Puede que si fuiste de los primeros en tener acceso a Internet conozcas a Ana y Mia. Puede que si no, igual te las hayas encontrado recientemente en algún grupo de WhastApp o que, aunque de oídas no sepas quiénes son, hayas vivido o vivas con ellas de cerca. Por si no las conoces: Ana y Mia son las dos denominaciones con las que se han apodado a dos de los trastornos de la conducta alimentaria (TCA) más comunes: la anorexia y la bulimina.
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Tecleando estos dos nombres juntos en buscadores, hace años era fácil toparse con webs proanorexia y probulimina entre los primeros resultados de búsqueda. En ellas, sin filtro alguno, diferentes usuarios daban consejos para adelgazar e, incluso, creaban competiciones publicando diferentes fotografías de la evolución que habían logrado con su bajada de peso cada semana. Había imágenes de personas anónimas y comparaciones de "antes y después" de usuarios que hablaban de famosas como Nicole Richie o Mary Kate Olsen, vídeos, textos, recetas, encuestas y hasta un listado de mandamientos a seguir que no solo ayudaban a mantener estos trastornos, sino que también incitaban a tenerlos a todas aquellas que se toparan con ellas.
Ahora la situación es distinta, pero no menos alarmante. En un contexto en el que la salud mental parece estar cobrando importancia pública, pensar en esta facilidad de acceso a estas plataformas parece impensable. No obstante, aunque de los buscadores parecen haber desaparecido, todavía existen canales de comunicación, como Twitter, en los que continúan circulando estos tips de manera abierta, sin restricciones algunas. Un hecho preocupante teniendo en cuenta que, aunque cuantificar la cifra exacta es difícil, los estudios concluyen datos que no hacen más que aumentar sus números.
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Hace apenas unas semanas que la influencer de moda Olivia Frost publicaba en sus redes sociales un vídeo desvelando que tiene anorexia nerviosa. Lo hacía visiblemente emocionada leyendo un texto que previamente había escrito en sus notas del móvil y confesando dar este paso porque acaba de iniciar su proceso de recuperación, después de diez años padeciéndola. Contaba frente a sus seguidores que nunca antes lo había admitido fuera de su círculo cercano (ni siquiera a sí misma), pero que esta vez tomaba la decisión de hacerlo así porque, al igual que cualquier otra cuestión mental, no es algo de lo que nadie deba avergonzarse y que su testimonio podría ayudar a otras personas a dar el paso, tomar conciencia e iniciar también tratamiento.
Olivia es tan solo una de las muchas personas que sufren un TCA en el mundo. Tan solo en España hay 40 mil casos registrados. Se calcula, además, que los registros han aumentado desde la pandemia en un 30%, siendo los adolescentes y las mujeres las más afectadas. No solo eso, sino que también los ingresos hospitalarios en unidades especializadas para su tratamiento han crecido un 20% y la edad media de personas con TCA ha bajado a los doce años y medio de edad, rozando la cifra que separa a un niño de un adolescente.
¿Por qué aparece la anorexia nerviosa?
Los factores que se encuentran detrás de esta tipología de trastornos son muchos, como nos explica la psicóloga especializada en Trastorno de la Conducta Alimentaria (TCA) y directora de ACAB, Sara Bujalance: "Tienen origen multifactorial, ya que pueden ser de tres tipos. Por un lado, se encuentran los factores de riesgo individuales, como tener baja autoestima, ser mujer, adolescente, haber sufrido sobrepeso, tener ciertas predisposiciones genéticas o determinados rasgos de la personalidad como la rigidez cognitiva o la impulsividad. Por otro, se encuentran los factores de riesgo de tipo familiar, que son aquellos que se producen a raíz de haber recibido comentarios críticos sobre el cuerpo". Sobre esto último la experta señala: "A nivel psicosocial también hay muchos factores. De hecho, en las sociedades occidentales desarrolladas presentamos una mayor incidencia de TCA porque el culto y el valor de la imagen es muy elevado, y además el modelo de belleza femenino es un modelo en infrapeso con un tanto por ciento de grasa inferior al que normalmente tienen las mujeres y que favorece la inseguridad respecto a la imagen corporal".
En los últimos años, hemos visto cómo la ansiedad o la depresión comenzaban a normalizarse entre los temas de salud mental dominantes de las parrillas mediáticas y de las redes sociales; pero, aunque conocemos su nombre, la anorexia, la bulimia, el trastorno por atracón y otras variantes de trastornos de las conductas alimentarias todavía permanecen tímidamente al margen de la conversación pública. La anorexia puede pasar perfectamente desapercibida e, incluso, podríamos hablar de "anorexias invisibles". De hecho, Olivia tiene más de 290 mil seguidores y, aunque lleva acarreando con ello desde hace diez años, ahora es cuando tras haber admitido padecer anorexia ha decidido ponerse en manos de profesionales. Si repasamos sus últimas publicaciones, ahora podemos darnos cuenta de que algunas ya adelantaban este comunicado.
Detectar la anorexia nerviosa no es fácil
"Una persona puede dar apariencia de normalidad, por lo que si no tienes un contacto estrecho puede que nadie se dé cuenta. A menudo ocurre que, aunque esa persona está sufriendo mucho, se da lo que llamamos 'falta de conciencia de enfermedad', por lo que es posible que a la persona le cueste pedir ayuda o admitirlo, y por tanto, que lo niegue y pase desapercibido", detalla la psicóloga.
Diferenciar cuándo alguien se encuentra atravesando esta situación puede ser complicado. Sin embargo, existen pautas a seguir que nos pueden encender la alarma y avisarnos de que esa persona lo está viviendo. Las primeras banderas (antes de un concluyente diagnóstico profesional de salud mental) son los cambios en las conductas alimentarias, las rutinas de ejercicio físico y las de su comportamiento, como cuenta Bujalance con mayor detalle: "Es habitual ver que la persona esté haciendo cambios en su alimentación o en sus rutinas de actividad física con el objetivo de adelgazar. Observaremos que hay una alteración del estado de ánimo importante, porque cada vez está más triste, alterada, irritable o ansiosa, por lo que veremos que está sufriendo y que cada vez se aísla más socialmente y pasa más tiempo en casa o con el móvil. También es posible que le produzca ansiedad enseñar el cuerpo". La psicóloga recalca la importancia que tiene tener siempre presente una cuestión: "Una persona que lo está viviendo no controla el trastorno, sino que el trastorno le controla a ella".
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Sí, se puede salir del TCA (y todos podemos ayudar a hacerlo)
Precisamente, por eso último se antoja de vital importancia saber y conocer las claves que debemos llevar a cabo si conocemos a alguien que lo esté sufriendo. El primer paso comienza por entender su situación y comprender que está atravesando un duelo mental en el que ha perdido el control sobre su hábito alimentario, pero también sobre su comportamiento en general. Así nos lo aclara la psicóloga: "Necesitan muchísimo apoyo, comprensión, afecto, respeto, y que aprendamos a diferenciar cuándo habla la persona y cuándo habla el trastorno, porque con el trastorno tenemos que ser muy firmes, pero a la persona la tenemos que apoyar, querer y comprender más que nunca". Como consejo, también apuntala: "Es mejor no hablar con la personani de comida, ni del peso, ni del cuerpo, porque eso le va a hacer sentir presionada o incómoda. Debemos evitar conversaciones de ese tipo e intentar acercarnos a la parte más emocional, preguntándole cómo se encuentra o en qué podemos ayudarle".
Son muchas las ocasiones en las que nuestros propios comentarios pueden ser un detonante capaz de generar en otra persona anorexia o cualquier otro trastorno de la conducta alimentaria. Tenemos conductas asumidas que repetimos de manera reiterada e inconsciente sin darle el valor suficiente que tienen a las palabras, por lo que la importancia de tomar conciencia sobre esta, y cualquier otra, patología de trastorno es vital. En el proceso todos son los que deben cooperar para el tratamiento: el afectado, los centros escolares, los profesionales y, por supuesto, la familia. "Para intentar prevenir que pueda suceder, una familia puede dar ejemplo de vida saludable, de diversidad corporal y fomentar buena autoestima. Por ejemplo, nosotros siempre recomendamos que se haga al menos una comida en familia al día, sin interferencias (ni televisión, ni móvil), conversando y pasando un buen rato alrededor de la mesa juntos. Esto tiene un efecto protector de la salud, y puede tener la capacidad de prevenir los trastornos de la conducta alimentaria".
Al mismo tiempo, los familiares también necesitan ese soporte. De esa labor se encarga precisamente la Associació Contra l'Anorexia i la Bulímia (ACAB) que dirije Sara Bujalance. Se trata de una asociación que cuenta con treinta años a sus espaldas de trayectoria. En ella buscan ayudar a prevenir, concienciar y dar luz sobre los TCA, enfocándose sobre todo en el acompañamiento familiar, porque, como cuenta la directora de la asociación, "a ellas les genera un estrés agudo y prolongado en el tiempo, ya que estamos hablando de un periodo de recuperación de entre cuatro y cinco años. Necesitan saber qué hacer y cómo hablarles". En ACAB, además de transmitir esta información y de aportar recursos de atención que existen y que se encuentran disponibles en Cataluña, ofrecen también servicio de apoyo psicosocial a las personas afectadas, así como diferentes iniciativas enmarcadas en un programa de prevención en el que realizan actividades de sensibilización para franjas de riesgo (las etapas de la infancia y la adolescencia, principalmente), formación para familiares y profesionales que están en contacto con estos jóvenes y, también, acciones para dar a conocer esta realidad a la sociedad y a los responsables públicos.
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Aunque algunos de los TCA pudieran parecer una cuestión basada en el deseo irremediable de bajar de peso, son muchas las emociones y los problemas que se encuentran detrás de este trastorno mental: hay miedos, falta de autoestima, carencia de habilidades sociales, culpas, estigmas y prejuicios públicos contantes, entre otros muchos condicionantes.
Es común escuchar opiniones que afirman que no hay salida. La media sitúa al fin del tratamiento en cuatro o cinco años, siendo, aun así, un proceso que requiere constante atención. Y no, no es fácil, pero sí es posible, como concluye la psicóloga: "La recuperación total es posible siempre y cuando la persona haga un tratamiento sobre el trastorno de la conducta alimentaria. Nosotros desde la asociación siempre recomendamos que el equipo clínico sea mulltidisciplinar, es decir, que no sea solo un psicólogo o un psiquiatra, sino que haya enfermeros, dietistas, nutricionistas o educadores sociales especializados en trastornos de la conducta alimentaria, porque ellos son los que tienen una garantía mejor de éxito".
Sí, se puede salir de un TCA con ayuda de profesionales, pero también todos podemos poner nuestro granito de arena para intentar prevenir su aparición. La visibilización se antoja como una tarea necesaria y, nuestros comportamientos, maneras de comunicarnos y el uso que hacemos de las redes sociales en un momento en el que los cánones de belleza y la estética se rigen por filtros, también es una asignatura que debemos empezar, no solo cuestionar, sino también cambiar. Anorexia, bulimia, ortorexia, relaciones tóxicas con la comida, continúa aprobación de la báscula... La lista de los TCA y comportamientos dañinos con la comida no hace más que aumentar.