La amabilidad es una cualidad esencial que puede transformar nuestras interacciones diarias y enriquecer nuestras vidas de muchas formas. Ser amable no solo implica tratar a los demás con respeto y consideración, sino también mostrar empatía y compasión en nuestras acciones y palabras. La importancia de ser amable radica en su capacidad para crear un ambiente positivo y armonioso en nuestras relaciones personales, laborales y sociales.
Al elegir la amabilidad, fomentamos un entorno en el que las personas se sienten valoradas y comprendidas, lo que a su vez fortalece los lazos y genera una sensación de pertenencia. La amabilidad no solo beneficia a los demás, sino que también tiene un impacto positivo en nuestra propia salud mental y bienestar emocional.
Alba Ferreté, coach certificada, experta en mindfulness e inteligencia emocional, terapeuta transpersonal, creadora del podcast 'Cómo vivir con calma mental' y autora de El naufragio sereno. Una guía para comprender tu malestar en tiempos de crisis y transformarlo en calma y serenidad (Ediciones Urano, 2023) nos habla de la amabilidad, cómo os beneficia y cómo ponerla en práctica en nuestro día a día.
- Leer más: Trucos de lenguaje corporal para mostrar más amabilidad y simpatía
¿Qué es la amabilidad?
La amabilidad es la capacidad de ser empático, compasivo y respetuoso con los demás. Alguien que tiene en cuenta las emociones y el bienestar de los otros y se muestra complaciente en su hacer. Se vincula con el altruismo y la cordialidad y está relacionado con una buena interacción social y una forma favorable de resolver situaciones conflictivas. Es un rasgo muy valorado a nivel social.
Sin embargo, cabe destacar que, vivido desde el miedo al rechazo, puede suponer algunos inconvenientes. Por ejemplo, podemos pecar de ser demasiado complacientes, no expresar nuestro sentir y permitir que los demás crucen nuestros límites sin hacer nada. Es por eso que, desde mi punto de vista, es importante que diferenciemos si estamos siendo amables de corazón o por miedo a ser rechazados; dicho de otra forma, si nuestra conducta se da desde el amor o desde el miedo.
¿Cuáles son algunas características que identifican a una persona amable?
Si tenemos en cuenta el modelo de los cinco grandes rasgos de la personalidad desarrollado por los psicólogos Lewis Goldberg y Warren Norman, algunas de las características de la amabilidad son:
- La confianza: cuando creemos en la bondad y las buenas intenciones de las personas que conocemos.
- La sinceridad: cuando somos auténticos, francos y no pretendemos manipular o enmascarar la realidad.
- Altruismo: cuando ayudamos de forma desinteresada a los demás por el placer de dar, sin esperar nada a cambio.
- Actitud conciliadora: Cuando sacamos a relucir una actitud mediadora, especialmente en conflictos o confrontaciones, con la intención de mantener una buena relación con el otro.
- Modestia: cuando nos mostramos al mundo tal como somos sin exagerar nuestros atributos, sino usándolos y expresándolos en su justa medida.
- Empatía: cuando nos ponemos en los zapatos de la otra persona y tenemos la capacidad de entender su sentir, pensar y hacer ante una situación concreta con una mirada compasiva.
- Leer más: 'Coaching': Razones de peso para ser amable contigo mismo
¿Cuáles son los beneficios de ser amable a nivel social?
La amabilidad es un rasgo que está principalmente relacionado con las relaciones interpersonales. Es por ello que, gracias a la amabilidad, nuestro cerebro —social por naturaleza— encuentra el placer de la conexión con los demás. Cuando esto sucede, hormonas como la oxitocina y la dopamina son liberadas en nuestro organismo, provocando así sensaciones placenteras relacionadas con la pertenencia y el apego seguro que reducen el estrés, ayudan a la regulación emocional y favorecen el bienestar psicológico.
Un cóctel hormonal que nos ayuda a tener mejores relaciones con los demás y a entendernos mucho mejor a nosotros mismos.
¿Cómo nos beneficia a nosotros mismos?
Probablemente, uno de los efectos más positivos de la amabilidad en nosotros mismos es la autocompasión, que no tiene nada que ver con la pena.
Desde la perspectiva mindfulness, la autocompasión es la capacidad de ser empático, respetuoso y amoroso con uno mismo. Nos ayuda a bajar los niveles de autoexigencia y perfeccionismo, a abrazarnos en momentos de flaqueza y a ponernos en valor. Nos permite relativizar los pensamientos limitantes y a conectar con nuestros valores para motivarnos y tomar acción hacia lo importante.
- Leer más: Los 8 rasgos y características de una buena persona
¿Qué consejos podrías dar a alguien que desea cultivar la amabilidad en su día a día?
- Empieza contigo mismo: la verdadera amabilidad empieza con uno mismo. Así que, el primer paso es tratarte con respeto, compasión y aceptación. Cuanto más te cuides, más natural será extender esa amabilidad a los demás.
- Practica la paciencia: reconoce que todos tienen momentos de dificultad. Mantén la calma y la paciencia en situaciones desafiantes, evitando respuestas impulsivas o negativas.
- Practica la empatía: trata de comprender las emociones y perspectivas de los demás. Ponerte en su lugar te ayudará a responder de manera más sensible y considerada.
- Escucha activamente: presta atención genuina cuando alguien habla y muestra interés en lo que dicen. La escucha activa muestra que valoras sus pensamientos y sentimientos.
- Evita juzgar: practica la tolerancia y la comprensión. Las personas tienen diferentes experiencias y circunstancias; evitar juzgarlas te permitirá ser más amable y abierto.
- Cultiva la gratitud: agradece por las cosas positivas en tu vida y muestra aprecio hacia los demás. La gratitud promueve la conexión y el respeto mutuo.
Puedes aprender cómo entrenar tu mente para interiorizar todas estas prácticas gracias a la atención plena o mindfulness.
- Leer más: Psicología: Claves para cultivar la empatía
¿Cómo podemos asegurarnos de que nuestros actos de amabilidad sean genuinos y sinceramente apreciados?
La mejor forma de que nuestros actos de amabilidad sean apreciados como genuinos es que nosotros los apreciemos como tal. Es decir, cada uno de nosotros solo puede hacerse cargo de sus actos y de las intenciones que hay detrás de ellos, cómo los demás los reciban va a depender mucho del mapa de la realidad de esa persona y de si nuestras palabras o acciones apuntan a cuestiones incómodas no observadas en su interior.
Es por ello que la mejor forma de asegurarnos la sinceridad en nuestros actos de amabilidad es que nosotros estemos en paz con ellos y sintamos que los hemos hecho desde la coherencia interior.