Las personas no solo nos comunicamos a través de las palabras sino también mediante nuestros gestos y reacciones corporales. Es lo que se conoce como lenguaje corporal. Básicamente, se trata de un tipo de comunicación no verbal que utiliza las señales corporales para transmitir información a las personas que nos rodean. En otras palabras, es el lenguaje que emplea nuestro cuerpo para transmitir nuestras ideas, percepciones, valoraciones, estados de ánimo e intenciones sin tener que mediar palabra. El equipo de contenido clínico de TherapyChat, liderado por Isabel Aranda, psicóloga sanitaria y Chief Content Officer de la compañía nos explica si se trata de algo innato o lo podemos aprender y nos da las claves para mostrar más amabilidad y simpatía mediante nuestro lenguaje corporal. También nos detallan los resultados de las últimas investigaciones que confirman que nuestros gestos no solo son un reflejo de lo que pensamos o sentimos, sino que estos pueden influir en nuestro cerebro.
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¿Qué incluye el lenguaje corporal?
Contrario a lo que muchos creen, el lenguaje corporal no solo incluye los gestos que hacemos sino también lo que manifestamos mediante la expresión facial, la postura corporal y los movimientos del cuerpo. Por ejemplo, mientras una postura corporal erguida con la cabeza altiva y los brazos extendidos puede transmitir seguridad en uno mismo y reafirmar nuestras palabras, una postura encorvada con la cabeza cabizbaja y los hombros caídos puede dar sensación de inseguridad y restar valor a lo que decimos.
De ahí que el lenguaje corporal no sea una mera forma de complementar la información verbal sino que la enriquece. El psicólogo Albert Mehrabian estudió cómo en un mensaje el impacto de la comunicación no verbal puede ser de un 55%.
¿Cómo nos influye?
Hasta hace muy poco tiempo se pensaba que el lenguaje corporal era un complemento de la comunicación verbal, es decir, una manera de reafirmar, o no, lo que decimos con palabras. Sin embargo, diversos estudios realizados en las últimas décadas han encontrado que el lenguaje corporal no es un simple reflejo de lo que ocurre en nuestro interior sino que también puede influir en los procesos que tienen lugar en nuestra mente.
Por ejemplo, se conoce que modificar la postura y los movimientos que hacemos con nuestro cuerpo puede ayudarnos a ganar seguridad y confianza en nosotros mismos. Esto es debido a que nuestro cerebro capta las señales que transmitimos mediante los gestos corporales y se “autoconvence” del mensaje que enviamos, haciéndonos sentir más seguros y con una autoestima más sólida. De hecho, no es extraño que una de las herramientas que utilizamos a menudo los profesionales de la psicología para tratar la falta de autoestima o de seguridad sea precisamente el entrenamiento del lenguaje corporal.
Sin embargo, lo que muchos no saben es que el lenguaje corporal también influye en nuestra cognición. Una de las diversas investigaciones realizadas por la psicóloga Susan Wagner encontró que los estudiantes que gesticulaban con sus manos tenían casi tres veces más probabilidades de entender lo que estudiaban en comparación con los compañeros que no gesticulaban. Esto se debe a que los movimientos que hacemos nos ayudan a recopilar información e integrarla en nuestra representación mental. De esta forma, nos resulta más sencillo comprender lo que sucede en nuestro entorno para poder reaccionar de la manera más adecuada.
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¿Es innato o algo aprendido?
Las personas utilizamos el lenguaje corporal para comunicarnos desde que nacemos. La sonrisa de un bebé que se siente feliz jugando con sus padres o el movimiento esquivo que hace con su cuerpo cuando intenta apartarse de una persona con la que no está cómoda son señales suficientemente claras que transmiten lo que está experimentando en ese momento sin necesidad de recurrir a las palabras. Esto indica que gran parte del lenguaje corporal lo traemos impreso en el ADN y es innato. De hecho, ello explica por qué personas de diferentes culturas, religiones, razas o generaciones realizan los mismos gestos faciales cuando sonríen, lloran, se asombran o se asustan para expresar sus emociones básicas.
Sin embargo, el lenguaje corporal también está determinado en gran parte por la educación, la sociedad y las características de personalidad. De la misma manera que existen culturas que gesticulan más y emplean un tono de voz más alto, hay otras en las que apenas se utilizan las manos al hablar y, cuando se expresan verbalmente, lo hacen con un tono mucho más bajo.
Por otro lado, a través del cuerpo manifestamos nuestra personalidad. Las personas con una autoestima adecuada, seguras de sí mismas y con una gran autoconfianza suelen tener un lenguaje corporal más abierto y expansivo, mientras que la gestualidad de quienes tienen una baja autoestima y autovaloración suele ser mucho más limitada. Esto significa que, a medida que crecemos, vamos adaptando el lenguaje corporal a nuestras vivencias y la manera en la que nos relacionamos con nuestro entorno.
¿Comunica más el lenguaje corporal que las palabras?
Solemos pensar que nos comunicamos esencialmente a través de las palabras, pero en realidad el lenguaje corporal dice mucho más de lo que expresamos verbalmente. Según los estudios del psicólogo Albert Mehrabian, el 7% del mensaje que transmitimos está formado por palabras, el 38% por el tono de la voz y el 55% por la expresión facial. Esto implica que el 93% de lo que expresamos lo hacemos a través del lenguaje corporal mientras que el lenguaje verbal representa solo el 7%. Más allá de estas cifras, que pueden variar según los estudios, lo cierto es que transmitimos más con nuestro lenguaje corporal que con las palabras.
Es importante tener en cuenta que una sola palabra se complementa con nuestra postura corporal, los gestos y movimientos que hacemos en ese preciso momento y las micro-expresiones de nuestro rostro. Esto significa que mientras hablamos, nuestro cuerpo está reafirmando, o no, lo que decimos a través de tres o cuatro canales complementarios. Además, incluso cuando estamos en silencio nuestro cuerpo está transmitiendo lo que sucede en nuestro interior, desvelando información valiosa acerca de lo que pensamos o sentimos en cada momento.
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¿Podemos aprender a generar más simpatía y a ser amables con nuestros gestos?
Todos podemos aprender a ser más amables y simpáticos y es valioso siempre y cuando haya una congruencia entre cómo eres y lo que expresas. Parecer simpático cuando en realidad no sientes simpatía no funciona bien, las otras personas identificarán la falsedad tarde o temprano.
Así que la cuestión es aprender a ser más amable, no aprender a gesticular como si lo fueras.
Para conseguirlo es vital modificar nuestra actitud y realizar algunos cambios en nuestro discurso interior, pensando amablemente sobre los otros. Además, utilizar términos o expresiones que acortan distancia con las personas que nos rodean y les comuniquen simpatía. Es importante que lo que decimos a través de las palabras y expresamos con gestos esté en perfecta sintonía ya que, de lo contrario, terminaremos generando desconfianza en la otra persona, echando por tierra nuestra intención de ser amable.
En cambio, cuando aprendemos a complementar las palabras que decimos con lo que expresamos a través de nuestro cuerpo o vamos un paso más allá e intentamos transmitir solo con gestos nuestra simpatía, esto generará confianza y seguridad en los demás, haciendo que perciban nuestra amabilidad como genuina y se abran a compartir con nosotros. Aprender a ser amables mediante los gestos no es difícil, pero requiere de mucha práctica y esfuerzo, al menos hasta que seas capaz de automatizar ese tipo de expresiones y pasen a formar parte de tu lenguaje corporal natural.
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¿Qué gestos nos pueden ayudar a mostrarnos más amables?
Cada persona tiene una manera particular de mostrarse amable con quienes les rodean. Sin embargo, en la cultura occidental existen algunas reacciones corporales que van más allá de la individualidad y que expresan amabilidad en cualquier entorno o circunstancia. He aquí algunos de los gestos que pueden hacerte parecer más amable y cordial con los demás.
- Sonríe. La sonrisa es, probablemente, la mejor expresión corporal para expresar amabilidad y simpatía. Sonreír transmite confianza, calidez y cordialidad, a la vez que muestra nuestra intención de un acercamiento sincero y bienintencionado.
- Mantén el contacto visual. En el lenguaje corporal, una mirada espontánea y cálida es señal de amabilidad. Mantener el contacto visual con otra persona es una señal de que te importa y estás abierto a un acercamiento. Eso sí, es importante que el contacto visual no sea mantenido ya que puede generar incomodidad.
- Asiente con la cabeza. Asentir con la cabeza o inclinarla hacia la otra persona cuando está hablando es un gesto de aprobación que le anima a seguir hablando y le transmite el mensaje de que te interesa lo que dice. Sin duda, es un excelente recurso para mostrarse empático y derrumbar las barreras que puedan existir.
- Acorta distancias. Otra manera de mostrarse amable a través del lenguaje corporal consiste en acortar el espacio físico que nos separa de la otra persona, si es posible. Acercarnos un poco al otro, pero sin invadir demasiado su espacio personal, indica que estamos abiertos a relacionarnos.
- Inclina ligeramente el cuerpo. Una ligera inclinación del cuerpo hacia la otra persona le transmite nuestra disposición a escucharla y prestarle atención. Es una manera de hacerle saber que somos amables, nos importa y estamos dispuesto a ayudarla.
- Recurre al contacto físico. Tocar el hombro o el antebrazo del otro como señal de comprensión, tomarle las manos como muestra de gentileza o darle un abrazo es una buena manera de expresar nuestra amabilidad. Sin embargo, es importante tener en cuenta que se trata de un recurso que debe aplicarse con mesura, atendiendo a las características de la otra persona, el nivel de relación y las circunstancias.
Por el contrario, ¿qué gestos pueden provocar rechazo en los demás?
Nuestro lenguaje corporal no sólo transmite las cosas positivas que queremos reforzar sino que también puede delatar las emociones y pensamientos negativos que cobran vida en nuestro interior. Por eso, de la misma manera que existen algunos gestos, posturas y reacciones corporales que nos ayudan a transmitir nuestra amabilidad a quienes nos rodean, también existen otros que pueden generar rechazo y aversión en los demás. Por ejemplo, muchas personas tienen la costumbre de cruzar los brazos cuando no saben qué hacer con sus manos, pero no saben que este gesto unido a una expresión corporal de cierre o distancia, podría interpretarse como que no estamos dispuestos a abrirnos y queremos mantener una distancia con la otra persona.
De la misma manera, evitar sonreír o, peor aún, adoptar una expresión de hastío o desinterés puede transmitir el mensaje de que no estamos dispuestos a establecer un vínculo y que no nos interesa lo que la otra persona tiene que decir. Asimismo, marcar una distancia física demasiado grande, evitar el contacto visual o distraerse mirando hacia otro sitio puede interpretarse como falta de interés y de cortesía. Obviamente, este tipo de actitud corporal puede generar rechazo en los demás y levantar una barrera difícil de superar en la relación.
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