Si le preguntamos a 1.000 personas qué entienden por éxito, estoy convencida de que el 90% de las respuestas tendrían que ver con una posición económica boyante, un estatus social reconocible o una situación laboral que despierte admiración. Sin embargo, como psicóloga, debo hacer frente a una dura realidad que se observa a diario en las consultas: muchas personas con un alto nivel adquisitivo, trabajos envidiables y reconocimiento social incuestionable no encuentran la felicidad en todo aquello que han conseguido. Esto nos lleva a cuestionar si nuestras concepciones de éxito y felicidad están verdaderamente alineadas.
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El éxito, tal y como lo entendemos socialmente, no siempre está relacionado con la felicidad genuina y plenitud emocional. En mi experiencia como psicóloga, he aprendido que existen tantas definiciones de éxito como individuos en el planeta. Cada persona tiene su propia visión del éxito y es crucial construir esta definición de manera individualizada, sin permitir que las expectativas sociales o culturales distorsionen nuestro verdadero objetivo.
En los últimos años, hemos sido bombardeados por los medios de comunicación, las redes sociales y los líderes de opinión con la idea de que el éxito está al alcance de todos aquellos que se lo propongan, la dialéctica de los sueños alcanzables si lo deseas muy fuerte. Sin embargo, esta narrativa ha creado una fuente inagotable de frustración para muchas personas que no logran alcanzar las metas deseadas. La realidad es muy contundente en este sentido: si el éxito implica sacrificio, dedicación exclusiva y falta de tiempo para nuestra salud, relaciones y ocio, es más probable que genere estrés en lugar de felicidad.
Entonces, ¿cuál es el secreto para alcanzar la felicidad verdadera?
El equilibrio es la clave. El camino hacia la felicidad se encuentra en establecer un equilibrio saludable en nuestras vidas, tanto en la relación con nosotros mismos como en la forma en que nos relacionamos con los demás. Debemos dedicar tiempo tanto a nuestro crecimiento profesional como a nuestras relaciones personales y a nuestro bienestar personal. Si logramos integrar en nuestra definición de éxito elementos que enriquezcan cada uno de estos aspectos, habremos alcanzado una auténtica definición de éxito.
Cada uno de nosotros fija su idea de éxito en diferentes aspectos de la vida. Algunas personas desean triunfar profesionalmente y dedican tiempo, espacio y atención a establecer y alcanzar objetivos en su carrera. Por otro lado, hay quienes centran su éxito en su relación de pareja, buscando una comunicación fluida, un proyecto en común y una conexión profunda con su compañero sentimental.
Qué se entiende por felicidad
En mis años de experiencia como terapeuta he observado que las personas suelen acudir a consulta cuando algo no va bien en sus vidas y sienten una desestabilización. A menudo, estos problemas pasan desapercibidos en el día a día, ya que nos encontramos en piloto automático. Aquellos que tienen un mayor equilibrio en su vida distribuyen su atención entre diferentes áreas, como lo personal, lo laboral y lo emocional.
-¿Ser resiliente te garantiza tener éxito en todo lo que te propongas?
Es fundamental tomar conciencia de si realmente tenemos lo que necesitamos y queremos en nuestra vida. A veces, vamos por inercia y no nos damos cuenta de ello. Cuantas más facetas tengamos en nuestra vida, más fácil será estar conectados con nosotros mismos, lo cual es clave para el bienestar.
Un aspecto relevante es identificar las relaciones que nos benefician y separar aquellas que nos perjudican. Si hay personas tóxicas en nuestro entorno, podemos aprender a gestionar esas relaciones de manera saludable, incluso si el otro no lo hace. Es posible relacionarse con personas que tienen rencores acumulados o resentimientos, y aprender a establecer límites que protejan nuestro bienestar emocional. Esto implica actuar como un espejo, dar retroalimentación constructiva y reconducir las dinámicas negativas.
Es esencial abordar y sanar las heridas emocionales que no hemos sabido enfrentar. En la consulta, enseñamos a las personas a disminuir la intensidad emocional, a ampliar la perspectiva y a identificar qué les resulta dañino a nivel personal. El objetivo es llegar a una zona de confort común, en la que cada individuo encuentre su lugar.
La presión social siempre ha existido y, en la actualidad, las redes sociales han aumentado su impacto. Sin embargo, podemos utilizar estas plataformas para normalizar el día a día y contribuir a nuestra propia felicidad. Mostrar nuestra vida real, con sus altibajos y momentos no tan ideales, puede ser liberador y fomentar una mayor autenticidad.
Te invito a cuestionar los objetivos que te has marcado en la vida y reflexionar si realmente son tuyos y te harán feliz. También es crucial dedicar tiempo regular y de calidad a uno mismo, priorizando el autocuidado y el bienestar emocional en nuestra rutina.