‘Debería comer mejor’. Si has pronunciado esta frase, ya has dado un paso importante, pues eres consciente de la necesidad de cambiar este hábito fundamental para una vida más saludable. Toca, claro está, ponerse manos a la obra para conseguir nuestro objetivo. Es importante, de hecho, llegar a ese momento en el que nos damos cuenta de que tenemos que cambiar ciertas cosas en nuestra dieta. “Claro, ¡y cuando antes llegue ese momento mejor! En muchas ocasiones, se cambian los hábitos alimentarios tras el diagnóstico de una enfermedad y lo ideal es actuar mucho antes, como prevención, por salud”, nos cuenta la nutricionista Paula Fernández, directora de Nutrium.
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Y aprovechamos para plantearle si es realmente tan complicado cambiar nuestra forma de comer, de alimentarnos, para conseguir seguir una dieta más sana y equilibrada, nos cuenta que puede ser una labor compleja sobre todo si queremos cambiar todo de golpe. “Tenemos unos hábitos adquiridos a lo largo de toda nuestra vida y modificarlos lleva su tiempo y esfuerzo, por eso hay que hacerlo poco a poco y sin grandes retos”, nos explica.
Es mejor, por lo tanto, hacer pequeños cambios, ir modificando determinadas costumbres poco a poco, en lugar de querer apostar por un giro más radical que implique más sufrimiento. Una vez que tomamos conciencia, ¿qué debemos hacer? “Es importante saber de qué punto se parte y cuáles son los objetivos finales. Si nuestra meta es una pérdida de peso, una fecha o una mejora en los análisis, es probable que no perduren los hábitos conseguidos. Ponernos en manos de un Dietista-Nutricionista ayudará a establecer un orden flexible, duradero y sobre todo saludable”, nos detalla la experta.
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Metas realistas
Lo ideal es hacer pequeños cambios, que no supongan 'demasiado drama' para ir modificando ciertos aspectos en nuestra dieta. “Ir marcando pequeños logros, que sean realistas pero que nos ayuden a avanzar, y a medida que se vayan consiguiendo, añadir nuevos o reformular para mejorar los anteriores”, cuenta Paula Fernández, que nos resume algunos de los que considera importantes:
- Anotar en un papel los objetivos, qué vas a lograr con el cambio.
- Hacer un poco de autocrítica y analizar los errores que se cometen con la alimentación.
- Eliminar todos aquellos alimentos y bebidas que perjudican en el camino a recorrer.
- Hacer un listado de compromisos (no comer dulces, máximo 1 copa de vino el fin de semana, salir a caminar 2 días…).
- Buscar la manera de medir nuestros logros de la manera más objetiva posible (mejorar tiempo saliendo a correr, anotar los días que no se ha comido dulce, repetir análisis de sangre…).
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Alimentos aliados
En general, dentro de estos cambios, deberíamos intentar incluir algunos alimentos. “Muchas verduras y frutas, deben ser la base de nuestra dieta y ocupar al menos el 50% de nuestra ingesta diaria; legumbre, cereal, frutos secos, pescado, huevos… evitando procesados”, apunta la nutricionista, que nos cuenta, además, que el agua debe ser la bebida principal, ¡incluso la única! “Tratar de evitar azúcar añadido, grasas saturadas, alimentos ultra procesados, refrescos, bebidas alcohólicas…”, sugiere.
La clave, claro está, es tomarse en serio estos cambios de hábitos, por pequeños que sean. “Tomárselo en serio y ser constante. Habrá momentos que cueste más que otros, y lo más importante es trabajar la motivación, que será el gran empujón a seguir haciendo las cosas bien”, concluye.