En los meses de verano, quien más quien menos cambia su rutina de alimentación. Es más, cuando el termómetro se dispara, podemos incluso perder el apetito y comer peor que el resto del año. Puede haber varios motivos:
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- El calor hace, por un lado, que el organismo requiera menos energía, lo que repercute en una menor demanda de alimentos.
- Además, el cambio de rutinas y las vacaciones nos hagan optar por alimentos fritos, o ricos en azúcares y grasas, como por ejemplo helados o bebidas con alcohol, calóricos y pobres en nutrientes.
- En estos meses, que coinciden con las vacaciones de la mayoría de personas, pasamos más tiempo al aire libre y estamos menos pendientes de la nevera.
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"Es esencial mantener unas pautas de comida saludable también durante el verano y las vacaciones", explica Gemma Chiva-Blanch, profesora agregada e investigadora de los Estudios de Ciencias de la Salud de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC). Y hay que prestar especial atención en el caso de los niños, las personas mayores y las embarazadas, pues son más vulnerables y tienen más riesgo de sufrir los efectos del calor, la deshidratación y una alimentación deficitaria en nutrientes.
La experta nos explica, además, que el calor hace que sudemos más, de modo que perdemos mucho líquido. Ante tal situación, lo que hace el cerebro es enviar la orden de que bebamos más. Cuando esto sucede, los líquidos llenan el estómago, el cual, a su vez, envía una señal de saciedad al cerebro mediante una hormona denominada leptina. Así pues, el cerebro entiende que no hace falta comer más y detiene el impulso de ingesta de alimentos.
"Que disminuya la sensación de apetito puede conllevar una menor ingesta de nutrientes necesarios para que el cuerpo funcione correctamente. Por eso, es crucial que intentemos, en primer lugar, mantener una buena hidratación de nuestro cuerpo, también a través de la dieta, y en segundo lugar, una cierta regularidad en las comidas", aconseja Chiva-Blanch, que recuerda que las temperaturas elevadas también afectan al sistema circulatorio, puesto que provoca que las venas se dilaten. "Hay que mantener el cuerpo muy hidratado y beber agua de forma regular, aunque no tengamos sed, u otros líquidos, como gazpacho o batidos de fruta natural con algún lácteo". Y especifica que es recomendable evitar las bebidas azucaradas, el alcohol, el café o el té.
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Consejos para mantener una buena alimentación en verano
Tenemos claros, por lo tanto, cuáles son los motivos por los que se puede perder el apetito en los meses de verano. Pero aunque tengamos menos hambre, la experta nos resume una serie de consejos relacionados con nuestra alimentación que debemos tener muy en cuenta para no descuidar nuestra salud en estas semanas estivales.
- Es importante elegir alimentos frescos, de temporada, crudos, como ensaladas enriquecidas con legumbres y pasta o arroz, que combinados aportan tanto la energía como las proteínas necesarias. Y da una serie de opciones, entre las que destacan verduras como tomate, pepino, cebolla, calabacín, pimiento, judía verde, berenjena, etc, alimentos básicos por su contenido en vitaminas, minerales y antioxidantes, así como el agua.
- El gazpacho, la estrella del verano. Es uno de los alimentos más completos que tenemos a nuestro alcance en los meses de verano. Por eso, es una excelente idea apostar por el gazpacho, así como por otras cremas frías, como vichyssoise, que pueden enriquecerse con frutos secos y semillas. Pueden acompañarse de un segundo plato a base de pescado a la plancha o de pasta.
- Opta por snacks saludables. Tomar una cerveza o un tinto de verano en el aperitivo, un helado en el paseo por la playa… Sí, son opciones que nos refrescan en estos días bochornosos, pero muy calóricos. Es el momento de cambiar esos snacks más calóricos por opciones más saludables, entre las que destaca la fruta. Una excelente opción es la sandía, por ejemplo, que contiene un 95 % de agua y es una opción muy refrescante, seguida del melón o cualquier otra fruta veraniega, como los melocotones, las cerezas o las ciruelas. El plátano, por ejemplo, ayuda a combatir la fatiga que sentimos cuando el termómetro sube mucho, y los frutos rojos contienen un antioxidante natural, la antocianina, que disminuye la presión arterial y ayuda al organismo a reducir la temperatura. Y da una opción muy saludable y muy recomendable: la fruta puede tomarse sola, pero también pueden prepararse helados, granizados y batidos saludables caseros con ella.
- Ojo con los fritos. Comer de raciones es muy habitual en estos meses de verano, cuando hacemos mucha vida en las terrazas. No hay que perder de vista que cuando comemos fuera de casa y pedimos raciones en las que hay fritos, estos son ricos en aceites y grasas, y que a menudo las raciones que nos sirven son mayores que las que tomamos en casa.
- Es, tal vez, la recomendación más complicada de seguir, pero es recomendable seguir una rutina en las comidas. El aumento de horas con luz y las vacaciones hace que cambiemos nuestros hábitos, lo que repercute en nuestra nutrición. Acabamos comiendo en función de los horarios, picando más entre horas. Intentar mantener una regularidad en las horas de ingesta ayuda a superar la falta de apetito debida al calor, y a evitar que acabemos comiendo alimentos procesados poco recomendables.