Todos aspiramos a ser felices aunque, muchas veces, no sabemos realmente qué es la felicidad. ¿Tiene que ver con el placer externo o es algo de nuestro espíritu? ¿Hay una forma de felicidad o varias? Para hablarnos de ello, hemos entrevistado a Antonio Jorge Larruy, facilitador y terapeuta especializado en meditación y mindfulness, y fundador y director de Espacio Interior.
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¿Qué es la felicidad eudaimónica?
En realidad, la felicidad no tiene tipologías, la felicidad es una y tal y como indica la palabra, tiene que ver con el espíritu eudaimónico, término que viene del griego: “eu” es bien y “daimon” espíritu: el buen espíritu. Y justo la felicidad es eso, el reconocimiento del espíritu, de la propia esencia. El reconocimiento de algo que somos. Y es que la felicidad no es algo que se adquiere o se consigue.
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¿En qué se diferencia de la hedónica?
En términos filosóficos, digamos que la eudaimónica tiene que ver con el espíritu y la hedonista tiene que ver con los placeres, y, por lo tanto, está más ligada al cuerpo. Pero desde una perspectiva más profunda, eso no es así, la felicidad no tiene distingos y lo que llamamos placer, el hedonismo, forma también parte del espíritu. Es decir, la felicidad es puro espíritu, pura esencia, pero que, a su vez, se encarna en el placer, que es también una extensión natural de la felicidad.
La única diferencia que hay es entre una felicidad reconocida desde dentro y que se manifiesta también a través de lo placentero, y una felicidad que la sociedad nos vende proyectada a unas metas y objetivos. Esta es la única diferenciación que podemos establecer.
La felicidad reconocida como algo que somos, como nuestro propio patrimonio; y la felicidad proyectada en las condiciones del mundo. Por tanto, para mí, la diferencia entre lo eudaimónico y lo hedónicoes que la felicidad se abre a la dimensión corporal, porque el cuerpo es expresión del espíritu y el placer es expresión de lo interno, de la esencia, del espíritu.
De esta manera, la felicidad eudaimónica y la felicidad hedonista forman parte de una perfecta y completa unidad. A esa, es la felicidad a la que nos referimos, una felicidad plena que desconoce la infelicidad. Mientras que la felicidad neurotizada propia de los valores sociales dominantes, es una felicidad dual que se contrapone a una supuesta infelicidad, porque asociamos la felicidad a las cosas, al tener y no al 'ser'.
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¿Cómo se consigue este tipo de felicidad?
Reconoce que la felicidad está ligada al espíritu, es decir, que es tu misma intimidad, es tu propia esencia, que la felicidad no es algo a alcanzar, sino que es tu mismo patrimonio, descúbrela en ti meditando (la meditación es la herramienta perfecta para establecer esa conexión con tu esencia) y gózala en tu intimidad. Después, movilízala, extiéndela, dala, ponla… el gran secreto para que aquello que somos vuelva a instalarse en nuestra vida, tiene que ver con la simplicidad: reconócete en lo que eres y extiéndelo, compártelo, vívelo en todo momento y situación. Estas dos consignas son más que suficientes para que podamos asumir esa felicidad tan anhelada.
- Si quieres encontrar la felicidad, ponla por delante de cualquier cosa
- Si para ti son más importantes las cosas que la felicidad, no lograrás jamás la felicidad
- Si quieres realizar la felicidad, dale prioridad, mantente en contacto con la felicidad independientemente de las circunstancias que tengas
- Y recuerda, ¡vives lo que das!
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