Tenemos las navidades a la vuelta de la esquina y, con ellas, las tensiones familiares comienzan a aflorar. Son tantas las fricciones que pueden ocasionar estas fechas, que incluso hay gente que preferiría escapar y no celebrarlas. Pero, ¿cómo decirle a la familia que no quieres festejar la Navidad? Difícil respuesta, puesto que no todos compartimos el mismo sentimiento, ni a todos nos gusta reunirnos con los parientes más cercanos, ni hacer celebraciones largas y, mucho menos, no parar de comer. Familiares y amigos, ¿os importa que este año pasemos de largo Nochebuena, Navidad o Nochevieja? Prepárate porque la polémica está servida.
Hablamos con la psicóloga Ana Belén Ramirez de Mundopsicologos.com que nos ayudará a diseñar estrategias para que decir que no queremos celebrar las fiestas no se convierta en un problema.
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¿Qué es lo que hace que sintamos tanta presión en Navidad?
La Navidad es una fiesta que, tradicionalmente, se celebra en todo el mundo, da igual el país o la cultura, da igual si eres del Team Papá Noel o del Team Reyes Magos. Además, es el momento en el que “volvemos a casa” y nos juntamos con la familia. Muchas veces es una de las pocas ocasiones en que lo hacemos.
La tradición, la familia… Esto puede llegar a generarnos mucha presión si eres de los que prefieres que estas fechas pasen rápido como la pólvora. No sólo pasas a convertirte en el “rarito” de la familia, sino que te ves sometido a toda clase de “chantajes emocionales” que harían temblar los cimientos hasta del mismísimo Sr. Scrooge, mítico personaje de la novela de Charles Dickens.
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Pero ¿podemos pasar unas navidades sin celebrarlas o nos estamos convirtiendo en el Grinch?
La respuesta es ¡un rotundo SÍ!
Puedes pasar 1, 2, 3 y todas las Navidades que quieras sin celebrarlo, si así es lo que tú quieres Aquí lo importante es entender que lo que quieran los demás no es más importante que lo que tú quieres.
Estamos muy acostumbrados a anteponer los deseos de los demás a los nuestros y esto es un error. No sólo porque tienes derecho a hacer de tu vida como gustes, sino porque a corto y largo plazo, te vas a sentir mal contigo misma, vas a sentir que no eres dueña de tu vida y que no eres capaz de tomar las riendas. Y esto es demoledor para la autoestima.
Además, hilando fino, se despertará en ti recelo hacia los que no “te permiten” ser tu mismo. Por no hablar de la cara de pocos amigos que te puede acompañar en estas “Felices Fiestas”.
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Asumimos que hemos decidido hacer caso a nuestros deseos, ¿cómo se lo decimos a la familia?
Hay herramientas que pueden ayudar mucho a comunicar que no deseamos celebrar las fiestas.
Lo realmente difícil es mantenerse firme cuando se comunique la noticia. Y es que 'ellos' van a hacer lo humanamente posible para hacerte cambiar de opinión y utilizarán todas las artimañas a su alcance para hacerlo. Aquí gana el que más claro lo tenga y más firme se mantenga en su posición sin flaquear.
Lo recomendable, por tanto, para mantenerse bien firme es coger lápiz y papel y anotar los porqués para tenerlos muy presentes. Recuerda que tus razones son, al menos, igual de importantes que las de los demás.
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Comunicarlo desde la empatía
Una vez tengamos claros los motivos, hay que comunicarlo desde la empatía. Ponerte en el lugar del otro antes de exponer tu decisión y los motivos (si es que quieres darlos, no es obligatorio ni necesario).
Por ejemplo…
“Entiendo que estas fechas son muy importantes para ti…”
“Puedo comprender que me echarás de menos…”
“Es cierto que hace mucho que no nos vemos y tienes ganas de que nos juntemos…”
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Ser asertivo
Hay que comunicar la noticia con seguridad, con un tono firme (que no enfadado), con un mensaje claro y directo y desde el respeto a la otra persona. ¡Atención!... También desde el respeto a uno mismo. Cada cual tienes derecho a vivir su vida como quiera.
Es importante recalcar que a veces es inevitable que los demás se sientan mal o dolidos con nuestra decisión, por mucho que se transmita desde el respeto y con la mayor delicadeza posible. Hay que entender que no es responsabilidad nuestra hacer que los otros se sientan bien.
Tras empatizar y tener en cuenta la asertividad para comunicar nuestra decisión, hay que transmitir la noticia. Se puede pedir primer que empaticen con uno mismo para después expresar lo que se piensa y se siente.
Por ejemplo:
“…Pero entiéndeme tú a mí, estas fechas no son importantes para mí como lo son para ti, así que prefiero no celebrarlas”.
“…Yo también te echaré de menos y también tengo ganas de verte, pero me siento incómodo en estas fechas y prefiero no venir”
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¿Cómo podemos llegar a acuerdos cuando la presión es muy fuerte?
Para llegar a un acuerdo lo primero que hay que saber es hasta dónde se está dispuesto a ceder. “Voy a la cena/comida y después me voy”, “voy un día de todas las celebraciones”, “No estoy dispuesto a ceder”.
Hay que pensar bien sobre esto antes de comunicar la noticia para ir preparado y no terminar cediendo en algo que no se quiere. También es recomendable preparar las respuestas antes las posibles objeciones.
Llegar a acuerdos
Tras todo esto, toca llegar a un acuerdo, si así se quiere. Se puede dar una alternativa para veros que no sean las Navidades. De esta manera, transmitiremos a la otra persona que no es porque no la queramos o no estemos dispuestos a pasar tiempo con ella, sino porque no nos gustan las Navidades.
…"¿qué te parece si vengo a comer contigo después de las fiestas?”
…"¿qué te parece si vengo en Nochebuena?, aunque no vendré a más celebraciones”.
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¿Debemos ceder a la presión?
Aunque resulte tentador “deponer las armas” para evitar pasar un mal trago, evitar sermones y chantajes emocionales, ceder, si no es lo que deseas, no es buena idea.
Puedes mentirte a ti mismo diciendo “bueno, por una vez…”, “en el fondo no es tan importante para mí..”, pero lo que se está haciendo es negarse a uno mismo.
Ceder no se queda únicamente en el hecho en sí mismo, ceder cuando no quieres es faltarte el respeto a ti mismo, es no quererte y valorarte como te mereces, es decirte a ti mismo “lo que yo quiero no importa”, y este es un mensaje demoledor para tu Autoestima.
Aquí está en juego no sólo la comida de Navidad, está en juego tu amor propio.