Hay personas que se sienten más acomplejadas que otras. Puede ser que no les guste su nariz, no estén conformes con su peso o su estatura o no les agrada cómo es su pelo. Otras van mucho más allá, ya que sus complejos no tienen que ver con rasgos físicos, sino con su forma de ser. Se pueden sentir más inferiores, sufrir baja autoestima o tienen problemas para socializar o encajar en un grupo. ¿Por qué aparecen los complejos? ¿Hay personas más susceptibles que otras? El psicólogo José Martín del Pliego nos lo explica.
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Causas de los complejos
Dejando de lado el término 'complejo', más freudiano en su origen, hablamos vulgarmente de ese malestar significativo e intenso provocado por un fuerte descontento e incluso ansiedad hacia uno o varios rasgos de la apariencia física, de la personalidad, de las capacidades en cualquier área en la que pueda compararme con personas de mi entorno. Es un enfoque interno a un área personal, no solo física, donde se activa una parte que se siente vulnerable ante la mirada de los otros.
La percepción de seguridad y de entorno protector donde me cuidan y protegen se forma en un periodo muy temprano. No podemos ni recordarlo, pero es básico para la formación de la personalidad, como también lo es el posterior periodo adolescente.
Si por las razones que sean no se ha podido programar en el interior de la persona, ese “eres único, especial y yo te cuido”, cuando van pasando los años, si siento que hay algo en mí, que no tiene por qué ser real ni grave, pero que me hace sentir las miradas críticas o burlonas de otros, voy re-traumatizando la sensación de no ser suficiente y fijándome más en aquellas áreas físicas o conductuales que me hacen sentir diferente a los demás. Y es que lo único que se anhela es sentir la protección del grupo, hasta que la falta de aceptación interna se convierte en algo obsesivo y crónico.
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¿Hay personas más susceptibles que otras?
Según los antropólogos, deberíamos tener bastantes más meses de gestación, nacemos prematuros y muy vulnerables, por eso los padres tienen que regular nuestro sistema nervioso, ayudarnos a calmarnos y darnos seguridad. Es muy habitual que sea difícil en el mundo en el que vivimos darnos el tiempo y la energía necesaria para hacernos sentir tranquilos y seguros. Por lo tanto, el niño hace muchos esfuerzos para vincularse con el entorno para obtener esa seguridad.
Si no tenemos interiorizada esa seguridad, haremos más esfuerzos que otras personas por formar parte del grupo, intentando agradar, ser correcto y que me quieran. Pero cuando en la forma de ser o en el físico hay algo que nos hace sentir diferentes y poco adecuados, Las personas tratamos de hacer lo imposible para que no se note, disimularlo y ocultarlo, aunque en muchas ocasiones resulta imposible y genera la percepción de aislamiento y bajo estado de ánimo, ya desde la infancia.
Si además personas del entorno, hacen burla o crítica de aquello que crítico de mí, irá cogiendo más fuerza y más fuerza cada vez.
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¿Cómo reconocer a una persona acomplejada?
Depende de aquello que le acompleje tendrá más o menos visibilidad. El abanico de complejos puede ser infinito: peso, estatura, cabello, pene, pecho, arrugas, cicatrices, estrías, dientes, pecas, acné, forma de la nariz, cabello, trasero, etc. Cualquier área sea real o no puede ser objeto de nuestra obsesión.
Por ejemplo, si tengo complejo de inferioridad, sentiré que valgo menos y que los demás pueden hacer cosas que yo no podré hacer nunca, aunque no sean cosas del otro mundo.
Lo que está claro es que las personas acomplejadas no quieren conectar con aquello que les hace sentir menos. Intentarán ocultarlo, así como no demostrarlo a los demás. Por ello, no suele ser fácil reconocer a una persona con este tipo de problema.
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¿Qué consecuencias tiene para la calidad de vida?
La persona acomplejada, recordemos, tiene un fondo de inseguridad y hará todos los esfuerzos posibles para que no se note aquello que le hace sentir menos. Si se sufre un complejo físico, por ejemplo, se hará todo lo posible para taparlo, hasta el punto de obsesionarse, en ocasiones. Eso produce un estado constante de tensión y, en muchas ocasiones, bajo estado de ánimo.
En la dismorfofobia, un trastorno psiquiátrico relacionado con los complejos, las personas viven angustiadas por aspectos físicos muy leves e, incluso, inexistentes, que generan mucha dificultad en su vida, porque todo gira alrededor de ese “defecto”.
Si se trata de áreas de la vida en las que me siento menos, lo que se procura es evitar cualquier situación en la que se exponga a la fantaseada crítica de los demás. Por lo que es habitual quedarse perpetuamente en zonas de seguridad o en entornos más familiares y cercanos.
Pero además, hay otras afecciones en la calidad de vida de quienes viven acomplejados:
- El complejo nos impide crecer y ser nosotros mismos.
- También repercutirá en las relaciones con los demás. Incluso se puede llegar a sabotear las relaciones.
- La evitación de situaciones y el escape de ellas cuando estoy acorralado son respuestas comunes en el complejo, marcando de esta manera nuestra vida social.
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¿Qué se puede hacer para superar los complejos?
Hay personas que por la naturaleza de su complejo optan por un tratamiento quirúrgico que mejora ese aspecto físico. Por ejemplo, problemas de sobrepeso, o algunas personas se implantan pelo para verse mejor.
Pero para la mayoría de los complejos la cirugía no está indicada, como es el caso de la dismorfofobia, ya que aunque se solucione un complejo, esta persona pronto fijará su atención en otra parte del cuerpo.
Una forma de curar el complejo, en cambio, es enfrentarse a él poco a poco. Tratar de mirar en el espejo de forma gradual aquello que molesta, respirando de forma tranquila y cada vez más tiempo para que el mal estar vaya remitiendo.
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¿Cómo puede ayudar el entorno a una persona acomplejada?
El entorno tiene que “reconocer” lo importante que es para la persona su complejo. No darle importancia, o hacerle ver que es una tontería, no le ayuda. De alguna manera, le tenemos que transmitir que entendemos su malestar, y que se reconoce su sufrimiento, aunque no lo veamos de la misma manera que el que lo sufre.
También hay que indicarle que si le está afectando mucho, en su vida cotidiana, en su estado emocional, tendría que intentar poner en marcha algún recurso para salir de ahí y ver qué soluciones podría darse a su complejo. Acompañamos a la persona que sufre, no banalizamos su problema.
No hay nada que no se cure si tenemos un entorno que acepta con cariño los defectos de los demás y potencie sus puntos fuertes.
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¿Cuándo hay que acudir a un profesional?
Cuando el complejo produce un desajuste en la vida personal, profesional o social, cuando no me deja vivir plenamente mi vida, cuando está presente todo el tiempo, hay que pedir ayuda.
No solo se trata de manejar la emoción de alta intensidad que genera el complejo, sino curar aquello que dio origen a la inseguridad cuando la persona era un niño. Por lo tanto, hay que trabajar lo de ahora y algo más profundo y antiguo para que el tratamiento sea completo y la cura total.
Técnicas de liberación y procesamiento emocional como hipnosis o brainspotting, ayudan más que las terapias clásicas conversacionales, porque tenemos que trabajar con emociones de alta intensidad que le persona no puede evitar.