Hay varios sentimientos que predominan durante las fechas navideñas: el amor, la bondad, la compasión, la generosidad… En Navidad, de hecho, parece que nos volvemos mejores personas. Pero esta cualidad debería permanecer durante todo el año. ¿Qué nos hace ser genuinamente buenos? Y, al contrario, ¿qué nos intoxica hasta el punto de volvernos más ruines? Hablamos de todo ello con el psicólogo Jose Martín del Pliego.
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¿Qué es ser una buena persona?
Podríamos hablar de que buena persona es aquella que tiene mejor conexión con su “yo esencial”, es decir, el núcleo de quien realmente somos, de nuestro sentido del yo. Esto nos permitiría darnos cuenta de aquellas cosas que nos hacen actuar a veces de manera poco adecuada, conocer algunas de esas partes, que tenemos todos y que en muchas veces no nos dejan ser tan buenas personas, como en el fondo sabemos que somos.
Si tenemos un buen contacto con nuestro “yo esencial”, podemos ver de forma más calmada y sin juzgarnos y, sobre todo, ver a los que nos rodean, dejando así ir la ansiedad, la tensión o la insatisfacción. Esto nos ayuda a no permitir que no nos desborden las emociones, a veces poco importantes, de las cosas que nos pasan diariamente.
Por lo tanto, ser buena persona no es tanto estar pendiente de los demás, sino más bien un sano contacto con uno mismo.
¿Todos los somos por naturaleza?
Somos muchos los que pensamos así. Que tenemos una base natural de bondad. Recordemos que somos animales gregarios, y que nuestra naturaleza debería ser la de estar bien en nuestra relación con los demás, para sentirnos así seguros, ya que un ser humano en solitario en mucho más vulnerable a los peligros del entorno.
Esa bondad facilitaría nuestra interrelación pacífica con otros y, por lo tanto, que recibiéramos lo mismo de los que tenemos cerca.
¿Qué nos intoxica?
Nos intoxica la necesidad de protegernos. Hablaríamos de partes defensivas que se nos activan en la primera infancia (0-3 años) o en la adolescencia. Esas partes tiene una funcionalidad aparente en su origen. Si aparecieron en su momento es que servían para algo, para mantenernos a salvo, pero con el paso del tiempo se han convertido en partes poco adecuadas y que no nos dejan conectar con la bondad.
Si no me he sentido suficientemente atendido o cuidado, si he sufrido maltrato o desprecio en mi entorno, puedo activar partes defensoras que generan conductas que me ayudan a sobrevivir, pero me alejan de quien realmente soy. Puedo ser muy crítico con los demás, controlador, agresivo a veces o muy sumiso. Otras en alerta y preocupado. Todo ello encaminado a protegerme de una manera u otra, pero alejándome de la bondad de mi ser.
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¿Por qué nos volvemos mejores personas en Navidad?
Siendo conscientes de la parte más comercial de estas fechas, tenemos un anclaje emocional potente con lo que significaba para nosotros la Navidad cuando éramos niños. Algo que forma parte de la tradición, familia, vínculos, regalos, amor… Con todo esto es más fácil desprendernos de nuestras partes protectoras y notar esa conexión con los demás y con las emociones agradables que sentíamos en el pasado.
Tratamos de recuperar ese calor emocional que nos hacía sentir tan bien siendo pequeños y nos esforzamos más para conseguirlo.
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¿Se puede aprender a ser mejor persona?
Hay muchos momentos vitales que activan la consciencia interna de querer ser mejor, la Navidad es uno de ellos. Identifica esas partes que quieres cambiar y que te dan problemas, mira que sabes de ellas y desde cuando están contigo, si te trae algún tipo de beneficio y si necesitas ayuda para librarte de ella y conectar mejor con quien realmente eres.
Consejos para ser mejor persona
- Aceptarse. Que seas capaz de ver tus puntos fuertes y débiles, sin críticas. Solo en ese proceso de autobservación sin juzgar, que te permita verte de forma más calmada y convertirte en tu mejor amigo, aunque no todo lo tuyo te guste.
- Conectar con emociones positivas que te generan las personas de tu entorno. Pareja, amigos, compañeros…Trata de apartar esas partes de ellos, que puedan incomodarte y sin juzgar trata de sentir lo que hay debajo. Profundiza un poco más en el otro. No te quedes en la superficie.
- Trabajar la capacidad de ver las cosas con cierta perspectiva, aceptando lo que nos pasa. Párate en lo que hay y en el cómo son las cosas, sin crear falsas expectativas. Si estoy bien conectado conmigo mismo, no necesito estar en alerta o tensión.
- La compasión va unida a la bondad, como forma tierna y comprensiva de percibir todo lo que hay a nuestro alrededor. La compasión también nos permite sentir mejor el dolor de los demás y a tratar de evitarlo si podemos.
- Aprender a sentir las emociones en tu cuerpo. Sobre todo, entre tu garganta y tu estómago. Esto te servirá para tener más conexión con todo lo que te rodea y saber que se activa en ti en tu relación con lo demás. Este entrenamiento es altamente recomendable para notar que me mueven los demás.
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