Dicen que somos nuestra memoria. Aquello que vivimos en el pasado, lo que experimentamos en el presente y lo que pensamos que será nuestro futuro. Todo ello, conforma nuestra identidad, nuestra persona. La memoria, por tanto, juega un papel fundamental. ¿Y si nos pudiéramos aliar con ella para crear recuerdos, experiencias y traer a nuestra mente aquellas situaciones que nos hicieron sentir mejor? Podemos hacerlo. El psicólogo José Martín del Pliego nos explica cómo hacerlo.
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¿Qué es un recuerdo?
En lo básico, todos los recuerdos son lo mismo. Hablamos de una asociación entre neuronas, de tal manera que cuando se activa una se van activando las demás, generando un determinado canon de actividad.
Esta actividad neuronal se consolida más por repetición (cuando estudiamos) o por intensidad (cuando algo resulta relevante para la persona).
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¿Cómo se forman?
La información llega por todos los sentidos, condicionado por aquello que hemos aprendido a detectar. Todo pasa antes, unos 800 msg por la parte emocional (zona subcortical) y pasa luego a la parte de pensar (neocórtex).
De aquí lo que se quiere que se quede en la memoria a largo plazo, se manda al Hipocampo, que guarda la información durante 2-3 años y durante este tiempo se vuelven a mandar al neocórtex para que queden bien consolidadas, es esto lo que nos permite volver a acceder al recuerdo.
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¿Cómo influyen las vivencias?
Primero, debemos distinguir entre diferentes tipos de memorias:
- Las memorias implícitas hablan de sensaciones o de cómo hacer las cosas (conducir)
- Memoria explicita, es la que tiene que ver con la memoria de trabajo y la de largo plazo. La que usamos de forma más o menos voluntariamente para acceder a datos.
- Memorias episódicas. Aquí accedemos a aquellos que nos hizo sentir la vivencia que vivimos, y están inmersas de todo lo personal y único que nos hizo sentir la experiencia y la percepción de estar allí
- Memoria semántica, que es una especie de almacén de cosas que sabemos.
- Memorias de miedo, fundamentales para la supervivencia y que en gran parte se graban en la amígdala.
Sabiendo esto, podrás comprender que la experiencia que estemos viviendo marca con mucha potencia alguno de estos tipos de memoria, marcando la emoción que nos trae el recuerdo y como la almacenamos.
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¿Podemos crear recuerdos 'falsos'?
Volvemos al hipocampo, que nos permite el acceso a todo este tipo de memorias de forma episódica, es lo que nos da una visión temporal de aquello que vivimos. El antes o después del recuerdo. Una determinada situación puede activarnos una memoria antigua que no podemos recordar con la parte de pensar y el neocórtex lo que hace es “rellenar huecos” para hacerlo coherente, pero en parte se lo inventa, esto puede pasar con experiencias tanto negativas como positivas.
Es importante que nos demos cuenta qué de una forma u otra, todo se queda grabado en nuestro cuerpo, hasta lo más primitivo, aunque con la parte de pensar no podamos acceder a ello. Por esto lo que nos pasa de pequeños es tan importante porque ahí se queda, en distintas modalidades, imágenes, emociones, sensaciones… Y pueden activarse en el presente sin que sepamos la razón.
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Por el contrario, ¿podemos crear recuerdos más felices?
El sistema, de forma defensiva, es capaz de crear un poso de emoción positiva con un periodo vital, aunque realmente ese tiempo no fuera tan feliz ni mucho menos. Es una forma defensiva de desconectar con el dolor, eso lo hace muy bien el cerebro, de tal manera que nos permite seguir adelante y sobrevivir.
Por lo tanto, podemos “teñir” de emoción positiva el recuerdo, y esto lo hacemos con bastante frecuencia, generando una añoranza hacia el pasado. No nos ayudaría demasiado vivir muy consciente de todas esas cargas antiguas, y como nuestro cerebro trabaja para nosotros, nos las aligera.
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¿Cómo podemos aliarnos con nuestra memoria para ser más felices?
Le podemos dar energía a la emoción positiva, con lo que en algún momento nos ha hecho sentir bien. Un anclaje es aquel estímulo relacionado con una emoción positiva o que lo ha sido en algún momento de nuestra vida, al activar el anclaje volvemos a traer la emoción.
Podemos volver a buscar esos estímulos cargados con esa emoción positiva y volver a disfrutarlos.
Podemos volver a visitar aquellos sitios que en su momento fueron agradables, ciudades, restaurantes, lugares de vacaciones. Hacer el tipo de actividad que me hacía sentir bien en algún momento. Conectar de nuevo con esas personas que fueron importantes. Hacer las mismas comidas que la abuela me hacía con su receta. Los anclajes pueden traer más o menos emoción, pero es importante que de manera personal tengamos controlados los nuestros, para que nos echen una mano.