La hepatitis C es una enfermedad causada por un virus que provoca inflamación en el hígado. En la actualidad, solamente entre el 15 y el 30% de los pacientes que sufren una infección aguda logran eliminar la hepatitis C por completo de su organismo sin necesidad de tratamiento, mientras que en el 70% restante, el virus permanece y provoca una infección crónica. Teniendo estos datos en cuenta, la Fundación Española del Aparato Digestivo (FEAD) incide en la importancia de realizar diagnósticos que permitan tratar y erradicar la enfermedad antes de que llegue a estadios más avanzados, especialmente, entre los grupos poblacionales con mayor prevalencia (entre 40 y 70 años). Y es que con una detección a tiempo y un tratamiento adecuado, la mayoría de los pacientes que sufren hepatitis C se curan en poco tiempo y sin efectos secundarios relevantes.
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El doctor Jesús Nomdedeu Guinot, especialista en cirugía general y del aparato digestivo del Hospital Vithas Castellón, destaca que tiene una forma de presentación variable y que puede ser un proceso grave en una proporción importante de los casos. “Esto es, puede ser un proceso similar a una gripe o incluso cursar de forma asintomática, o desembocar en procesos potencialmente mortales”, nos cuenta.
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Principales síntomas de la hepatitis C
“La hepatitis C puede cursar sin síntomas. De hecho, en España debe haber entre 500.00 y 750.000 personas infectadas. La prevalencia de la enfermedad oscila entre el 1,5 y 2,5% de la población. Muchos de los pacientes no saben que son portadores del virus, lo que hace que sean potenciales focos contagiantes”, nos explica el doctor Nomdedeu, que añade que son diferentes los síntomas en su fase aguda, que en su fase crónica.
La infección aguda por hepatitis C suele ser asintomática, aunque en algunas personas puede producir los síntomas en su fase aguda son los de una gripe con cansancio, fiebre, malestar general, coloración amarillenta de la piel, náuseas, vómitos, sangrado fácil, etc.
Por su parte, la infección crónica tampoco suele mostrar síntomas (aunque no es raro que el paciente sienta cansancio o incluso síntomas depresivos), por lo que pueden pasar años sin que sepa que padece la enfermedad y hasta que el especialista lo diagnostique. Esto facilita que el virus provoque en el hígado una inflamación sostenida y que pueda derivar, incluso, en cirrosis. “En su fase crónica puede evolucionar a una insuficiencia hepática (ascitis, encefalopatía, cáncer de hígado…)”, nos explica el doctor de Vithas.
Y es que, de hecho, el desarrollo de cirrosis por parte del paciente puede dar lugar a mayores complicaciones en su estado de salud, como ascitis (líquido libre en el abdomen con riesgo de infección); varices en las venas del esófago y del estómago que pueden provocar hemorragias graves; encefalopatía hepática (alteraciones del comportamiento o el nivel de atención); o, incluso, cáncer de hígado.
“Además, no debemos olvidar que el virus de la hepatitis C no solo puede afectar al hígado, sino que es capaz de producir diabetes u otras enfermedades en el riñón o la sangre”, asevera el Dr. Rosales.
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Cómo se contagia la hepatitis C
El contagio por hepatitis C se produce, fundamentalmente, por el contacto a través de la sangre con una persona infectada, tal y como destaca el Dr. José Miguel Rosales Zábal, experto de la FEAD y especialista en Aparato Digestivo en el Hospital Costa del Sol de Marbella (Málaga). De hecho, la vía sanguínea fue la principal forma de contagio hasta 1990, momento en el que se descubrió la existencia del virus y se empezó a rechazar las transfusiones en este tipo de pacientes.
Además de la sangre, el contagio por hepatitis C también puede provenir por el uso compartido de utensilios de contacto punzantes o cortantes (como jeringuillas, maquinillas de afeitar, etc.) o la realización de tatuajes, piercings o acupuntura sin los controles sanitarios adecuados ni los materiales esterilizados. Asimismo, la transmisión de la hepatitis C también se puede ver favorecida a través de las relaciones sexuales sin medidas de protección, por familiares directos, por parejas con hepatitis C o de madres a hijos durante el parto, especialmente, si éstas están contagiadas por VIH, explica el experto de la FEAD.
“Como hemos dicho, la transmisión se realiza exclusivamente por vía hemática: transfusiones de sangre y/o hemoderivados (hoy en día muy difícil por los controles establecidos), instrumental médico-quirúrgico deficientemente esterilizado, procedimientos odontológicos, clínicas sin acreditación o con pocas medidas de control, unidades de hemodiálisis, adicción a drogas vía parenteral, y transmisión de madre a hijo. Nunca se transmite por vía aérea o por contacto directo”, añade el doctor Nomdedeu.
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¿Cómo se llega al diagnóstico de este problema de salud?
El doctor de los hospitales Vithas nos dice que el diagnóstico de “contacto con el virus” se hace mediante una determinación de anticuerpos o de “defensas” que se han generado en el paciente contagiado. Cuando estas son positivas se busca el virus o “antígeno”. En un 30% de los casos, la infección se resuelve sólo con las propias defensas del organismo: encontramos anticuerpos, pero no antígenos.
¿Es un problema que se puede prevenir?
“Sí. Primero, el foco (la persona portadora del virus) ha de saber que lo es. La transmisión se produce por contacto con sangre o hemoderivados del paciente enfermo con otro sano. Se necesita una cantidad considerable de inóculo viral, por lo que es menos posible adquirirla en relaciones sexuales o con pinchazos accidentales que en el caso de la hepatitis B”, nos cuenta el doctor Jesús Nomdedeu.
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Una vez diagnosticado, ¿cuáles deben ser los pasos que debemos seguir?
“Acudir inmediatamente a un especialista en medicina digestiva/hepatología. Se tiene que controlar rápidamente al paciente e intentar averiguar el foco de contagio. Luego, evaluar la fase en la que se encuentra la enfermedad y proceder al tratamiento de la propia infección. Todavía hoy no se dispone de una vacuna contra la hepatitis C, pero afortunadamente, disponemos de fármacos antivirales que pueden eliminar el virus y con ello las lesiones que se pueden desarrollar en el hígado, así como la capacidad de contagio del enfermo”, cuenta el doctor Jesús Nomdedeu.
Hepatitis C, una enfermedad que tiene cura
Gracias a la llegada de los nuevos tratamientos antivirales orales, los pacientes con hepatitis C pueden curarse de la infección de forma rápida y sin efectos secundarios relevantes. No obstante, “la curación de la infección no implica la curación del daño hepático si este está avanzado, aunque sí disminuye el desarrollo de sus complicaciones”, manifiesta el doctor Rosales, que incide en la importancia del diagnóstico de la hepatitis C, especialmente, en aquel grupo de edad donde es más frecuente la infección (de 40 a 70 años), a través de un sencillo análisis de sangre que detecte la presencia o no de anticuerpos frente al virus y, por tanto, infección activa.
“La hepatitis C puede tenerse sin presentar ningún tipo de síntoma y este colectivo de población podría tener la infección sin saberlo. Por lo que es recomendable consultar a su médico de Familia para realizar la prueba contra este virus si nunca se ha hecho el test o lo desconoce”, explica.
¿Cuáles son los avances en el tratamiento de esta enfermedad?
Hay, por lo tanto, un hueco para la esperanza, por los avances, que "se han producido a todos los niveles, pero sobre todo es que hoy en día ya se dispone de tratamiento contra la infección y ha mejorado también el tratamiento de la hepatopatía crónica que puede producir. Nos queda ser capaces de encontrar (como en otras enfermedades provocadas por virus) una vacuna eficaz para su prevención”, concluye el doctor Jesús Nomdedeu.