No es la primera vez que te contamos que tu edad real no tiene por qué coincidir con la que marca tu documento de identidad. Sí, puede parecer llamativo, pero está comprobado que la edad cronológica y la edad biológica no son lo mismo. La primera es la que conoces, la que se refiere al tiempo transcurrido desde que el año en el que nacimos, mientras que la segunda está vinculada con la salud del organismo y las células. Y a pesar de que la edad biológica aumenta con el paso de los años, esta no va siempre ligada a la edad cronológica. Tanto es así, que varía mucho de unas personas a otras, y es ahí donde entran en juego sus hábitos y estilo de vida, factores, por fortuna, pueden ser modificables. Entre estos factores no podemos olvidar citar uno muy concreto y de gran peso: el estrés, que nos acompaña en muchos momentos de nuestra vida. No podemos perder de vista un hecho, y es que dicho estrés puede llegar, incluso, a hacer que se incremente nuestra edad biológica.
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La influencia del estrés en nuestra edad biológica
Todo tiene una explicación desde el punto de vista orgánico y esos periodos de estrés a los que estamos sometidos tienen mucha influencia en nuestro organismo. Una vez más, las hormonas están implicadas. “El estrés continuado hace que los niveles de cortisol permanezcan elevados. Entre otras funciones, el cortisol se encarga de inhibir el sistema inmunológico para reservar energías y provoca también un aumento de la histamina. Por ello, algunas de las consecuencias del estrés son obesidad, pérdida de cabello, acné, inflamación cutánea, arrugas, sequedad, piel apagada, disminución del colágeno y flacidez”, comenta la experta Gema Cabañero, directora de I+D+I de la firma nutricosmética 180 The Concept.
“El bienestar emocional va de la mano del físico, por lo que, si este se derrumba, lo más probable es que nuestro cuerpo empiece a mostrarlo, pero ya no solo a nivel estético, también a través de la respuesta del organismo. Unos niveles elevados y sostenidos de cortisol hacen que se produzca un cansancio crónico e importantes desajustes en la calidad del sueño, todo ello afecta de manera directa a la edad biológica”, añade la experta.
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¿Cómo diagnosticarlo?
Es importante, eso sí, hacer un diagnóstico pormenorizado, pero son muchas las técnicas que nos ayudan en este cometido y, así, se puede saber nuestro grado de envejecimiento y cómo el estrés afecta a nuestra edad biológica. “Este y otros muchos datos relativos a cómo el estrés afecta al envejecimiento lo podemos extraer a través de un estudio de la córnea”, comenta la experta en antiaging Silvia Giralt, del Centro de estética y medicina estética Silvia Giralt. “Podemos determinar sus proporciones y su estado en el resto del organismo, los niveles de glicación y el porcentaje de daño que presenta”, confirma la experta.
El diagnóstico se completa con un Scanner Morfo-Facial Computerizado (SMFC), que captura un retrato fotográfico de las distintas capas y elementos estructurales de la piel del rostro. Aportando datos sobre los niveles de oxidación y glicación, así como los desequilibrios neuroendocrinos que afectan al envejecimiento, la calidad y apariencia de juventud. “Se trata de una imagen global que permite hacer frente a las alteraciones, que aún no se han manifestado a nivel físico, pero sí en el organismo. Gracias a esta tecnología podemos evaluar con máxima precisión los niveles de oxidación, glicación e inflamación celular, lo que permite que midamos si la edad biológica se ha visto alterada últimamente y qué factores han intervenido en ello, como la falta del sueño, la alimentación o la actividad física”, explica Silvia Giralt.