Tal vez te hayas planteado en algún momento qué influye a la hora de definir tu personalidad. Y aunque existen varias clasificaciones, uno de los modelos de personalidad más frecuentemente utilizados en psicología es el conocido como Big Five. Recibe este nombre porque su autor, Lewis R. Goldberg Goldberg, pudo extraer cinco grandes rasgos de personalidad (de ahí el nombre de teoría de los Big Five), que definían a las personas. “Según la combinación de esos factores daba lugar a una personalidad única. Antes que él, existieron otros autores como Eysenk (redujo la personalidad a tres grandes rasgos) y Cattell (16 grandes rasgos) que fueron los precursores de los estudios que clasificaban la personalidad en grandes rasgos”, nos cuenta la psicóloga Carolina Jiménez Rodríguez, de Mundopsicologos.com, que apunta que esta teoría trata de medir e identificar aquellas características individuales que son propias de cada personalidad.
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“La personalidad es un conjunto de comportamientos, emociones, maneras de pensar, de reaccionar, que es propio de cada ser humano y que es fruto de los modelos educativos y familiares, así como de los modelos de socialización de género. Dicha personalidad puede tener patrones estables a lo largo de su vida, pero se verá modificada en función de los valores, del autoconocimiento, de la autoeficacia, así como de las experiencias significativas que impactan en la idiosincrasia de cada persona”, nos dice.
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¿Cuáles son esos rasgos y sus características?
La psicóloga nos cuenta que un rasgo de personalidad es una cualidad que es prácticamente estable a lo largo de la vida de una persona, y que dicho rasgo hace que tenga una conducta determinada y determinados hábitos.
“Dichos rasgos son independientes entre sí, pero sí es cierto que según la combinación con los otros factores da lugar a un tipo de personalidad totalmente diferente. Es por ello que estas teorías tratan de dar explicación a las diferencias individuales más que de intentar dar modelos exactos de distintos de personalidad. Y es que todas las personas podemos ir modificando el grado de presencia de dichos rasgos según nuestro momento vital, nuestra etapa, nuestros conflictos”, nos comenta.
Partiendo de esta idea, los 5 grandes rasgos que recoge esta teoría son los siguientes:
- Apertura. La presencia de esta característica indica que existe un mayor o menor grado de creatividad, imaginación, flexibilidad y capacidad de adaptación.
- Responsabilidad. Es un grado que correlaciona con madurez, así como con control de los impulsos y deseos inmediatos, es decir, nuestro temperamento. Si este rasgo está en exceso puede dar lugar una personalidad de tipo obsesiva-compulsiva.
- Sociabilidad. Es el grado en el que la persona disfruta en sus relaciones o sus interacciones, y abrirse a ellas (expresar los sentimientos): personas extrovertidas o introvertidas. En casos donde hay puntuaciones muy bajas puede indicar estados de depresión, trastornos paranoides o autismo.
- Amabilidad. Implica esa capacidad de empatizar, cooperar, suministrar apoyos a las demás personas y mostrar sensibilidad por sus circunstancias.
- Neuroticismo. En un grado intermedio puede indicar estabilidad emocional, capacidad de responder a los estímulos de manera proporcionada. En valores extremos puede encontrarse aquellas personas extremadamente preocupadas, con estrés postraumático y dificultades en la regulación emocional.
¿Todas las personas pueden encajar con esta clasificación en función de su personalidad? Tal y como nos explica la experta, todas las personas tendrán en mayor o menor medida los anteriores rasgos. “Existen críticas a este modelo porque no valora las influencias ambientales, así como que determinadas personas pueden cambiar a través de sucesos o cambios vitales a lo largo de su vida”, matiza la experta.
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Factores que pueden influir en la personalidad
¿Qué factores pueden influir, según la psicóloga, en estos cinco grandes rasgos? Nos explica que pueden tener cierta repercusión aspectos ambientales, genéticos, geográficos, la cantidad de recursos que tenga la persona en su ambiente que le ofrezcan o no la estimulación necesaria para poder desarrollar los factores mencionados anteriormente. “Además, las capacidades de resiliencia pueden llegar a modificar el grado de presencia de los 5 factores, llegando a aumentar el grado de apertura o sociabilidad si se elaboran las historias a nivel terapéutico”, nos comenta.
Por último, le planteamos a la psicóloga cuál es su opinión, basándose en su experiencia, al respecto de este modelo. “Define a grandes rasgos y de una manera un poco reduccionista aquellos factores que pueden definirnos y que nos diferencian de otras personas, como tendencias que se dan en nuestra personalidad. Pero es una descripción que se queda en la superficie, ya que es necesario siempre valorar los factores ambientales, culturales, valores familiares que se transmiten generacionalmente, así como las creencias que hacen que nos mantengamos en tipos de personalidades determinadas”, nos detalla.
Y añade que para poder modificar aquellos factores que consideramos que nos dificultan nuestro ajuste a nuestra cotidianeidad, es necesario revisarlo en la intervención psicológica, para así poder elaborar un plan en el que, sesión a sesión, puedan trabajarse bloqueos, transitar experiencias, dolores que nos impiden tener mayor apertura o aceptación ante nuestros propios rasgos, para así empoderarnos de nuestras historias al margen de lo que nos define estructuralmente.