una emoción de aproximación, como la alegría”, nos detalla. Considera, por lo tanto, que el enfado necesita expresarse, pretende que comuniquemos nuestras preferencias, nuestras necesidades y que nos hagamos respetar.

“El enfado nos anima a comunicarnos y ser tenidos en consideración, en cuenta. Es comunicación, es entendimiento, es la forma de lograr un consenso o un punto intermedio. El enfado es necesario. Lo que no es necesario, si nuestra vida no corre un verdadero peligro, es mostrar agresividad o subidas de tono en una conversación motivada por algún tipo de discusión o desacuerdo”, detalla.

Y añade un punto de vista interesante: el enfado tampoco quiere represión ni contención. No quiere ser controlado, ya que de este modo no podrá cuidar de nosotros. Si no se expresa es posible que acabemos adoptando una posición de sumisión.

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Gestionar el enfado desde la asertividad

Y es aquí donde entra en juego la asertividad. “El enfado, expresado de una manera adecuada y asertiva, nos permite cuidar de nosotros y de nuestra autoestima. Nos permite expresarnos, compartir nuestras necesidades y reclamar nuestros derechos, al mismo tiempo que valoramos y respetamos a los demás”, explica.

El enfado expresado de manera asertiva también nos anima a compartir nuestra opinión y de este modo estaremos permitiendo que otras personas nos conozcan, tal y como nos cuenta. Si nos conocen mejor, si saben lo que queremos, también estaremos generando una posibilidad mayor para que nuestras preferencias y necesidades sean respetadas.

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Beneficios de ser asertivo cuando aparece esta emoción

Le preguntamos si, por lo tanto, la asertividad puede ser una buena estrategia para gestionar el enfado. “La asertividad nos permite expresar nuestros derechos y necesidades, respetándonos a la vez que respetamos y valoramos otros puntos de vista. La asertividad, junto a la empatía, son claves a la hora de gestionar el enfado. Comprender que esa persona tiene su propia fiesta interna y que, aunque puede ser parecida, es diferente a la nuestra (ni mejor ni peor), nos ayuda a comunicarnos adecuadamente. Recordemos que lo que a uno le molesta, a otra persona puede no molestarle o no molestarle tanto”, comenta la experta.

E incide en que la práctica de la asertividad nos permite relacionarnos de forma consciente, poniendo el foco en la cuestión en lugar de en la persona, evitando acusaciones innecesarias. Nos ayuda a expresarnos desde nuestras necesidades, desde eso que queremos, cuidando de nosotros y de nuestras relaciones.

“Observar lo que nos enfada, sin personalizar, y hablar de la situación, comprendiendo qué película nos estamos contando sobre lo que sucede, para evitar que nuestro pensamiento automático se active, nos ofrece cierto margen para identificar el sentimiento que acompaña a esa situación y cómo lo estamos reinterpretando”, sugiere, y propone que nos hagamos estas preguntas:

  • ¿Qué pensamientos están acompañando a eso que está ocurriendo?
  • ¿Qué es lo que me molesta?
  • ¿Qué más hay ahí?

“Dirigir la mirada hacia uno mismo nos permite ser responsables de nuestra emoción y de nuestra conducta, además de nuestra forma de comunicar lo que estamos sintiendo. La asertividad mejora la expresión del enfado y evita que viciemos este emoción con otro tipo de pensamientos y discursos que tendrán más posibilidades de crear malhumor”, detalla.

“La asertividad es de gran ayuda tanto para el enfado expresado de manera inadecuada, como para animar a aquellas personas que lo contienen y que viven en un estado de sumisión y sobreadaptación, a expresarlo adecuadamente. Expresar el enfado de una forma poco adecuada es igual de contraproducente que reprimirlo de manera constante. En ambos casos, si aprendemos a expresar adecuadamente nuestro enfado, estaremos cuidando de nuestra autoestima, nuestra confianza y no tendremos esa sensación de estarnos fallando, ni por exceso ni por defecto”, nos cuenta.

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Consejos para gestionar el enfado desde la asertividad

  • Dedica un tiempo a reflexionar sobre lo que quieres decir (como si se tratara de una reunión importante).
  • Describe la conducta con la que no estás de acuerdo (céntrate en lo que está sucediendo, evitando personalizar).
  • Habla desde ti, empezando las frases por “Yo…”
  • Expresa la emoción que sientes (me siento triste, me siento enfadado…).
  • Propón una solución. Evita quejarte y opta por buscar una alternativa, algo que pueda mejorar esa conducta o situación y que beneficie a ambas partes.
  • Escucha lo que la otra persona te quiere decir, considerando y valorando su punto de vista.
  • Identifica los beneficios que se darán con el cambio propuesto (reconoce qué es lo que cambiará si eso se da como tú propones y destaca el beneficio para ambas partes).

“Hay que tener en cuenta algo sumamente importante para evitar caer en la frustración si las expectativas no se cumplen, una vez aplicados estos consejos: comunicarnos de formar asertiva no nos asegura que la otra persona responda tal y como esperamos. Es posible que, aun haciéndolo lo mejor posible y de la manera más adecuada, no logremos llegar a un acuerdo. Tal vez no logremos mejorar la situación, y si esto se reitera en el tiempo, ahí es donde sería recomendable tomar otro tipo de decisiones”, puntualiza.

Por último le plantemos a la experta si hay personas a las que les cuesta más recurrir a la asertividad para gestionar sus emociones. “Tanto si nuestro estilo tiene una tendencia agresiva como si se trata de una conducta pasiva, es posible que no nos estemos comunicando de manera asertiva. Tanto si hacemos respetar nuestros derechos sin tener en cuenta los derechos de los demás, y tendemos a alzar el tono de voz y reclamar que se haga lo que queremos, como si respetamos los derechos de otras personas, dejando a un lado los propios, optando por quedarnos callados para evitar un conflicto, aunque estemos bien molestos, en ambos casos no estaremos siendo asertivos”, nos cuenta.

Y nos resume algunos ejemplos que pueden propiciar que algunas personas dispongan de menos soltura a la hora de comunicarse de manera asertiva:

  • Ser muy directo y decir las cosas sin filtro.
  • Hablar sin escuchar.
  • Evitar discutir a toda costa.
  • La falta de confianza en uno mismo.
  • Sentir miedo y estar a la defensiva.
  • Estar viviendo un momento complicado que nos produce cierta angustia.
  • Sentirse frustrado y transitar por un momento de ira.
  • No saber decir no cuando realmente es necesario y conveniente.
  • Evitar emitir críticas, aunque estas sean constructivas y solicitadas.
  • No atreverse a realizar peticiones.

“Trabajar el autoconocimiento y el desarrollo personal, disponer de conocimientos básicos sobre gestión emocional y relacional, y desarrollar la empatía, nos ayuda a ser más asertivos. Ya hemos visto que la opción más saludable, salvo en situaciones muy concretas, será hacer uso de una comunicación asertiva. Aunque en la práctica no resulte tan sencillo como nos gustaría, la buena noticia es que se puede aprender y entrenar”, concluye.