Se atraen porque son polos opuestos. Seguro que has escuchado esa frase alguna vez. Y es que, en ocasiones, ocurre que una persona es tan diferente a ti, que te genera atracción. Pero de ahí a que una relación de pareja entre esos dos polos opuestos funcione (siempre) puede haber una distancia enorme. “Para empezar, debemos aclarar que el hecho de que alguien manifieste comportamientos, ideas o rasgos de personalidad que difieren en gran medida de los nuestros puede resultarnos seductor en un primer momento al encontrar en ellos características que nosotros no poseemos. Sin embargo, se trata de una atracción inicial que, en la mayoría de los casos, no es suficiente para conformar una relación estable”, comentan los expertos de TherapyChat.
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¿Es posible una relación a largo plazo?
Y remiten a las conclusiones de los estudios de pareja que constatan que los dos factores que se deben valorar para que esta funcione son la complementariedad y la similitud en lo que se refiere a rasgos, metas y valores. Por lo tanto, claro que es posible que dos personas con rasgos contrarios se vean atraídas la una por la otra, pero debemos tener muy en cuenta en qué se va a basar la estabilidad de la relación a largo plazo.
Se presupone que cuando tenemos una relación con otra persona, lo hacemos porque compartimos los mismos gustos, aficiones y formas de ver la vida. Esto puede, tal y como nos cuentan, ser enriquecedor si se gestiona con una actitud abierta y tolerante y se visualiza desde la premisa de la complementariedad. “Sin embargo, también existe la otra cara de la moneda y es que, normalmente, las personas suelen querer vivir parte de su ocio y compartir momentos con la pareja. Si comienzas una relación con alguien que obtiene satisfacción con actividades muy diferentes a las tuyas y de las que te resulta muy complicado disfrutar, crear recuerdos conjuntos puede ser complicado”, nos dice.
Aludiendo de nuevo a las investigaciones, los expertos cuentan que estas señalan que la compatibilidad entre dos personas no se ciñe exclusivamente por la similitud de sus personalidades, gustos y valores, sino que estos tienen que ser complementarios y compatibles entre sí, por tanto, la similitud absoluta entre dos personas tampoco es garantía de éxito. Por este motivo, dos personas muy dominantes no van a llevarse bien, al igual que dos muy sumisas.
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¿Las diferencias son insalvables?
Hay una labor que tiene que hacer en ese caso la pareja: tratar de comprender cuándo las diferencias son positivas y cuándo son de tal magnitud que se vuelven insalvables. Llegados a ese punto, aquellas que afectan a pilares fundamentales de la identidad de uno de los dos (o incluso de ambos) miembros de la pareja y que ayudan a construir un proyecto común, provocan que la relación se convierta en incompatible. En ese caso, los polos opuestos tenderán a repelerse. Por otro lado, las que fomentan el crecimiento personal de los dos, respetándose y construyendo una estrategia que encuentre un equilibrio, son las que la alimentarán.
“Siempre y cuando sea algo salvable y se reme en la misma dirección, las diferencias entre dos personas que se emparejan se pueden gestionar con bienestar y positividad. Esto, que es más fácil de decir que de hacer, se fundamenta en una serie de acciones y actitudes”, sugieren:
- La aceptación y el respeto, fundamentales. Es crucial dejar de lado actitudes quepueden llegar a ser tóxicas. ¿Un ejemplo? Atacar los gustos de la pareja o juzgar sus hábitos.
- La importancia de respetar los espacios. Para ello, es una buena idea acordar tiempos y maneras de vivir esas diferencias que tienen los dos miembros de la pareja. Por ejemplo, si a uno le gusta ver series y al otro no, lo ideal es llegar a un acuerdo de un tiempo al día para dedicar a las aficiones por separado, para evitar que interfieran en la dinámica de pareja.
- Marcarse objetivos comunes. Los expertos comentan que, ante las diferencias, conviene establecer una dirección hacia la que orientarse. De esta manera, cuando aparezcan los conflictos, ambas personas sabrán resolverlos en armonía.
- Trabajar en métodos de resolución de conflictos y estrategias de afrontamiento. Como en cualquier contexto de relaciones humanas, saber resolver estas diferencias desde una actitud constructiva y resolutiva es imprescindible.
- Ajustar las expectativas. Como sucede en todos los ámbitos de la vida, las expectativas han de ser realistas. Por eso, es importante visualizar el futuro con esa persona, una vez se la conoce a fondo, y ser realista a la hora de establecer qué se espera de ella. No podemos basar nuestras expectativas en la visión idealizada que tenemos de nuestra pareja ni intentar cambiarla para ajustarla a nuestra idea.
- Revisar los propios valores. En ocasiones, que una diferencia sea irreconciliable es una percepción derivada de prejuicios y sesgos que actúan de manera inconsciente sobre la persona.