Estamos ante una dolencia en la que la rapidez de actuación es fundamental. Y más aún teniendo en cuenta que cada vez conocemos a más gente que sufre un ictus, una enfermedad en la que cada minuto, incluso, cada segundo, cuenta. El último en padecer este importante problema de salud ha sido Kiko Rivera, quien ha sido ingresado de urgencia tras sufrir un ictus en el Hospital Virgen del Rocío de Sevilla, donde se encuentra en observación. Las primeras 24 horas son fundamentales.
Tal y como nos confirman desde la Sociedad Española de Neurología (SEN), aunque la incidencia de los ictus aumenta significativamente con la edad, más del 60% de los casos ocurren en personas menores de 70 años y el 16% en personas menores de 50 años. Es decir, que aunque la edad sea un factor de riesgo, también influyen otros factores. El factor de riesgo más importante para la aparición de ictus es la presión arterial alta. Pero también otros como el tabaquismo, la inactividad física, la dieta poco saludable, la obesidad, el consumo de alcohol excesivo, la fibrilación auricular, los niveles elevados de lípidos en sangre, la diabetes mellitus, la genética, el estrés...
Como decíamos, actuar rápido puede evitar las graves secuelas que provoca este accidente cerebrovascular, entre las que se puede encontrar incluso la muerte. Por ello, es fundamental reconocer síntomas de un ictus -también llamado ataque cerebral, embolia o apoplejía-. De este modo, se podrá pedir ayuda urgente y cuanto más rápido intervengan los servicios de emergencias y lleven al paciente a un hospital, a ser posible, con una unidad de ictus, mayor probabilidad tendrá de sobrevivir y que las consecuencias sean menores. Por tanto, es esencial identificar las señales de que podemos estar sufriendo un ictus o reconocerlas en un familiar, amigo o compañero de trabajo.
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¿Qué es un ictus?
Lo primero que tenemos que tener en cuenta son los datos. Cada año casi 120.000 personas sufren un ictus en España, un suceso que acontece de manera repentina, sin avisar y que representa la segunda causa de muerte en España (la primera en el caso de las mujeres). Además, provoca la muerte o una discapacidad grave en la mitad de los casos. Por comunidades autónomas, Andalucía es la que más casos registra al año (21.000), seguida de Catalunya (12.000), Madrid (11.000), Comunidad Valenciana (10.500) y Galicia (7.000). Son datos de la Sociedad Española de Neurología (SEN), que advierte de que esta enfermedad afectará a 1 de cada 6 personas.
El ictus se produce cuando un vaso sanguíneo que lleva sangre al cerebro se rompe o se tapona por un coágulo u otra partícula. Como consecuencia de esta ruptura o bloqueo, una parte de cerebro no recibe el flujo de sangre que necesita y las células nerviosas tampoco reciben oxígeno, por lo que dejan de funcionar y mueren al cabo de unos minutos. De ahí sus síntomas: adormecimiento, parálisis, pérdida de fuerza, confusión, dificultad de habla, visión borrosa, dolor de cabeza fuerte y repentino, pérdida de memoria... La rapidez tras el accidente es vital para que el paciente no sufra ninguna incapacidad o las secuelas sean mínimas.
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¿Es lo mismo que infarto cerebral o un derrame cerebral?
Existen diferentes tipos de ictus, según cómo se origina. Según explica el doctor Gurutz Linazasoro, neurólogo de Quirón Salud-Policlínica Gipuzkoa y CEO de ViveBiotech, "el infarto cerebral es la forma más común de los ictus. Se debe a la obstruccion de una arteria cerebral por un trombo o por un émbolo. Al obstruirse la arteria no llega sangre a una determinada región cerebral que queda destruida. Los infartos por trombosis suelen deberse a arteriosclerosis y se relaciona con la edad, la hipertensión, el colesterol alto o el tabaco. Los infartos por embolismo suelen estar relacionados con enfermedades del corazón (valvulopatias o arritmias)".
El ictus también se puede producir por la hemorragia originada por la rotura de un vaso cerebral. Entonces se conoce como ictus hemorrágico -derrame cerebral-. Es el menos común pero su mortalidad es mayor. Aunque si se sobrevive a él, las secuelas son menores. Un derrame cerebral es la supuesta causa que ha provocado la muerte al conocido actor Luke Perry, uno de los protagonistas de la serie Sensación de Vivir.
En cuanto a los factores de riesgo se encuentran la hipertensión arterial, diabetes, niveles de colesterol altos, tabaquismo, obesidad, problemas de corazón, vida sedentaria y consumo de alcohol, entre otros. Los años también influyen, ya que la incidencia aumenta a partir de los 60-65 años, aunque “puede aparecer a cualquier edad”, según señala Julio Agredano, presidente de Freno al ICTUS, quien subraya que “en los últimos años ha aumentado considerablemente la incidencia de ictus en adultos jóvenes, debido en gran parte a los estilos de vida en la sociedad”.
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Dificultad para hablar, moverse, ver y entender
Según explica el portavoz de la SEN, Jaime Gállego, durante un encuentro organizado por la fundación MAPFRE, los síntomas del ictus generalmente se producen de forma “brusca e inesperada”. Los más comunes son las dificultades para hablar o entender, la pérdida brusca de fuerza o sensibilidad en una parte del cuerpo y la alteración de la simetría facial, sensación de acorchamiento u hormigueo de la cara, brazo y/o pierna de un lado del cuerpo así como problemas de visión y dolor de cabeza muy intenso, vértigo, desequilibrio si se acompaña de cualquier síntoma anterior, son los principales síntomas de esta enfermedad . Y aunque la gran mayoría de los pacientes que sufren un ictus suelen presentar una combinación de varios de estos síntomas, con solo experimentar uno de ellos, ya es motivo de urgencia.
Ante los primeros síntomas de ictus debe llamarse inmediatamente al 112 y no trasladar al paciente por medios propios al hospital o al centro de salud. Asimismo, “la gran mayoría de los pacientes suele presentar una combinación de varios de estos síntomas. Con solo experimentar uno de ellos, incluso si son reversibles o transitorios, ya es motivo de urgencia”.
Así, estos son los pasos que debemos dar si sospechamos que una persona está sufriendo un ictus, según nos resumen desde Melio:
- Acomodar al enfermo: crear un ambiente tranquilo y sin ruidos, procurar que respire bien (desabrochar la camisa, quitar la bufanda…)
- Llamar al 112: llamar a emergencias y explicar los síntomas que se han detectado y la hora a la que empezaron.
- Tumbar al enfermo con los hombros y la cabeza un poco levantados.
Si hay pérdida de consciencia se debe comprobar si el enfermo sigue respirando y colocarlo en la posición lateral de seguridad, en caso de no respirar, iniciar la respiración cardiovascular.
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Cada minuto cuenta
Las consecuencias de un ictus pueden ser fatales para la vida de la persona. Sin embargo, tal como expresan los expertos, "el daño cerebral que produce un ictus depende en gran medida del tiempo en el que dura este trastorno y de la zona que se haya visto afectada. Por lo tanto, saber identificar los síntomas para acudir cuanto antes al hospital, puede ayudar mejorar significativamente el pronóstico de esta enfermedad”. Así lo señala Isabel Casado, subdirectora general de SAMUR, quien hace hincapié en que una de las claves para el éxito en la atención del ictus es la rapidez con la que se detectan sus síntomas iniciales y se contacta con el sistema de emergencias”. Los familiares poco pueden hacer, salvo mantener al paciente en reposo y tumbado.
Y es que está comprobado que si se actúa entre las tres y las seis primeras horas, las secuelas se pueden atajar de manera importante. La actuación del neurólogo en esas primeras horas permite recuperar antes las funciones neurológicas y lograr una mayor supervivencia. De lo contrario, las lesiones que no se traten en ese tiempo, pueden ser definitivas. De ahí que uno de los grandes avances en la lucha contra el Ictus sea la creación de unidades de ictus en los centros hospitalarios que permiten activar el 'Código Ictus', en el caso de que un paciente llegue con síntomas de estar sufriéndolo.
Estas unidades cuentan con la presencia constante de un especialista en neurología y el acceso inmediato a pruebas de TAC, resonancia magnética, laboratorios y quirófanos con personal entrenado en esta enfermedad. Su existencia es muy importante para acelerar el proceso de curación y reducir las secuelas y complicaciones.
“Es evidente, si analizamos las cifras, el beneficio que ha supuesto la implantación del 'código Ictus' en las distintas comunidades autónomas, así como el desarrollo de las unidades de ictus, cada vez más presentes en los hospitales españoles. Gracias a estas medidas, ha aumentado considerablemente el número de personas que, tras haber sufrido un ictus, pueden recibir una atención neurológica precoz y especializada”, señala la Dra. María Alonso de Leciñana. Y es que, si un paciente que ha sufrido un ictus es atendido por un neurólogo en las primeras horas, la probabilidad de fallecer o quedar con una discapacidad grave puede reducirse a la mitad. Además, en los últimos años se han introducido nuevas medidas terapéuticas, como la trombólisis o la trombectomía mecánica que, administradas en las primeras horas, aumentan considerablemente la probabilidad de recuperación neurológica.
En cuanto a la prevención, juega un papel esencial en este trastorno. Un estilo de vida saludable en el que se incluya el ejercicio físico, la dieta sana, no beber alcohol o hacerlo de forma moderada, no fumar, bajar de peso para evitar el sobrepeso, reducir la sal y las grasas en las comidas y generar el hábito de realizar controles médicos periódicos y vigilar la tensión arterial. “El 90% de los casos de ictus se podrían evitar con una adecuada prevención”, recuerda la SEN.
Ictus en pacientes jóvenes
El ictus afecta también a personas jóvenes, y sabemos, además, que dichas personas tienen un mayor riesgo de sufrir espasticidad tras un ictus severo. En palabras de la doctora Raquel Cutillas, jefa asociada del Servicio de Rehabilitación del Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz de Madrid, “aunque todos los pacientes con ictus severos son susceptibles de padecer espasticidad, los pacientes jóvenes, por debajo de 65 años, tienen más posibilidades de desarrollarla. Por ello, los profesionales sanitarios, especialistas y médicos de Atención Primaria, debemos realizar un seguimiento pormenorizado de estos casos”. El factor de la edad como indicador de riesgo está avalado por diferentes estudios internacionale, que confirman que a medida que aumenta la edad en que se sufre el ictus se reducen las probabilidades de padecer espasticidad severa. La espasticidad es un síntoma que puede aparecer tras el ictus y afecta a aproximadamente un 40% de los pacientes. Tal y como explica la doctora Cutillas, “puede provocar dificultad en la movilidad, alteración postural, déficit funcional, rigidez en las articulaciones y dolor en las extremidades. Se desarrolla en muchos casos desde una etapa precoz, a las 3 semanas de haberse producido el ictus”.
¿Qué son los microinfartos?
Los microinfartos podrían definirse como pequeños ictus que no dan la misma sintomatología. De hecho, una persona que sufre un infarto cerebro vascular, puede haber padecido diversos microinfartos a lo largo de su vida. Si estos accidentes vasculares se presentan en vasos muy pequeños, que irrigan pequeñas zonas cerebrales, las consecuencias no serán perceptibles. Pero, si se dan de forma continuada en el tiempo, aparecerán problemas al provocar que zonas más grandes se vean dañadas. Ésta, explica la doctora Belén Moliner, directora médico de NEURORHB, el servicio de Neurorrehabilitación de Vithas, es la causa de esos problemas cognitivos y conductuales que aparecen de manera progresiva en el tiempo y de los que hablan muchos cuidadores, cuando acuden a nuestros centros con sus familiares”. Los síntomas que puede presentar una persona que ha sufrido un microinfarto son olvidos, más lentitud y cambios en la conducta como más irritabilidad, suspicacia, apatía.
En muchos casos la enfermedad se diagnostica al aparecer un ictus más grande, que sí da síntomas. El paciente entonces es derivado al hospital y se le realiza la prueba de neuroimagen (resonancia magnética cerebral o TAC) y es entonces cuando se ve además del ictus de nueva aparición, responsable de la clínica, la enfermedad vascular cerebral silente. Las causas de estos microinfartos o microictus son múltiples, aunque los factores de riesgo más habituales suelen ser: hipertensión, diabetes, tabaquismo, sedentarismo, estrés emocional, colesterol, ácido úrico elevado…El resultado a largo plazo serán alteraciones cognitivas y conductuales, que pueden derivar en una demencia o, como se denomina actualmente, en un trastorno neurocognitivo mayor.
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Problemas en el habla y dificultad para la deglución
Por último, uno de los datos que debemos destacar también es la importancia de ayudar a los pacientes que han sufrido un ictus. Por ejemplo, a volver a hablar o deglutir con normalidad. Y es que, de los 120.000 casos de ictus en nuestro país, más de un tercio presentan secuelas graves. Entre los problemas más limitantes están los relacionados con la comunicación y la deglución. Por lo que el papel de los logopedas en la rehabilitación es fundamental para estos pacientes y sus familiares.
La logopeda especialista en neurorrehabilitación, Pilar Raigal, del Colegio Profesional de Logopedas de la Comunidad de Madrid (CPLCM), advierte de que el 42 % de los pacientes con ictus sufre afasia, lo que significa que un alto porcentaje tienen problemas para comunicarse correctamente. “El ictus afecta a la capacidad de hablar, escribir y/o comprender el lenguaje tanto oral como escrito. Además, los pacientes con afasia pueden tener también trastornos del lenguaje asociados, como problemas del habla, la articulación y de la voz”, sostiene esta especialista.
El objetivo de la logopedia, en estos casos, es conseguir un modo de comunicación eficaz y productivo para los pacientes y sus familiares, ya sea a través de la recuperación del lenguaje o con el uso de sistemas alternativos o aumentativos de la comunicación. De este modo, se evita, en la medida de lo posible, que estas personas se aíslen comunicativamente y cursen con problemas de ansiedad, depresión y/o frustración.
Por otro lado, también es común que aparezcan los problemas de deglución (disfagia) en un 37% de los supervivientes de un ictus, y, con ello, la pérdida de apetito, desnutrición o, incluso, neumonía aspiratoria (por asfixia). Los logopedas también son especialistas en esta área y trabajan la rehabilitación con el fin de conseguir una alimentación correcta y segura de los pacientes. Además, se encargan de asesorar a los familiares con nociones básicas sobre cómo cocinar los alimentos, qué texturas son las más adecuadas en cada caso y cómo deben darles de comer o acompañarlos en el proceso para evitar riesgos.