Entre los trastornos que pueden afectar a la glándula tiroides se encuentra el bocio, que se define como el aumento de volumen de la misma. “Este puede crecer de forma difusa y homogénea o hacerlo a partir de uno o, más frecuentemente, varios nódulos, benignos o malignos, con crecimiento autónomo. Se conoce como bocio simple cuando el tiroides aún no tiene nódulos. Según su tamaño se puede clasificar desde un grado IA, palpable pero no visible, hasta un grado III, visible a distancia a nivel de la zona anterior e inferior del cuello, justo por encima de donde se unen las clavículas en el esternón. Según sus causas, el bocio puede asociarse con niveles sanguíneos de hormonas tiroideas, bajos, normales o altos”, nos detalla el doctor Antonio Martín Duce, Catedrático de Cirugía de la Unidad de Cirugía Tiroidea y Paratiroidea del Hospital Vithas Pardo de Aravaca de Madrid y miembro de Top Doctors.
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Una patología frecuente
El doctor nos aclara que estamos ante una de las patologías tiroideas más frecuentes. “La mayor parte de las enfermedades tiroideas cursan con un aumento del tamaño del tiroides (bocio). La función primordial del tiroides, entre otras, es sintetizar las 2 hormonas tiroideas, denominadas T3 y T4. La T3 es 10 veces más activa y se formará fundamentalmente en hígado, corazón y riñones. En el mundo, la causa más frecuente de bocio es la falta de ingesta de iodo, elemento fundamental para la formación de las hormonas. Ante ello, el cuerpo va a responder aumentando el tamaño de las células tiroideas (hipertrofia) y su número (hiperplasia), para así tener más capacidad de sintetizarlas. En otras ocasiones, la simple existencia de nódulos de crecimiento en el interior de la glándula ya aumenta de por sí su tamaño y ocasiona un bocio”, nos cuenta el especialista.
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Causas del bocio
- Tal y como se ha comentado, una causa más frecuente de bocio es la debido a la pobre ingesta de iodo con los alimentos, normalmente añadida a la sal.
- Sin embargo, el doctor apunta que también es muy frecuente que el crecimiento pueda deberse al crecimiento de nódulos, benignos o malignos, y con menor frecuencia a la inflamación de la glándula, la denominada tiroiditis, secundaria a infección bacteriana o viral, aunque también puede tener un origen, genético o medioambiental.
- No debemos olvidar que el origen autoinmune también origina frecuentemente un aumento del tamaño del tiroides, ya sea de forma difusa como a través de nódulos. Así, la tiroiditis crónica de Hashimoto es la causa más común de bocio en nuestro medio.
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Síntomas de este problema de tiroides
El especialista de Vithas nos explica que, en muchas ocasiones, el bocio no da ningún signo ni síntoma, más allá de los compresivos o estéticos del aumento de la glándula, que no siempre es visible ni palpable. “Los síntomas que da la enfermedad tiroidea que cursa con bocio van a depender de la función hormonal que posea el tiroides. En aquellos casos que curse con hipotiroidismo, la menor presencia de las hormonas tiroideas en sangre puede dar lugar a una clínica de enlentecimiento metabólico, con fatiga, somnolencia, sequedad de piel, uñas o cabello quebradizos, debilidad muscular, problemas de memoria o concentración, o aumento de la sensibilidad al frío. Por su parte, el hipertiroidismo origina un exceso de la función metabólica, con sudoración excesiva, diarreas, intolerancia al calor, temblor de manos, insomnio, palpitaciones o nerviosismo excesivo, entre otras muchas”, nos cuenta.
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¿Es una patología de carácter benigno?
El doctor nos cuenta que el bocio difuso, ya sea secundario a ingesta de fármacos, ausencia de iodo o infecciones microbianas, es siempre benigno. “Por el contrario, en el bocio nodular, aunque es mayoritariamente benigno, la presencia de nódulos que se han desarrollado por la formación de nuevas células condiciona la posibilidad de que estas no siempre sean benignas, al haber podido transformarse con el tiempo por la actuación de mecanismos moleculares agresivos, y hacerse autónomas, ajenas al control del propio organismo. Nos encontramos en este momento ante la presencia de un cáncer. Es importante comentar en este punto que, afortunadamente, la mayoría de los cánceres tiroideos son de lenta evolución, no gran agresividad y, por tanto, alta posibilidad de curación completa”, afirma.
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Así se diagnostica
¿Qué pruebas médicas se requieren para llegar al diagnóstico de este problema de salud? Tal y como nos explica el doctor, la pauta a seguir para averiguar ante qué problema nos encontramos siempre parte de realizar una correcta y completa historia clínica en cuanto a antecedentes familiares y personales; historia de alimentación; exploración física cuidadosa, principalmente del cuello, pero sin olvidar los signos relacionados con los latidos, estado de piel, cabello y uñas, respiración, sudoración, temblor, etc.
“Tras ello, las principales exploraciones complementarias incluirán unos análisis sanguíneos, donde siempre se buscará el nivel de las hormonas tiroideas y de la hormona estimulante del tiroides (TSH), que las regula. Además, podremos realizar una gammagrafía, una ecografía, u otros estudios de imagen, como un TAC o una resonancia magnética, e incluso una citología de los nódulos”, precisa.
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Tratamiento del bocio
Una vez que se confirma el diagnóstico, ¿cómo debe tratarse? El tratamiento siempre dependerá del diagnóstico al que se ha llegado, tamaño del bocio, existencia de nódulos y riesgo de malignidad, síntomas asociados a la compresión o a la estética y, por supuesto la función hormonal existente. Por tanto, el doctor apunta que este podrá variar desde una ingesta de iodo, a la toma sustitutoria de hormonas tiroideas, en el caso de hipotiroidismo, como al bloqueo farmacológico del exceso de hormonas tiroideas. “En otras ocasiones, se hace necesario la eliminación del tiroides, la cual se puede llevar a cabo de forma química, mediante la administración de iodo radiactivo; o quirúrgica, mediante la extirpación total o parcial del tiroides”, nos explica.
¿Qué función realizan las hormonas tiroideas?
Lo cierto es que la función de las hormonas tiroideas es vital para el ser humano, pues sin ellas no podríamos vivir. “Son muchas las acciones que realizan, en general estimulando los millones de reacciones químicas que diariamente se producen en nuestro organismo. Intervienen en el metabolismo de proteínas, grasas e hidratos de carbono, en la generación de calor, el crecimiento y la maduración de los tejidos, la regulación de la función reproductora, el mantenimiento de la buena evolución del embarazo, la formación, transporte y equilibrio de otras moléculas esenciales como hormonas, vitaminas o proteínas, y en la respuesta a la agresión del organismo, en forma de trauma, infección, cirugía, o cualquier tipo de enfermedad, estimulando todas las funciones de órganos, como el cerebro, hígado, corazón, pulmón, riñón y endocrinos, fundamentales para poder sobrevivir ante problemas graves”, nos resume el doctor.