Partimos de un hecho: las emociones no son negativas ni positivas. Simplemente están ahí. Y la psicóloga clínica Monia Presta ayuda en su nuevo libro Tu cerebro emocional (publicado por RBA), a comprenderlas y gestionarlas con el objetivo de mejorar nuestro bienestar y transformar nuestra vida para llegar a ser una persona feliz, libre y empoderada. Hemos hablado con ella sobre este apasionante desafío.
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¿Qué es lo que se conoce como cerebro emocional?
El cerebro emocional es una parte de nuestro cerebro que está compuesto por la amígdala y el hipocampo. En las neurociencias actuales se da mucha importancia al sistema límbico, porque es la sede de nuestras emociones. Nuestro cerebro emocional es como un avión muy rápido. Se activa con piloto automático en apenas 33 milisegundos y nos indica si hay un peligro, si una situación o persona es buena o no para nosotros. El hipocampo compara rápidamente si hemos vivido algo similar y nos indica la decisión correcta para tomar. En el libro Tu cerebro Emocional, hablo de casos clínicos que he solucionado gracias a entrenar la escucha del cerebro emocional con ejercicios muy prácticos.
¿Se puede entrenar nuestro cerebro emocional?
Nuestro cerebro emocional se activa automáticamente, sin que tengamos que pensar. Es una respuesta automática delante de estímulos externos o internos. Los externos tienen que ver con emociones que podemos sentir con respecto a un acontecimiento externo vital como un duelo, una boda, una pandemia, una enfermedad, el nacimiento de un hijo, la elección de una pareja, un trabajo, una amistad, un viaje, etc…
Los internos tienen a que ver con la satisfacción interior y el propósito vital que los antiguos griegos llamaban Daimon interior. Si estamos alineados con nuestro propósito vital, nos conocemos bien, podemos sentirnos satisfechos y tener más felicidad interior. Lo que sí podemos entrenar es la gestión de las emociones.
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¿Piensa que se puede vivir sin emociones?
No es posible vivir sin emociones. Tienen una función adaptativa, decisional y comunicativa. Nacemos con ellas. La primera que siente el bebé es la sorpresa, luego surgen las demás. La empatía es fundamental para relacionarnos con los demás. Sabemos que tenemos las neuronas espejo que descubrió Giacomo Rizzolatti en Italia en los años 90. Rizzolatti descubrió que las neuronas espejo se activan de manera automática, sin pensar. Cuando hablamos con una persona podemos percibir exactamente sus emociones gracias a las neuronas espejo, que reproducen la misma emoción que está sintiendo la otra persona. Las emociones nos permiten tener relaciones sanas, adaptarnos mejor al ambiente y tomar buenas decisiones. Lo que distingue a una persona sana de un narcisista psicópata es la falta de empatía. Los narcisistas psicópatas no desarrollaron las neuronas espejo en la infancia. De hecho, quien no tiene empatía es un ser muy peligroso por la sociedad.
O sea que las emociones son nuestras amigas y nos indican el camino para tener buenas relaciones, tomar buenas decisiones, comunicarnos mejor y obviamente adaptarnos al ambiente. Por tanto, quien no siente emociones o es una persona narcisista, tenemos que poder protegernos de ella a través la intuición del cerebro emocional. En el libro hay ejercicios prácticos para desarrollar la intuición emocional.
Hay otro factor que influye en no sentir las emociones. Quien no siente del todo las emociones puede estar por debajo de efectos de los psicofármacos, que las regulan, por si son demasiado disparadas como en el caso de los trastornos límites de personalidad, de la esquizofrenia, la depresión bipolar, etc. En estos casos las personas, como no sienten mucho, refieren sentirse apáticas, sin vitalidad, sin Daimon interior. En la consulta trato de poder volver a despertar el Daimon interior, o sea el propósito vital y manejar mejor las emociones.
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¿Por qué nos resulta, en muchas ocasiones, tan complicado gestionar nuestras propias emociones?
Nos resulta complicado porque no recibimos educación emocional ni de los padres ni de la cultura de origen. Las emociones se consideran como pasiones peligrosas de las cuales hay que huir, inhibir, tapar. Hay miedo de dejarse llevar por las emociones, porque es como si nos llevaran a la deriva. En realidad, son nuestras brújulas interiores.
Las emociones están siempre. No hay decisiones que tomamos sin la influencia de la emoción. En la década de los años 90 investigadores importantes como Kandel, Richard Davidson, Damasio, etc descubrieron que las emociones están siempre presentes en nuestras decisiones y nos guían a la acción. Una de las causas de debe a que no se enseñó la gestión emocional en las escuelas y porque somos hijos del legado de Descartes, donde se da más importancia al pensamiento racional que a la vivencia. Por suerte, actualmente las cosas están cambiando.
Los mensajes que recibimos de nuestros padres eran de ser fuertes, de no llorar, de no dejarnos poseer por las emociones, como si fueran dañinas. Cuando en realidad es al revés. Quien tiene conciencia emocional no se deja dominar y puede gestionar mejor sus emociones y ser feliz en su vida.
Recuerdo el caso de un niño, cuyo padre me dijo que el niño de 5 años ya crecía y no tenía que llorar. El niño se transformó de niño amable a agresivo con los padres y en la escuela, porque tenía que reprimir la tristeza. Cuando se reprime la tristeza se genera la rabia, que es la otra cara de la moneda de la tristeza. Tuve que trabajar con el padre para hacerle entender que el cambio de la conducta del niño se debía a eso. Fue una terapia muy bonita donde el padre aprendió a aceptar sus emociones y por consecuencia las emociones de su hijo.
Eso pasa más con los niños, que con las niñas porque ellas sí que pueden expresar emociones. Eso antiguamente venía asociado a debilidad. En realidad, hay una gran fortaleza en abrazar las emociones.
Hoy en día en mi centro de Psicología, Sexología y Salud Integral Monia Presta en Barcelona y Online tengo que trabajar el legado de los padres, la familia y la sociedad para cambiar estas falsas creencias. Es el pan de cada día de mi trabajo de psicóloga. Expresar y gestionar las emociones no es signo de debilidad. Al revés es una gran fortaleza que nos permite ser felices, libres y empoderados en nuestra vida.
Por suerte, en la educación moderna está cambiando la manera de ver las emociones. Aunque el imprinting se recibe en casa por parte de la educación de los padres, lo cuales no tuvieron educación emocional. El cambio puede venir de la escuela y las familias. Y si las familias están receptivas a la gestión emocional criarán hijos que crearán un mundo mejor fundado sobre la empatía, el respeto, la gestión y la inteligencia emocional. Hoy en día sabemos gracias a los estudios de Goleman, que las personas que tienes éxito en todos los ámbitos de la vida son las que tienen inteligencia emocional.
Esto sucede, especialmente, en el caso de las emociones que tildamos de negativas, ¿no es así?
Hoy en día se ha puesto la etiqueta de positivas o negativas y no es así. Ellas simplemente están allí. Eso de etiquetarlas como negativas pasa por varias razones. La primera tiene a que ver con el pensamiento lógico racional de Descartes, que es la piedra miliar del pensamiento occidental. Él daba más importancia a la lógica y al pensamiento. Y así vamos. Damos más importancia a la lógica y el pensamiento racional y eso causa mucho dolor. Lo veo a diario en mi despacho.
Otra razón es que vivimos en la sociedad de la prisa donde no hay tiempo para parar y sentir como nos encontramos. Hay que ser productivos y correr…Ves a saber dónde corremos si no cuidamos la salud psicofísica. Si no hay salud, no hay nada. En la sociedad 3.0 evitamos el dolor y generamos más dolor. ¡Menuda paradoja! Hay que ir corriendo en todos los lados sin atender la salud emocional, que es muy importante como la física. Si hay una herida física se puede ver y necesita tiempo para curarse y cicatrizar. Si hay una herida psicológica y emocional no se ve y al mismo tiempo duele o más de la física. No hay espacio en la sociedad 3.0 para sentir emociones naturales y universales, que son presentes en todas las culturas según los estudios de Paul Ekman (1972), el psicólogo estadounidense pionero en descubrir las seis emociones básicas adaptativas.
Otra causa porque las tildamos como negativas tiene a que ver con algunos pseudo-gurús que no tienen carrera universitaria ni de psicología ni de psiquiatría que trabajan con las emociones y trabajan con ellas sin tener las herramientas psicológicas y psiquiátricas, etiquetándolas como negativas. Es un verdadero peligro porque se difunde un mensaje que no es real y se trabaja con material sensible que es la mente humana, pudiendo provocar mucho daño a los pacientes y a la sociedad en general. Lo hablo a menudo con colegas sanitarios como psicólogos, psiquiatras y médicos. Los médicos de cabecera se encuentran siempre más casos de depresión y ansiedad y nos derivan los pacientes porque saben que la causa es emocional y que tiene que ser tratada con los especialistas.
Los psicólogos somos especializados en el ámbito de las emociones y sabemos que no hay emociones negativas o positivas. Simplemente las emociones son adaptativas. Las emociones tienen la función de garantizar nuestra supervivencia, nos motivan, nos informan sobre nuestro estado interior y nos guían a la acción. Son nuestras brújulas. Algunas como la tristeza, la rabia y el miedo generan incomodidad. Y aunque sean incómodas en realidad tienen un mensaje importante para darnos. Cuanto más las ignoramos, más generamos trastornos psicológicos, físicos y psicosomáticos que perduran en el tiempo. De hecho, las emociones pueden durar desde unos pocos segundos hasta unos minutos máximo. Cuando las ignoramos dejan de ser adaptativas y se convierten en sentimientos duraderos, que conducen a enfermedades psicológicas como ansiedad, depresión y trastornos psicosomáticos como bruxismo, etc.
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¿Entonces, no existen realmente las emociones negativas?
Como he dicho anteriormente no existen las emociones negativas. Una de las emociones etiquetadas como negativas es la tristeza. La tristeza tiene a que ver con la pérdida de un ser querido como los padres, la pareja, los amigos, un trabajo, un cambio vital, etc... Es necesario cabalgarla y surfearla para poder dar el justo lugar a los padres, la expareja, el ex amigo, una situación determinada o un ex trabajo. Además, sabemos que las lágrimas curan. Cuando lloramos expulsamos substancias tóxicas de nuestro cuerpo como el manganeso y segregamos las encefalinas que nos dan alivio y son un verdadero analgésico natural. Si inhibimos la tristeza podemos padecer una depresión crónica por un aumento de manganeso en el cuerpo. La mejor manera para superar la tristeza es abrazarla, llorar y pedir ayuda a un psicólogo/psicóloga si nos damos cuenta de que es difícil salir de la situación.
Cuando no escuchamos las emociones, las inhibimos, las negamos, las tapamos se vuelven verdaderos tsunamis y el riesgo es desarrollar síntomas tanto psicológicos como físicos. Otra emoción mal etiquetada como negativa es la rabia, que tiene a que ver con un daño percibido. Si la inhibimos y no la gestionamos bien pueden surgir trastornos como acidosis, bruxismo, infartos, derrames cerebrales, tensiones musculares y depresión.
Una buena gestión emocional sin tener una conducta reactiva contra los demás puede ayudarnos a descargar estas tensiones musculares, relajar las vísceras y el diafragma y ahorrarnos las enfermedades mencionadas. Las emociones están presentes en todas nuestras decisiones. Por tanto, es mejor que las identifiquemos, las abracemos y las gestionemos para poder pensar mejor, tomar mejores decisiones y vivir más felices.
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¿Qué consejos daría para aprender a gestionar mejor este tipo de emociones, como la tristeza o la ira?
La vida está llena de momentos fáciles y difíciles y parece no haya tiempo para vivir de verdad, ser y sentir algunas emociones como la tristeza, la rabia, etc… No queremos escucharlas porque algunas generan malestar e incomodidad. Aunque produzcan estas sensaciones como he mencionado anteriormente, tienen una función adaptativa y nos ayudan a tomar mejores decisiones. Por tanto, es mejor aprender a gestionarlas y transitarlas para vivir felices.
Por lo que concierne la tristeza es mejor llorar y escribir o grabar un diario de autocuidado emocional cada día cuando estamos tristes. Después de 20-30 minutos podemos dejar el diario y hacer una actividad agradable que nos guste.
Por lo que concierne la rabia en el libro sugiero un ejercicio que consiste en desahogarse imaginando la persona que nos ha hecho daño diciéndole todo lo que no le hemos dicho a la cara. Mejor hacerlo en el espacio de terapia o en casa a solas y luego una vez que nos hayamos desahogado, respiramos hondo, descargamos las tensiones musculares acumuladas y, con calma, escribimos una lista de soluciones que podemos intentar siempre con respeto y la comunicación asertiva. En mi Centro muchas veces me convierto en la persona con quien mi paciente quiere expresar las emociones. Es uno de los ejercicios de mi método que hago desde hace más de diecisiete años donde incluyo la teatroterapia. En el libro hay más ejercicios prácticos para gestionar estas emociones citadas y las demás. No hago más spoiler…
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En una sociedad acelerada como en la que vivimos, ¿el hecho de que no gestionemos nuestras emociones puede estar relacionado con un problema de tiempo?
Estamos llenos de distracciones, surfeamos a diario en las redes sociales, que son nuestros ladrones del tiempo. En España, 7 de cada 10 españoles dedican una media de 11 horas al día para un total de 4.015 horas al año. 4.015 horas al año perdidas en las redes sociales, donde tampoco se retiene la información porque estamos expuestos a una sobreestimulación continua que el cerebro no es en grado de procesar. Los problemas de déficit de atención y adicciones están en auge en la población. Con estas graves consecuencias, podemos reflexionar donde desperdiciamos el tiempo y dirigir nuestra atención hacia nuevas conductas y actividades más saludables. El tiempo es la cosa más preciosa que tenemos y no vuelve.
Además, la sociedad de la prisa 3.0 quiere remedios rápidos como pastillas. Hay poca conciencia de lo que podemos hacer de manera proactiva para mejorar nuestro bienestar psicológico y físico. En realidad, el precio a pagar es mayor cuando no queremos tener conciencia de nuestras emociones. Las redes son distractoras para evitar sentir de verdad. No hay pausas, todo va rápido y es antinatural. Nuestra mente y nuestro cuerpo necesitan descansar. Conocernos, parar, darnos un tiempo para conectar con uno mismo hacia dentro es el primer paso para estar bien. Las personas sufren más porque no se conocen a sí mismas.
Uno de los epígrafes del libro destaca la importancia de reconocer las emociones como primer paso hacia la salud, ¿tienen un rol tan importante?
Efectivamente, el primer paso para tener bienestar psicofísico es reconocer las emociones en el cuerpo. La mayoría de las veces me encuentro en mi Centro que las personas están desconectadas del cuerpo. Me dicen que tienen el cuello tensado, la mandíbula, los ojos tensados y no saben que todo eso es fruto de emociones inhibidas, conmutadas y cronificadas. Si aprendemos a conectar nuevamente con nuestro cuerpo, sentir si está tensado o relajado y le hacemos caso podemos ahorrarnos trastornos psicológicos, físicos y psicosomáticos.
Llorar, expresar la rabia, la tristeza haciendo una buena gestión emocional nos ayuda a tener mejor salud psicofísica y prevenir, solucionar y mejorar trastornos psicológicos, físicos y psicosomáticos. La rabia inhibida, de hecho, provoca el bruxismo, dolor de cabeza, dolor de mandíbula, úlceras, cálculos biliares, esofagitis por reflujo, gastritis, urticaria, taquicardia, depresión, ansiedad, etc…. La tristeza inhibida genera depresión, ansiedad e hipertensión, inflamación etc.… Estos síntomas se generan cuando afirmamos de estar bien cuando en realidad nos sentimos tristes. El miedo inhibido desencadena la ansiedad, las fobias, la depresión, el insomnio, la abulia, la apatía, la ataraxia (estado de apatía en el que parece que nada afecta a la persona anímicamente), la anorexia, la bulimia y problemas relacionados con la incapacidad de sentir placer, ya que el sistema de sistema de excitación-vigilia-dolor está continuamente activado.
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¿Cuáles son los consejos que daría a alguien para que aprenda a conocer, abrazar y gestionar sus emociones?
El consejo que doy es abrazar las emociones, sentirlas, escucharlas, no inhibirlas y descifrar el mensaje que tienen. Las podemos abrazar haciendo caso al cuerpo que es nuestra brújula emocional. Si sentimos el llanto dejémoslo fluir, si sentimos rabia igual, etc…Una vez que las hemos sentido, identificado podemos abrazarlas y aceptarlas. “Lo que aceptas te transforma, lo que niegas te somete”, decía el maestro Jungh.
Una vez que abrazamos las emociones y hacemos los ejercicios, las emociones nos indican hacia dónde ir y nos dan información valiosa sobre qué decisión tomar. Si cabalgamos las emociones pensamos mejor y tomamos mejores decisiones. De hecho, desarrollamos el pensamiento lateral o creativo y podemos buscar diferentes soluciones a problemas que considerábamos difíciles para solucionar. Una vez que pensamos diferente y activamos el hemisferio derecho, que es el creativo, podemos actuar y tomar mejores decisiones.
Así, cuando hacemos los 5 pasos del método, gestionamos mejor nuestras emociones, no tenemos conductas reactivas, tomamos mejores decisiones despertando consciencia emocional, podemos conocernos mejor para ser una mejor versión de nosotros mismos y ser felices. El consejo resumido sería: “Despega Tu Cerebro Emocional”.