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¿El egoísta nace o se hace? Así es su personalidad

Los expertos coinciden en que todos lo somos en alguna ocasión


20 de enero de 2023 - 14:12 CET
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Partimos de una idea clara: todos somos egoístas, al menos en cierta medida. Pero es cierto que hay personas con este rasgo de su personalidad mucho más acentuado. “Gran parte de la responsabilidad la tiene el instinto de supervivencia que nos anima a priorizar nuestras necesidades y seguridad por encima del bienestar ajeno. Esto hace que, a menudo, antepongamos nuestros intereses al de las personas que nos rodean, sin tener en cuenta que, en ocasiones, los suyos pueden ser más prioritarios. La mayoría de las veces lo hacemos de manera inconsciente o, al menos, de forma involuntaria. Sin embargo, hay ocasiones en las que el egoísmo no es una mera reacción instintiva, sino que forma parte de la personalidad y se convierte en una manera de interactuar con el mundo. Es lo que conocemos como personas egoístas”, nos comentan desde el equipo de Contenido Clínico de TherapyChat, liderado por Isabel Aranda, psicóloga sanitaria y Chief Content Officer de la compañía.

 

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La influencia de la infancia

Así, nos cuentan que se e trata de personas que priman el hecho de satisfacer sus necesidades, anteponiéndose a quienes les rodean, incapaces de priorizar los intereses de los demás. “La mayoría de las veces el origen de este tipo de comportamiento se remonta a la infancia. Muchas de estas personas fueron educadas en un entorno permisivo, en el que eran el centro de atención, de manera que crecieron convirtiéndose en personas egocéntricas, que creen estar por encima del resto y merecerlo todo. Carecer de una educación basada en la empatía, la cooperación y el respeto es, sin duda, uno de los elementos que más influye en este tipo de comportamiento, aunque también se conoce que, en ocasiones, el egoísmo puede surgir como una especie de mecanismo de defensa en personas que tienen una escasa regulación emocional, ya sea para protegerse de las decepciones y desengaños o de la soledad y del miedo a perder a los que quieren”, nos explican.

 

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Así es su personalidad

Nos planteamos cuáles son los rasgos comunes que comparten las personas egoístas, y los expertos nos los resumen en los siguientes:

  • Uno de los rasgos que define a las personas egoístas es su falta de empatía con quienes les rodean.
  • Se trata de personas a las que les resulta difícil ponerse en la piel de los demás, por lo que no suelen tener en cuenta las necesidades de las otras personas.
  • Asimismo, se caracterizan por ser egocéntricos. Suelen tener un gran ego y, a menudo, consideran que son mejores o tienen más derechos que los demás. De hecho, no es extraño que sus conversaciones versen casi siempre sobre sus logros, expectativas y necesidades y que, además de hacer caso omiso a las inquietudes ajenas, se muestren particularmente críticos con las otras personas.
  • Por lo general, las personas egoístas suelen ser manipuladoras y controladoras. Cuando no consiguen lo que quieren de las personas de su entorno recurren a la manipulación directa o indirecta para intentar controlarlos y conseguir su propósito, aunque ello comprometa el bienestar de los demás.
  • A menudo, también se caracterizan por ser rencorosas. Llevan el principio de reciprocidad al extremo, de manera que cuando hacen o dan algo esperan recibir algo a cambio y, si no lo obtienen, se sienten decepcionados.
  • Consideran que sus “esfuerzos” en beneficio de los demás deben ser recompensados con creces y, si no es así, culpan a las personas que les rodean de su insatisfacción.
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¿Es fácil detectar a las personas egoístas?

En opinión de los expertos de TherapyChat, identificar a una persona egoísta de libro es sencillo. Así, nos cuentan que tras las primeras interacciones es normal que empiece a aflorar su verdadera naturaleza y sus comportamientos egoístas le delaten. “Su poca propensión a compartir, la manera en la que aprovecha las situaciones para su propio beneficio, su constante búsqueda de protagonismo o su negación a colaborar con los demás son conductas que nos alertan inmediatamente de que estamos ante una persona egoísta y egocéntrica”, nos cuentan.

Sin embargo, también añaden que lo cierto es que, en la vida cotidiana, muchas veces el egoísmo no suele mostrar su cara abiertamente. La mayoría de las personas egoístas que nos encontramos suelen camuflar su egoísmo, ya sea para evitar ser rechazadas o para conseguir su propósito de manera encubierta. Y, en estos casos, como es obvio, es mucho más difícil detectar a una personalidad egoísta.

“De hecho, a menudo el egoísmo puede disfrazarse de amor condicionado, lo que hace que sea aún más difícil detectarlo. Ocurre a menudo con las madres, padres o parejas que esconden su egoísmo detrás de estrategias de presión y manipulación sutiles, siendo conscientes del estrés al que someten a la otra persona o la magnitud del sacrificio que piden en nombre del cariño y la relación. Presionar a la pareja para mudarse a una ciudad que no le gusta, exigir a los hijos al menos una visita semanal porque es su obligación o pedir a un amigo que le acompañe a una fiesta a sabiendas de que no le interesa son también comportamientos egoístas que, a menudo, se suelen pasar por alto ya que, además de provenir de personas que queremos, están disfrazadas de buenas intenciones. Reconocer y aceptar los signos de egoísmo en estos casos puede ser muy complejo”, nos comenta Isabel Aranda.

 

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¿Por qué hay personas más o menos egoístas?

Como decíamos al comienzo, es normal tener una cierta dosis de egoísmo que, la mayoría de las veces, aplicamos de manera inconsciente o, al menos, no malintencionada. Sin embargo, lo cierto es que existen personas cuyos comportamientos cotidianos están marcados por el egoísmo, de manera intencional y voluntaria. ¿Cuáles pueden ser las causas?

  • Muchas de estas personas han crecido en un entorno carente del sentido del altruismo y la colaboración o han recibido una educación marcada por la falta de empatía, respeto y equidad, de forma que han terminado convirtiéndose en adultos egocéntricos y egoístas que creen merecerlo todo.
  • En otros casos, el egoísmo proviene de las propias experiencias de vida. Las personas que han vivido profundas decepciones, que han sido heridas emocionalmente o que tienen una baja autoestima, a veces utilizan el egoísmo como capa protectora para defenderse del resto del mundo y cuidar su frágil equilibrio emocional. Es el típico caso de quien se entrega completamente en una relación de pareja y, tras sufrir un desengaño amoroso, decide ser egoísta en sus próximas relaciones para evitar una nueva decepción.
  • Por otro lado, el egoísmo también está presente en determinados trastornos de personalidad de forma extrema, como puede ser el caso del narcisismo.

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La influencia de la sociedad

Lo que parece confirmarse es que todos, en algún momento de nuestra vida, somos algo egoístas. “Vivimos en una sociedad que prioriza la competitividad y nos anima a ser cada vez más individualistas y velar por nuestros propios intereses. En este contexto, no es extraño que nos comportemos de manera cada vez más egoísta, priorizando nuestras necesidades y deseos por encima de los del resto”, comentan.

Pero claro, obviamente, esto no implica que este tipo de comportamientos sean malintencionados, pero lo cierto es que evidencian nuestra propensión a proteger nuestro ego y satisfacer nuestras necesidades antes que las del resto. Se trata, nos dicen, de un impulso instintivo que hemos adaptado a la realidad en la que vivimos y que se expresa a través de situaciones cotidianas que muestran la lucha interna entre nuestra naturaleza individualista y el instinto social de colaboración.

 

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¿Hay algo positivo en el egoísmo?

Lo cierto es que cuando hablamos de egoísmo, a menudo lo interpretamos como un rasgo negativo. Solemos comprender el egoísmo como una manifestación que resta valor a la personalidad y que afecta a las relaciones con los demás. Y, en cierta medida, es así. Sin embargo, tal y como nos detallan los psicólogos, lo cierto es que el egoísmo también tiene un lado positivo.

“Es lo que se conoce como egoísmo positivo y hace referencia a poner el foco de atención en uno mismo para cuidarse, mimarse y protegerse. En este sentido, ser un poco egoístas en pos de nuestra salud y bienestar nos ayuda a convertirnos en nuestra principal prioridad, anteponiendo nuestras necesidades a los intereses, exigencias o prisas del mundo moderno. Esta cierta dosis de egoísmo positivo no solo nos permite mantener un adecuado balance en nuestras vidas, prestar atención tanto a nuestra salud física como psicológica y atender nuestras necesidades, sino que, además, contribuye a que estemos mejor preparados y dispuestos a ayudar a las personas de nuestro entorno. A fin de cuentas, si nos encontramos mal o somos incapaces de cuidar de nosotros mismos, difícilmente podremos cuidar de los demás”, nos cuentan.

 

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Convivir con una persona egoísta

Tal vez la parte más compleja sea la que implica a la convivencia. Depende, en gran medida, de la relación que tengamos con la persona en cuestión. “A veces, es muy fácil lidiar con el egoísmo en nuestras vidas, sobre todo cuando se trata de amigos, compañeros de trabajo o familiares lejanos. En estos casos, basta con marcar distancia y dejar de lado a las personas egoístas para escapar de sus presiones y tendencia a la manipulación. Sin embargo, cuando el egoísmo proviene de personas cercanas, como pueden ser los padres, la pareja o un amigo íntimo, es mucho más difícil lidiar con este tipo de comportamientos. Sin embargo, esto no significa que sea imposible. Es en estos momentos cuando el ejercicio de la asertividad se hace imprescindible”, nos comentan, y recopilan alguno.

 

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Consejos útiles si tratas con un egoísta

  • Aprende a identificar los comportamientos egoístas.Sin duda, el primer paso para aprender a vivir con una persona egoísta consiste en aprender a identificar este tipo de comportamientos. Ser consciente de las conductas egoístas de la otra persona no solo te permitirá aceptar el problema, sino que te ayudará a tomar cartas en el asunto.
  • Evita ceder a los intentos de manipulación. Ceder a las presiones o intentos de manipulación de una persona egoísta no solo te convierte en su víctima, sino que contribuye a perpetuar el problema. Para evitar que esto suceda, valora si las peticiones de ayuda de la otra persona obedecen a una necesidad real o a un intento encubierto de manipulación para salirse con la suya. Si crees que se trata de una forma de presión, no cedas a sus exigencias.
  • Haz valer tu derecho sin ponerte a la defensiva. Si vives con una persona egoísta, es importante que hagas valer tu derecho y aprendas a priorizar también algunas de tus necesidades. Por ejemplo, en algunas ocasiones puedes ceder a satisfacer las necesidades de la otra persona y, otras veces, anteponer las tuyas para conseguir un equilibrio. Esto siempre de manera asertiva, evitando ponerte a la defensiva y en un juego de intercambio, “yo hago esto y tú, por tu parte, esto otro”.
  • Marca límites saludables. Una condición indispensable para convivir con una persona egoísta consiste en marcar límites saludables que permitan mantener una relación lo más equilibrada y sana posible. Para ello, deja claros los límites que la otra persona no debe cruzar jamás, así como tu libre capacidad de decisión y tu derecho a elegir lo que es mejor para ti.
  • Habla abiertamente sobre tus emociones. Si hablas sobre lo que experimentas cuando intenta presionarte o manipularte para que hagas lo que quiere te ayudará a canalizar asertivamente esas emociones, haciéndote sentir mejor. También es una manera de hacer consciente al otro del problema, que es el primer paso para que intente mejorar su actitud.

 

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¿Y si somos nosotros los egoístas?

Hay algo bastante evidente: reconocer los comportamientos egoístas en otras personas suele ser más fácil que identificar los nuestros propios. Esto es porque la mayoría de las veces nos comportamos de manera egoísta de forma inconsciente. De hecho, a menudo nos convencemos a nosotros mismos de que nuestras conductas egoístas son, en realidad, una muestra de cariño que nos anima a cuidar o proteger al otro, cuando en realidad no es así. “En estos casos, el primer paso consiste en aceptar nuestros comportamientos egoístas y reconocer que esta actitud no es beneficiosa ni para los demás ni para nosotros. Sin embargo, con reconocer el problema no basta y lo más probable es que necesites apoyo psicológico para cambiar tu forma de actuar”, explican. Aun así, existen otras claves que debes tener en cuenta, tal y como nos detallan:

  • Cambia tu perspectiva de forma consciente. Una clave fundamental para evitar los comportamientos egoístas consiste en cambiar la perspectiva que se tiene del mundo, asumiendo que las necesidades de los demás también son importantes y que no siempre es posible anteponerse al resto. Asumir que todas las personas somos iguales y merecemos el mismo respeto y atención es fundamental para dejar ir el egoísmo de nuestras vidas.
  • Asume que no eres el centro del mundo. Dejar de ser una persona egocéntrica es vital para evitar comportarse de manera egoísta. Es importante entender que los deseos, intereses y derechos de las otras personas son tan válidos como los tuyos y que quienes te rodean merecen las mismas cosas que tú. Dejar de verte como el centro del universo te ayudará a ser un poco menos egoísta.
  • Desarrolla tu empatía. Aprender a ponerse en la piel de los demás y desarrollar una mayor empatía hacia las personas del entorno puede ayudar a que una persona sea cada vez menos egoísta. De esta manera, serás consciente de las necesidades y deseos de los demás, lo cual te ayudará a nivelar los tuyos propios y evitará que siempre antepongas tus exigencias al resto.
  • Muéstrate más receptivo. Mostrarte abierto a escuchar a los demás te ayudará a comprender, de verdad, las necesidades de las otras personas y a ponerte en su lugar. De esta manera, no solo serás capaz de poner en perspectiva tus propias necesidades, sino que serás capaz de ayudarles cuando en realidad lo necesiten.
  • Dar sin esperar nada a cambio es, sin duda, el mayor símbolo de altruismo. Por tanto, si estás luchando contra tus instintos más egoístas, practicar el altruismo en tu vida cotidiana puede ayudarte a ser una persona más generosa y desinteresada.

 

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¿Egoísmo y falta de empatía?

La relación entre el egoísmo y la falta de empatía no es unidireccional, sino bidireccional. Ambos fenómenos están estrechamente vinculados entre sí y se retroalimentan el uno al otro. “Por una parte, se conoce que las personas egoístas tienen una gran falta de empatía con quienes les rodean. Al pensar continuamente en sí mismos y poner el foco de atención en lo que les sucede, son incapaces de ponerse en la piel de los demás y comprender sus alegrías, decepciones, frustraciones o sufrimiento. Están tan absortos en sí mismos que se olvidan de mirar a los demás. En estos casos, el egoísmo conduce a la falta de empatía. Sin embargo, en el sentido contrario, la falta de empatía también puede hacer que una persona se vuelva egoísta. El hecho de no ser capaz de conectar con los demás o comprender lo que de verdad sienten o piensan puede hacer que terminemos por obviar sus necesidades y dejemos de prestarles atención y, de ahí a convertirnos en personas egoístas, hay solo un paso”, nos cuentan desde TherapyChat.

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¿Una persona egoísta puede llegar a cambiar?

Para concluir, le preguntamos a los psicólogos si una persona que es egoísta puede dar un giro y cambiar. “De la misma manera que ‘aprendemos’ a ser egoístas es posible desaprender este tipo de comportamiento y convertirnos en una persona más altruista y generosa. Eso sí, no es un camino sencillo. Ser conscientes de nuestro egoísmo y, sobre todo, intentar eliminarlo de nuestras vidas para encontrar un equilibrio más sano entre la satisfacción de nuestras necesidades y las del resto, requiere compromiso, esfuerzo, tiempo y trabajo”, nos comenta.

¿Cómo lo podemos conseguir? “Para ello, puedes apoyarte en las personas que te rodean, quienes podrán alertarte de tus comportamientos egoístas y ayudarte a encontrar soluciones más equilibradas en tu vida. También puedes acudir a terapia psicológica para aprender a reconocer las conductas egoístas y cómo cambiarlas, con el fin de que no sigan deteriorando tus relaciones y tu vida en general. Los profesionales de la psicología pueden brindarte numerosos recursos y herramientas para encontrar el equilibrio que necesitas y convertirte en una persona más altruista”, concluyen.